viernes, 22 de febrero de 2013

Hora Santa en reparación por los atentados contra el Sumo Pontífice



         Inicio: entramos en el Oratorio, hacemos silencio interior y exterior, para poder escuchar la dulce voz de Jesús que habla en el silencio. Pedimos la asistencia de María Santísima, y de los ángeles y santos en el cielo, para que en esta Hora Santa, en la que nuestro tiempo terreno participa con más intensidad de la eternidad divina, nuestras humildes plegarias se eleven hasta el trono del Cordero, la custodia. Siguiendo las palabras de Su Santidad Benedicto XVI, ofreceremos esta Hora Santa en reparación por los cristianos que usan el nombre de Dios para provecho propio. Ofreceremos también reparación por todas las veces en que nosotros mismos hemos cometido ese error, mostrando un rostro falsificado de la religión, de la Iglesia y del ser cristiano católico.

         Canto de entrada: “Te adoramos, Hostia divina”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, Te adoro y Te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran, ni Te aman” (tres veces).

Meditación:

Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, que instituiste el Papado, para que viendo y obedeciendo a Tu Vicario en la tierra, Te viéramos y obedeciéramos a Ti en el cielo; te pedimos perdón por las irreverencias y desobediencias cometidas por los miembros de la Iglesia contra Tu representante.

Silencio meditativo.

Jesús, Juez Eterno, Dios Todopoderoso, que vendrás un Día a juzgar al mundo, Tú que nombraste a Pedro como Vicario tuyo para que guiara a la Iglesia por el turbulento mar de la historia y del tiempo humano; Te pedimos perdón por todos aquellos que, desde dentro y fuera de la Iglesia, conspiran contra Tu Vicario, para impedirle o dificultarle ejercer la función de Sumo Pontífice entre Dios y los hombres.

Silencio meditativo.

Jesús, Sumo y Eterno Pastor, Juez Terrible, que juzgarás a las naciones en el Amor, Tú que le prometiste a Pedro que “las puertas del infierno no prevalecerían” contra tu Iglesia, te pedimos que la asistas en todo momento, y reparamos por todos los ataques que las tenebrosas y oscuras fuerzas del infierno desencadenan, día a día, contra tu Amada Esposa la Iglesia.

Silencio meditativo.

Jesús, Supremo Juez de la humanidad, que no dejarás entrar en el cielo a quien no tenga misericordia para con su hermano más necesitado, Te pedimos perdón por los que ofenden a Tu Vicario, acusándolo con falsedades, al mismo tiempo que Te suplicamos que nosotros y la Iglesia toda sepamos dar testimonio de Tu Amor, por medio de las obras de misericordia espirituales y corporales.

Silencio meditativo.

Jesús, Supremo Pastor, que buscas en nosotros sólo amor y nos pides amor, nos unimos a los deseos del Santo Padre Benedicto XVI, que ha dicho que no se debe usar el nombre de Dios para provecho propio, Te pedimos perdón por aquellos que entorpecen la labor de tu Vicario, al usar Tu Santo Nombre para su propio beneficio, buscando en la religión solamente ocasiones para usufructuar bienes y dinero, para acumular poder, y para gozar terrenalmente de la vida, olvidando que Tú en la Cruz nos diste el supremo y máximo ejemplo de pobreza, de humillación, de pureza, de caridad.

Silencio meditativo.

Jesús, Pastor Eterno, que en el Día del Juicio Final separarás a las ovejas de los cabritos, a los que obraron la misericordia de los que la negaron a sus prójimos, Te pedimos perdón por los que ultrajan al Santo Padre y a la Santa Madre Iglesia, acusándolos falsamente de poseer riquezas y tesoros materiales, cuando en realidad su Único Tesoro y Bien más preciado eres Tú en la Eucaristía; perdónalos, Señor, porque “no saben lo que hacen”.

Silencio meditativo.

Jesús, Pastor y Juez Eterno, que eliges a tus Vicarios para que conduzcan a la Nave de la Iglesia en medio de los tempestuosos mares del mundo hacia el puerto seguro de la Jerusalén celestial, morada de la Trinidad en los cielos, y para eso los iluminas con luces inefables acerca de los insondables misterios de la Eucaristía y de María como Madre de Dios, como Inmaculada Concepción y como Llena de gracia e inhabitada por el Espíritu Santo, Te pedimos perdón por los que atentan contra el Magisterio Pontificio y el de la Iglesia, negando la Transubstanciación y la Virginidad y la Concepción Inmaculada de Tu Madre y Madre nuestra, María Santísima.

