miércoles, 28 de julio de 2021

Hora Santa en reparación por destrucción sacrílega de Cristo crucificado por parte de un joven durante Santa Misa 180721

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la sacrílega destrucción de una imagen de Cristo crucificado por parte de un joven. Para mayores detalles acerca del lamentable hecho, consultar el siguiente enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=IoN0pM5U45o

Canto inicial: “Oh Buen Jesús, yo creo firmemente”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Dios no niega la gracia de la esperanza divina a quien hace de su parte todo lo que puede[1]. Esto es necesario tenerlo en cuenta porque, al reflexionar acerca de lo implacable que es la Justicia Divina y acerca de la furia de la Ira Divina, cualquiera podría incluso hasta morir de temor y tristeza, pero precisamente, porque Dios es también Misericordia infinita, no deja de conceder su gracia a quien, combatiendo contra sí mismo, se esfuerza, con la ayuda de la gracia, en permanecer en estado de gracia.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Cuando el amor a Dios se asocia a la esperanza, el alma puede sufrir las tribulaciones que se le presentan, arrodillándose frente a Cristo crucificado o frente a Jesús Eucaristía en el sagrario, porque así se ve alentada por el infinito Amor Misericordioso del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús y así el alma, confiada en la Misericordia Divina, se refugia en el Costado abierto del Salvador, esperando, en un refugio seguro, que pase la Ira Divina[2].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Hablando de la esperanza en el Amor Divino que debe albergar todo pecador, dice así San Gregorio: “En el pecho del pecador se debe juntar continuamente la esperanza y el temor, porque en balde espera uno la misericordia si no teme también la justicia y en vano tendrá miedo de la justicia, si no confía también en la misericordia”[3]. En otras palabras, será de poco provecho que alguien se horrorice de sus pecados, si no quiere salir de ellos, para lo cual le abre la puerta la esperanza. Por más dura, estricta y severa que sea la Justicia Divina, el pecador, por más pecados que tenga, no debe desesperar nunca de la Misericordia Divina, porque para perdonarnos es que ha mandado a morir en la cruz a su Hijo Unigénito, Cristo Jesús.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

Por otra parte, es verdad que la Justicia Divina actúa con todo su furor contra el pecador, sea ángel u hombre y esto por toda la eternidad, siendo la existencia del Infierno y sus horribles torturas, testimonios de este furor divino; sin embargo, frente a todo ese furor divino, Dios muestra también Amor y Misericordia infinitos y esto se ve en la Encarnación del Hijo de Dios y en todo su misterio pascual de Muerte y Resurrección, todo lo cual obra Dios para manifestar al pecador arrepentido que si el furor de su Justicia Divina es grande, es también grande –infinito- el Amor de su Corazón Divino[4].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Que Dios desee perdonar y amar al pecador, en vez de castigarlo, eso lo demuestra abundantemente con sus obras, pues obró más para perdonar y amar, que para castigar. Así, por castigar, no dio ni un paso que le costase sudor; en cambio, por perdonar, se cansó y sudó hasta derramar sangre –su Sangre Preciosísima, la Sangre del Cordero- y padeció tormentos y dolores inimaginables, inenarrables, imposibles de enumerar, tal es su cantidad, hasta la muerte de cruz[5]. Dios se obligado, por así decirlo, a castigar y esto es por nuestra culpa, en el sentido de que somos nosotros, con nuestros pecados cometidos libremente, quienes lo forzamos a castigarnos, cuando no nos arrepentimos; pero el donarnos todo el Amor de su Sagrado Corazón, hasta la última gota, es para Dios más natural y le es también sumamente gustoso perdonar. Por esto mismo, si hay razón para temer la horrible Ira Divina, hay mayor razón para esperar en su Divina Piedad, en su Divino Amor y en su Divina Misericordia.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 491.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 491.

[3] Moral., lib. 23, cap. 11.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 492.

