miércoles, 22 de enero de 2020

Hora Santa en reparación por sacerdote asesinado en Venezuela 210120


P. Jesús Manuel Rondón Molina / Crédito: Diócesis de San Cristóbal

Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el asesinato de un sacerdote ministerial, ocurrido en Venezuela. Para mayores datos acerca de este luctuoso suceso, consultar el siguiente enlace:


Canto inicial: “Adoro te devote, latens Deitas”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación

La gracia comunica un valor inestimable a las obras del justo, para que éste merezca la vida eterna. Entre tantas grandezas y bienes que trae consigo la gracia, está la grandeza de dignidad que le confiere a las obras de los que las realizan estando en gracia, de manera que éstas le sean agradables a Dios[1]. Además, por cada obra buena realizada en gracia, se merece más gracia y más gloria eterna, según el Concilio Tridentino[2], las Sagradas Escrituras y los Padres de la Iglesia.

Silencio para meditar. 

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación

         Hay una enorme diferencia en hacer una obra buena estando en gracia a hacerla careciendo de ella, porque si se hace en gracia, cualquiera que sea, merece más gracia más gloria. Por esto es que se dice en las Escrituras que “el fruto del justo es árbol de vida”[3], porque sus obras buenas merecen la inmortalidad y la vida eterna.

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación

         Si una misma obra la hiciera quien carece de gracia, no merecería ni la inmortalidad, ni la vida eterna, aunque siempre es provechoso obrar el bien, porque aun a los que están en pecado mortal les sirve para salir de él y mover las entrañas de la misericordia divina, para tener compasión de su estado y ayudarles a levantar de la miseria en que están caídos. Ahora bien, la eficacia y el valor de la gracia es tan notable, que al punto que está en el hombre, realza de tal manera todas sus obras, que por ellas le debe Dios justamente no menos que la bienaventuranza eterna[4].

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación

         El merecimiento de la bienaventuranza eterna por parte del que obra en gracia, no se debe tanto a la substancia de la obra, sino a la dignidad de la persona, dignidad conferida por la gracia[5]. Es decir, el premio eterno del que obra en gracia se debe a la gracia y no tanto a la obra, que puede ser mayor o menor. Esto se debe a que Nuestro Redentor Jesús, el Hijo de Dios, mereció para nosotros el premio eterno en virtud de sus obras, que fueron de infinito valor, siendo la menor de ellas suficiente para redimir millones de mundos.

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación

         El valor de las obras de Cristo no se debe tampoco a la substancia de las obras en sí, sino a la dignidad infinita de su Persona divina, debido a lo cual tenía Cristo la gracia substancial, esto es, la misma Divinidad, a la cual estaba unida la sacratísima Humanidad substancialmente por razón de la unión personal. De manera que las mayores obras de Cristo, como el ser azotado, coronado de espinas y crucificado, si las hiciera las mismas un hombre puro, es decir, que no fuera el Hombre-Dios, no serían bastantes para merecer gracia dignamente, pero por la dignidad de la Persona del Verbo de Dios se realizaron de manera que no sólo el ser crucificado, sino el levantar los ojos Cristo al Padre, sería bastante obra para redimir a todos los hombres y a los hombres de miles de millones de planetas, si los hubiera[6].

         Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canción de despedida: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 331.
[2] Sess. 6, cap. 10.
[3] Prov. 11.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 332.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 332.
[6] Cfr. Nieremberg, ibidem, 332.

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