Silencio meditativo.

Jesús, Pastor Sumo y Supremo Juez, Dador del Espíritu Santo junto al Padre, Tú que junto al Padre envías al Espíritu Santo para que asista al Santo Padre y le conceda la gracia de la infalibilidad y de la inerrancia en materia de fe y de moral, Te pedimos perdón por quienes pretenden cambiar los dogmas y las doctrinas inmutables de la Santa Madre Iglesia, y Te suplicamos nos envíes al Espíritu Santo para que también a nosotros, junto al Santo Padre, nos ilumine con la luz divina, para que no seamos envueltos en las densas tinieblas del “humo de Satanás”, que han entrado en la Iglesia, para que este humo denso, negro, maloliente, el humo de la rebelión, de la discordia, de la desobediencia, de la herejía, de la confusión, del cisma, de la apostasía, jamás nos alcance, y seamos siempre fieles a la hermosísima luz de la Verdad, que brota de tu Ser trinitario como de una fuente purísima, limpidísima e inagotable.

Silencio meditativo.

Meditación final: oh Jesús Eucaristía, Dios del sagrario y del altar, finalizamos nuestra Hora Santa, nuestra Hora más preciada porque la hemos pasado en tu compañía; debemos retirarnos, pero dejamos nuestros corazones al pie del sagrario, para que reciban de Ti, Sol de luz eterna, los rayos de misericordia que emanan de tu Sagrado Corazón traspasado, y permanezcan adorando Tu Presencia Eucarística en todo momento, como anticipo de la adoración eterna que por tu bondad esperamos realizar en los cielos.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, Te adoro y Te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran, ni Te aman” (tres veces).

Canto de salida: “La Virgen María nos reúne”.

jueves, 14 de febrero de 2013

Hora Santa en reparación por nuestras faltas como cristianos



         Inicio: Jesús Eucaristía, Dios del altar y del sagrario, venimos a postrarnos en humilde adoración ante tu Presencia Eucarística para rendirte el homenaje de nuestra adoración, en unión con la adoración que en los cielos te rinden los ángeles y los santos. Basados en la frase de Su Santidad Benedicto XVI: “No hay que utilizar a Dios para los propios intereses, para la propia gloria y para el propio éxito”, queremos adorar y reparar por las veces en que hemos actuado como fariseos y no como cristianos, es decir, por las veces en que hemos dejado de lado la contemplación de tu Rostro para inclinarnos a mirar el mundo.

         Canto de entrada: “A Jesús en la cruz”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran, ni Te aman” (tres veces).

         Meditación

         Te pedimos perdón, Señor Jesús, y queremos reparar, por las veces en que hicimos mal uso de nuestro nombre y condición de “cristianos”; te pedimos perdón por las veces que usamos el nombre santo de Dios para nuestra propia conveniencia; para nuestros propios intereses; para nuestra propia gloria; para nuestro propio éxito.
         Te pedimos perdón por haber olvidado que nuestro único interés, nuestra única gloria, nuestro único éxito, eres Tú en la Cruz y en la Eucaristía.

         Silencio meditativo.

         Te pedimos perdón porque siendo cristianos, y llamados por lo tanto a vivir esta vida como algo pasajero, además de una prueba para alcanzar la vida eterna, nos hemos olvidado del cielo y de la vida eterna, y no queremos convertirnos, es decir, volver el corazón hacia Ti, única fuente de alegría, de paz, de amor.

         Silencio meditativo.

         Te pedimos perdón por las veces que hemos destruido la naciente vida humana, que viene de Ti, Dios Vivo y Verdadero, y hemos así construido la siniestra “cultura de la muerte” que ahora nos destruye día a día.

         Silencio meditativo.

    Te pedimos perdón porque como cristianos, estamos llamados a vivir las Bienaventuranzas
         Te pedimos perdón y queremos reparar porque siendo como somos, cristianos, es decir, hijos de Dios y herederos del cielo, continuamos apegados a los bienes de la tierra.

         Silencio meditativo.

       Te pedimos perdón y queremos reparar porque siendo como somos, hijos de Dios, preferimos nuestra comodidad antes que el sacrificio en bien del prójimo, nuestro hermano, y así olvidamos las obras de misericordia, sin las cuales no entraremos en el Reino de los cielos.

