jueves, 28 de noviembre de 2013

Hora Santa para Adviento


         Inicio: Ingresamos en el Oratorio y pedimos la asistencia de Nuestra Madre del cielo, la Virgen María, y de nuestros ángeles custodios, para que nos ayuden en esta Hora Santa que realizamos en tiempo de Adviento. El mundo trata de distraernos, de llevarnos por caminos contrarios a los de Dios; el mundo busca hacernos creer que Adviento y Navidad son tiempos de distracción, de diversión, de compras, de olvido de Dios. El mundo quiere hacernos creer que la Navidad es sucumbir a la glotonería y a la diversión sin freno. Ofrecemos esta Hora Santa en reparación por quienes caerán en los engaños del mundo, y le pedimos a la Virgen el verdadero espíritu de Adviento, espíritu de oración, de penitencia, de obras de misericordia, de espera alegre del Mesías que vendrá para Navidad escondido en la naturaleza de un Niño recién nacido.

         Canto inicial: “Anhelos del Mesías”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Meditación

Jesús, en el Antiguo Testamento, los justos del Pueblo Elegido esperaban con ansias tu Venida. Ellos conocían las Escrituras y los profetas y anhelaban fervientemente su cumplimiento, el cumplimiento de las profecías que anunciaban el hecho más grande y maravilloso que le pudiera acontecer a la humanidad toda, la Encarnación del Verbo de Dios. los justos y los profetas del Antiguo Testamento anhelaban tu Venida, oh Rey Mesías, porque se daban cuenta que este mundo, sin Ti, es un erial, un desierto ardiente, un paraje desolado, una morada de bestias; se daban cuenta que este mundo sin Ti, es un valle de tinieblas y de sombras de muerte, lleno de peligros y de amenazas mortales, y por eso clamaban por tu Venida, porque al venir a este mundo, lo habrías de iluminar con la luz de tu Ser divino, luz que es al mismo tiempo Vida y Amor eternos. También nosotros, igual que los que te esperaban con ansias en el Antiguo Testamento, esperamos con ansias la Navidad, el tiempo de la Iglesia en el cual, por el misterio de la liturgia, habrás de renovar tu Nacimiento virginal en una gruta de Belén. Junto a los hombres y mujeres que en la Antigüedad te esperaban, también nosotros te esperamos con fe y con amor, oh Rey Mesías, que vienes a nosotros revestido de Niño sin dejar de ser el Dios omnipotente y de toda majestad que eres desde los siglos sin fin. Amén.

Silencio para meditar.

Jesús, Tú que fuiste engendrado “entre esplendores sagrados” desde la eternidad en el seno eterno del Padre; Tú que eres Dios tres veces Santo, ante los ángeles y santos del cielo se postran en adoración y no pueden hacer otra cosa que cantar de alegría y exultar de gozo ante la visión de tu infinita majestad; cuando viniste a este mundo, ya antes de nacer, conociste el rechazo, la frialdad y la indiferencia de los hombres, porque “no había lugar” en los albergues para tu Madre encinta de Ti y para San José, tu padre adoptivo y debido a esta razón, tu Madre y San José debieron ir a las afueras de Belén, a una pobre y oscura gruta. Jesús, estos albergues, con grandes y cómodos aposentos, con música y calor de fuego, con abundantes alimentos y bebidas, llenos de gentes que comen, beben y ríen despreocupadamente, pero que no tienen lugar para que entres Tú, que vienes traído por tu Madre, son figura de los corazones soberbios que, en su necio orgullo, creen no tener necesidad de Ti; estos albergues son, oh Jesús, la figura de los pobres hombres que se aferran a los bienes materiales y a los placeres de este mundo, olvidándose de la vida eterna y del juicio particular que habrán de recibir el día de su muerte. Ten piedad de ellos, Jesús, por el amor del Inmaculado Corazón de María; no les tengas en cuenta este pecado y dales la gracia de la conversión. Amén.

             Silencio para meditar.

