Inicio: ingresamos en el Oratorio, nos postramos
ante Jesús Eucaristía, Rey de cielos y tierra. Adoramos a Jesús, Hombre-Dios,
Presente con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, en el Sacramento de la
Eucaristía, y pedimos la asistencia de María Santísima, para que guíe nuestra
adoración y la lleve a los pies del Cordero de Dios, que reina majestuoso, con
su Cuerpo glorioso y resucitado, en la Eucaristía y en los cielos. Ofrecemos esta
Hora Santa en acción de gracias por el Sacramento de la Confirmación.
Oración inicial:
“Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo, te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canción inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.
Meditación
Jesús, por el Sacramento de la Confirmación, conseguido
gracias al precio de tu sacrificio en la cruz, recibimos con mayor plenitud la
Presencia del Espíritu Santo, Espíritu que es Fuego, Fuego que es Amor, Fuego
de Amor que enciende nuestras almas en el Ardor Divino, Ardor que abrasa y quema
en el amor de Dios, Fuego que es Don del Padre y del Hijo, Fuego que arde sin
consumir, Fuego que consume sin arder, Fuego cuyo ardor es dulzor, Fuego cuyo
dulzura es Amor Divino, Fuego que inunda al alma con la ternura y la dulzura de
un Dios que es el Amor en sí mismo, Fuego que es Amor en Acto Puro, Fuego que
es Amor Substancial, Fuego que es un océano de Amor, océano sin fondo y sin
playas, sin límites, infinito y eterno, que se dona todo Sí mismo a la
creatura, como Tercera Persona, como Persona-Amor de la Trinidad, Fuego que se dona sin reservas en el
Sacramento de la Confirmación, para que la creatura se goce en Él y solo en Él, en
el Amor substancial que une al Padre y al Hijo en la eternidad, y en Él encuentre todo
su contento, todo su gozo, toda su alegría, toda su dicha, y solo en Él y en
nadie más que en Él, en el Don de dones, se deleite, en esta vida y en el Reino de los cielos. Por eso el alma que recibe el Sacramento de
la Confirmación puede considerarse la más afortunada del Universo y nada ni
nadie puede aventajarla en dicha ni fortuna, porque recibe el Fuego del Ardor
Divino, el Espíritu Santo. Por este don del Amor del Padre y del Hijo, que con
sus ardientes llamas envuelve tu Sagrado Corazón Eucarístico, te agradecemos,
te bendecimos, te alabamos y adoramos, oh Jesús Eucaristía, Dios del sagrario,
en el tiempo y en la eternidad. Amén.
Hora Santa en acción de gracias por el
Sacramento de la Confirmación
Parte 1
Silencio para meditar.
Jesús, el Espíritu Santo que recibimos
en el Sacramento de la Confirmación es Fuego que abrasa el alma y la incendia
en los ardores abrasadores del Amor de Dios; feliz el alma que recibe de Ti y
del Padre el Soplo Ígneo que la convierte en carbón incandescente, en brasa
ardiente que resplandece con las llamas divinas del Fuego Santo del Amor
Trinitario; feliz el alma que recibe el Sacramento de la Confirmación, porque
esa alma se ve convertida, de negro carbón, frío y duro, en brasa ardiente,
luminosa, que brilla e irradia el calor del Amor de la Santísima Trinidad;
feliz el alma que recibe el Sacramento de la Confirmación, porque si antes de
la confirmación era algo así como una parva de hierba seca, luego de la Confirmación,
las llamas del Espíritu Ígneo la convierten en una nueva zarza ardiente, que
arde sin consumirse, que se consume en las llamas del Amor Divino, porque son llamas que
no solo no provocan dolor, sino dulzura, ternura y goce celestial y purísimo de
tal intensidad y magnitud, que el alma que tiene la dicha de experimentarlas nada desea ni nada
más quiere, sino vivir eternamente en ese Amor. Jesús, te damos gracias por el
Sacramento de la Confirmación, porque por él recibimos con mayor intensidad al
Amor de Dios, el Espíritu Santo, el Amor que Tú y el Padre se espiran
mutuamente desde la eternidad y del cual nos hacen partícipes en el tiempo a
nosotros, míseras creaturas, y por este don de tu Sagrado Corazón, te damos
gracias, te bendecimos, te alabamos y te adoramos, en el tiempo y en la
eternidad. Amén.
Silencio para meditar.