[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 492.

domingo, 25 de julio de 2021

Hora Santa en reparación por ataque vandálico a imagen de la Virgen en EE. UU. 250721

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el ataque vandálico de una imagen de la Virgen –y también de Santa Teresita de Lisieux- sufridos en Nueva York. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=47Gu-EkgH_Q&t=80s

Canto inicial: “Oh Buen Jesús, yo creo firmemente”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Con respecto a la Justicia Divina, el hombre debe considerar su extrema debilidad frente a Dios: en efecto, si una ínfima partícula de materia inerte, llamada “virus” puede convertir su salud en enfermedad e incluso llevarlo hasta la muerte, ¿no podrá acaso Dios, llevado por su Justicia Divina, castigar como se merece al pecador impenitente, al pecador que no se arrepiente? Que no le falten fuerzas a Dios para hacer cumplir su Justicia, es algo que se comprueba contemplando cuántas miríadas de ángeles y hombres han sido condenados para siempre en el Infierno.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Es verdad que la Justicia Divina puede castigar en esta vida, pero los castigos de esta vida, comparados con los de la vida eterna, son apenas un suspiro, pues duran por toda la eternidad y no se tiene conocimiento, ni se tendrá, de nadie que haya podido escapar del inmenso lago de fuego[1]. En él hay millones y millones de ángeles y hombres impenitentes, los cuales sufren por la eternidad, sin poder quebrantar esa inmensa cárcel oscura. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, obtén de tu Hijo para nosotros un profundo horror al pecado y un deseo insaciable del Reino de los cielos!

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Debido a que Dios es omnipotente, su fuerza es eterna e infinita y jamás se cansará en la ejecución de tormentos tan inmensos y como Él es eterno, no se morirá jamás y eternamente los atormentará con eterna muerte[2]. Algunos pueden pensar que el alma, por ser espiritual, no será castigada con el fuego infernal y que sólo lo será el cuerpo; pero estos tales no cuentan con la omnipotencia divina la cual, por un prodigio divino, dará al fuego la potestad de hacer arder, sin consumir, al alma, al igual que el cuerpo[3]. ¿Quién no teme a la Ira Divina?

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

Al reflexionar acerca de la severidad de la Justicia Divina, no puede uno no preguntarse la razón por la cual hay tanta cantidad de hombres que la desprecian y no la tienen en cuenta. Si un solo hombre, de todos los nacidos hasta el Último Día, se habría de condenar, este solo hecho debería bastar para hacer reflexionar y temblar a todos los demás hombres. Es tan horrenda la eterna condenación, que sólo su nombre debería hacer erizar los cabellos a más de uno. Por esto, nuevamente la pregunta: ¿cómo es que siendo tantos los que se condenan, reímos y comemos y reposamos sin cuidado? ¿Cómo es que, estando el peligro de condenación tan cercano, no valoramos más la vida de la gracia y el gozo eterno del Reino de los cielos? ¿Por qué somos los hombres tan descuidados con nuestro destino eterno? Si el Infierno es algo horroroso como lo es, es todavía más horroroso el no temerle y continuar por la vida con los pecados a cuestas, sin aprovechar la Redención de Nuestro Señor Jesucristo.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Ahora bien, siendo cierto todo esto acerca de la Justicia Divina –sobre todo su severidad y su eternidad-, con todo, no debe el alma perder la esperanza, mientras se encuentra en esta vida, porque la esperanza es una disposición del alma necesaria para alcanzar la gracia divina, la cual nos abre las puertas del Reino de los cielos. Y es cierto también que Dios Uno y Trino no niega a nadie su gracia, cuando el alma hace de su parte todo lo que puede para combatir el pecado y rechazar la tentación. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, concédenos la gracia de morir antes de cometer un pecado mortal o venial deliberado!

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 

 

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 480.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 480.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 480.