         Jesús, desde el seno de Dios Padre viniste a esta tierra, a encarnarte en el seno de la Virgen Madre. Viniste en un noche helada, prefiguración de los corazones oscuros y helados de los hombres, vacíos del Amor Divino. Elegiste para tu Nacimiento, Tú, que eres el Creador del universo, una pobre, fría y oscura gruta, gruta que tu Madre tuvo que limpiar para que sea más digna para tu llegada, porque estaba llena del estiércol de los animales, porque era un refugio del buey y del asno. Jesús, esa cueva de Belén, así de fría, oscura y pobre, y toda manchada, es una figura del corazón del hombre sin tu gracia: es frío, porque no tiene tu amor; es oscuro, porque no tiene tu luz; es pobre, porque no tiene la riqueza de tu divinidad, y está manchada, porque el pecado es la mancha espiritual que ennegrece el corazón. Jesús, haz que tu Madre, así como preparó la gruta, limpiándola, para que Tú nacieras en un lugar digno, haz que sea también la Virgen quien prepare nuestros corazones; haz que Ella, que es la Mediadora de todas las gracias, nos consiga de Ti todas las gracias que necesitamos, para que nuestros corazones sean como la cueva de Belén, limpia por la acción de María y tu gracia. Amén.

         Silencio para meditar.

Jesús, Tú elegiste para venir a este mundo, el ser recibido por un matrimonio santo, formado por la Virgen María y por San José, su esposo casto y cuando naciste, el matrimonio santo se convirtió en una familia santa, la Sagrada Familia. Jesús, Tú quisiste ser acunado en brazos de una Madre mujer y quisiste ser socorrido por un padre varón; de esta manera, enalteciste a la familia humana con la santidad que viene de Ti, Dios tres veces Santo. Al ser tu deseo el nacer en una familia formada por mujer y varón y por un hijo, nos quieres hacer ver que la familia humana, creada por Ti y santificada por Ti, es una sola y única y está formada por la esposa-madre-mujer, por el esposo-padre-varón y que los hijos que nacen de esta unión nupcial son fruto del amor esponsal. Jesús, te pedimos por la multitud de niños que ven negado este derecho, el derecho a nacer en el seno de una familia, como fruto del amor de los esposos y no como consecuencia de la fría manipulación de laboratorio; Jesús, te pedimos por los niños que son congelados en tubos de ensayo antes de nacer; te pedimos por los que son desechados; te pedimos por los que son implantados en “vientres de alquiler”; te pedimos por todos estos niños, porque ven violentado el derecho de todo niño de vivir, de ser concebido como fruto del amor esponsal, de nacer en el seno de una familia, de ser educado por una madre-mujer y un padre-varón. Te pedimos también por quienes constituyen familias contrarias al orden natural, contrarias al orden creado por Ti, avasallando así el derecho que tienes como Dios de que sea respetada tu Voluntad expresada en la naturaleza humana. Haz que los hombres entiendan que hay un solo modelo de familia posible, la Sagrada Familia de Nazareth. Amén.

Silencio para meditar.

Jesús, cuando naciste en Belén, fuiste adorado por los ángeles y los pastores: mientras los ángeles entonaban cánticos de alabanza y glorificaban a Dios por su inmensa bondad, los pastores se postraban ante tu Presencia, adorándote, porque unos y otros reconocían tu divinidad, oculta en la humanidad de un Niño recién nacido. Los ángeles y los pastores veían en Ti, oh Jesús, no a un niño más entre tantos otros, sino al Dios de majestad inefable escondido, oculto, en el cuerpo de un Niño, y por eso se alegraban y cantaban por tu Nacimiento. Te pedimos, oh Jesús, que enciendas nuestros corazones con el mismo amor de ángeles y pastores, para que también nosotros, que esperamos anhelantes la Navidad, te cantemos y te adoramos en el misterio de tu Nacimiento. Amén.