Jesús, en la Última Cena,
soplaste sobre el pan y el vino el Espíritu Santo, convirtiéndolos en tu Cuerpo
y tu Sangre y llenándolos del Espíritu Santo, y así se los diste a los
bienaventurados apóstoles para que, consumiendo el Pan Vivo bajado del cielo y
bebiendo el cáliz de la Alianza Nueva y Eterna, fueran llenados del Espíritu
Santo, que es Fuego Santo que enciende al alma en el Amor de Dios; Jesús, de la
misma manera, en el Sacramento de la Confirmación, Tú soplas sobre el alma tu
Espíritu Santo, y así el alma recibe como una Lluvia de Fuego Sagrado, una
lluvia de Fuego Divino que, procediendo del Padre y de Ti, oh Verbo de Dios
humanado, lo envuelve con sus llamas divinas y lo convierte en una tea ardiente
cuyas llamas se elevan hasta el cielo, asombrando a los ángeles; Jesús, en el
Sacramento de la Confirmación, Tú soplas sobre el alma al Espíritu Santo, Fuego
de Amor Divino, cuyo resplandor ilumina al alma que así deja de ser tinieblas
para convertirse en luz divina por participación, porque por la gracia
participa de tu luz, de tu fuego y de tu amor; Jesús, en el Sacramento de la
Confirmación, el alma recibe de Ti y del Padre el Soplo Ígneo, el Fuego Santo,
el Espíritu que une al Padre y al Hijo en la eternidad en el Amor substancial, y
de esta manera, el Padre une al alma, por el Hijo, en el Espíritu, es decir, en
el Amor, a sí mismo; en otras palabras, el Sacramento de la Confirmación, lejos
de ser un frío acto ritualista, vacío de sentimientos, de afectos y de amor,
constituye una de las más grandes muestras del amor personal del Padre por la
persona humana que recibe el Sacramento de la Confirmación, porque recibe, por
su Hijo Unigénito, Jesucristo, al Amor substancial, a la Persona-Amor de la
Trinidad, a la Persona que los une en el Amor, al Padre y al Hijo, en la
eternidad, y lo recibe, el que se confirma, como Don de dones, como un don
personal, como algo propio, personal, como algo que le pertenece, para su deleite y dicha sin fin. El que se
confirma recibe el Amor de Dios, oh Jesús, como regalo Personal del Padre y del
Hijo. Jesús, el Sacramento de la confirmación es una muestra tan grande del
Amor del Padre, que las creaturas, necias y miserables, lo desprecian, lo
ultrajan, lo pisotean, lo olvidan prontamente y lo reemplazan por las cosas del
mundo. Jesús, queremos reparar por las veces en que nosotros mismos hemos
menospreciado y ultrajado el Sacramento de la Confirmación, y queremos también darte
gracias por este Sacramento, porque por él recibimos con mayor intensidad al
Amor de Dios, el Espíritu Santo, el Amor que Tú y el Padre se espiran
mutuamente desde la eternidad y del cual nos hacen partícipes en el tiempo a
nosotros, míseras creaturas, y por este don de tu Sagrado Corazón, te damos
gracias, te bendecimos, te alabamos y te adoramos, en el tiempo y en la
eternidad. Amén.
Hora Santa en acción de gracias por el
Sacramento de la Confirmación
Parte 2
Silencio para meditar.
Jesús, por el
Sacramento de la Confirmación, recibimos la Dulce Paloma del Espíritu Santo,
que por la gracia santificante, convierte a nuestros míseros corazones en un
luminoso y ardiente nido en el cual quiere reposar para llenarnos de su
Presencia, de su Luz, de su Ardor Santo, de su Amor, de su Dulzura, de sus
Siete Sagrados Dones; esta Dulce Paloma del Espíritu Santo sobrevuela sobre
nuestros corazones en el Sacramento de la Confirmación buscando anidar en
ellos, para reposar en ellos y entonar suaves cantos de amor, los cantos de
amor de un Dios enamorado de su creatura. Pero, ¡oh misterio de iniquidad jamás
visto, que horroriza a los cielos!, la creatura, en vez de exultar de gozo y
postrarse en acción de gracias por tan inmerecido don, el Sacramento de la
Confirmación, he aquí que lo desprecia y lo ultraja, y ahuyenta al Espíritu
Santo con sus crímenes y abominaciones, al punto de convertir su corazón, de
luminoso nido, en tenebrosa y babeante cueva de serpientes, en donde moran las
más siniestras alimañas -serpientes, arañas, alacranes y escorpiones-, y las
más fieras bestias, más sedientas de sangre y violencia que el oso y el león, pero
no se trata de creaturas de este mundo, sino ángeles caídos, demonios, que convierten
el corazón del hombre en su hábitat para, si no media un milagro, arrastrarlo
consigo al abismo de donde no se sale, al abismo en donde no hay redención, al
abismo en donde el fuego no es el del Espíritu Santo y sí arde y sí quema el
cuerpo y el alma y sí duele y para siempre. Jesús, queremos reparar por las
ingratitudes nuestras y las de nuestros hermanos hacia el Sacramento de la
Confirmación, y agradecerte por este don de tu Amor, y alabarte, bendecirte,
darte gracias, y adorarte, en el tiempo y en la eternidad. Amén.