         Silencio meditativo.

Te pedimos perdón porque no te vemos, o más bien, no queremos verte, en el hermano necesitado, en el pobre, en el indigente, en el desesperado, en el caído.

Silencio meditativo.
Te pedimos perdón por haber pasado tantas veces de largo, dejando tendido a la vera del camino a quien veía en nosotros una posibilidad de auxilio. Nos hemos comportado como fariseos, como religiosos henchidos de orgullo propio y vanagloria, pero vacíos del Amor de Dios, y así, hemos usado Tu Santo Nombre en provecho propio.
Silencio meditativo.

Te pedimos perdón por haber creído que las obras de misericordia espirituales y corporales que recomienda la Iglesia eran solo una lección más entre otras del Catecismo de Primera Comunión, y no las hemos practicado, olvidando así que estas obras son la única llave que puede abrir la Puerta del Reino de los cielos, tu Sagrado Corazón.

Silencio meditativo.

Te pedimos perdón porque nos decimos cristianos, pero parecemos serlo sólo los domingos, durante cuarenta minutos, mientras que el resto del tiempo, dejamos ese título en la puerta de la Iglesia, para comportarnos más fácilmente en el mundo como un pagano más, al volcar nuestros pensamientos, amores y obras a los atractivos del mundo y sus vanos placeres.

Silencio meditativo.

Te pedimos perdón porque siendo cristianos, no hemos sabido dar testimonio de tu Amor, de tu perdón, de bondad, de tu humildad, de tu sencillez, de tu paciencia, y por el contrario, hemos reflejado al mundo y al prójimo nuestra propia ambición, nuestro orgullo, nuestra soberbia, nuestra falta de perdón. Te pedimos perdón porque Te hemos dejado de lado a Ti, Sabiduría divina, para hacernos conocedores de las vanas novedades del mundo, convirtiéndonos así en los hombres más necios del mundo.

Silencio meditativo.

Te pedimos perdón por haber escandalizado a quienes, sabiendo que éramos cristianos, esperaban de nosotros una palabra de aliento, un tiempo compartido, un amigo que escucha, un padre que consuela, una madre que acaricia, un hermano que ayuda, un poco de pan, un vaso de agua, una ayuda cualquiera, se ha encontrado en cambio con nuestro gesto hosco, frío, desinteresado, negligente, arrogante, orgulloso, vacío de amor y lleno de soberbia.

Silencio meditativo.

Te pedimos perdón porque en vez de acudir a Ti, Único Dios verdadero, que por nosotros y por Amor a nosotros desciendes cada vez a la Eucaristía y en la Santa Misa, y por nosotros y por Amor a nosotros te has quedado en el sagrario, ves en cambio despreciada Tu Presencia Eucarística, el máximo Don del Amor trinitario para los hombres, porque en vez de venir a recibir el don que el Padre nos da en cada Santa Misa, preferimos nuestras vanas distracciones y ocupaciones, y en vez de venir a adorarte en la Eucaristía, preferimos acudir a los ídolos paganos.

Silencio meditativo.

Oración de despedida: ten piedad, ten compasión, ten misericordia, Jesús Eucaristía, Dios del sagrario y del altar, por las veces que te hemos abandonado, olvidado, intercambiado por ídolos y por el mundo; apiádate de nosotros, de nuestros seres queridos y de todo el mundo; confiamos en tu infinita Misericordia, en tu Bondad sin límites, como un océano sin playas, y nos encomendamos a tu Madre, que es también nuestra Madre, para que desde su Corazón Inmaculado, lleve estas humildes oraciones, adoraciones y reparaciones ante tu Presencia, de manera que en algo se mitigue tu justa indignación y tu profunda tristeza.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran, ni Te aman” (tres veces).

Canto de salida: “Stabat Mater lacrimosa”.

lunes, 11 de febrero de 2013





¡Te agradecemos de todo corazón, Santo Padre Benedicto XVI, tu servicio a la Santa Madre Iglesia! ¡Que el Espíritu Santo suscite un sucesor con tu misma fe, sabiduría y caridad!