Meditación final

Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, te pedimos que aceptes nuestra humilde adoración en reparación de tu Santo Nombre y en acción de gracias por tu Encarnación y Nacimiento.  Acepta cada latido de nuestros corazones, une nuestros latidos a los de tu Sacratísimo Corazón y a los del Inmaculado Corazón de María, y por los méritos de tu Pasión y por los dolores de tu Madre, haz que se salve un alma por cada latido nuestro unido a los vuestros. Tú eres el Dueño y el Señor de la historia y vienes a nosotros no en el esplendor de tu majestad y poder, sino en la humildad de nuestra naturaleza, desvalido como un Niño recién nacido. Acepta la humilde ofrenda de nuestros pobres corazones, como si fueran otras tantas grutas de Belén para que, por intercesión de María Santísima, te dignes a nacer en ellos, para que seas la alegría y el gozo de nuestras vidas, en el tiempo y en la eternidad. Amén.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Los cielos, la tierra, y el mismo Señor Dios”.


jueves, 21 de noviembre de 2013

Hora Santa en honor a Cristo Rey


Inicio: entramos en el Oratorio, nos encomendamos a nuestros ángeles custodios, para que nos ayuden en esta Hora Santa, la que ofreceremos en honor a Cristo Rey y en reparación por todos los hombres que no reconocen su reyecía. Pedimos también la asistencia de nuestra Madre del cielo, María Santísima, Ella también nuestra Reina y Señora.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén.

Canto inicial: “Tú reinarás”.

Meditación

         Jesús Eucaristía, te adoramos y te bendecimos porque Tú eres Rey desde la eternidad y eres Rey por ser Dios de infinita majestad; fuiste ungido “entre esplendores sagrados” en el seno del Padre, desde toda la eternidad; Tú eres Rey desde la eternidad y lo serás por siglos y siglos infinitos, porque posees el mismo Ser trinitario divino y la misma naturaleza divina de Dios Padre y por esto es que tienes la misma majestad, el mismo honor, el mismo poder que Dios Padre y que Dios Espíritu Santo, porque eres Dios igual que el Padre y el Espíritu Santo; Jesús, te adoramos y te bendecimos y te damos gracias, junto con los ángeles y los santos de la corte celestial, por tu inmensa gloria, por tu inmensa majestad y te agradecemos por habernos llamado ante tu Presencia; te damos gracias por ser Tú quien eres, Dios de gloria celestial y te damos gracias porque nos creaste con sed inagotable de gloria, una sed que solo la puede calmar Tú mismo y por eso no somos felices ni tenemos paz hasta que no glorificamos tu inconmensurable majestad divina. Te pedimos perdón y reparamos porque en el mundo de hoy, son pocos y cada vez menos quienes te reconocen como a su Rey y Señor y en vez de adorarte en la Eucaristía y darte gracias por tu sacrificio redentor en la Cruz, cometen el abominable pecado del neo-paganismo, adorando las estrellas y la naturaleza en vez de a Ti. No les tengas en cuenta, oh Rey de los cielos, este aborrecible pecado; más bien, ten piedad de ellos y ten piedad también de nosotros y atiende al clamor de nuestra plegaria. Ven, oh Jesús, Tú solo eres nuestro Rey y porque eres nuestro Rey que reina desde la Eucaristía, te pedimos que escuches nuestras oraciones, perdona a los neo-paganos que idolatran a la naturaleza y a las fuerzas de la oscuridad, y concédenos a todos, por tu gracia, tu amor y tu misericordia, la gracia  de la conversión. Amén.

Silencio para meditar.