Hora Santa en reparación por profanación de Catedral en México por grupos abortistas y feministas 220721

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación de la Catedral de Xalapa en México, por parte de un grupo de abortistas y feministas. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=tNTbR-1uzes&t=30s

Canto inicial: “Oh Buen Jesús, yo creo firmemente”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Uno de los atributos de Dios Uno y Trino es su omnipotencia la cual implica, entre otras cosas, la capacidad que tiene Dios de ejecutar su Divina Justicia, sin que nadie pueda osar poner ni siquiera la más mínima resistencia[1]. Para que nos demos una idea, el poder de todos los ángeles juntos, incluidos los ángeles caídos y los ángeles que se mantuvieron fieles a Dios, es menos que un grano de arena comparado con el universo estrellado.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Es por esta razón, por el conocimiento de la omnipotencia divina, que tiene poder para hacer cumplir los decretos de la Divina Justicia, que David exclama: “¿Quién, Señor, conoció el poder de tu ira y de puro temor sabrá contar tu enojo?” (Sal 89, 11). Y Job, maravillado ante la Justicia Divina, dice: “Fuerte es en la fortaleza, ¿quién la pudo resistir y tuvo paz? Él es el que traspasa los montes y no lo supieron aquellos mismos que hundió en su furor. Él es quien saca la tierra de sus quicios y sus columnas se estremecen (…) Dios es, a cuya ira nadie puede resistir, debajo del cual se postran los que sustentan el mundo” (9, 4).

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Aquellos a quienes “hundió en su furor”, según la expresión de Job, son los ángeles caídos y los hombres condenados en el Infierno quienes, oponiéndose voluntariamente al Amor Divino, eligieron enfrentar su Divina Justicia y es así que fueron precipitados a los más oscuros abismos del Infierno. Y esto sucedió y sucede y sucederá hasta el Día del Juicio Final –esto es, la condenación de los pecadores impenitentes-, porque nadie puede resistir a la omnipotencia divina, pronta para ejecutar lo que le dicta la Divina Justicia.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

Con su omnipotencia divina, Dios Trinidad utiliza los elementos por Él creados –agua, tierra, fuego- para obrar lo que la Divina Justicia dictamina. En otras palabras, como dice un autor, “todos los elementos se arman contra el pecador y se violentan para volverse contra él y vengar a Dios. Para esto las aguas le obedecen y con ellas anegó todo el mundo, el cual pereció ahogado a manos de su Ira Divina”[2]. Pero no solo el agua, sino también el fuego sirve a la Divina Justicia y es así como en un instante, haciendo llover fuego del cielo, consumió a las ciudades de Sodoma y Gomorra (Gn 19, 24). Y el fuego no solo es su instrumento temporal aquí en la tierra, sino también en el Infierno, en donde arde para siempre, sin apagarse nunca, quemando a ángeles y condenados.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Otro elemento que se encuentra al servicio de la Divina Justicia es la tierra, la cual se partió por el medio para hundir en sus profundidades a los malos, según las Escrituras (Núm 16). Así demuestra Dios cómo trata a quien es impenitente, a los cismáticos, a sus ídolos, a sus falsos tabernáculos, a sus bienes. También el aire obra según las órdenes de Dios Trino, para castigar a los rebeldes, como se testifica en el libro de Job: “Vi aquellos que obran maldad y siembran dolores perecer con el soplo de Dios y que con el espíritu de su boca fueron consumidos”, con lo cual se demuestra que no hay poder alguno creado que sea capaz de hacer frente mínimamente, ni en esta vida ni en la otra, a la Divina Justicia. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nunca ofendamos a la Divina Justicia, que siempre vivamos en gracia, para no encontrarnos a la izquierda de Nuestro Señor Jesucristo en el Día del Juicio Final!

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 489.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 489.

sábado, 17 de julio de 2021

Hora Santa en reparación por decapitación de imagen de Nuestra Señora de Huachana 170721

 



         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la decapitación sacrílega de una imagen de la Madre de Dios bajo la advocación de “Nuestra Señora de Huachana”.

         Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

         Hay quienes afirman que Dios es “tan misericordioso”, que sería incapaz de condenar a un alma por toda la eternidad, en el lago de fuego del Infierno. Otros se atreven incluso a la herejía de pensar que incluso hasta el mismo demonio será perdonado al fin de los tiempos. Sin embargo, la doctrina de la Fe Católica acerca de la Justicia Divina es muy distinta y ya lo dice Nuestro Señor en el Evangelio: “Es ancha la senda que conduce a la perdición y son muchos los que lo eligen y es angosto el camino que conduce a la salvación y son pocos los que lo eligen”. Con esto, da a entender que son pocos los que verdaderamente salvan sus almas.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

         Una figura que anticipa la inmensa multitud de almas que día a día se dirigen voluntariamente al Infierno, es el Diluvio universal y el Arca de Noé: en esos tiempos, había millones de hombres en toda la tierra, pero sólo ocho escaparon del Diluvio en el Arca lo cual fue, conforme a la Escritura, figura de los muchos que se condenan (cfr. 1 Pe 3, 21)[1]. ¿Quién no temerá no caiga este rayo de la Divina Justicia sobre sí, si vive despreocupadamente, sin importarle ni los Mandamientos de Dios, ni la gracia de Jesucristo, ni el apartarse del pecado que condena? ¿Cómo puede ser que no temblemos de Dios y de sus altos juicios?

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

         El hecho de que un alma se condene por toda la eternidad, es algo sumamente espantoso y terrible, pero que esto suceda después de haber muerto el Hombre-Dios Jesucristo en la cruz precisamente por la salvación de los hombres, es algo que deja sin palabras al entendimiento humano, porque provoca asombro la grandeza y el rigor de la Justicia Divina y el abismo insondable de sus altísimos juicios[2].

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

         El pecador no debe vivir confiado vanamente en que Dios “todo lo perdonará”, porque sí es verdad que Dios “todo lo perdonará”, pero lo perdonará cuando el pecador experimente y demuestre sinceras obras de arrepentimiento; cuando el pecador se postre ante la majestad divina, con el corazón contrito y humillado, reconociéndose pecador e implorando a la Divina Misericordia por su perdón. El pecador –el pecador impenitente, se entiende-, debe considerar que Dios sí tiene voluntad de castigar, porque aun teniendo la justicia seguro partido con la Pasión de Cristo, condena a tantos que pecan y no se arrepienten del pecado. En este caso, no basta la Sangre del Cordero y su muerte sacrificial en el Calvario para que, mientras uno es pecador, deje de tener Dios voluntad de castigarlo. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, infunde en nuestros corazones un profundo deseo de odiar el pecado para rechazarlo definitivamente y así vivir siempre en gracia!

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         Ahora bien, lo que excede en admiración, es que los pecados de todo el mundo los castigó en su Hijo tan severamente, que basta con contemplar su Sacratísimo Cuerpo desgarrado y cubierto de heridas abiertas y sangrantes, para comprender cómo no soporta Dios el pecado. Entre los hombres, se comenta como ejemplo de extrema severidad cuando un juez no perdona a su hijo, si comete un delito; pero que al hijo propio se castigue por delito ajeno, ¿cuándo se oyó tal justicia? Y es que excede el rigor de la justicia divina a toda la rectitud de la humana[3]. ¿Cómo no teme el esclavo castigo de sus pecados propios pues al hijo castigan por los ajenos? Dios Padre, Justo Juez, castigó en su propio Hijo Unigénito el pecado ajeno, el pecado de todos los hombres, por eso no tiene perdón quien no quiera recibir el perdón obtenido por los méritos de la Sangre de Cristo.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 487.

[2] Cfr. Nieremberg, ibídem, 487.

[3] Cfr. Nieremberg, ibídem, 488.

viernes, 9 de julio de 2021

Hora Santa en reparación por uso blasfemo de custodia eucarística con forma del ídolo demoníaco Pachamama en México 010721

 


Custodia blasfema con la forma del ídolo demoníaco llamado "Pachamama".

Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el sacrilegio cometido contra la Eucaristía, al colocarla en una custodia que figuraba al ídolo demoníaco conocido como “Pachamama”. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:

https://www.aciprensa.com/noticias/imagen-de-la-pachamama-fue-usada-como-custodia-de-la-eucaristia-en-mexico-13733

Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos, llegad”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Con relación a la rigurosidad de la Justicia Divina, sólo hay que remitirse a las Sagradas Escrituras, a las palabras de Nuestro Señor Jesucristo, cuando dice: “Muchos son los llamados y pocos los escogidos” (Mt 20, 16) y también: “Angosta y estrecha es la senda que lleva a la vida y pocos los que la hallan” (Mt 7, 7-14). También es para considerar la rigurosidad de la Justicia Divina el hecho de que, siendo tan copiosa y sobreabundante la redención de Cristo, haya aún tantos castigos, tantos pecados, tantos pecadores y tantos condenados[1].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Porque son pocos los llamados, porque la puerta de la salvación es estrecha y porque son todavía menos los que la encuentran, es que San Pedro exclama: “Si el justo apenas se salvará, el impío y pecador, ¿adónde irán?” (1 Pe 4). Es también cosa terrible lo que dice San Crisóstomo en sermón en la ciudad de Antioquía, que era de las mayores del mundo: “¿Cuántos pensáis que se salvarán de los que están en esta nuestra ciudad? Cosa triste es lo que os tengo de decir, pero con todo eso la diré: Entre tantos millares de almas no se podrán hallar ciento que se salven y de éstos dudo”[2]. Una sentencia espantosa, dicha por un santo y todavía más, sabiendo cuán populosa era dicha ciudad. ¿Qué sucederá en nuestros días, en los que las ciudades no sólo son mucho más grandes, sino que el pecado ha sido entronizado como “derecho humano”?

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

No menos terrible es lo afirmado por San Vicente Ferrer: “Antes que Cristo viniese al mundo en carne humana se pasaron más de cinco mil años y todo el mundo se condenaba, sino es unos pocos del pueblo de Israel, que iban al limbo de los Santos Padres”[3]. Continúa luego el santo: “También cuántos malos cristianos se condenan, porque la fe y el bautismo no salvan al hombre, sino es con la buena vida y no de otra manera. ¿Cuántos cristianos hay que, aunque tengan fe, con todo eso son soberbios, avarientos, lujuriosos? Y lo mismo es de otros vicios. ¿Cuántos cristianos no se confiesan cada año en la Cuaresma, ni comulgan, ni guardan los Mandamientos, ni el Domingo y fiestas de los Santos? Todos estos tales no se salvarán”[4]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, ruega por nosotros al Justo Juez, para que tenga misericordia de nuestras almas!

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

El mismo San Vicente Ferrer narra el siguiente hecho, en un todo verídico: sucedió que había un eremita que por cuarenta años estuvo en el desierto habiendo antes renunciado a todas sus posesiones materiales y también cargos y honores mundanos. Poco después de fallecer, se presentó al Obispo de la ciudad cercana al desierto en el que el eremita habitaba; el Obispo le pidió que le dijera algo del otro mundo, a lo que el eremita le respondió que el mismo día en el que él murió murieron también en todo el mundo treinta mil hombres, de todos los cuales sólo cinco se salvaron, que fueron él y San Bernardo, que murió el mismo día y se fueron derechos al cielo y otros tres que entraron en el Purgatorio, los demás se fueron al Infierno[5].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Con respecto a la eterna condenación de las almas impenitentes, muchos santos fueron los que tuvieron visiones de cómo caían estas desgraciadas almas en el Infierno, como copos de nieve muy densos, o como gotas de agua. Por otra parte, todos los Padres y Doctores convienen que la salida de los hijos de Israel para Egipto fue señal de los muchos que se condenan y de cuán pocos son los que se salvan. Teniendo en cuenta esto, provoca espanto el saber que de los seiscientos mil hombres que sacó Dios de Egipto, sólo dos entraron en la tierra de promisión[6]. ¡Horrible cosa es, que de seiscientos mil llamados, sólo dos fueron elegidos! ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, ruega al Justo Jueza para que se apiade de nosotros y, perdonándonos nuestros pecados, nos haga ingresar en el Reino de los cielos!

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 485.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 485.

[3] Domin. Septuag., serm. 6, post. initium.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 487.

[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 487.

[6] Cfr. Nieremberg, ibidem, 487.