Silencio para meditar
Jesús, el Sacramento de la Confirmación nos convierte en soldados
de Cristo porque nos concede tu misma fuerza, para combatir contra los tres
grandes enemigos de nuestra eterna salvación: el demonio, el mundo y la carne;
Jesús, Tú nos das al Espíritu Santo, para que con sus Siete Sagrados Dones
seamos capaces de combatir y derrotar a los enemigos que buscan nuestra eterna
perdición. Por el Sacramento de la Confirmación recibimos el Don de Sabiduría, don
mediante el cual conocemos las cosas y el mundo con un conocimiento participado
al conocimiento de Dios, es decir, conocemos el las cosas y el mundo a la luz
de Dios, pero muchos cristianos, olvidando el Sacramento de la Confirmación, conocen
y viven en el mundo guiados por las tinieblas de su razón y no según la luz de
Dios; por el Sacramento de la Confirmación recibimos el don de la Inteligencia,
según el cual comprendemos la Palabra de Dios y profundizamos la Palabra
revelada, pero muchos cristianos prefieren las palabras humanas a la Palabra de
Dios; por el don de Consejo, nuestra conciencia recibe una luz más fuerte para
elegir lo bueno y rechazar lo malo, pero muchos cristianos, descuidan a tal
punto este don recibido en el Sacramento de la Confirmación, que sus conciencias
se oscurecen en un grado en el que se vuelven incapaces de distinguir entre lo
bueno y lo malo; por el Sacramento recibimos el don de la Fortaleza, que es una
fuerza sobrenatural, la misma fuerza de Jesús, que nos permite superar las
tentaciones del mundo y del demonio y las concupiscencias de la carne, pero
muchos cristianos, olvidando lo recibido el día maravilloso en el que fueron
confirmados y sellados con el sello del Espíritu Santo, ceden a todo tipo de tentaciones
y se dejan arrastrar por todo tipo de concupiscencias, convirtiendo sus
cuerpos, de templos del Espíritu Santo, en cuevas de Asmodeo, el demonio de la
impureza; por el Sacramento de la Confirmación recibimos del don de Ciencia, mediante
el cual conocemos a las creaturas en su verdadero valor en relación a Dios, que
es su Creador, pero muchos cristianos, olvidando y oscureciendo este don
recibido el día de su Confirmación, utilizan a las creaturas en provecho
propio, como si fueran cosas, y es así como se aprovechan de sus hermanos,
esclavizándolos, tiranizándolos, apropiándose indebidamente de sus cosas y de
sus cuerpos y, cuando ya no les son más de utilidad, les quitan la vida, y todo
por haber perdido, culpablemente, el don de Ciencia; en el Sacramento de la
Confirmación recibimos del don de Piedad, don por el cual nuestro corazón se
llena de ternura filial hacia Dios, haciéndole exclamar: “Abba”, es decir, “Padre
muy amado”, y por este don nuestro corazón se llena de amor fraterno hacia los
seres humanos, a quienes se los ve como hijos de un mismo Padre Dios, pero
muchos cristianos, oscureciendo y olvidando este don, se olvidan de Dios,
cayendo en el ateísmo o en el agnosticismo y, en relación a los hombres, caen
en el más duro materialismo y utilitarismo, puesto que sin Dios, el hombre se
vuelve “lobo del hombre”; sin Dios, el hombre se vuelve el más cruel depredador
del propio hombre y esto sucede con los cristianos que olvidan el don de
Ciencia que recibieron el día que se confirmaron: se convierten en chacales y
aves de rapiña para sus prójimos; por el Sacramento de la Confirmación,
recibimos el don del Temor de Dios, don que es en realidad un incremento del
don del amor de hijo, porque el alma siente aumentar su amor como hijo hacia Dios
Padre, y es tanto el amor de hijo que experimenta hacia Dios, que el solo hecho