         Jesús Eucaristía, Tú eres Rey en la Encarnación y en el Nacimiento, y por este motivo, como rey que eres, fuiste adorado en el Pesebre por los pastores y los ángeles y en Navidad eres adorado por los hombres de buena voluntad; acepta, oh Rey que vienes a nosotros como un Niño recién nacido, nuestros pobres corazones y dígnate nacer en ellos, porque Tú naciste en Belén, Casa de Pan, para donarte como Pan de Vida eterna; acepta nuestros corazones como humilde ofrenda, corazones que son fríos y oscuros, como la gruta de Belén y, al igual que esta gruta, que con su pobreza y a pesar de su indignidad, tuvo el honor de recibir a tu Madre encinta, quien te dio a luz virginalmente para alegría de la humanidad entera, haz que también nosotros te recibamos por la gracia en la Eucaristía, Pan Vivo bajado del cielo; haz, te lo suplicamos, que nuestros corazones sean como otras tantas grutas de Belén, para que tu Madre Santísima te dé a luz en nosotros y así nos alegres con tu Presencia y seas Tú la única alegría de nuestras vidas. Jesús, haz que tu Madre, que así como preparó la gruta de Belén para que Tú nacieras en un lugar digno, así también prepare nuestros corazones para tu Nacimiento en ellos y que Ella nos consiga de Ti las gracias que necesitamos para amarte y adorarte, en el Pesebre y en la Eucaristía, como a Nuestro Rey y Señor. Te pedimos perdón y reparamos por quienes se postran ante ídolos mundanos y te dejan de lado a Ti, Rey nacido como Niño en un pesebre, Rey que reinas en la Eucaristía y en los cielos, Rey que reinarás por los siglos sin fin. Amén.

Silencio para meditar.

         Jesús Eucaristía, Tú eres Rey en la Pasión y en la Cruz y como todo rey que se precie, llevas una corona, pero tu corona real no es de oro y plata, ni está adornada de rubíes y diamantes y toda clase de piedras preciosas, como las coronas de los reyes de la tierra; tu corona real es una corona de gruesas espinas, espinas filosas y agudas que atraviesan tu cuero cabelludo y te hacen sangrar abundantes ríos de Sangre, ríos que inundan tus ojos, tus oídos, tu boca, tu rostro entero, recordándonos que derramaste tu Sangre Preciosísima para que, cayendo sobre nosotros, nos santificara en cuerpo y alma, purificando nuestro cuerpo y nuestros sentidos e iluminando con la luz divina nuestras oscuras inteligencias, incendiando en el Fuego del Amor Divino a nuestros fríos corazones. Jesús, Tú eres Rey en la Pasión y en la Cruz, y como todo rey, llevas un manto, pero tu manto no es de fina púrpura y de lino suave, sino que Tu manto real está formado por tu Sangre que brota a borbotones de tus heridas abiertas por nuestros pecados, y por eso tu manto es de color rojo escarlata y es de valor inestimable, porque es tu Sangre Preciosísima que cubre tu Purísimo Cuerpo; Jesús, Tú eres Rey en la Pasión y en la Cruz, y como todo rey, llevas un cetro que indica tu poder real, pero tu cetro no es un bastón de marfil, como los de los reyes terrenos, sino que son tus clavos, los gruesos clavos de hierro que taladran tus manos y tus pies, manos y pies taladrados que ofreces al Padre en reparación por las obras malas hechas con nuestras manos y en reparación por los pasos malos dados en dirección opuesta a Ti y a tu Santísima Voluntad. Jesús, Tú eres Rey en la Pasión y en la Cruz, y como todo rey, tienes un trono, pero tu trono no es de oro recamado ni tiene un mullido almohadón, sino que es el duro leño de la Cruz, Cruz desde donde reinas sobre las almas de quienes se acercan a Ti con un corazón humillado y contrito. Te pedimos perdón, oh Jesús crucificado, Nuestro Rey, por aquellos hermanos nuestros que, dejándote de lado, te posponen por los reyes y césares del mundo, y para reparar como lo exige la Justicia Divina, te ofrecemos a Ti mismo crucificado. Amén.

Silencio para meditar.

