Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación sufrida por la
Catedral de Austria, en la que se llevó a cabo un baile –ya en sí mismo es una
profanación- en el que las bailarinas estaban vestidas indecorosamente. Todo fue llevado a cabo con la aprobación explícita del Cardenal Schönborn. Para mayores
datos, consultar el siguiente enlace:
https://religionlavozlibre.blogspot.com/2021/04/schonborn-profana-la-catedral-con-baile.html
Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
Sucede
con frecuencia que muchos católicos tienen su fe “dormida” o “racionalizada”,
porque no creen en la divinidad de Cristo ni en su Presencia Personal en la
Eucaristía. Sucede también con frecuencia que esta fe “despierta” cuando se produce
algún suceso penoso, como la aparición de una enfermedad propia, o la muerte de
un ser querido, o con la pérdida de bienes materiales, o cualquier otro suceso
de este tipo. Es entonces cuando la fe se despierta, al ser iluminada por la
gracia, quitando la máscara que ocultan los vanos placeres del mundo y hace
despertar el fuego del Divino Amor, que lleva al alma a despreciar al mundo y a
desear el Reino de Dios[1].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Ahora
bien, no es necesario esperar tan duros golpes existenciales para avivar la fe
católica que recibimos el día de nuestro Bautismo sacramental: debemos, por el
contrario, día a día, meditar y contemplar las verdades eternas que nos
comunica nuestra santa fe católica[2]. Si
esto hacemos, es decir, si meditamos, iluminados por la gracia, los santos
misterios de nuestra fe católica, entonces esperaremos confiados y serenos
nuestras postrimerías, confiados en que, por la Misericordia Divina, habremos
de salvar nuestras almas.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Nuestro
Señor Jesucristo comparó a la fe –la fe católica recibida en el Bautismo sacramental-
con una semilla de mostaza, porque aunque tiene gran eficacia, no muestra esta
eficacia cuando el grano está entero, sino cuando es molido y deshecho; al ser
masticado por los dientes, el grano de mostaza libera toda su substancia y
sabor y así es la fe, porque si sus verdades no se advierten, y si no se
mastican con los dientes de la contemplación y meditación, no se enciende en el
alma el amor de lo eterno, ni punzan al corazón sus pecados gravísimos ni
derrama lágrimas por ellos[3].
Es necesario entonces desmenuzar ese grano de mostaza que es la fe, para tener
gusto de las realidades eternas.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Un
medicamento, aunque en sí mismo sea excelente para determinada enfermedad, si
no se lo aplica, no ejerce sus benéficos efectos y así sucede con las verdades
eternas que nos enseña nuestra fe católica: son todos medicamentos eficacísimos
para la salud del alma, pero es necesario aplicarlas, es decir, es necesario
meditar en ellas, contemplarlas a la luz de la gracia y luego poner por
práctica lo que estas verdades nos dicen, como el cargar la Cruz de cada día o
amar a los enemigos, por ejemplo[4].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
En
rigor de verdad, cualquier elemento que sea útil y provechoso, si no se usa y
se dispone como corresponde, no se puede sacar ningún provecho, aunque dicho
elemento sea muy bueno en sí mismo. El ejemplo que da Nuestro Señor en el
Evangelio, viene a colación: la luz debajo del celemín no alumbrará, como
también es cierto que las riquezas –el oro, la plata- no calman el hambre en sí
mismas, porque no son comestibles y la espada, por aguda y filosa que sea, si
está metida en su vaina, no corta. Por esta razón es que dice San Pablo que la
Palabra de Dios es como una espada “viva y eficaz”, porque si se usa bien de
ella, penetrará en nuestro corazón[5] y
encenderá en él el Fuego del Divino Amor.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.