de pensar en cometer un pecado le provoca una contrición del corazón tan
perfecta, que siente triturársele el corazón de tanto dolor, porque es tanto el
amor que siente hacia Dios como su Padre, que se siente incapaz de ofenderlo
siquiera con la más mínima imperfección y es tanta la contrición por sus
pecados, que desearía morir antes de cometer un pecado mortal o venial
deliberado, y desea crecer cada vez más y más en el amor perfecto de la
caridad, pero muchos cristianos, habiendo olvidado este maravilloso don
recibido el día de su Confirmación, no temen a Dios, no lo aman como a su Padre
muy amado, y lo ofenden de continuo, sin preocuparse en lo más mínimo por las
ofensas y así continúan y así pasan sus días y sus vidas terrenas, de ofensas
en ofensas, hasta que sus días terrenos terminan y deben presentarse ante Dios
y es ahí cuando se dan cuenta que el don del Temor de Dios, que habían recibido
en el Sacramento de la Confirmación, y que ellos despreciaron, ya no lo pueden
recuperar más, porque ya no pueden amar a Dios como Padre, y ahora deben
comparecer ante Dios como Justo Juez y deben enfrentarse a su Divina Justicia y
pasar por su Ira Divina, porque no quisieron aprovechar el Día de la Divina
Misericordia. Jesús, ten piedad de nosotros, de nuestros seres queridos y del
mundo entero, y por tu Divina Misericordia, y por los Dolores el Inmaculado
Corazón de María, renueva en todos nosotros el Santo Temor de Dios, y todos los
dones que recibimos el día santo de nuestra Confirmación, de manera que hagamos
rendir, para tu mayor gloria y salvación de las almas, toda la gracia y todo el
Amor que nos donaste con el sello del Espíritu Santo. Amén.
Silencio para meditar.
Meditación final
Jesús,
en cuanto Hombre y en cuanto Dios, Tú espiras el Espíritu Santo, junto al
Padre; lo espiras en el altar eucarístico, el altar del sacrificio y llenas el
pan y el vino de Ti y del Espíritu, los llenas de Ti y de Fuego, para que
comamos y bebamos tu Cuerpo y tu Sangre, y con tu Cuerpo y tu Sangre, el Fuego
del Amor de Dios, y así en la Mesa del Altar comemos y bebemos Pan y Fuego,
Sangre y Fuego, Vino y Fuego, y comemos el Pan Eucarístico, que arde en las
llamas del Fuego Santo, el Espíritu de Dios, el mismo Espíritu que nos
infundes, junto con el Padre, en el Sacramento de la Confirmación. Jesús, haz
que la Virgen María, inhabitada por el Espíritu Santo desde su Inmaculada
Concepción, no permita que olvidemos y menospreciemos al Espíritu y sus siete
sagrados dones, recibidos en la Confirmación; antes bien, que sea María
Santísima, Esposa del Espíritu Santo, quien avive las llamas que recibimos en
nuestra Confirmación, para que nuestros corazones sean como brasas
incandescentes, que ardan y resplandezcan en medio de las tinieblas del mundo,
con la Luz del Fuego del Amor de Dios, en el tiempo y en la eternidad. Amén.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo, te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canción final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
Hoy
quiero cantarte, Señora de los Ángeles
Dm Am
E E7
Reina
soberana, Madre celestial,
Am A7 Dm Am
yo
soy una alondra que ha puesto en Ti su nido
Dm Am E Am
viendo
tu hermosura te deja su cantar.
(coro)
C F G
C
Luz
de la mañana, María, templo y cuna
E7 Am D
F E7
mar
de toda gracia, fuego, nieve y flor,
C F E7
puerta
siempre abierta, rosa sin espinas
Dm Am
F E7 Am
yo
te doy mi vida, soy tu trovador.
(2)
Salve
surco abierto donde Dios se siembra
te
eligió por Madre, Cristo el Redentor,
salve
esclava y Reina, Virgen Nazarena
casa,
paz, y abrazo para el pecador.