       Jesús, Tú eres Rey en la Eucaristía, en donde te encuentras Presente con tu Cuerpo glorioso y resucitado, lleno de la luz, de la vida y del Amor de Dios, y quieres reinar en los corazones para colmarlos de toda gracia y bendición; Jesús, haz que nuestros cuerpos sean templos del Espíritu Santo y que nuestros corazones sean como otros tantos sagrarios, en donde seas adorado, bendecido y glorificado, en el tiempo y luego en la eternidad. No permitas que el lugar reservado exclusivamente para Ti, en nuestros corazones, sea ocupado por los ídolos del mundo y no dejes que nuestros corazones, creados por Ti para ser altares en donde seas adorado en el tiempo y en la eternidad, sean profanados por amores mundanos, impuros, terrenos. Antes bien, aumenta en nosotros de tal manera el amor por Ti, que consideremos como basura todo lo que nos aparte de tu Sagrado Corazón. Danos la gracia de amarte por sobre todas las cosas, por sobre todas las creaturas, por sobre todos los ídolos del mundo, por sobre los becerros de oro que el mundo nos invita a adorar. Ilumínanos con la luz de tu gracia para que nunca caigamos en las tinieblas del error, del pecado, de la idolatría y de la ignorancia, para que adorándote a Ti y solo a Ti, oh Jesús, Rey nuestro, continuemos la adoración en los cielos, por los siglos infinitos. Amén.

Silencio para meditar.

         Jesús Eucaristía, Tú eres Rey del universo y vendrás a juzgar el mundo en el Último Día, el Día del Juicio Final; en ese Día terrible no vendrás como Dios Misericordioso, sino como Justo Juez; en ese Día todos te contemplarán en tu gloria y Tú darás a cada uno el destino eterno merecido según sus obras: a los que obraron el bien, les concederás como premio tu eterna compañía; a los que obraron el mal, los apartarás de tu Presencia para siempre. Oh Buen Jesús, por los méritos de Pasión y Muerte en Cruz, concédenos la gracia de estar entre los elegidos y bienaventurados y haz que en esta vida, reconociéndote como Nuestro Rey y Señor, te glorifiquemos con nuestras buenas obras, para así poder adorarte y ensalzar tu majestad por los siglos sin fin, en el Reino de los cielos. Te pedimos perdón y reparamos por quienes no solo no te reconocen como Rey sino que, despreocupándose de su destino eterno, se entregan a toda clase de maldades y abominaciones, invocando a las oscuras fuerzas de las tinieblas, por medio de la wicca, el ocultismo y toda clase de maldades similares. Te suplicamos que les concedas la gracia de conocerte para que, conociéndote, te amen, y amándote, se salven y así, ellos y nosotros, por tu infinita Misericordia, y en unión con los ángeles y santos del cielo, podremos glorificar tu Amor por toda la eternidad. Amén.

Silencio para meditar.

Meditación final   
       
Jesús, Tú eres Rey de Misericordia; tu atributo que te distingue, entre los infinitos atributos de tu divinidad, es la Misericordia; Tú eres la Misericordia de Dios encarnada y donas esta Misericordia en la entrega de tu Cuerpo crucificado y en la entrega de tu Cuerpo glorioso en la Eucaristía; Tú eres la Misericordia de Dios hecha visible y por eso, quien te contempla, contempla a Dios Misericordioso; Tú eres la Misericordia Divina, que se dona a todo hombre sin reservas, sin límites, pero necesitas que el hombre pida libremente recibir la Divina Misericordia; por esto te suplicamos que, por medio del Inmaculado Corazón de María, derrames todas las gracias que el mundo necesita para conocerte, amarte y adorarte como a su Único Rey y Señor, para que así, amándote y adorándote en la Eucaristía, continuemos todos los hombres, sin excepción, amándote y adorándote por toda la eternidad. Amén.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén.

Canto final: “Los cielos, la tierra, y el mismo Señor Dios”.


viernes, 8 de noviembre de 2013

Hora Santa en reparación por los pecados de omisión de los católicos


         Inicio: ingresamos en el Oratorio, nos arrodillamos ante la Presencia de Jesús sacramentado, Rey de cielos y tierra, y suplicamos a la Virgen que interceda por nosotros para que nuestra pobre oración sea llevada a su Corazón Inmaculado y desde allí, al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús. Pedimos también la asistencia de nuestros Ángeles Custodios, para que nuestra adoración suba como incienso hasta el trono de la majestad de Dios. Ofrecemos esta Hora Santa en reparación por los pecados de omisión de los católicos, pecados que contribuyen a incrementar el Reino de las tinieblas vivientes, el Reino del Ángel caído, reino siniestro que disminuiría hasta desaparecer si los católicos, en vez de omitir sus deberes, se esforzaran por defender los Derechos de Dios.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Canto inicial: “Postrado a vuestros pies humildemente”.

