sábado, 17 de diciembre de 2016

Hora Santa en honor al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús


Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en honor a Jesús Eucaristía[1].

Oración inicial: "Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman" (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén".

Canto inicial: "Cristianos, venid, cristianos, llegad, a adorar a Cristo, que está en el altar”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

Oh Jesús Eucaristía, te bendecimos, te adoramos, te amamos y te exaltamos en tu Presencia Eucarística. Sin Ti, oh Dios de la Eucaristía, somos nada más pecado, somos polvo y polvo rebelde, y por eso imploramos tu misericordia, tu compasión, tu bondad, y te suplicamos que unas nuestras vidas a la tuya, que nos conviertas en Ti mismo, que Tú seas carne de nuestra carne y hueso de nuestros huesos, que Tú seas nuestro Todo, que unidos a Ti por tu Espíritu, Tú crezcas en nosotros de tal manera, que desaparezcamos nosotros mismos, y así Tú seas Tú en nosotros y nosotros seamos todo Tú en Ti. Somos “nada más pecado” y “sin Ti, nada podemos hacer”, pero si Tú nos lavas con la Sangre y el Agua que brotaron de tu Corazón traspasado, entonces, nuestro pecado desaparecerá y se borrará, así como la nieve se disuelve con el sol, al tiempo que nuestras almas se llenarán de tu gracia santificante y con tu gracia santificante, tendremos tu Vida divina y con tu vida, tu Amor divino, Amor con el que podremos amarte como lo mereces. Te lo suplicamos, oh Jesús Eucaristía, toma nuestros corazones, llenos de miseria, introdúcelos en tu Sagrado Corazón Eucarístico, y devuélvelos convertidos en una llama de Amor vivo, tal como hiciste con Santa Margarita. No tengas en cuenta nuestros pecados, y apiádate de nosotros, en los que sólo encontrarás abismos de miseria, indignidad e ignorancia, y llena estos abismos nuestros con la luz y la dulzura de tu gracia.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, concédenos tu gracia, para que por ella seamos purificados y santificados, para que así seamos capaces de escuchar los latidos de tu Corazón amabilísimo. Somos pobres de toda pobreza, pero postrados ante Ti, dejamos nuestra miseria a tus pies, para que Tú la conviertas en riqueza, es decir, en vida divina, de manera que dejemos para siempre al hombre viejo y comencemos a vivir la vida de la gracia, la vida del hombre nuevo, nacido de la Sangre y el Agua que brotan incontenibles de tu Costado traspasado. Tú nos amas con un Amor tal, que ni siquiera podemos imaginar; danos del Amor de tu Sagrado Corazón Eucarístico, para que así amemos tu Voluntad y no cumplamos nunca más nuestra propia voluntad, sino que tu Voluntad sea la nuestra. Apiádate de nuestra miseria, toma posesión de todo nuestro ser, con tu Espíritu de Amor, acepta el humilde don de nuestra nada, introdúcenos en tu Corazón, enciéndenos en el Fuego de tu Amor, llénanos de tus virtudes, quema nuestras miserias que Te ofenden, estréchanos y cólmanos de tu infinita Misericordia. Te suplicamos, oh Buen Jesús, que fundas nuestros pobres corazones en el horno ardentísimo de Amor Divino que es tu Corazón Eucarístico, para que así, inflamados en tu Amor, traigamos a tus pies cada vez más y más almas, cuyo único deseo en esta vida terrena sea amarte y adorarte en la Eucaristía, como anticipo del amor y adoración que habrán de tributarte en los cielos, por tu Misericordia. Por tus Santas Llagas, por la herida abierta de tu Corazón traspasado, por el amor del Inmaculado Corazón de María hacia Ti, te suplicamos, oh Jesús Eucaristía, fúndenos en Ti y haz que vivamos unidos a Ti, oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, hasta el último instante de nuestra vida terrena.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Jesús Eucaristía, Tú eres el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; siendo Dios, elegiste la figura de un cordero, un animalito manso e inocente, para identificarte ante los hombres, y esto porque el cordero, con su mansedumbre e inocencia, refleja mejor que ningún otro ser creado, la dulzura, pureza e inocencia de tu Ser divino trinitario, que se manifiesta en tu humildad y mansedumbre. Tú aprecias tanto la humildad, la virtud que, junto con la caridad, o sea, el Amor sobrenatural, nos asemeja a Ti, que pediste en el Evangelio que aprendiéramos de Ti: “Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón” (). Toda nuestra vida como cristianos y adoradores, tiene que consistir en tender a la perfección de tu imitación y de todas tus innumerables virtudes, lo que más debemos imitar de Ti y de tu Santa Madre, es la humildad y la mansedumbre del corazón. Estas virtudes, al tiempo que nos asemejan a Ti y a la Virgen, nos preservan de caer en el pecado opuesto, la soberbia, pecado capital del Demonio en el cielo y que le valió el ser expulsado de tu Presencia para siempre. Oh Jesús Eucaristía, queremos aprender de tu humildad y mansedumbre de corazón, pero somos tan débiles, que nuestros esfuerzos nunca serán suficientes para imitarte, y en el mejor de los casos, solo logramos una falsa humildad, que es soberbia encubierta, y es por eso que nos confiamos en Nuestra Madre del cielo, la Virgen, para pedirle la gracia de tener tu mansedumbre y humildad, para ser semejantes a Ti.