Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el primer misionero católico
asesinado en el año 2020. Para mayor información acerca del luctuoso suceso,
consultar el siguiente enlace:
Canto
inicial: “Adorote devote, latens Deitas”.
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación
Cuando un alma está en gracia, lo asisten no uno sino varios
ángeles de la guarda, para ayudarla en la virtud y asistirla en la flaqueza y
para evitar el asedio de los ángeles malos. Los ángeles buenos ayudan a las
almas a que hagan muchas obras de caridad y de mucha virtud. Por eso dice un
autor, Teodoreto, que cuando ven a un alma pura que con fervor sirve a
Jesucristo, la rodean por todas partes para guardarla y ayudarla y alentarla
para que viva santamente, para hacerla muy grata y amable al Señor[1].
Silencio.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación
Por el contrario, con los pecadores pasa lo opuesto a lo que
sucede con el alma santa: no sólo no está rodeado de ángeles buenos, sino de
demonios, además de estar desamparado de los ángeles, incluso de su ángel de la
guardia, que recibió el encargo de su guarda desde que nació. Por eso mismo, no
hay mayor dicha que la de aquel que, por estar en gracia y servir a su Creador
con fineza, tiene tantos ángeles en la tierra que le asisten y oran por él[2].
Silencio.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación
La hermosura de la gracia es tan grande y la dignidad que da
a los justos es tan alta, haciéndolos hijos de Dios y amigos amados de Él, que
no acaban los ángeles de complacerse en un alma que la tiene, deseando que
persevere en esta hermosura y estado divino. Para eso vienen y la asisten con
tan particular cuidado y los que están en el cielo son sus procuradores,
representando al Señor sus buenas obras, sus penitencias, sus santos
pensamientos y propósitos, solícitos de su perseverancia[3].
Silencio.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación
El
justo no debe pensar que está solo: muchos en la tierra están con él y lo
defenderán de sus enemigos; también muchos en el cielo están con él y lo
defienden y oran por él a Dios para su bien. En el Antiguo Testamento, ejemplo
son Josué peleando y Moisés orando, quienes así prevalecieron contra los
enemigos del pueblo de Dios. Los ángeles están con los justos peleando; los
serafines están con los justos orando. Si el alma no se deja atar las manos y
no se por cuenta propia a meter entre los enemigos, vencerá con tales ayudas. Por
eso mismo, ore el cristiano y pelee la buena batalla: haga en su propia causa
lo que los ángeles hacen por la ajena[4].
Silencio.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación
Los ángeles vienen en ayuda del justo y esto es algo tan
grande, que su grandeza se mide al paso de la malicia del demonio y la flaqueza
de nuestra naturaleza. Sepa un hombre que con los pecados mortales está tan
débil, que por sí mismo no resistirá a tentación alguna, ni tampoco podrá hacer
ninguna obra sobrenatural[5]. Con
toda esta debilidad, ¿cómo podrá valerse contra tantos lobos rabiosos de
demonios que le rodean y bramando como leones, le cercan para despedazarle y
tragárselo a cada hora? ¡Nuestra Señora
de la Eucaristía, que nunca nos veamos desguarnecidos, sin la protección de la
santa gracia!
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e
intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canción
de despedida: “Los cielos, la tierra, y el mismo
Señor Dios”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 326.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 327.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 328.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 328.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 329.
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