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ofrecemos esta
Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado, en acción de gracias a Dios
Nuestro Señor por su Natividad.
Canto inicial: “Adeste, fideles”.
Oración inicial: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os
ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro
Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por
los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es
continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y
los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres
pecadores. Amén”.
Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (misterios
a elegir)
Meditación
La
Iglesia exulta de alegría para Navidad, porque de los cielos eternos a la
tierra ha bajado, un Sol que resplandece, con el resplandor de miles de soles;
es el Sol de justicia, Jesucristo, el Emmanuel, Dios con nosotros, que ha
venido a nosotros revestido de carne humana, pequeño como un niño recién
nacido, para que nadie, nadie, diga que le teme a Dios. ¿Quién puede temer a un
Niño recién nacido? ¿Quién no puede querer tener en sus brazos a un Niño que
acaba de venir al mundo, que llora de hambre y tiembla por el frío? ¡Pues ese
Niño es Dios! ¡Ese Niño, que con un resplandor de luz eterna, iluminó la gruta
de Belén, haciéndola resplandecer con el esplendor de cientos de miles soles
juntos, ese Niño, que tiembla de frío y de hambre, que extiende sus bracitos en
busca de cariño, de afecto, de alguien que lo abrace y cuide de Él, ése Niño es
Dios, y ha venido a nuestra tierra, para Navidad, para decirnos que necesita de
nuestro amor! Nunca los cielos habían visto algo parecido: el Dios-Amor, el
Dios de Bondad infinita, a Quien los ángeles aman y adoran y ante quien exultan
de alegría por la hermosura inenarrable de su Ser divino trinitario, ese Dios,
viene a nuestra tierra, nace en un pobre Pesebre, en una oscura gruta, refugio
de animales, como un Niño desvalido, para mendigar nuestro amor. ¿Y nosotros
hemos de negárselo? ¡Oh, Madre de Dios, que tienes la dicha inefable de ser la Madre
de Dios y de cumplir su Voluntad, no permitas que nuestra ceguera, nuestras
pasiones, nuestro aturdimiento, nuestra atracción por la materia y las cosas
pasajeras, nos distraigan de la contemplación del Niño de Belén! ¡Dios entre
nosotros! ¡Dios entre nosotros! ¡El Niño Dios entre nosotros! ¡Adoremos al Niño
Dios, nacido en Belén y exultemos de alegría por este inimaginable Don del
cielo que nos ha venido para Navidad! ¡Exulten los corazones de los cristianos,
alégrese la tierra, cesen los llantos, porque el Niño Dios ha nacido, ha venido
a buscar nuestro amor, y abre sus bracitos en la cuna de Belén, para que lo
alcemos, lo abracemos y lo estrechemos contra nuestro corazón y le demos el
pobre amor de nuestro corazón!
Silencio
para meditar.
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación
del Segundo Misterio del Santo Rosario (misterios a elegir)
Meditación
Los
ángeles de Dios, extasiados en la contemplación de Dios Uno y Trino, han
recibido una orden, emanada desde la misma Trinidad: “¡Anuncien a los hombres
una gran alegría: Dios ha nacido en medio de ellos, como uno de ellos, como un
Niño pequeño, para darles su Amor! ¡Anuncien a los hombres que su esclavitud ha
terminado! ¡Anuncien a los hombres que el Dios de la gloria infinita, el Dios
de majestad inconcebible, se ha revestido de carne en el seno de la Virgen
Madre, y luego de resplandecer con un fulgor más potente que cientos de miles
de soles juntos, ha nacido como un Niño indefenso en el Pesebre de Belén!