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Oh Jesús Eucaristía, te suplicamos que nos concedas aquella luz que, brotando de tu Sagrado Corazón, hizo conocer a Saulo su pecado, al tiempo que te hizo conocer a Ti, oh Dios Eterno y Tres veces Santo. Si Tú no iluminas nuestras tinieblas con la luz de tu gracia, no podemos conocerte y no podemos conocernos a nosotros mismos. Sólo cuando Tú nos iluminas adquirimos la Divina Sabiduría que nos hace comprender que Tú eres Dios Hijo, la Verdad de Dios encarnada y que nosotros somos “nada más pecado”. Si Tú no nos iluminas, no podemos saber la realidad de nuestra miseria; sólo cuando Tú nos das la luz que brota de tu Santísimo Rostro, es allí cuando podemos descubrir los abismos de miseria, ignorancia e indignidad que somos, pero hasta que Tú no nos iluminas, no sabemos ni conocemos la magnitud de la miseria de nuestro ser. Pero tu luz, oh Dios de la Eucaristía, Cristo Jesús, nos da la fortaleza necesaria para no sucumbir al ver la realidad de lo que somos sin Ti, miseria, pecado, indignidad, ignorancia; tu luz nos da la fuerza necesaria para sobreponernos al espanto que es el alma sin la hermosura de tu gracia, al tiempo que tu luz nos hace tender hacia Ti, oh Perfección infinita, oh Dios amabilísimo, oh Dios Uno y Trino, Santísima Trinidad, que eres la Hermosura Increada, la Belleza Eterna y la Pureza inefable. Como a Saulo, a quien te dignaste iluminarlo para que saliera de la ignorancia de sí mismo, que lo había convertido en un soberbio y arrogante que sólo deseaba perseguir, encarcelar y matar a su prójimo, y luego de recibir tu luz se convirtió a tu bondad y misericordia, dejando atrás su ignorancia de sí y su pecado, así te suplicamos, por el Amor que le tienes al Inmaculado Corazón de María, que envíes desde el cielo de tu Sagrado Corazón Eucarístico un rayo de tu luz preciosísima, para que conociéndonos también en la miseria de nuestros pecados, no desfallezcamos por el espanto y deseemos alcanzar la perfección de la vida eterna, viviendo en estado de gracia hasta el último instante de nuestra vida terrena.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Oh Jesús Eucaristía, cuántas veces te ofendemos a Ti, que eres el Dios Amor, el Dios que nos da la vida, que nos redime, que nos santifica, que nos adopta como hijos suyos muy amados, que nos abre las puertas del cielo con tus brazos extendidos en la Cruz. Concédenos, oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, por el Amor del Inmaculado Corazón de María, la gracia de un buen examen diario de conciencia, para que nos demos cuenta de las nuestras faltas, cometidas contra tu infinita bondad y majestad; concédenos, por intercesión de María, la gracia de una perfecta contrición y dolor de los pecados, y la gracia de hacer el firme propósito de morir antes que pecar. Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, Tú nos dices en el Evangelio: “He aquí que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3, 20), te suplicamos, que tu Madre nos ayude a abrir de par en par las puertas de nuestros corazones, para que Tú te dignes entrar en ellos por la Comunión Eucarística, para que ilumines las tinieblas de nuestros corazones con la luz de tu Divino Rostro, para que podamos alimentarnos con tu substancia divina y con el Fuego de tu Amor y nos embriagaremos con la hermosura de tu divinidad trinitaria. Oh Jesús Eucaristía, te abrimos las puertas de nuestros corazones, para que entres en ellos y en ellos derramos la abundancia de tu Divino Amor. Oh Jesús, Tú eres el Dios de la Eucaristía, el Dios del sagrario, el Dios escondido en apariencia de pan, danos de tu luz, que brota de tu Ser divino trinitario como de una fuente inextinguible; haz que nuestros corazones palpiten con la fuerza y el ritmo del Amor de tu Sagrado Corazón, para que así te amemos y adoremos en la tierra, y por tu Misericordia Divina, continuemos adorándote por toda la eternidad.

         Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.




