Basílica de San Pascual en Segorbe.
Inicio: ofrecemos esta
Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la
profanación eucarística ocurrida en Villareal, España, en la Basílica de San
Pascual. La información pertinente a tan lamentable hecho, en el que se profanó
el sagrario y se robaron las Hostias consagradas, además de varios cálices, se
encuentra en el siguiente enlace: https://www.actuall.com/persecucion/el-obispo-de-segorbe-castellon-denuncia-una-profanacion-de-la-eucaristia-y-anuncia-misa-de-desagravio/
Puesto que ha sido la Eucaristía,
el más preciado tesoro de la Iglesia Católica, la que ha sido gravemente
ultrajada por esta sacrílega profanación, le dedicaremos a la Eucaristía las
meditaciones correspondientes a los misterios del Santo Rosario. Para tal fin,
utilizaremos las oraciones eucarísticas de algunos de los más destacados santos
de la Iglesia, ya que los santos son personas cuyas vidas giran alrededor de
Jesús Eucaristía. Las tres oraciones que utilizaremos para nuestra adoración
reparadora corresponden, respectivamente, a San Ignacio de Loyola –Anima Christi-;
San Alfonso María de Ligorio –Señor mío Jesucristo-, y Santo Tomás de Aquino –Adorote
devote-[1].
El texto original de las oraciones eucarísticas están en cursivas; las
modificaciones son nuestras (N. del A.).
Canción
inicial:
“Cristianos venid; cristianos llegad”.
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
inicial: “Alabado sea el Santísimo
Sacramento del altar”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
Alma glorificada de Jesús Eucaristía[2],
que resplandeces en el sagrario unida hipostáticamente, personalmente, a la
Persona divina del Verbo de Dios y de Él recibes la gloria eterna del Hijo de
Dios, la misma gloria con la que resplandeciste en la Epifanía y en el Tabor,
la misma gloria que el Verbo, como Unigénito del Padre poseía desde la
eternidad, la misma gloria con la que iluminaste el Santo Sepulcro el Domingo
de Resurrección, ilumina las tinieblas de nuestras almas; resplandece sobre nosotros,
que vivimos inmersos en “sombras de muerte”, las sombras del pecado, del error,
de la ignorancia de tus misterios; ilumínanos a nosotros, que sin Ti, vivimos bajo
el dominio de las sombras vivientes, los ángeles caídos./ Cuerpo glorificado de
Cristo Eucaristía, sálvame; sálvame “del hombre traidor y perverso”, y ante
todo, sálvame de mí mismo, porque mi cuerpo mortal, herido por la
concupiscencia del pecado, tiende a lo que es malo; Cuerpo Eucarístico de
Cristo, úneme a Ti, para que mi pobre cuerpo terreno sea, por tu gracia,
convertido en Templo del Espíritu Santo, y mi corazón en altar en donde seas
adorado, bendecido y glorificado, en el tiempo y en la eternidad./ Sangre de
Cristo Eucaristía, embriágame, dame la Alegría única y verdadera, la Alegría
que brota del Ser trinitario divino; la Alegría de Dios Uno y Trino, que es “Alegría
infinita”, para que yo me alegre en Ti y sólo en Ti, oh Sangre del Sagrado
Corazón de Jesús, y que las alegrías mundanas sean para mí sólo tristeza y
amarguras, de modo que seas Tú, oh Sangre del Corazón de Jesús, mi única
Alegría./Agua del costado de Cristo, lávame; oh Cristo Eucaristía, lávame con
el agua purísima de tu gracia santificante, Agua que lava mis pecados; Agua que
quita mis concupiscencias; Agua que deja mi pobre alma resplandeciente con la
luz de tu Gracia; Agua que se derrama sobre nuestras almas por la Confesión
sacramental y la Eucaristía./Pasión de Cristo Eucaristía, fortaléceme: Tú no
puedes sufrir ya físicamente, oh Jesús Eucaristía, porque estás en la Hostia
consagrada con tu Cuerpo glorificado, pero sufres moralmente, al ver cómo tus
hijos, que somos nosotros, despreciamos la gracia santificante que embellece
nuestra alma y nos hace hijos adoptivos de Dios, “por un plato de lentejas”, como
Esaú, es decir, por bienes pasajeros que sólo son polvo y cenizas ante la más
pequeña de tus gracias./¡Oh, buen Jesús Eucaristía, óyeme; Tú que estás en ese
cielo en la tierra que es el sagrario; Tú que eres más grande que los cielos
