Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el incendio de una iglesia en
Chile. Para mayores detalles de este lamentable suceso, consultar el siguiente
enlace:
Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
Una de las causas por las que los ángeles celebran la gracia
en el alma de un hombre, es por el mismo bien del hombre, porque por la gracia
no solo se quitan todos los males del hombre, sino que recibe una multitud de
bienes espirituales, el primero de todos, el ser hijos adoptivos de Dios[1].
Así como se hace fiesta en todo un reino cuando nace algún hijo al rey, de la
misma manera, cuando nace por la gracia un hijo a Dios, lo festeja todo el
cielo y recibe gran gozo todo el Reino de Dios.
Un Padrenuestro, Diez Ave Marías, un Gloria.
Segundo
misterio del Rosario.
Meditación.
Si un niño que naciera primogénito de un gran rey, cuando
todo el reino estaba en fiestas y en regocijos, él conociera que todo aquello
era por su causa, ¿qué gozo tendría? Pues lo que no puede tener un niño
pequeño, sí lo puede quien se acaba de confesar con verdadero dolor: tiene que
saber que la causa de la alegría en el Reino es él, que se ha hecho hijo de
Dios y ha renacido a la gracia y a la vida de Dios[2].
El hombre debe conocer que por él se hace fiesta en el cielo, por ser él hijo
de Dios por la gracia, por eso, que no contriste al Santo Espíritu de Dios con
una vida lejana a la gracia.
Un Padrenuestro, Diez Ave Marías, un Gloria.
Tercer
misterio del Rosario.
Meditación.
Los ángeles tienen gran estima por la vida de la gracia y se
ponen contentos cuando un pecador comienza a vivir la vida de los hijos de Dios
y es por eso que tienen tanto cuidado por los justos, de modo que no sólo el
ángel de la guarda de cada uno, sino muchos otros le suelen guardar y acompañar
y miran por él, lo cual es un privilegio singular y honra de los siervos de
Dios[3].
Un Padrenuestro, Diez Ave Marías, un Gloria.
Cuarto
misterio del Rosario.
Meditación.
El Evangelista San Juan describe en su Evangelio a la “mujer
revestida de sol”[4],
que además de ser figura de la Madre de Dios, es figura del alma que está en
gracia, porque de la misma manera el alma está llena toda de resplandores y
hermosura, y vestida de sol de justicia cuando está en gracia y así como la
mujer revestida de sol estaba rodeada por ángeles, así lo está el alma en
gracia[5].
Un Padrenuestro, Diez Ave Marías, un Gloria.
Quinto
misterio del Rosario.
Meditación.
Del
santo Jacob, cuando se tornaba a su tierra, dice la Sagrada Escritura que le
salieron a recibir los ángeles de Dios, los cuales el Santo Patriarca dijo que eran
ejércitos del Señor y puso por nombre a aquel lugar Manahin, que quiere decir
dos escuadrones militantes o dos ejércitos, porque vio en aquel puesto dos
ejércitos de los ángeles tutelares de dos provincias y esto es lo que les
sucede a las almas de los justos: estando una vez muy tentado el abad Moisés,
se fue a ver a otro abad Isidoro, el cual, subiéndose a lo alto de la casa, le
mostró un grande ejército de espíritus soberanos y le dijo: “Todos estos ángeles
envía el Señor de los ejércitos en favor de sus siervos; mira cómo están muchos
más por nosotros, como dijo el profeta Eliseo”[6]. Quien
está en gracia, está custodiado por numerosos ángeles que velan por él.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 323.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 323.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 324.
[4] Cfr. Ap 12, 1.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 324.
[6] Cfr. Nieremberg, ibidem, 325.
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