Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en honor, reparación y desagravio por el
ultraje sufrido en una imagen suya. En la madrugada del 17 de julio, un grupo
de desconocidos profanó una imagen de Nuestra Señora de los Suspiros en
Cartagena, a unos 111 kilómetros al oeste de Santiago. Los vándalos hicieron
pintadas obscenas con pintura verde y le cortaron los dedos a una de las manos
de la imagen. La noticia relativa a tan infausto acontecimiento, puede verse en
la siguiente dirección electrónica: https://www.aciprensa.com/noticias/profanan-con-pintas-obscenas-imagen-de-la-virgen-maria-32075/ Como en otras ocasiones, además de
las reparaciones y desagravios, suplicamos a Jesús Eucaristía la gracia de la
conversión, para nosotros, para nuestros seres queridos y para todo el mundo,
especialmente para quienes cometen estos sacrilegios.
Canto inicial: “Alabado sea el
Santísimo Sacramento del altar”.
Oración
de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os
adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
Oh
Santa Madre de Dios, Guía victoriosa, nosotros, tus hijos, amparados por tu
amor maternal y refugiados en tu Inmaculado Corazón, encendidos en el Amor de
Dios que tú nos comunicas al estrecharnos entre tus brazos, te cantamos
nuestras acciones de gracias. Tú, Madre Nuestra del cielo, eres la Mujer del
Génesis (cfr. Gn 3, 15) que aplasta
la cabeza de la Serpiente Antigua, el maligno Dragón, el Enemigo de Dios, de la
Santa Iglesia y de la raza humana creada a imagen y semejanza de Dios Trino; te
cantamos a ti, que posees participada de la Trinidad, la omnipotencia divina y
te suplicamos, por la Sangre de tu Hijo amado derramada en la Cruz, sé nuestra
Protectora, ahora y siempre, para adorar y amar contigo al Hombre-Dios en la
Eucaristía, en lo que nos resta de vivir en el tiempo, para luego seguir
amándolo y adorándolo contigo en los cielos, por la eternidad. Oh Esposa
Inmaculada del Cordero de Dios, líbranos de todos los males, protégenos del
infernal enemigo, apártanos del pecado, sé nuestro refugio ahora y en la hora
de la muerte, y ampáranos, Madre de Dios y Madre Nuestra, para que transportados
en tus fuertes y cálidos brazos maternales, seamos llevados de las angustias y
tristezas de esta vida terrena a los gozos celestiales, la contemplación de
Dios Trino y el Cordero. Amén.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Oh Santa Madre de Dios, que en tu seno purísimo concebiste,
por el Amor de Dios, el Espíritu Santo, al Hijo de Dios encarnado, enviado por
Dios Padre para nuestra salvación. Así, oh Madre Nuestra Santísima, te
convertiste en el Primer Sagrario y Sagrario Viviente, que alojaba en su
interior al Dios que es la Vida Increada y que vive por los siglos; te
saludamos, Madre Purísima, porque con tu “Sí” a la voluntad tres veces santa
del Padre (cfr. Lc 1, 38), alojaste
en seno virginal a la Luz eterna que proviene de la Luz eterna, Cristo Jesús y le
diste nutrición y le tejiste un cuerpo de carne y sangre, dándole de tu
substancia materna y haciendo visible al Dios Invisible, para luego darlo a luz
como Pan Vivo bajado del cielo, como Maná Verdadero que alimenta a las almas con
la misma substancia divina en su peregrinar a la Jerusalén celestial. Te
saludamos y te veneramos a ti, que has generado la Luz indecible, la Luz
Increada, Cristo Jesús; te saludamos y veneramos a ti, oh Diamante Preciosísimo
de los cielos, que a diferencia de las piedras opacas que rechazan la luz del
sol, los corazones de los hombres, tú, en cambio, como Diamante celestial y
como Roca cristalina y purísima que eres, alojaste en tu seno virginal a la Luz
eterna de Luz eterna, el Verbo de Dios, lo encerraste y protegiste en tu útero
materno por nueve meses, dando alimento al que es Alimento de las almas y
tejiendo un cuerpo humano, con tu substancia materna, al Dios que alimenta las
almas con la substancia divina en el Pan Eucarístico, para luego irradiar sobre
el mundo la Luz eterna que proviene de la Luz eterna, Cristo Jesús. Te