¡Anuncien a los hombres que la gloria de Dios, inaccesible para ellos, ahora se
manifiesta en la Carne Inmaculada del Niño de Belén! ¡Anuncien a los hombres
que el Niño de Belén, ese Niño que abre sus bracitos, para abrazar con Amor a
quien se le acerque con fe y con amor, es Dios Hijo Encarnado, que un día
subirá al Calvario para extender sus brazos en el madero ensangrentado de la
cruz, para abrazar a toda la humanidad y conducirla, redimida, al seno del
Eterno Padre, en el Espíritu Santo! ¡Anuncien a los hombres que el Niño de
Belén ha venido para ofrendar su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad, en
el ara de la cruz primero, para renovar luego su sacrificio de modo incruento y
sacramental en el Santo Sacrificio del altar, la Santa Misa, para donarse a los
hombres como Eucaristía, como Pan Vivo bajado del cielo! ¡Anuncien a los
hombres que Dios se ha hecho Niño en Belén, para que nadie tenga miedo de
acercarse a Él, para que nadie pueda
decir que tiene miedo de Dios, porque nadie puede decir que tiene miedo de un
Niño recién nacido! ¡Anuncien a los hombres que ese Niño es su Redentor, que ha
venido a destruir a la muerte, porque al morir en la cruz, dará muerte a la
muerte y soplará sobre su humanidad y sobre los hombres a Él unidos, su misma
vida, que es la Vida divina, la vida gloriosa de Dios Uno y Trino! ¡Anuncien a
los hombres que ese Niño nacido en Belén es el Cordero de Dios, que quita los
pecados del mundo, y que en la cruz, los lavará con su Sangre, para que los
hombres que se dejen salvar por Él, sean conducidos, con el alma inmaculada por
la gracia, al seno de la Trinidad! ¡Anuncien a los hombres que este Niño,
nacido en Belén para Navidad, es el Niño Dios, que ha venido para destruir las
obras del Demonio, para encadenar a la Serpiente Antigua y para vencer a las
Puertas del Infierno con el poder divino que emana de la cruz sacrosanta!
¡Anuncien a los hombres que este Niño, nacido en Belén, “Casa de Pan”, está
vivo y Presente, vivo y glorioso, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, y
con todo el Amor de su Sagrado Corazón, en la Eucaristía, y lo estará hasta el
fin de los tiempos!”. Los ángeles de Dios son los encargados de transmitir a
los hombres la más alegre noticia que jamás la humanidad haya podido recibir:
Dios ha nacido como un Niño, milagrosamente, de una Madre Virgen. Y ha nacido
para darnos su Amor, un Amor inagotable, incomprensible, infinito, eterno; un
Amor, ante el cual, ni los mismos ángeles pueden dar cabida, tanta es la
infinitud de su grandeza. Y los ángeles de luz, mensajeros de Dios, corren,
vuelan, desde los cielos eternos, hasta la tierra, para anunciar a los hombres:
“¡Os anunciamos una gran alegría: os ha nacido un Mesías…”.
Silencio
para meditar.
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación
del Tercer Misterio del Santo Rosario (misterios a elegir)
Meditación
Los
pastores reciben la noticia de parte de los ángeles: “Os anunciamos una gran
alegría: os ha nacido un Mesías, el Redentor. Esto os servirá de señal:
encontrarán un Niño acostado en un pesebre”. No es casualidad que los ángeles
han elegido a los pastores, hombres incultos según el mundo, pero de corazón
noble y amantes de Dios, porque la noticia que han de recibir, no la pueden
recibir los soberbios, quienes no pueden subsistir delante de Dios. Alegres,
asombrados, los pastores dejan sus labores y acuden a toda prisa para
contemplar el prodigio que deja sin habla a cielos y tierra: Dios nacido como
Niño en un pobre portal de Belén. Belén significa “Casa de Pan” y no es
casualidad su nombre y no es casualidad que Dios haya elegido nacer en Belén, “Casa
de Pan”, porque ese Dios, nacido como Niño, que extiende sus bracitos en la
cuna, extenderá luego sus brazos en la cruz, para donar su Cuerpo, su Sangre,
su Alma y su Divinidad, como sacrificio agradable al Padre, para la redención
de los hombres. Y renovará su sacrificio, de modo incruento y sacramental, en
la Santa Misa, donándose como Pan de Vida eterna, como Pan Vivo bajado del
cielo, que alimenta con la substancia divina de la Trinidad y con el Amor del
Espíritu Divino a quien lo consume con fe y con amor. Los pastores se alegran
porque un Dios Niño nace, de Virgen Madre, por el Espíritu, en un portal y