Meditación

Jesús Eucaristía, Tú eres la Sabiduría Divina encarnada y por puro Amor y Misericordia concediste al hombre el don de la inteligencia, don que lo eleva por encima de toda la Creación visible y lo coloca en la dignidad incomparable de ser una imagen tuya; Jesús, Tú diste al hombre inteligencia para que con la misma se esforzara por construir un mundo que refleje el Amor de tu Sagrado Corazón, pero en vez de eso, el hombre –y sobre todo, el hombre de ciencia- utiliza su intelecto para obrar toda clase de males. Jesús, te pedimos perdón y reparamos por los hombres de ciencia católicos que, contrariando su misión de ser, con sus inteligencias, signos de la Sabiduría Divina en medio del mundo, se ponen al servicio del Ángel caído consagrando sus vidas, sus energías, sus capacidades, para crear productos y servicios que atentan contra la vida y la dignidad de los hombres; pedimos perdón y reparamos por aquellos científicos católicos que, por un puñado de monedas, ponen sus inteligencias, voluntades y capacidad de obrar, a las órdenes del Príncipe de las tinieblas, cooperando con él en las más diversas maneras, ya sea inventando medicamentos que interrumpen la vida desde su concepción, o diseñando armas de destrucción masiva, o  creando drogas de consumo masivo adolescente y juvenil, contribuyendo así a destruir las vidas creadas por Dios, ofreciéndolas en holocausto al Ángel de las tinieblas. Ten piedad, oh Buen Jesús, y por los dolores del Inmaculado Corazón de María, concédeles la gracia del arrepentimiento y la conversión. Amén.

Silencio para meditar.

Jesús Eucaristía, Tú eres el Supremo Legislador del Universo, que imprimiste tus leyes en la naturaleza, leyes que surgidas de tu Sabiduría y Amor solo pueden traer alegría y paz al hombre que las respeta. Jesús, te pedimos perdón y reparamos por los políticos y legisladores católicos que no solo callan, cuando deberían elevar sus voces para impedir el avance de la “cultura de la muerte”, sino que trabajan activamente en la promoción de leyes anti-cristianas, contrarias a la naturaleza; leyes que surgidas de los abismos de los infiernos, son presentadas como logros y avances de los derechos humanos, cuando en realidad son causa de dolor, de angustia, de llanto y de muerte, no solo terrena sino eterna, porque nadie puede ser feliz con una ley que sea contraria al Querer del Divino Legislador. Jesús, te pedimos por estos hermanos nuestros para que, arrepentidos y avergonzados de su silencio, sean capaces de testimoniar, si es necesario, hasta el martirio, tus derechos, los derechos que como Hombre-Dios tienes sobre toda la humanidad, el primero de todos, el derecho a ser respetado en la obra predilecta de tus manos, la vida humana misma desde su concepción. Amén.

Silencio para meditar.