saludamos a ti, Madre del Amor hermoso, de cuyo seno inmaculado nació, en el
tiempo, un Hijo engendrado en la eternidad en el seno purísimo del Padre. Te
saludamos a Ti, Esposa Inmaculada, Rosa Mística, que al cabo de nueve meses
diste milagrosa y virginalmente a luz a Aquel que es la Luz Eterna e Increada,
y que con su luz divina iluminó a quienes vivíamos “en tinieblas y en sombras
de muerte” (cfr. Lc 1, 79),
ahuyentando estas sombras, los ángeles caídos, quitándonos la muerte del alma,
el pecado, y comunicándonos su vida eterna por la fe, la gracia y la verdad.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Oh Santa Madre de Dios, Virgen Purísima, Inmaculada, tú eres
el milagro proclamado por los ángeles; tú eres el Sagrario viviente de Dios
encarnado, hecho hombre sin dejar de ser Dios; Madre siempre Virgen, Dios te
salve, porque eres tan hermosa, pura, límpida y Llena de la gracia y del Amor
de Dios, que el mismo Dios Hijo, al encarnarse y venir a este valle de lágrimas
proveniente del seno del eterno Padre, encontró en ti, oh Madre amantísima, el Divino
Amor que en ti inhabita desde tu Concepción Inmaculada y es por eso que, a
pesar de provenir del seno eterno del Padre, en donde vivía en el Amor de Dios,
no encontró diferencias entre el Amor con el que era amado por el Padre desde
la eternidad, y el amor con el cual tú lo recibiste desde el primer instante de
su gloriosa Encarnación, porque el mismo Amor del Padre, el Espíritu Santo, era
el Amor de tu Inmaculado Corazón y con el que tú, oh Virgen Santa y Pura, lo
amabas desde siempre. Dios te salve, escala celestial por la cual Dios Hijo
bajó del cielo a esta tierra, y por la que los hombres alcanzan a la Puerta (cfr.
Jn 10, 9) que conduce al Padre en el
Amor de Dios, Cristo Jesús. Dios te salve, Madre y Virgen, Huerto cerrado en el
que Dios encuentra sus complacencias; Dios te salve, Madre Purísima, Madre
siempre Virgen, que dijiste “Sí” a la voluntad del Padre, y así te convertiste
en el Puente que une a Dios con los hombres y a los hombres con Dios; Dios te
salve, Sagrario viviente y Tabernáculo sagrado del Dios Altísimo, que custodiaste
con amor inefable en tu seno virginal al Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de
Nuestro Señor Jesucristo, la Hostia Inmaculada que habría de ser dada a los
hombres para derramar sobre ellos el Divino Amor. Dios te salve, Rosa Mística
de la cual sale el fruto tus entrañas virginales, Cristo Jesús, nuestro Dios en
la Eucaristía. Dios te salve, Maestra de Adoradores Eucarísticos, que adoraste
a tu Hijo desde la Encarnación; lo adoraste toda su vida; lo adoraste en la
cima del Calvario, en la Santa Cruz, y lo adoras y continuarás adorándolo por
los siglos sin fin en el Reino de los cielos. Dios te salve, Relámpago que
alcanzas nuestras almas, herida gimiente de los demonios, tú iluminas nuestra
oscuridad al darnos la luz de tu seno virgen, Cristo Jesús, por Quien se nos
dona la vida eterna y el Divino Amor.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Oh Santa Madre de Dios, Dios te salve; tú eres la Causa de
nuestra alegría, porque de ti salió, milagrosa y virginalmente, la Luz del
mundo, que ilumina y alegra nuestras almas, Cristo Jesús. Dios te salve, Virgen
y Madre, porque permaneciendo Virgen antes, durante y después del parto,
generaste la Luz Increada, Cristo Jesús, y la revestiste con la carne y la
sangre de tus entrañas maternales, para que tu Hijo pudiera donarse a los
hombres como “Pan de Vida eterna” (cfr. Jn
6, 35), como “Maná verdadero” (cfr. Jn
6, 32), como “Pan Vivo bajado del cielo” (cfr. Jn 6, 51), que alimenta con la substancia divina y vivifica con la
vida del Ser trinitario a quien lo recibe con fe y con amor en la Eucaristía. Dios
te salve, templo predilecto del Espíritu Santo, Custodia y Sagrario viviente,
más precioso que el oro, que custodiaste en tu seno inmaculado durante nueve
meses, la Carne y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, para darlo al mundo en Belén, Casa de Pan, como Pan celestial que