viernes, 8 de febrero de 2013

Hora Santa reparadora por Carnaval



         Introducción: Jesús Eucaristía, Dios del Sagrario, Dios del Altar, venimos a postrarnos ante tu Presencia sacramental, con el corazón lleno de dolor por nuestros pecados, por nuestras ingratitudes, por nuestras indiferencias a tu Amor; nos humillamos ante Ti y nos postramos en adoración, pidiendo a María Santísima que nos alcance la luz del Espíritu Santo para poder adorarte en esta Hora Santa con todo el amor del que seamos capaces. Nos unimos, con la luz de la fe, a los ángeles y a los santos que, en el cielo, te contemplan y te adoran y te aman extasiados, sin poder salir del asombro que les provoca la inimaginable hermosura de tu Ser trinitario. Te ofrecemos el humilde homenaje de nuestra adoración, suplicándote que la aceptes y que no tengas en cuenta nuestra miseria y nuestros pecados, sino el deseo de reparación que Tú mismo has puesto en nuestros pobres corazones.
Venimos a adorarte y a reparar en este tiempo previo a la Cuaresma, tiempo caracterizado por la celebración pagana del Carnaval, celebración que tiene por objetivo apartar a muchos de tus hijos de tu Amor. Venimos a reparar por todos aquellos que se dejarán seducir por el brillo multicolor, por la estridencia de la música y por la falsa alegría de esta festividad pagana, dejando de lado y despreciando la solemnidad, la austeridad, la serena alegría del Miércoles de Cenizas y del sagrado tiempo de Cuaresma.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo; te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

Canto de entrada: “Perdón, oh Dios mío”.


Perdón, ¡Oh Dios Mío! 
Perdón e indulgencia, 
Perdón y clemencia, 
Perdón y piedad (2). 

Pequé, ya mi alma, su culpa confiesa 
mil veces me pesa de tanta maldad. 

Mil veces me pesa de haber obstinado 
tu pecho rasgado ¡Oh Suma Bondad! 

Perdón Oh Dios Mío 
Perdón e indulgencia 
Perdón y clemencia 
Perdón y piedad (2) 

Yo fui quien del duro madero inclemente 
te puso pendiente con vil impiedad. 

Por mí en el tormento tu Sangre vertiste 
y prenda me diste de amor y humildad. 

Perdón Oh Dios Mio 
Perdón . . . . . . . . . (2) 

Y yo en recompensa pecado a pecado 
la copa he llenado de iniquidad. 

Más ya arrepentido te busco lloroso 
Oh Padre amoroso ¡Oh Dios de Bondad! 

Perdón Oh Dios Mío 
Perdón . . . . . . . . . (2)

Meditación

Venimos a pedirte perdón por los cristianos que ofrendarán sus cuerpos a Baal, porque esto es lo que significa “Carnaval”: “baile de la carne” y “carne para Baal”, olvidando de esta manera que sus cuerpos son “templos del Espíritu Santo” (1 Cor 6, 19).

         Silencio meditativo.

Venimos a pedirte perdón y a reparar por todos los cristianos que en el carnaval, olvidarán que sus corazones son altares y sagrarios en donde debe ser adorado Jesús Eucaristía; olvidarán que sus corazones deben ser como nidos de luz y de amor en donde encuentre reposo y contento la dulce paloma del Espíritu Santo.

         Silencio meditativo.

Venimos a pedir perdón y a reparar por todos los cristianos que, ofrendando sus cuerpos a Baal, profanarán sacrílegamente al templo del Espíritu Santo, el cuerpo, convirtiéndolo, de nido de luz y de amor en el que debería reposar el Espíritu Santo, en cueva maloliente, oscura y babeante, en donde se alojará una de las serpientes más grandes del infierno, Asmodeo, el demonio de la lujuria, dando cabida a todo desenfreno de las pasiones.

Silencio meditativo.

Venimos a pedirte perdón y a reparar por todos los cristianos que olvidarán que sus cuerpos son templos del Espíritu Santo, y que por lo tanto, estos templos deben estar iluminados con la luz de la fe en Ti, Hombre-Dios y así, olvidándose de Ti, adorarán a quien merece tu eterna reprobación; olvidarán que esos templos que son sus cuerpos, deben estar perfumados con el aroma exquisito de la gracia santificante; olvidarán que en estos templos del Amor de Dios, que son sus cuerpos, no debe escucharse otra cosa que cantos de alabanza, de adoración, de acción de gracias, a Dios Uno y Trino y al Cordero de Dios, y que esos cánticos e himnos y salmos de alabanza, deben alternarse con el silencio, porque Tú hablas en el silencio, y el alma que no vive en el silencio no puede nunca escuchar Tu dulce voz, y así, olvidándose de cantarte a Ti, Único y Verdadero Dios, dedicarán sus horribles cantos a los seres de la oscuridad, y en esos templos así profanados, resonarán músicas abominables –entre muchos otros, la cumbia y el rock-, y toda clase de música sacrílega, atronando el templo hollado con espantosas blasfemias e insultos a tu Amor, a tu santidad, a tu majestad, a tu misericordia, encendiendo la ira de tu Divina Justicia.

