Inicio: Ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado como doble reparación por una doble profanación
cometida en un mismo acto: la agresión a un sacerdote y la interrupción de la
Santa Misa. Para mayores detalles, consultar el siguiente enlace:
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y
te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te
aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
inicial: “Tantum ergo, Sacramentum”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).
Meditación.
Un hecho que nos hace valorar la gracia es que no sólo da
valor a las obras realizadas en gracia, para alcanzar la vida eterna, sino que
también les da virtud para satisfacer por las penas que por nuestros pecados
merecemos, lo cual no tienen las obras de los que carecen de la gracia. En
otras palabras, la gracia hace que las obras buenas satisfagan por las penas de
los pecados[1].
Por los pecados que cometemos, somos dignos de penas y tormentos, en castigo
por habernos apartado de Dios y haberle dado las espaldas, al tiempo que
poníamos en las creaturas nuestro corazón. Es por esto que, aunque se nos haya
perdonado la culpa, no se suele perdonar toda la pena que por la culpa
merecíamos, por la cual hemos de satisfacer en esta vida y si no, Dios tomará
de ella satisfacción en el Purgatorio, si uno se salva, o la castigará en el
Infierno, si uno se condena.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Si dos hombres se hacen enemigos por el agravio de uno al
otro, provocándole daño e injusticia, si después se hacen amigos, no por eso se
quita que el agraviador, aun después de reconciliado, quede con la obligación
de satisfacer el daño que hizo, porque el agraviado puede perdonarle la ofensa,
pero lo mismo queda la deuda del daño que causó[2]. De
la misma manera ocurre entre nosotros y Dios: aunque a uno se le perdona la
ofensa que hizo a Dios, no por eso se perdona toda la pena que de allí se
originó y por lo tanto debe pagar. Y esto se paga con obras de misericordia,
con penitencia, con ayunos, con paciencia en las enfermedades, dolores y
tribulaciones que Dios le envía.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Quien
carece de gracia, se puede decir que es desdichado y malaventurado, porque
cuanto hace y padece no satisface por la pena de sus pecados; no sólo por la
que debe por los que actualmente tiene que confesar, sino también por la pena
que quedó a deber por cuentas antiguas, esto es, de los pecados pasados que ya
había confesado y se le habían perdonado. Si alguien que carece de gracia
padeciese cuanto padecieron los mártires e incluso el mismo Cristo, no pagaría
con todo por la pena más mínima, aun de los pecados ya perdonados. De suerte
que cuanto mal padeciere y cuanto bien hiciere, no le puede hacer que satisfaga
en nada. Es al contrario de quien está en gracia, que cuanto bien hace y cuanto
mal sufre, se le va descontando la pena que debe por sus pecados antiguos. De manera
que con todas sus buenas obras va satisfaciendo y disminuyendo y extinguiendo
lo que en el Purgatorio debía pagar[3]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, ayúdanos
para que obremos obras buenas en esta vida, en estado de gracia para así
acortar nuestro Purgatorio en la otra vida!
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
San Bernardo dice que en la otra vida se han de pagar con
creces las negligencias que se cometen en esta vida[4] y
esto es así, porque quien debe diez mil, no puede pretender saldar la deuda
pagando sólo cien. San Gregorio dice que son más grandes las penas del Purgatorio
que las penas más crueles de los mártires. Santo Tomás explica y aumenta más
esto, diciendo que las penas del Purgatorio no sólo son mayores que las de
todos los mártires, sino también que las que padeció el Salvador en su Pasión y
Muerte dolorosísimas. Y San Agustín afirma que aquel fuego es penosísimo,
porque excede todas las penas que jamás sufrió algún hombre en esta vida[5].
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Según afirman los teólogos, el fuego del Purgatorio es el
mismo en especie que el fuego del Infierno y por eso son tan terribles las
penas, pues se dan con consideración a la gloria para que purifiquen y a la gravedad
de los pecados por que satisfacen[6].
También se considera la eternidad horrible del Infierno, cuyas penas eternas se
conmutan en las temporales del Purgatorio.
Oración final: “Dios mío, yo creo,
espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni
te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 344.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 345.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 346.
[4] Serm. De Orbitu Humberti.
[5] Lib. De Cura pro mortuis, cap. 8.
[6] Cfr. Nieremberg, ibidem, 347.