dona a las almas la vida, el amor, la luz, la fuerza y la sabiduría de Dios. Dios
te salve, Madre de Dios siempre Virgen, concebida Inmaculada Concepción, Llena
del Espíritu Santo y Plena de gracia, porque estabas destinada en el tiempo a
ser la Morada terrena del Dios Eterno que vive en el Reino de los cielos; Dios
te salve, Madre siempre Virgen, Dios Padre te creó como su Hija predilecta;
Dios Hijo te eligió por Madre amantísima; Dios Espíritu Santo te desposó como
Esposa Inmaculada; Dios te salve, Madre de Dios y Virgen Purísima, que eras,
eres y serás siempre Virgen, Flor predilecta de la Trinidad, en quien el Dios
trinitario se recrea y se alegra, a quien los ángeles aclaman como misterio de
la indecible Sabiduría y como su Reina y Señora; Dios te salve, Madre de los
hombres, que los adoptaste al pie de la cruz para amarlos y llevarlos al cielo
refugiados en tu Inmaculado Corazón; Dios te salve, Jardín florecido y Huerto
cerrado que alegra a la Trinidad, tú eres la Mujer del Calvario (cfr. Jn 19, 27) que, por don de Jesús, te
convertiste en nuestra amadísima Madre celestial; Dios te salve, Madre y Virgen,
de cuyo seno purísimo e inmaculado nació, en el tiempo, Dios Hijo, tres veces
santo, que resplandece en la eternidad como Sabiduría del Padre e impronta de
su imagen.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Oh Santa Madre de Dios, que nos diste al fruto de tu seno,
Aquel que es, que era y que será, “el alfa y el omega, el principio y el fin”
(cfr. Ap 1, 8), Dios Hijo encarnado,
para que adquiriendo un Cuerpo tejido por ti en tus entrañas virginales,
ofrendara ese Cuerpo sacratísimo muriendo por nosotros en la cruz; Dios te
salve, porque gracias a ti, que lo revestiste en tu seno virginal, con tu carne
y sangre materna, se hizo visible a nuestro ojos mortales el Dios tres veces
santo, el que es Invisible y Espíritu Puro, y así se manifestó a los hombres como
Dios hecho Niño en Belén, como Dios crucificado en el Calvario y como Dios
glorioso y resucitado en el Pan del Altar, la Sagrada Eucaristía. Dios te
salve, Virgen y Madre de Dios que resplandeces con la gloria divina, tú eres la
“Mujer del Apocalipsis” (cfr. 12, 1ss) toda revestida de sol, con la luna a los
pies y una corona de estrellas en la cabeza; tú eres la Mujer que con alas de
águila, la Gracia y la Verdad de Dios Trino, huyes al desierto para poner a tu
Hijo Jesús a salvo del Dragón; tú eres la Mujer del Apocalipsis que proteges a
tus hijos por nacer de los modernos Herodes, los abortistas, que “buscan a los
niños para matarlos” (cfr. Mt 2, 1-2,
11-15); tú eres la Mujer del Apocalipsis que proteges a tus hijos adoptivos,
los nacidos “del agua y del Espíritu” (cfr. Jn 3, 5) en el bautismo, de quienes los
persiguen para matarlos por odio a la fe, por el solo hecho de que llevan en la
frente la señal de la Santa Cruz, el signo del Cordero “como degollado” (cfr. Ap 5, 6), que con su Sangre derramada en
el Calvario derrotó para siempre a nuestros tres grandes enemigos, el Demonio,
el pecado y la muerte. Dios te salve, Virgen Purísima, Madre de Dios y Madre
nuestra, nosotros, tus hijos, te veneramos, te ensalzamos, te bendecimos y te
damos gracias, y te pedimos perdón y reparamos por quienes no reconocen en ti a
la Virgen y Madre de Dios, por quienes no te reconocen en tu gloriosa Asunción,
por quienes profieren horribles blasfemas contra tu Inmaculado Corazón y contra
el Sagrado Corazón de Jesús y te pedimos, para todos los hombres, la gracia de
la conversión perfecta del corazón, de manera tal que, adorando al Cordero de
Dios en la Eucaristía, continuemos adorándolo por los siglos sin fin en el
Reino de los cielos. Amén.
Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para
ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones
de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
[1] Las meditaciones están adaptadas
e inspiradas en el Himno Akathistos,
antiguo himno de alabanza contemplativa a la Theotokos, la Madre de Dios, la
Virgen Madre.