Jesús Eucaristía, Tú nos diste, como muestra del Amor infinito de tu Sagrado Corazón, el Sacramento de la Confirmación, sacramento por el cual recibimos al Espíritu Santo en Persona, para que sea posesión de todos y cada uno de los que reciben este sacramento y para fortalecer, con la Fortaleza misma de Dios, al alma en su misión de dar testimonio público de tu Evangelio, anunciado al precio de tu Sangre derramada en la Cruz. Te pedimos perdón y reparamos por los confirmandos, es decir, aquellos bautizados que han recibido la Confirmación y por lo tanto no solo los dones del Espíritu Santo, sino al Espíritu Santo mismo en Persona, y a pesar de eso, callan cobardemente ante el hedonismo, el materialismo, el relativismo, el neo-paganismo imperante. Pero es peor aún la cobardía, que se transforma en amarga felonía, el hecho de que los confirmandos, los que recibieron el Espíritu Santo en la Confirmación y que por lo tanto deberían dar testimonio público de fidelidad a Cristo y sus Mandamientos, se convierten por el contrario en aliados del Enemigo de las almas al consumir pornografía, música cumbia, música rock satánica, cine que hace propaganda del ocultismo y del satanismo y todo tipo de producto religioso o cultural anti-cristiano elaborado por el mundo sin Dios. Te pedimos perdón y reparamos, ofreciéndote a Ti mismo en la Eucaristía, por los católicos que recibieron el sacramento de la Confirmación y que por lo tanto, vieron convertidos sus cuerpos en templos del Espíritu Santo, pero despreciando este don, profanan sus cuerpos con toda clase de ultrajes y vicios: embriaguez, lujuria, hedonismo, gula, pereza, ira, convirtiendo el cuerpo, de templo del Espíritu Santo, en cueva de Asmodeo, el demonio de la lujuria, y transformando sus corazones, que por la gracia deberían ser nidos de luz en donde repose la Dulce paloma del Espíritu Santo, en nidos de víboras ponzoñosas, en refugio de ángeles caídos. Te suplicamos, Jesús, por los méritos infinitos de tu Sagrado Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, que concedas a estos hermanos nuestros el don de la conversión perfecta. Amén.

Silencio para meditar.

 Pedimos perdón y reparamos por los católicos que ejercen todo tipo de ocupaciones y profesiones –médicos, abogados, arquitectos, policías, militares, políticos, maestros, profesores, artistas plásticos, músicos, artesanos, escritores, comerciantes, religiosos, sacerdotes, etc.- y que, en vez de dar lúcido y valiente testimonio del Amor de Cristo, manifestado en los Mandamientos de la Ley de Dios, reflejándolo en su quehacer cotidiano, se convierten en propagadores de las tinieblas, toda vez que, o colaboran activamente o callan cobardemente ante el avance de la cultura atea, agnóstica, materialista, anti-cristiana y anti-humana que día a día y momento a momento abarca cada vez más todos los aspectos de la vida humana. Te pedimos perdón y reparamos por los católicos –entre los cuales nos encontramos- que miran para otro lado cuando tus derechos, los derechos de Dios, son pisoteados, olvidados, degradados, despreciados, por el ateísmo y neo-paganismo reinante. Te suplicamos que renueves en ellos y en nosotros, el Ardor del Divino Amor, el mismo que encendiste en nuestro Bautismo, en cada comunión eucarística, en la Confirmación, en cada confesión sacramental, para que encendidos en este Amor, no callemos ni seamos como perros mudos ante la cercanía del Lobo infernal; no permitas que seamos como perros temerosos que, en vez de custodiar el redil del pastor, callan y huyen ante el Ladrón que viene a robar las almas y llevarlas al Averno. Danos la gracia, de consumir la vida en defensa de tus Derechos Divinos, el primero de todos, el de ser conocido y amado por todos los hombres de todos los tiempos. Amén.

Silencio para meditar.

Meditación final

Jesús Eucaristía, nuestro Rey y Señor, que reinas majestuosamente en tu Iglesia desde la Eucaristía, debemos retirarnos ya, para cumplir con nuestro deber de estado. Te damos gracias por habernos elegido para hacer esta Hora Santa y te pedimos que no permitas que cometamos pecados de omisión, porque cada pecado de omisión incrementa las densas tinieblas que ya envuelven a toda la humanidad. Haz, por el contrario, que auxiliados por tu gracia, seamos capaces de dar testimonio de tu Amor, con obras más que con palabras. Y para que no nos olvidemos que Tú estás en la Eucaristía, noche y día, por amor a nosotros, dejamos nuestros corazones a los pies de tu Madre, María Santísima, para que Ella los convierta en copias vivientes de tu Sagrado Corazón y así los ofrezca en holocausto al Divino Amor. Amén.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Canto final: “Los cielos, la tierra, y el mismo Señor Dios”.