Devoción demoníaca al ídolo pagano llamado "Pachamama".
Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y
el rezo meditado del Santo Rosario en reparación por la incitación a la
violencia y a la rebelión por parte de la devoción demoníaca a la Pachamama,
pseudo-devoción aparecida en Río Negro, Argentina. Entre otras cosas, se puede
ver, en la imagen de esta devoción demoníaca, a las figuras del Papa y de un
sacerdote católico, ambos con ornamentos religiosos, pero reducidos a
esqueletos cadavéricos, con lo cual se da a entender que esta devoción falsa y
satánica a la Pachamama se persigue, entre otras cosas, la desaparición de la
Iglesia Católica.
Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
San Cirilo de Alejandría, Padre de la Iglesia, se vale
de tres imágenes para ilustrar la fusión de amor con Jesús en la Santa
Comunión: “El que comulga está santificado, divinizado en su cuerpo y en su
alma a la manera del agua que, puesta sobre el fuego, hierve… La Comunión actúa
como la levadura, que metida dentro de la masa de harina la fermenta toda… De
la misma manera que calentando juntos dos pedazos de cera, la cera de ambos se
convertirá en una sola masa de cera, así yo creo quien se alimenta de la Carne
y de la Sangre de Jesús, queda fundido de la misma forma con Él y se encuentra
que está él en Cristo y Cristo en él”[1].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo Misterio.
Meditación.
A su vez, Santa Gema Galgani hablaba con asombro de la
unión eucarística entre “Jesús todo y Gema nada” y exclamaba extasiada: “¡Cuánta
dulzura, Jesús, en la Comunión! Quiero vivir abrazada contigo, contigo abrazada
quiero morir”. Y el Beato Contardo Ferrini escribía: “¡La Comunión! ¡Oh, dulces
caricias del Creador con la creatura! ¡Oh, inefable elevación del espíritu
humano! ¿Qué cosa tiene el mundo que se pueda comparar con estas alegrías
purísimas del Cielo, con estas muestras de la gloria eterna?”[2].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer Misterio.
Meditación.
Además de la unión con el Hijo de Dios, Jesucristo, la
Comunión une al alma con las otras Personas Divinas de la Trinidad, el Padre y
el Espíritu Santo: un día, Santa María Magdalena dei Pazzi, después de la
Comunión, arrodillada entre las novicias, con los brazos en cruz, alzó los ojos
al cielo y dijo: “Hermanas, si comprendiéramos que el tiempo que duran en
nosotros las especies eucarísticas Jesús está presente y actúa en nosotros
inseparablemente con el Padre y con el Espíritu Santo, y que, por tanto, es
toda la Trinidad Santísima…” y no pudo terminar de hablar porque fue arrebatada
en un éxtasis sublime[3].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto Misterio.
Meditación.
Los santos, en cuanto podían, no ponían límites al
tiempo de acción de gracias, que llegaba a durar incluso más de una hora. Santa
Teresa de Jesús recomendaba a sus religiosas: “Entretengámonos cariñosamente
con Jesús y no perdamos la hora que sigue a la Comunión: es un tiempo excelente
para tratar con Dios y para presentarle los intereses de nuestra alma… Porque
sabemos que Jesús bueno se queda con nosotras hasta que el calor natural haya
consumido los accidentes del pan, debemos tener gran cuidado en no perder tan
bella ocasión de tratar con Él y presentarle lo que necesitamos”[4].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto Misterio.
Meditación.
San Francisco de Asís, Santa Juliana Falconieri, Santa
Catalina, San Pascual, Santa Verónica, San José de Cupertino, Santa Gema y
tantos otros, inmediatamente después de la Santa Comunión caían casi siempre en
éxtasis de amor; y entonces, el tiempo para ellos transcurría a toda velocidad,
por lo que horas en unión con Jesús Eucaristía les parecía apenas un segundo.
También Santa Teresa de Jesús caía en éxtasis casi siempre inmediatamente
después de comulgar, de manera que, según se narra en su biografía, a veces
había que sacarla a la fuerza del comulgatorio de monjas[5].
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.