sábado, 18 de enero de 2020

Hora Santa en reparación por primer misionero asesinado en 2020 en Sudáfrica 160120



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el primer misionero católico asesinado en el año 2020. Para mayor información acerca del luctuoso suceso, consultar el siguiente enlace:


Canto inicial: “Adorote devote, latens Deitas”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación

         Cuando un alma está en gracia, lo asisten no uno sino varios ángeles de la guarda, para ayudarla en la virtud y asistirla en la flaqueza y para evitar el asedio de los ángeles malos. Los ángeles buenos ayudan a las almas a que hagan muchas obras de caridad y de mucha virtud. Por eso dice un autor, Teodoreto, que cuando ven a un alma pura que con fervor sirve a Jesucristo, la rodean por todas partes para guardarla y ayudarla y alentarla para que viva santamente, para hacerla muy grata y amable al Señor[1].

         Silencio.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación

         Por el contrario, con los pecadores pasa lo opuesto a lo que sucede con el alma santa: no sólo no está rodeado de ángeles buenos, sino de demonios, además de estar desamparado de los ángeles, incluso de su ángel de la guardia, que recibió el encargo de su guarda desde que nació. Por eso mismo, no hay mayor dicha que la de aquel que, por estar en gracia y servir a su Creador con fineza, tiene tantos ángeles en la tierra que le asisten y oran por él[2].

         Silencio.    

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación

         La hermosura de la gracia es tan grande y la dignidad que da a los justos es tan alta, haciéndolos hijos de Dios y amigos amados de Él, que no acaban los ángeles de complacerse en un alma que la tiene, deseando que persevere en esta hermosura y estado divino. Para eso vienen y la asisten con tan particular cuidado y los que están en el cielo son sus procuradores, representando al Señor sus buenas obras, sus penitencias, sus santos pensamientos y propósitos, solícitos de su perseverancia[3].

          Silencio.    

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación

El justo no debe pensar que está solo: muchos en la tierra están con él y lo defenderán de sus enemigos; también muchos en el cielo están con él y lo defienden y oran por él a Dios para su bien. En el Antiguo Testamento, ejemplo son Josué peleando y Moisés orando, quienes así prevalecieron contra los enemigos del pueblo de Dios. Los ángeles están con los justos peleando; los serafines están con los justos orando. Si el alma no se deja atar las manos y no se por cuenta propia a meter entre los enemigos, vencerá con tales ayudas. Por eso mismo, ore el cristiano y pelee la buena batalla: haga en su propia causa lo que los ángeles hacen por la ajena[4].

Silencio. 

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación

         Los ángeles vienen en ayuda del justo y esto es algo tan grande, que su grandeza se mide al paso de la malicia del demonio y la flaqueza de nuestra naturaleza. Sepa un hombre que con los pecados mortales está tan débil, que por sí mismo no resistirá a tentación alguna, ni tampoco podrá hacer ninguna obra sobrenatural[5]. Con toda esta debilidad, ¿cómo podrá valerse contra tantos lobos rabiosos de demonios que le rodean y bramando como leones, le cercan para despedazarle y tragárselo a cada hora? ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nunca nos veamos desguarnecidos, sin la protección de la santa gracia!

         Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canción de despedida: “Los cielos, la tierra, y el mismo Señor Dios”.




[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 326.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 327.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 328.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 328.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 329.

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