corren a adorar a su Dios hecho Niño, que temblando por el frío y llorando por
el hambre, ha venido a nuestro mundo a mendigar nuestro amor. Los pastores se
alegran porque Dios ha nacido, por el Espíritu, en un portal, pero el misterio
de la Navidad, por ser misterio de Dios Trino, no se agota ni finaliza en la
Santa Nochebuena, sino que se prolonga, se continúa, se renueva y se actualiza,
por el mismo Espíritu, por la liturgia eucarística: si en Belén nace, por el
Espíritu, Dios Niño, de Virgen Madre, en el portal, por la Santa Misa, un Dios
Niño nace, de Iglesia Madre, por el Espíritu, en el altar. ¡Oh misterio de
Navidad, Misterio de Belén, Casa de Pan! Por la misa, el Niño Dios, viene a
nosotros, como en Belén, ¡vestido de Pan! Los pastores y nosotros, nos
alegramos, en Navidad, porque ha nacido, por el Espíritu, de Virgen Madre, en
el portal, un Dios Niño, y por el Espíritu también, nace, cada vez, en el Nuevo
Belén, el altar eucarístico, por el Espíritu, de la Iglesia Madre, el mismo
Dios Niño, revestido de Pan. Junto con los pastores, ¡alegrémonos y exultemos
por el maravilloso y glorioso misterio de la Navidad, del Dios Niño nacido en
Belén, “Casa de Pan”, para donarse al mundo como Eucaristía, como Pan Vivo
bajado del cielo!
Silencio
para meditar.
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación
del Cuarto Misterio del Santo Rosario (misterios a elegir)
Meditación
El
Niño Dios ha nacido en un Portal de Belén, una gruta, refugio de animales. No ha
nacido en las ricas posadas del pueblo, llenas de música mundana, de ambiente
de fiesta del mundo, saturadas de ruido, de alboroto, de alegría del mundo sin
Dios; ha nacido en una pobre gruta de Belén, oscura, fría, retirada,
desconocida, refugio de animales: símbolo del corazón humano sin el Amor de Dios,
pero que lo ama y lo desea. Nuestros corazones, para Navidad, no son como las
posadas ricas del pueblo de Belén, donde todo es fiesta mundana y alegría sin
Dios; en las posadas ricas de Belén no hay lugar para la Virgen, que trae al
Niño Dios, porque no hay necesidad de Dios; todos están contentos con su
egoísmo y con su propio yo, y no necesitan de un Dios que viene como Niño; la
música estridente y el lenguaje descuidado, los colores saltones y las
carcajadas vacías de los habitantes de las posadas ricas, hablan de sus
corazones, igualmente llenos de música estridente y de alegría vana, pero
vacíos de Dios y de su Amor. Nuestros corazones son como la pobre gruta de Belén antes del Nacimiento, oscuros, sin apenas belleza, áridos, ocupados
por las pasiones, representadas en los pobres animales irracionales, el buey y
el asno, pero a la vez, deseosos y ansiosos de recibir al Niño Dios, y es por
este motivo que, ya nacido el Niño en Belén, así como iluminó la gruta con un
resplandor que opacaba el resplandor de miles de millones de soles juntos, y
así como alegró a la corte de los ángeles que a su alrededor se postraron en alegre
y amorosa contemplación y adoración, así también, nuestros corazones, al
contemplar al Niño de Belén, exultan de alegría, de gozo y de inefable dicha,
mientras nuestras mentes y nuestros corazones quedan extasiados por el asombro y la alegría de ver
a Dios Hijo, la Segunda Persona de la Trinidad, encarnada en un pequeño Niño
recién nacido, que tiembla de frío y de hambre. ¡Oh Dios de infinita majestad,
que te has encarnado y has nacido milagrosamente como un Niño para estar entre
nosotros, para recibir de nosotros nuestro amor; oh Dios, a quien los ángeles
te aman y te adoran día y noche, extasiados por la hermosura de tu Ser Divino
trinitario, has venido a este mundo a mendigar nuestro pobre y mísero amor,
recibe nuestra humilde adoración, que te tributamos en unión con tu Madre
Santísima, con los ángeles y los santos, acepta el homenaje de nuestro mísero
amor y no lo desprecies, porque es lo único que tenemos para darte, en acción
de gracias por tan admirable, santo y maravilloso don que nos has hecho, el de
encarnarte para donarnos tu Amor! ¡Oh Niño de Belén, Hijo de Dios, Dios hecho
Niño sin dejar de ser Dios, toma nuestros brazos, para que te sirvan de Portal
y de Cuna, para que junto a tu Madre Amantísima, te acunemos y te adoremos y te
estrechemos fuertemente contra nuestros corazones, para que nunca te alejes de
nosotros!