[1] Los textos de esta meditación están adaptados del siguiente sitio: l texto de las meditaciones está tomado y adaptado del siguiente sitio: http://www.siervosdeldivinoamor.com/index.php?mod=publica&modulo=2&art=1

domingo, 11 de diciembre de 2016

Hora Santa en honor a Jesús Eucaristía


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en honor a Jesús Eucaristía.

         Oración inicial: "Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman" (tres veces).

          "Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén".

         Canto inicial: "Cristianos, venid, cristianos, llegad, a adorar a Cristo, que está en el altar”.

         Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (misterios a elección).

         Meditación[1] .

Quien encuentra a Jesús Eucaristía, encuentra todo aquello que, desde el instante mismo de haber sido concebido, anhela todo ser humano: la felicidad, la alegría, la paz, la luz, la verdad. A quien se acerca a Jesús Eucaristía, el Dios del sagrario lo colma con su Amor y le concede su paz, que  no es la paz del mundo, sino la paz de Dios, la paz que sobreviene al alma al saberse perdonada por Dios y plenificada por la gracia divina, que brota del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús como de su Fuente inagotable. Jesús Eucaristía concede la paz de Dios al alma, la paz que le permite conservarse serena, alegre, confiada, en medio de las tribulaciones, porque sabe que nada menos que todo un Dios, Cristo Jesús, el Dios de la Eucaristía, es quien, además de fortalecerla, carga sobre sus hombros su cruz y la lleva en su lugar. Quien se acerca a Jesús Eucaristía, aun cuando le sobrevengan persecuciones, tribulaciones y pruebas, nada podrá apartarlo del Amor del Corazón Eucarístico de Jesús. Así como Jesús en el Evangelio, caminando sobre las aguas llegó hasta la barca de los discípulos y con una sola orden de su voz calmó la tormenta que amenazaba con hundirlos, así también Jesús Eucaristía, el mismo Jesús del Evangelio, llega hasta las tormentas que arrecian en nuestras vidas y, con un solo gesto de su mano, o con su solo Querer divino, aquieta las turbulencias que amenazan con hundirnos en el transcurrir de la vida terrena. Jesús Eucaristía da la paz de Dios al alma que a Él acude, y la asienta tan en lo profundo del corazón, que nada ni nadie puede quitar esa paz al alma.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Quien abre las puertas de su corazón a Jesús Eucaristía –en efecto, Él está a las puertas de nuestros corazones y golpea, y si alguien le abre, Él entra y cena con el que lo invita a pasar a su interior-, nada puede temer, porque se sabe perdonado y amado por Dios, hasta el punto de ser adoptado como hijo suyo muy querido, y esto, a pesar de nuestras miserias. El pecador no solo no debe temer el acercarse a Jesús Eucaristía sino que, porque es pecador, debe acercarse sin el más mínimo temor, porque Él ha venido por nosotros, los pecadores, y no por los justos, que no necesitan médico. Jesús Eucaristía nos recibe con todas nuestras miserias, nos perdona, nos consuela con el aceite de su gracia, nos venda nuestras heridas con su Amor, y nos introduce en ese océano de Amor y Misericordia que es su Sagrado Corazón Eucarístico. Quien se acerca a Jesús Eucaristía debe dejar las miserias propias de esta vida terrena; debe dejar de anhelar las cosas bajas y rastreras de este mundo; debe dejar de ser atraído por la apariencia de este mundo y de esta vida, cuya consistencia es como la de una flor de campo, y cuya duración es “como un soplo”. Adorar y amar a Jesús Eucaristía significa dejar de lado nuestras miserias y comenzar a gozar, ya desde esta vida terrena, y en medio de las tribulaciones y persecuciones, la alegría de ser hijos de Dios en el Hijo de Dios, Dador del Espíritu junto al Padre, que a cambio del Don del Espíritu de Amor, nos pide amor, a Dios y al prójimo. Adorar y amar a Jesús Eucaristía significa abrir las puertas del corazón para que entre en él el Amor del Corazón de Jesús, Amor que no solo permite perdonar a quien nos hace algún daño, sino que es el Amor mismo de Dios, que permite “amar al enemigo” con el mismo Amor sobrenatural y divino con el que Jesús nos amó desde la Cruz, a aquel prójimo que critica, que hiere, que ofende, que calumnia, que maldice. Sólo con el Amor misericordioso del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, el adorador puede ser misericordioso con su prójimo, incluido en primer lugar su enemigo, imitando así al Padre, que por misericordia nos amó primero a través de su Hijo en la Cruz, siendo nosotros sus enemigos. Sólo con el Amor del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, puede el adorador amar no sólo a quien lo ama, sino ante todo, a aquel que, por un motivo circunstancial, es su enemigo, esforzándose así por “ser perfectos” en el Amor, como “es perfecto el Padre que está en el cielo”.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Quien tiene su tesoro puesto en Jesús Eucaristía, tiene en este tesoro su corazón y en este tesoro de valor incalculable, está su recompensa, que es el mismo Corazón de Dios, que arde en el Fuego del Divino Amor. Quien ama lo terreno, lo mundano y lo pasajero, tiene su corazón puesto en las cosas terrenas, mundanas y pasajeras, y allí no encuentra ni calma, ni paz, ni alegría, sino solo muerte, oscuridad y desolación, porque en esas cosas bajas no está el Amor de Dios, el Fuego que envuelve al Corazón Eucarístico de Jesús. Y así el alma que se llena de las cosas del mundo –la vanidad, la soberbia, la gula, la ira, la avaricia-, se vacía toda del Amor de Dios y queda vacía de todo tesoro agradable al Padre, siendo su recompensa la tristeza, la angustia y la desesperación. Quien ama a Jesús Eucaristía, recibe de su Sagrado Corazón, que late vivo, glorioso, radiante y lleno de la luz, de la vida y del Amor de Dios, recibe su bendición y su gracia, que lo vuelve una imagen viviente suya, convirtiendo el corazón del adorador eucarístico en una copia viva del Corazón de Jesús, manso y humilde y misericordioso, lleno de la bondad y de la paz divina. Quien ama a Jesús Eucaristía, lo hace porque su corazón se configura al Corazón de Nuestra Señora de la Eucaristía, Corazón Purísimo y lleno del Espíritu Santo, que jamás amó ni deseó otro amor y otra gloria que la de su Hijo y la del Padre.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

