Inicio: entramos en el Oratorio, hacemos silencio
interior y exterior, para poder escuchar la dulce voz de Jesús que habla en el
silencio. Pedimos la asistencia de María Santísima, y de los ángeles y santos
en el cielo, para que en esta Hora Santa, en la que nuestro tiempo terreno
participa con más intensidad de la eternidad divina, nuestras humildes
plegarias se eleven hasta el trono del Cordero, la custodia. Siguiendo las
palabras de Su Santidad Benedicto XVI, ofreceremos esta Hora Santa en
reparación por los cristianos que usan el nombre de Dios para provecho propio. Ofreceremos
también reparación por todas las veces en que nosotros mismos hemos cometido
ese error, mostrando un rostro falsificado de la religión, de la Iglesia y del
ser cristiano católico.
Canto de entrada:
“Te adoramos, Hostia divina”.
Oración inicial:
“Dios mío, yo creo, espero, Te adoro y Te
amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran, ni Te aman”
(tres veces).
Meditación:
Jesús,
Sumo y Eterno Sacerdote, que instituiste el Papado, para que viendo y
obedeciendo a Tu Vicario en la tierra, Te viéramos y obedeciéramos a Ti en el
cielo; te pedimos perdón por las irreverencias y desobediencias cometidas por
los miembros de la Iglesia contra Tu representante.
Silencio meditativo.
Jesús,
Juez Eterno, Dios Todopoderoso, que vendrás un Día a juzgar al mundo, Tú que nombraste
a Pedro como Vicario tuyo para que guiara a la Iglesia por el turbulento mar de
la historia y del tiempo humano; Te pedimos perdón por todos aquellos que,
desde dentro y fuera de la Iglesia, conspiran contra Tu Vicario, para impedirle
o dificultarle ejercer la función de Sumo Pontífice entre Dios y los hombres.
Silencio meditativo.
Jesús,
Sumo y Eterno Pastor, Juez Terrible, que juzgarás a las naciones en el Amor, Tú
que le prometiste a Pedro que “las puertas del infierno no prevalecerían”
contra tu Iglesia, te pedimos que la asistas en todo momento, y reparamos por
todos los ataques que las tenebrosas y oscuras fuerzas del infierno desencadenan,
día a día, contra tu Amada Esposa la Iglesia.
Silencio meditativo.
Jesús,
Supremo Juez de la humanidad, que no dejarás entrar en el cielo a quien no
tenga misericordia para con su hermano más necesitado, Te pedimos perdón por
los que ofenden a Tu Vicario, acusándolo con falsedades, al mismo tiempo que Te
suplicamos que nosotros y la Iglesia toda sepamos dar testimonio de Tu Amor,
por medio de las obras de misericordia espirituales y corporales.
Silencio meditativo.
Jesús,
Supremo Pastor, que buscas en nosotros sólo amor y nos pides amor, nos unimos a
los deseos del Santo Padre Benedicto XVI, que ha dicho que no se debe usar el
nombre de Dios para provecho propio, Te pedimos perdón por aquellos que
entorpecen la labor de tu Vicario, al usar Tu Santo Nombre para su propio
beneficio, buscando en la religión solamente ocasiones para usufructuar bienes
y dinero, para acumular poder, y para gozar terrenalmente de la vida, olvidando
que Tú en la Cruz nos diste el supremo y máximo ejemplo de pobreza, de
humillación, de pureza, de caridad.
Silencio meditativo.
Jesús,
Pastor Eterno, que en el Día del Juicio Final separarás a las ovejas de los
cabritos, a los que obraron la misericordia de los que la negaron a sus
prójimos, Te pedimos perdón por los que ultrajan al Santo Padre y a la Santa
Madre Iglesia, acusándolos falsamente de poseer riquezas y tesoros materiales,
cuando en realidad su Único Tesoro y Bien más preciado eres Tú en la
Eucaristía; perdónalos, Señor, porque “no saben lo que hacen”.
Silencio meditativo.
Jesús,
Pastor y Juez Eterno, que eliges a tus Vicarios para que conduzcan a la Nave de
la Iglesia en medio de los tempestuosos mares del mundo hacia el puerto seguro
de la Jerusalén celestial, morada de la Trinidad en los cielos, y para eso los
iluminas con luces inefables acerca de los insondables misterios de la
Eucaristía y de María como Madre de Dios, como Inmaculada Concepción y como
Llena de gracia e inhabitada por el Espíritu Santo, Te pedimos perdón por los
que atentan contra el Magisterio Pontificio y el de la Iglesia, negando la
Transubstanciación y la Virginidad y la Concepción Inmaculada de Tu Madre y
Madre nuestra, María Santísima.
Silencio meditativo.
Jesús,
Pastor Sumo y Supremo Juez, Dador del Espíritu Santo junto al Padre, Tú que junto
al Padre envías al Espíritu Santo para que asista al Santo Padre y le conceda
la gracia de la infalibilidad y de la inerrancia en materia de fe y de moral,
Te pedimos perdón por quienes pretenden cambiar los dogmas y las doctrinas
inmutables de la Santa Madre Iglesia, y Te suplicamos nos envíes al Espíritu
Santo para que también a nosotros, junto al Santo Padre, nos ilumine con la luz
divina, para que no seamos envueltos en las densas tinieblas del “humo de
Satanás”, que han entrado en la Iglesia, para que este humo denso, negro,
maloliente, el humo de la rebelión, de la discordia, de la desobediencia, de la
herejía, de la confusión, del cisma, de la apostasía, jamás
nos alcance, y seamos siempre fieles a la hermosísima luz de la Verdad, que
brota de tu Ser trinitario como de una fuente purísima, limpidísima e
inagotable.
Silencio meditativo.
Meditación final:
oh Jesús Eucaristía, Dios del sagrario y del altar, finalizamos nuestra Hora
Santa, nuestra Hora más preciada porque la hemos pasado en tu compañía; debemos
retirarnos, pero dejamos nuestros corazones al pie del sagrario, para que reciban de
Ti, Sol de luz eterna, los rayos de misericordia que emanan de tu Sagrado
Corazón traspasado, y permanezcan adorando Tu Presencia Eucarística en todo
momento, como anticipo de la adoración eterna que por tu bondad esperamos
realizar en los cielos.
Oración final:
“Dios mío, yo creo, espero, Te adoro y Te
amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran, ni Te aman”
(tres veces).
Canto de salida:
“La Virgen María nos reúne”.