Silencio
para meditar.
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación
del Quinto Misterio del Santo Rosario (misterios a elegir)
Meditación
¿Qué
sucedió en Navidad? Un hecho jamás visto, imposible de imaginar, inalcanzable
pare el intelecto: Dios Hijo, por pedido del Padre, llevado por el Espíritu
Santo, el Amor Divino, se encarna en el seno de María y nace en el Portal de
Belén, para dar inicio a su misterio pascual de Muerte y Resurrección, misterio
por el que entregará su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad en el santo
sacrificio de la cruz y luego renovará ese sacrificio en Santo Sacrificio del
Altar, la Santa Misa, para donarse como Pan de Vida eterna, como Pan Vivo
bajado del cielo, que dona la vida eterna y el Amor Divino del Sagrado Corazón
a quien lo consume en la Eucaristía con fe y con amor. Es esto lo que sucedió
en Navidad: el misterio de la Encarnación y Nacimiento de la Luz divina,
revestida de Niño, que viene a nuestro mundo para destruir las tinieblas del
Abismo, de la muerte, del pecado, de la ignorancia y de la malicia, y para
vivificar a los hombres con su propia Luz, porque esta Luz que nace como Niño
es Dios y Dios es Vida y Amor divinos y por eso, quien es iluminado por la luz
del Niño de Belén, recibe la Vida divina y con la vida divina, el Amor de Dios.
Para Navidad, en la noche de los tiempos, la luz divina llega a los hombres, revestida
de Niño, a través del Portal de la Eternidad, María de Belén. Adoremos a Dios
Hijo hecho Niño, adoremos al Padre que nos lo envió, adoremos al Espíritu de
Amor; gloria eterna al Dios Uno y Trino que nos dona su Amor. Glorifiquemos y
adoremos a la Trinidad porque la noche de Belén se ilumina con el esplendor del
Niño Dios.
Silencio
para meditar.
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Meditación
final
La
Luz eterna se encarnó y vive entre nosotros en la Eucaristía
Una
gran luz apareció/
Un inmenso don/
Del cielo llegado/
Del seno del Padre/
Al seno de María/
Es el Emanuel, Luz eterna/
Revestido de Niño/
Y en el signo de los tiempos/
El don de Dios no ha terminado/
Esa misma Luz eterna que vino por María/
¡Está viva en la Eucaristía!
Un inmenso don/
Del cielo llegado/
Del seno del Padre/
Al seno de María/
Es el Emanuel, Luz eterna/
Revestido de Niño/
Y en el signo de los tiempos/
El don de Dios no ha terminado/
Esa misma Luz eterna que vino por María/
¡Está viva en la Eucaristía!
Oración final:
“Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te
aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro
profundamente y os ofrezco el
Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios
e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final:
“Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.