El corazón del adorador eucarístico, aun con todas sus miserias y debilidades, debe ser refugio y consuelo del Dios de la Eucaristía, quien en estos días de oscuridad en los que vive la humanidad, se encuentra solo en su agonía, así como se encontró solo en el Huerto de Getsemaní cuando sus discípulos, en vez de orar y acompañar con su oración a Jesús, llevados por el desamor, la frialdad y la indiferencia, se dejaron abatir por el sueño, mientras sus enemigos, movidos por el odio que ardía en sus corazones contra el Cordero de Dios, se movían a toda velocidad en medio de las tinieblas de la noche, o más bien eran las tinieblas vivientes quienes, en medio de la oscuridad, los guiaban al encuentro del Redentor para que lo apresaran, sabiendo de antemano que sus discípulos dormían. Hoy también se repite la misma escena: mientras los enemigos de la Iglesia y la Eucaristía se mueven, incluso dentro de la misma Iglesia, para destruir la fe en la Presencia real, verdadera y substancial de Jesús en la Eucaristía, sus discípulos, sacerdotes y laicos, la gran mayoría, llamados a orar junto al sagrario noche y día en defensa del Dios del sagrario, en vez de hacerlo, y llevados como los discípulos por la indiferencia y el desamor, o duermen, o bien se distraen con los atractivos vanos y falsos del mundo –el placer, la diversión, el dinero, el ocio-, dejando a Jesús Eucaristía solo en el tabernáculo, abandonado a las manos de sus enemigos. El adorador eucarístico, que ama a Jesús Eucaristía, debe reparar por el sueño indiferente de los apóstoles de ayer y de hoy, y permanecer al pie del sagrario, de rodillas ante la custodia, con su corazón contrito y humillado, depositado en las manos de María Santísima, para ofrecerse como víctima en la Víctima y así reparar por tanto odio, por tanto desamor, por tanta indiferencia, por tanta ingratitud de los hombres hacia Jesús Eucaristía. Jesús Eucaristía busca refugio y consuelo y mendiga el amor del adorador eucarístico, aun cuando el corazón del adorador esté lleno de miserias. ¿Vamos a negarle un refugio al Dios de la Eucaristía? ¿No somos capaces de hacerle un lugar en nuestros corazones, para que pueda allí el Señor de la Eucaristía, reposar su Cabeza y olvidar, aunque sea por un instante, la ingratitud e indiferencia de la inmensa mayoría de los hombres?

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         El adorador, al acercarse a Jesús Eucaristía, es inundado de su luz, de su paz, de su alegría, de su Amor, y de su Vida divina, por lo que se que convierte, a su vez, en instrumento del Corazón Eucarístico de Jesús para que la luz de Jesús llegue adonde hay obscuridad y para que su Amor alcance a los más fríos corazones. Cuando Jesús se le apareció a Santa Margarita de Alacquoque, le pidió su corazón y, luego de introducirlo en el suyo, se lo devolvió convertido en una llama de amor viva, con forma de corazón humano. De la misma manera, el adorador eucarístico que entrega su corazón, aun lleno de miserias, al Corazón Eucarístico de Jesús, ve su corazón convertido en una imagen viviente de este mismo Divino Corazón.

         Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.




[1] El texto de las meditaciones está tomado y adaptado del siguiente sitio: http://www.siervosdeldivinoamor.com/index.php?mod=publica&modulo=2&art=1