eternos, Tú, ante cuya majestad los cielos eternos palidecen en su majestad y
hermosura, óyeme Jesús, apiádate de mi
miseria; desde el sagrario, oh Jesús Eucaristía, “inclina tu oído a mis
plegarias”, y ten piedad de mí, que sólo soy “nada más pecado”./
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
!Dentro
de tus llagas, escóndeme, oh Jesús Eucaristía; escóndeme en tus llagas de tu
Cuerpo glorioso, pero escóndeme también en las llagas de tus manos y pies
cubiertos de tu Sangre Preciosísima en la Cruz; escóndeme en la llaga gloriosa
de tu Corazón traspasado, haz que ingrese, por esta llaga bendita, en tu
Corazón, y haz que permanezca en él para siempre./No permitas que me aparte de
ti, oh Jesús Eucaristía; no permitas que te abandone en el sagrario, no
permitas que me aleje del Amor de tu Corazón Eucarístico./Del enemigo maligno,
defiéndeme, Jesús Eucaristía, porque sin tu ayuda y sin tu gracia, la Serpiente
Antigua nos seduce y nos domina con facilidad, tan débiles somos./En la hora de
mi muerte, llámame, Jesús Eucaristía y mándame ir a ti, y Tú, oh Jesús
Eucaristía, ven a mi pobre alma el día de mi muerte, para que, recibiendo tu
Cuerpo sacramentado, me infundas tu Espíritu, me unas a Ti y así, unido a Ti y
de la mano de María, sea llevado a tu Reino, para alabarte y adorarte, con tus
santos y con tus ángeles, por los siglos de los siglos. Amén.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Señor mío Jesucristo, que por amor
a los hombre estás noche y día en este sacramento, lleno de piedad y de amor,
esperando, llamando y recibiendo a cuantos vienen a visitarte: creo que estás
presente en el sacramento del altar[3].
Oh Jesús Eucaristía, que en cada Santa Misa desciendes del cielo con tu Cruz,
para entregar tu Cuerpo y derramar tu Sangre en el altar eucarístico, sólo para
darnos tu Amor; oh Jesús Eucaristía, que permaneces en el sagrario, día y
noche, sólo para esperar mi visita y para colmarme de tu infinito y eterno
Amor, te suplico que no permitas que las vanas atracciones del mundo me
seduzcan y me aparten del Amor de tu Sagrado Corazón Eucarístico. Te adoro desde el abismo de mi nada y te doy
gracias por todas las mercedes que me has hecho, y especialmente por haberte
dado Tú mismo en este sacramento, por haberme concedido por mi abogada a tu
amantísima Madre y haberme llamado a visitarte en esta iglesia. Oh Jesús
Eucaristía, te bendigo, te alabo, te ensalzo y te adoro en tu Presencia
sacramental; te doy gracias por los dones y gracias inmerecidas con los cuales
continuamente me colmas, y te agradezco de modo especial por haberte quedado en
tu Celda de Amor, el sagrario, sólo para esperar mi visita y poder así colmarme
con las infinitas gracias de tu Sagrado Corazón Eucarístico; te doy gracias por
haberme dado como Madre del cielo a tu Madre, Nuestra Señora de la Eucaristía,
y por el amor que le tienes a su Inmaculado Corazón, haz que en mí aumente, día
a día, segundo a segundo, el amor hacia tu Madre y a tu Presencia Eucarística. Adoro ahora a tu Santísimo corazón y deseo
adorarlo por tres fines: el primero, en acción de gracias por este insigne
beneficio; en segundo lugar, para resarcirte de todas las injurias que recibes
de tus enemigos en este sacramento; y finalmente, deseando adorarte con esta
visita en todos los lugares de la tierra donde estás sacramentado con menos culto
y abandono. Te adoro, oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, y te doy
gracias, postrándome en tu Presencia, por concedernos la gracia inapreciable de
poder acudir ante Ti en el sagrario; te adoro, te bendigo, te ensalzo y te pido
perdón por las innumerables injurias, ofensas, sacrilegios, que recibes día a
día en tu Presencia sacramental, y concédeme la gracia de poder acompañarte y
adorarte, llevado por Nuestra Señora de la Eucaristía, en todos los sagrarios
del mundo, sobre todo en los que estás más abandonado.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Te adoro con devoción, Dios
escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias[4].