Silencio meditativo.

Venimos a reparar por todos aquellos cristianos que, olvidarán que en este templo santo que es el cuerpo sólo se sirve y se degusta el banquete celestial preparado por el Padre: la Carne del Cordero, asada en el fuego del Espíritu Santo; el Pan Vivo bajado del cielo, el Cuerpo resucitado de Jesús en la Eucaristía, y el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, la Sangre del Hombre-Dios derramada en la Cruz; así, olvidándose y despreciando este manjar celestial, la Eucaristía, profanarán sus cuerpos, sus mentes y sus corazones, embriagándose con todo tipo de substancias prohibidas, substancias que jamás deberían entrar en los templos de Dios.

Silencio meditativo.

Venimos a reparar por todos los cristianos que profanarán el Domingo, Día del Señor, Día sagrado que participa de la eternidad; Día santo que participa del Día de la Resurrección; Día destinado a adorar, alabar y dar gracias a Ti, Cristo Dios, que resucitaste en el Domingo luego de sufrir atrozmente en la Pasión por nuestra salvación; venimos a reparar por todos los cristianos que piensan que el Domingo, y los fines de semana, son para descansar, divertirse, pasear y, peor aún, para dar rienda suelta y desenfreno a las pasiones, olvidando así el deber sagrado de santificar las fiestas, esto es, de ir a recibir el don de los cielos, Jesús en la Eucaristía, que Dios Padre deposita en cada Santa Misa en el altar, que de esta manera queda olvidado y despreciado porque los cristianos, sus destinatarios, lo intercambian por los ídolos del mundo.

Silencio meditativo.

Oración de despedida: Querido Jesús Eucaristía, Dios del Sagrario, Dios del Altar eucarístico, nos despedimos, ya que debemos retornar a nuestros quehaceres diarios, pero te dejamos, como siempre, nuestros míseros corazones al pie del sagrario, para que Tú los atraigas con tus lazos de amor y no dejes que se extravíen por las oscuras y tenebrosas sendas del mundo. Ten piedad de nosotros y de nuestros hermanos, principalmente de aquellos que más te ofenderán en este tiempo de Carnaval; no les tengas en cuenta sus pecados, perdónalos, por tu gran misericordia, porque “no saben lo que hacen”; perdónalos, e ilumínalos, para que salgan del error, así como también tuviste misericordia de nosotros y nos concediste la luz de la fe para que nos apartáramos del error. Perdónalos, perdónanos, muéstranos tu Misericordia Divina, ten piedad de nosotros, apiádate de nosotros y del mundo entero. Junto con tu Padre, infunde el Espíritu Santo, Espíritu de Amor, de piedad, de paz, de alegría; alivia la aridez de este suelo con el agua fresca de tu gracia, intensifica tu Presencia y la de tu Madre en los corazones de los hombres, sobre todo de los más alejados, y haz que refugiados en el Corazón Inmaculado de María Santísima, tu Madre y nuestra Madre, lleguemos a la eterna felicidad en los cielos.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo; te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

Canto de salida: “El trece de mayo”.

A tres pastorcitos la Madre de Dios,
descubre el misterio de su corazón.
Ave, ave, ave María. Ave, ave, ave María.
Haced penitencia, haced oración,
por los pecadores implorad perdón.
Ave, ave, ave María. Ave, ave, ave María.
Las modas arrastran al fuego infernal,
vestid con decencia si os queréis salvar
Ave, ave, ave María. Ave, ave, ave María.
El Santo Rosario constantes rezad,
y la paz del mundo el Señor os dará.
Ave, ave, ave María. Ave, ave, ave María.
¡Qué pura y qué bella se muestra María,
qué llena de gracia en Cova de Iria!
Ave, ave, ave Maria. Ave, ave, ave Maria.

viernes, 1 de febrero de 2013

Hora Santa en reparación por los últimos sacrilegios públicos cometidos contra la Eucaristía y el altar



Ofrecemos esta Hora Santa en reparación por los recientes sacrilegios públicos cometidos contra Jesús, la Virgen, la Eucaristía y el Altar eucarístico. Pedimos también el rezo del Santo Rosario, ayunos, penitencias, sacrificios, obras de caridad, para reparar.


