Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo
del Santo Rosario meditado en reparación por el robo sacrílego de Hostias
consagradas de una Parroquia ubicada en Sevilla, España. Para mayores datos,
consultar el siguiente enlace:
Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(misterios a elección).
Meditación
Los santos, como Santa Rosa de Lima, Santa Ángela de
Foligno, Santa Catalina de Siena, San Felipe de Neri, San Francisco de Borja,
San José de Cupertino, San Padre Pío de Pietralcina, entre muchos miles más, se
percataban, no sólo por la fe, sino incluso sensiblemente, acerca de la
Presencia real de Jesús en la Eucaristía y el Sagrario, al verlo con sus ojos o
gustando una inefable fragancia[1].
Silencio
para meditar.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación
Hay
un episodio en la vida de San Antonio de Padua, en relación con la Eucaristía, que
vale la pena recordar y meditar en él: el santo le hizo ver que un mulo
hambriento -había pasado tres días sin comer ni beber- era capaz de
arrodillarse ante la Custodia con el Santísimo Sacramento, antes que dirigirse
de lleno hacia la alfalfa y el pienso que estaban al lado de la Custodia. Es decir,
el santo demostró, en este caso, que el reconocimiento de un animal irracional
acerca de su Creador y su posterior postración ante Él, eran más fuertes que el
hambre que en ese momento la acosaba[2].
Silencio para meditar.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer Misterio.
Meditación
A Santa Catalina de Siena le sucedió un día algo memorable
en relación a la Eucaristía, digno de ser recordado y meditado: un día, un
sacerdote, que no creía en los dones especiales de la santa, se presentó a
llevar a la Comunión a Santa Catalina enferma con una hostia no consagrada. Al entrar
el sacerdote, la Santa no se movió, como solía hacer, para adorar a Jesús
Eucaristía, pero fijándose en el sacerdote le reprochó abiertamente el engaño y
el pecado de idolatría en el que quería hacerla caer[3]. Aunque no lo sabemos,
esperemos que el reto de la santa al sacerdote lo haya entrar en razón y le
haya hecho aumentar su fe en la Presencia Real de Jesús en la Eucaristía.
Silencio
para meditar.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto Misterio.
Meditación
Algo similar le sucedió a la beata Ana María Taigi, a quien
le dieron de comulgar una hostia no consagrada: la beata se dio cuenta en el
mismo momento y experimentó una tristeza infinita, como le luego le confió a su
confesor. San Alfonso María de Ligorio, estando enfermo, recibía la comunión;
una mañana, apenas recibida la hostia, el Santo dijo: “¿Qué habéis hecho? Me
habéis traído una hostia sin Jesús, una hostia no consagrada”. Se descubrió que
había sido una distracción del sacerdote celebrante, que había omitido
enteramente la Consagración del pan y del vino, lo cual no pasó inadvertido
para la percepción sobrenatural del santo[4].
Silencio
para meditar.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto Misterio.
Meditación
Se podrían enumerar también las acciones sobre los
exorcismos que obra el Santísimo Sacramento, a los cuales libera en su inmensa
mayoría. Otras manifestaciones que dan cuenta de la Presencia Real de Jesús en
la Eucaristía son las grandes manifestaciones de fe que se producen en los
Congresos Eucarísticos y en los Santuarios Eucarísticos, cuyas historias se
confirman por testigos y documentos hasta el día de hoy[5]. De manera especial
sobresale el Santuario de Lanciano, que es único en el mundo, al cual todo el
mundo debería conocer la presencia prodigiosa de una Hostia, transformada en
carne viva y conservada así a lo largo de los siglos, lo cual es un milagro que
cada vez más sorprende y conmueve.
Un
Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de
los Santos Padres Benedicto y Francisco.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canción
de despedida: “Los
cielos, la tierra, y el mismo Señor Dios”.
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