martes, 23 de diciembre de 2014

Hora Santa en acción de gracias por Navidad


         
         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado, en acción de gracias a Dios Nuestro Señor por su Natividad.

         Canto inicial: “Adeste, fideles”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os  ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (misterios a elegir)

         Meditación

La Iglesia exulta de alegría para Navidad, porque de los cielos eternos a la tierra ha bajado, un Sol que resplandece, con el resplandor de miles de soles; es el Sol de justicia, Jesucristo, el Emmanuel, Dios con nosotros, que ha venido a nosotros revestido de carne humana, pequeño como un niño recién nacido, para que nadie, nadie, diga que le teme a Dios. ¿Quién puede temer a un Niño recién nacido? ¿Quién no puede querer tener en sus brazos a un Niño que acaba de venir al mundo, que llora de hambre y tiembla por el frío? ¡Pues ese Niño es Dios! ¡Ese Niño, que con un resplandor de luz eterna, iluminó la gruta de Belén, haciéndola resplandecer con el esplendor de cientos de miles soles juntos, ese Niño, que tiembla de frío y de hambre, que extiende sus bracitos en busca de cariño, de afecto, de alguien que lo abrace y cuide de Él, ése Niño es Dios, y ha venido a nuestra tierra, para Navidad, para decirnos que necesita de nuestro amor! Nunca los cielos habían visto algo parecido: el Dios-Amor, el Dios de Bondad infinita, a Quien los ángeles aman y adoran y ante quien exultan de alegría por la hermosura inenarrable de su Ser divino trinitario, ese Dios, viene a nuestra tierra, nace en un pobre Pesebre, en una oscura gruta, refugio de animales, como un Niño desvalido, para mendigar nuestro amor. ¿Y nosotros hemos de negárselo? ¡Oh, Madre de Dios, que tienes la dicha inefable de ser la Madre de Dios y de cumplir su Voluntad, no permitas que nuestra ceguera, nuestras pasiones, nuestro aturdimiento, nuestra atracción por la materia y las cosas pasajeras, nos distraigan de la contemplación del Niño de Belén! ¡Dios entre nosotros! ¡Dios entre nosotros! ¡El Niño Dios entre nosotros! ¡Adoremos al Niño Dios, nacido en Belén y exultemos de alegría por este inimaginable Don del cielo que nos ha venido para Navidad! ¡Exulten los corazones de los cristianos, alégrese la tierra, cesen los llantos, porque el Niño Dios ha nacido, ha venido a buscar nuestro amor, y abre sus bracitos en la cuna de Belén, para que lo alcemos, lo abracemos y lo estrechemos contra nuestro corazón y le demos el pobre amor de nuestro corazón!

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario (misterios a elegir)