         Inicio: Jesús Eucaristía, Dios del sagrario, venimos hoy a adorarte, postrándonos ante tu Presencia sacramental, con profundo dolor y pena, para reparar los sacrilegios cometidos en estos últimos días: entre otros sacrilegios, dos sacerdotes han negado tu divinidad y la condición de tu Madre, la Virgen, como Madre de Dios[1]; un sacerdote ha negado tu existencia[2]; han profanado tu Cuerpo y tu Sangre en una capilla[3]; el altar eucarístico de una casa de retiros ha sido utilizado para ritos de magia[4].
Venimos a pedirte perdón por estas ofensas, y a ofrecerte la miseria de nuestros corazones en reparación y en adoración, uniendo nuestras reparaciones y adoraciones a las tuyas en el Santísimo Sacramento.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo; te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         Creemos que Tú, siendo Dios Hijo desde la eternidad, te encarnaste en el tiempo en el seno virgen de María, por obra del Espíritu Santo, el Amor de Dios, y que por lo tanto no hubo intervención humana alguna en tu Encarnación.

         Silencio para meditar.

         Creemos que, siendo Dios Hijo, y sin dejar de ser Dios Hijo, te encarnaste en el seno virgen de María Inmaculada, y asumiste una naturaleza humana, un cuerpo y un alma, con los cuales te hiciste visible Tú, que eres el Dios invisible.

         Silencio para meditar.

         Creemos que naciste de una Madre Virgen, Madre que por ser al mismo tiempo Virgen, es el portento de los portentos, el Milagro de los milagros, la Maravilla de todas las maravillas realizadas por la Trinidad.

         Silencio para meditar.

         Creemos que el primer nombre de tu Madre es el de “Madre de Dios”, porque fue creada y concebida sin la mancha de la malicia original y llena del Amor de Dios, para que fuera tu Madre en la tierra y te recibiera en su seno virginal, purísimo y limpísimo, de manera que al encarnarte no extrañaras el seno de tu Padre, seno en el que vives desde la eternidad.

         Silencio para meditar.

         Creemos que Tú, Jesús de Nazareth, eres la Segunda Persona de la Santísima Trinidad encarnada en una naturaleza humana, y que como tal eres el Hombre-Dios, que existió realmente, que vivió realmente en Palestina hace dos mil años, que obró maravillas, signos, prodigios y milagros incontables e innumerables, antes de subir a la Cruz para dar tu vida por amor a nosotros, los hombres.

         Silencio para meditar.

         Creemos que verdaderamente sufriste la Pasión y Muerte en Cruz el Viernes Santo, y luego resucitaste el Domingo de Resurrección, para no morir más; creemos que tu Pasión y Muerte en Cruz, sucedidas cruentamente una vez en el tiempo hace dos mil años, se renuevan incruentamente en la Santa Misa, de manera que en la Santa Misa asistimos a tu Pasión y Muerte en Cruz, pero creemos también que lo que recibimos en la Sagrada Hostia es tu Cuerpo resucitado en la Eucaristía, y como tal, lleno de la vida, de la luz, de la alegría, de la paz, de la felicidad, de la gloria y del Amor de Dios.

         Silencio para meditar.

         Creemos que Tú en la Eucaristía eres Dios Hijo encarnado, que fue engendrado desde la eternidad en el seno del Padre, y que estás en este Santísimo Sacramento con tu Cuerpo resucitado, con tu Alma glorificada, con tu Divinidad refulgente y con tu Persona divina.

         Silencio para meditar.

         Creemos que Tú en la Eucaristía te donas sin reservas al alma que te comulga con fe y con amor, con piedad y devoción, y por lo tanto creemos que cuando comulgamos, entras Tú en Persona en nuestros míseros corazones, para dejarnos tus gracias y tus innumerables dones.

         Silencio para meditar.

         Creemos que al comulgar Tú entras en Persona en nuestra alma, que es una morada indigna, y por eso decimos: “No soy digno de que entres en mi casa”, pero sabemos también que cuanto mayor es el abismo de indignidad y miseria de un alma, tanto más te inclinas y te acercas al pecador, y por eso nos sentimos orgullosos de ser pecadores y decimos con San Agustín: “Dichosa culpa que mereció tan feliz Redentor”, porque nuestra miseria atrae Tu Divina Misericordia; así, cuanto más grande es nuestro abismo de miseria, tanto mayor será la cantidad de Amor y Misericordia que de tu Sagrado Corazón se derrame sobre nosotros.