Oh Dios de la Eucaristía, Jesús de Nazareth, que estás en el Santísimo
Sacramento del altar, oculto en lo que parece pan, pero ya no es pan, porque es
tu Cuerpo, tu Sangre, tu Alma y tu Divinidad. A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al
contemplarte. Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto; pero
basta el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de
Dios: nada es más verdadero que esta palabra de verdad. Aunque no puedo
verte con mis ojos del cuerpo, y aunque mis sentidos corporales me digan que lo
que veo, siento y gusto, es solo pan, yo lo mismo te amo y te adoro, desde lo
más profundo de mi pobre corazón, porque creo en tus palabras y en la Fe que la
Santa Madre Iglesia me enseña, que Tú estás presente en Persona en el Santísimo
Sacramento del altar. En la Cruz se
escondía sólo la Divinidad, pero aquí se esconde también la Humanidad; creo y
confieso ambas cosas, y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido. En la
Cruz no parecías Dios, aunque lo eras; en la Eucaristía, pareces pan, pero eres
el Hombre-Dios; lo que pido es amarte y adorarte con todas las fuerzas de mi
corazón en tu Presencia Eucarística, para continuar amándote y adorándote, por
toda la eternidad, en el Reino de los cielos.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
No veo las llagas como las vio Tomás,
pero confieso que eres mi Dios: haz que yo crea más y más en Ti, que en Ti
espere y que te ame. No veo, con los ojos del cuerpo, tus
llagas, pero con los ojos del alma, iluminados por la luz de la fe, te veo a
Ti, en la Sagrada Eucaristía, con tus cinco llagas gloriosas. Oh Jesús, Dios de
la Eucaristía, aumenta mi fe en tu Presencia sacramental y haz que no deje nunca
de alabarte, glorificarte y bendecirte en la Eucaristía. ¡Oh memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que das vida al hombre:
concede a mi alma que de Ti viva y que siempre saboree tu dulzura. Señor Jesús,
bondadoso Pelícano, límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre, de la que una sola
gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero. Jesús, a quien ahora
veo oculto, te ruego que se cumpla lo que tanto ansío: que al mirar tu rostro
cara a cara, sea yo feliz viendo tu gloria. Amén. Jesús Eucaristía, Tú eres
el Pan de Vida eterna, que alimentas nuestras almas con la vida misma divina,
que brota de tu Ser divino trinitario. Oh Jesús Eucaristía, que como el
pelícano, nos das el exquisito alimento que es tu mismo Corazón, pleno del
Divino Amor, que caiga sobre nuestros corazones el infinito océano de tu Sangre
Preciosísima, para que tu Sangre nos purifique y nos santifique, y así
purificados y santificados por tu divina gracia, te adoremos oculto en el
Santísimo Sacramento en lo que resta de nuestra vida terrena, para continuar
luego amándote y adorándote por toda la eternidad, por los siglos sin fin.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “El Trece de Mayo en Cova de
Iría”.
[1] Las oraciones están extraídas
del sitio: http://es.churchpop.com/2017/06/19/secretos-los-santos-5-poderosas-oraciones-a-jesus-eucaristia/
. Las modificaciones son nuestras.
[2]
Adaptación de Anima Christi, de San Ignacio de Loyola: Alma de Cristo, santifícame./Cuerpo
de Cristo, sálvame./Sangre de Cristo, embriágame./Agua de costado de Cristo,
lávame./Pasión de Cristo, fortaléceme./¡Oh, buen Jesús, óyeme./!Dentro de tus
llagas, escóndeme./No permitas que me aparte de ti./Del enemigo maligno,
defiéndeme./En la hora de mi muerte, llámame y mándame ir a ti, para que con
tus santos te alabe, por los siglos de los siglos. Amén.
[3] San
Alfonso María de Ligorio, Señor
mío Jesucristo. En el texto, las cursivas corresponden a la oración de San
Alfonso.