         Meditación

Los ángeles de Dios, extasiados en la contemplación de Dios Uno y Trino, han recibido una orden, emanada desde la misma Trinidad: “¡Anuncien a los hombres una gran alegría: Dios ha nacido en medio de ellos, como uno de ellos, como un Niño pequeño, para darles su Amor! ¡Anuncien a los hombres que su esclavitud ha terminado! ¡Anuncien a los hombres que el Dios de la gloria infinita, el Dios de majestad inconcebible, se ha revestido de carne en el seno de la Virgen Madre, y luego de resplandecer con un fulgor más potente que cientos de miles de soles juntos, ha nacido como un Niño indefenso en el Pesebre de Belén! ¡Anuncien a los hombres que la gloria de Dios, inaccesible para ellos, ahora se manifiesta en la Carne Inmaculada del Niño de Belén! ¡Anuncien a los hombres que el Niño de Belén, ese Niño que abre sus bracitos, para abrazar con Amor a quien se le acerque con fe y con amor, es Dios Hijo Encarnado, que un día subirá al Calvario para extender sus brazos en el madero ensangrentado de la cruz, para abrazar a toda la humanidad y conducirla, redimida, al seno del Eterno Padre, en el Espíritu Santo! ¡Anuncien a los hombres que el Niño de Belén ha venido para ofrendar su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad, en el ara de la cruz primero, para renovar luego su sacrificio de modo incruento y sacramental en el Santo Sacrificio del altar, la Santa Misa, para donarse a los hombres como Eucaristía, como Pan Vivo bajado del cielo! ¡Anuncien a los hombres que Dios se ha hecho Niño en Belén, para que nadie tenga miedo de acercarse a  Él, para que nadie pueda decir que tiene miedo de Dios, porque nadie puede decir que tiene miedo de un Niño recién nacido! ¡Anuncien a los hombres que ese Niño es su Redentor, que ha venido a destruir a la muerte, porque al morir en la cruz, dará muerte a la muerte y soplará sobre su humanidad y sobre los hombres a Él unidos, su misma vida, que es la Vida divina, la vida gloriosa de Dios Uno y Trino! ¡Anuncien a los hombres que ese Niño nacido en Belén es el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo, y que en la cruz, los lavará con su Sangre, para que los hombres que se dejen salvar por Él, sean conducidos, con el alma inmaculada por la gracia, al seno de la Trinidad! ¡Anuncien a los hombres que este Niño, nacido en Belén para Navidad, es el Niño Dios, que ha venido para destruir las obras del Demonio, para encadenar a la Serpiente Antigua y para vencer a las Puertas del Infierno con el poder divino que emana de la cruz sacrosanta! ¡Anuncien a los hombres que este Niño, nacido en Belén, “Casa de Pan”, está vivo y Presente, vivo y glorioso, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, y con todo el Amor de su Sagrado Corazón, en la Eucaristía, y lo estará hasta el fin de los tiempos!”. Los ángeles de Dios son los encargados de transmitir a los hombres la más alegre noticia que jamás la humanidad haya podido recibir: Dios ha nacido como un Niño, milagrosamente, de una Madre Virgen. Y ha nacido para darnos su Amor, un Amor inagotable, incomprensible, infinito, eterno; un Amor, ante el cual, ni los mismos ángeles pueden dar cabida, tanta es la infinitud de su grandeza. Y los ángeles de luz, mensajeros de Dios, corren, vuelan, desde los cielos eternos, hasta la tierra, para anunciar a los hombres: “¡Os anunciamos una gran alegría: os ha nacido un Mesías…”.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario (misterios a elegir)

         Meditación

         Los pastores reciben la noticia de parte de los ángeles: “Os anunciamos una gran alegría: os ha nacido un Mesías, el Redentor. Esto os servirá de señal: encontrarán un Niño acostado en un pesebre”. No es casualidad que los ángeles han elegido a los pastores, hombres incultos según el mundo, pero de corazón noble y amantes de Dios, porque la noticia que han de recibir, no la pueden recibir los soberbios, quienes no pueden subsistir delante de Dios. Alegres, asombrados, los pastores dejan sus labores y acuden a toda prisa para contemplar el prodigio que deja sin habla a cielos y tierra: Dios nacido como Niño en un pobre portal de Belén. Belén significa “Casa de Pan” y no es casualidad su nombre y no es casualidad que Dios haya elegido nacer en Belén, “Casa de Pan”, porque ese Dios, nacido como Niño, que extiende sus bracitos en la cuna, extenderá luego sus brazos en la cruz, para donar su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad, como sacrificio agradable al Padre, para la redención de los hombres. Y renovará su sacrificio, de modo incruento y sacramental, en la Santa Misa, donándose como Pan de Vida eterna, como Pan Vivo bajado del cielo, que alimenta con la substancia divina de la Trinidad y con el Amor del Espíritu Divino a quien lo consume con fe y con amor. Los pastores se alegran porque un Dios Niño nace, de Virgen Madre, por el Espíritu, en un portal y corren a adorar a su Dios hecho Niño, que temblando por el frío y llorando por el hambre, ha venido a nuestro mundo a mendigar nuestro amor. Los pastores se alegran porque Dios ha nacido, por el Espíritu, en un portal, pero el misterio de la Navidad, por ser misterio de Dios Trino, no se agota ni finaliza en la Santa Nochebuena, sino que se prolonga, se continúa, se renueva y se actualiza, por el mismo Espíritu, por la liturgia eucarística: si en Belén nace, por el Espíritu, Dios Niño, de Virgen Madre, en el portal, por la Santa Misa, un Dios Niño nace, de Iglesia Madre, por el Espíritu, en el altar. ¡Oh misterio de Navidad, Misterio de Belén, Casa de Pan! Por la misa, el Niño Dios, viene a nosotros, como en Belén, ¡vestido de Pan! Los pastores y nosotros, nos alegramos, en Navidad, porque ha nacido, por el Espíritu, de Virgen Madre, en el portal, un Dios Niño, y por el Espíritu también, nace, cada vez, en el Nuevo Belén, el altar eucarístico, por el Espíritu, de la Iglesia Madre, el mismo Dios Niño, revestido de Pan. Junto con los pastores, ¡alegrémonos y exultemos por el maravilloso y glorioso misterio de la Navidad, del Dios Niño nacido en Belén, “Casa de Pan”, para donarse al mundo como Eucaristía, como Pan Vivo bajado del cielo!