         Silencio para meditar.

         Creemos que el altar eucarístico, el lugar sagrado de la tierra al cual desciendes desde el cielo en cada Santa Misa, es un símbolo de tu Sagrado Corazón, porque así como tu Sagrado Corazón está envuelto en las llamas del Amor divino, el Espíritu Santo, así ese mismo Espíritu Santo, el Amor divino, es espirado por el Padre y por Ti en la consagración, como llamas de fuego celestial sobre las especies eucarísticas, para convertirlas en tu Cuerpo, tu Sangre, tu Alma y tu Divinidad.

         Silencio para meditar.

         Creemos que el altar eucarístico, símbolo de tu Sagrado Corazón y por lo tanto símbolo del amor único, exclusivo, eterno e infinito que Tú rindes a Dios Trino, no puede contener nada que no seas Tú, Hombre-Dios, Cordero de Dios, Dios Tres veces Santo, y que ningún amor que no sea el Amor de tu Sagrado Corazón puede estar en él.

Silencio para meditar.

Creemos que el altar eucarístico es el símbolo de tu Sagrado Corazón, y que por lo tanto, sería la peor de las abominaciones si en este altar eucarístico se rindiera culto a nadie que no sea Dios Uno y Trino, y por eso te pedimos perdón por quienes, sin medir las consecuencias, lo han profanado con oraciones y rituales de magia y paganismo.

Silencio para meditar.

Creemos que Tú creaste los ángeles y que algunos de ellos por propia voluntad se rebelaron, perdieron la gracia y tu amistad, y fueron expulsados para siempre del cielo por los ángeles de luz que combatieron a tus órdenes, guiados por San Miguel Arcángel. Estos ángeles de oscuridad, expulsados del cielo, continúan su lucha contra Ti en la tierra, y así como en el cielo intentaron, en el colmo de su soberbia y de su insolente orgullo, desplazarte a Ti de los cielos, así intentan ahora desplazarte del altar eucarístico a Ti, Dios de la Eucaristía, y por eso nos unimos a San Miguel Arcángel y decimos: “¿Quién como Dios? ¡Nadie como Dios! ¡Nadie que no sea Cristo Dios ocupará el altar eucarístico, parcela del cielo en la tierra!”.

Silencio para meditar.

 Meditación final: Jesús Eucaristía, Hijo eterno del Padre, nacido en el tiempo en el seno virgen de María, nos despedimos, no sin antes reiterar nuestro dolor por las ofensas que recibes de esta humanidad que te ha olvidado, que te desecha sin pensar en tu Amor, que no quiere reconocerte, que te pospone por los ídolos falsos y vanos del mundo. Nos retiramos, pero queden nuestros corazones al pie de tu altar, para que en todo momento te adoren y canten tus alabanzas, como anticipo de la adoración y alabanza que te tributaremos por la eternidad, por tu infinita misericordia. No tengas en cuenta las ofensas de nuestros hermanos, perdónalos, porque “no saben lo que hacen” (Lc 23, 34), porque si lo supieran, jamás se atreverían a profanar la Eucaristía; jamás se atreverían a negar tu divinidad; jamás se atreverían a negar la virginidad de tu Santa Madre; jamás se atreverían a profanar tu altar eucarístico con oraciones paganas. Unimos nuestras humildes reparaciones a las que Tú haces en la Cruz y en la Eucaristía; míranos con la mirada de la Cruz, que es la mirada de tu Divina Misericordia; perdónanos y ven, Señor Jesús, para que conviertas a este hórrido y sórdido mundo, con tu Presencia, en un anticipo del Paraíso celestial.

Oración final:“Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo; te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
        





[1] Se trata de los sacerdotes jesuitas Massiá y Alfonso Llano, cfr. http://www.aciprensa.com/noticias/sacerdote-jesuita-es-hereje-al-negar-virginidad-de-maria-explica-experto-53943/#.UQvUyR2wRcA 
[2] http://www.thesun.ie/irishsol/homepage/news/4754775/Pulpit-Fiction.html
[3] Cfr. http://www.aciprensa.com/noticias/argentina-obispo-llama-a-orar-ante-robo-de-hostias-consagradas-20617/#.UQvUNx2wRcA