Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo
del Santo Rosario meditado en reparación por el robo sacrílego de las coronas
de oro de la Virgen y de Jesús en Sevilla, España. Para mayor información sobre
este lamentable hecho, consultar el siguiente enlace:
Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(misterios a elección).
Meditación
A lo largo de la historia de la Iglesia se han dado
numerosísimos milagros eucarísticos, unos más impresionantes que otros; sin
embargo, más esencial que cualquier episodio o que cualquier testimonio es la
fe en la que se basa y en la que se debe basar nuestra inquebrantable certeza
de que es así. Jesús es la Verdad Absoluta de Dios Uno y Trino (cfr. Jn 14, 6) y Él nos ha dejado la
Eucaristía como misterio central de nuestra fe católica, fe que debemos creer
con toda la mente y con todo el corazón[1].
Silencio
para meditar.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación
Cuando
a Santo Tomás de Aquino le llevaron el Santo Viático, se levantó de las cenizas
sobre las que se había hecho extender, se arrodilló y dijo: “Aunque existiera
una luz mil veces más esplendente que la de la fe, yo no creería con mayor
certeza que a Quien voy a recibir es el Hijo eterno de Dios”[2]. Y en la realidad, el Hijo
de Dios en la Eucaristía resplandece con una luz más esplendorosa que la de
miles de millones de soles juntos.
Silencio para meditar.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer Misterio.
Meditación
“Misterio de fe”: con estas dos palabras el Papa Pablo VI
quiso comenzar su Encíclica Eucarística, precisamente porque las realidades
divinas no tienen un origen de verdad ni de seguridad más alta que la fe
teologal[3]. Por esta fe era por la
que los santos veían a Jesús en la Hostia consagrada y no tenían ninguna
necesidad de otra prueba.
Silencio
para meditar.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto Misterio.
Meditación
El Papa Gregorio XV hubo de decir que Santa Teresa de Jesús
(canonizada por él) “Veía tan claramente, con los ojos del espíritu, a Nuestro
Señor Jesucristo presente en la Hostia, que aseguraba no envidiar para nada a
los beatos, que contemplaban en el cielo al Señor cara a cara[4]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, aumenta cada vez más en nosotros la
fe en la Presencia Real de Nuestro Señor en la Eucaristía!
Silencio para meditar.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto Misterio.
Meditación
Santo Domingo Savio escribió una vez en su diario: “Para
ser feliz en este mundo no me falta nada; sólo me falta ver en el cielo a
Jesús, a quien ahora miro con los ojos de la fe y a quien adoro en el altar”. Con
esta es con la que deberíamos acercarnos a la Eucaristía, estar en su
Presencia, amar a Jesús Eucarístico y hacer que lo amen[5]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que amemos y adoremos en esta vida a
Jesús en la Eucaristía, para que continuemos amándolo y adorándolo por la
eternidad en los cielos!
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo
por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canción de despedida: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús, Amor Eucarístico, Testimonios de Autores
Católicos Escogidos, Madrid 2006, 103.
[2] Cfr. Manelli, ibidem, 103.
[3] Cfr. Manelli, ibidem, 103.
[4] Cfr. Manelli, ibidem, 104.
[5] Cfr. Manelli, ibidem, 103.
No hay comentarios:
Publicar un comentario