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario (misterios a elegir)

         Meditación

El Niño Dios ha nacido en un Portal de Belén, una gruta, refugio de animales. No ha nacido en las ricas posadas del pueblo, llenas de música mundana, de ambiente de fiesta del mundo, saturadas de ruido, de alboroto, de alegría del mundo sin Dios; ha nacido en una pobre gruta de Belén, oscura, fría, retirada, desconocida, refugio de animales: símbolo del corazón humano sin el Amor de Dios, pero que lo ama y lo desea. Nuestros corazones, para Navidad, no son como las posadas ricas del pueblo de Belén, donde todo es fiesta mundana y alegría sin Dios; en las posadas ricas de Belén no hay lugar para la Virgen, que trae al Niño Dios, porque no hay necesidad de Dios; todos están contentos con su egoísmo y con su propio yo, y no necesitan de un Dios que viene como Niño; la música estridente y el lenguaje descuidado, los colores saltones y las carcajadas vacías de los habitantes de las posadas ricas, hablan de sus corazones, igualmente llenos de música estridente y de alegría vana, pero vacíos de Dios y de su Amor. Nuestros corazones son como la pobre gruta de Belén antes del Nacimiento, oscuros, sin apenas belleza, áridos, ocupados por las pasiones, representadas en los pobres animales irracionales, el buey y el asno, pero a la vez, deseosos y ansiosos de recibir al Niño Dios, y es por este motivo que, ya nacido el Niño en Belén, así como iluminó la gruta con un resplandor que opacaba el resplandor de miles de millones de soles juntos, y así como alegró a la corte de los ángeles que a su alrededor se postraron en alegre y amorosa contemplación y adoración, así también, nuestros corazones, al contemplar al Niño de Belén, exultan de alegría, de gozo y de inefable dicha, mientras nuestras mentes y nuestros corazones quedan extasiados por el asombro y la alegría de ver a Dios Hijo, la Segunda Persona de la Trinidad, encarnada en un pequeño Niño recién nacido, que tiembla de frío y de hambre. ¡Oh Dios de infinita majestad, que te has encarnado y has nacido milagrosamente como un Niño para estar entre nosotros, para recibir de nosotros nuestro amor; oh Dios, a quien los ángeles te aman y te adoran día y noche, extasiados por la hermosura de tu Ser Divino trinitario, has venido a este mundo a mendigar nuestro pobre y mísero amor, recibe nuestra humilde adoración, que te tributamos en unión con tu Madre Santísima, con los ángeles y los santos, acepta el homenaje de nuestro mísero amor y no lo desprecies, porque es lo único que tenemos para darte, en acción de gracias por tan admirable, santo y maravilloso don que nos has hecho, el de encarnarte para donarnos tu Amor! ¡Oh Niño de Belén, Hijo de Dios, Dios hecho Niño sin dejar de ser Dios, toma nuestros brazos, para que te sirvan de Portal y de Cuna, para que junto a tu Madre Amantísima, te acunemos y te adoremos y te estrechemos fuertemente contra nuestros corazones, para que nunca te alejes de nosotros!

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario (misterios a elegir)

         Meditación

¿Qué sucedió en Navidad? Un hecho jamás visto, imposible de imaginar, inalcanzable pare el intelecto: Dios Hijo, por pedido del Padre, llevado por el Espíritu Santo, el Amor Divino, se encarna en el seno de María y nace en el Portal de Belén, para dar inicio a su misterio pascual de Muerte y Resurrección, misterio por el que entregará su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad en el santo sacrificio de la cruz y luego renovará ese sacrificio en Santo Sacrificio del Altar, la Santa Misa, para donarse como Pan de Vida eterna, como Pan Vivo bajado del cielo, que dona la vida eterna y el Amor Divino del Sagrado Corazón a quien lo consume en la Eucaristía con fe y con amor. Es esto lo que sucedió en Navidad: el misterio de la Encarnación y Nacimiento de la Luz divina, revestida de Niño, que viene a nuestro mundo para destruir las tinieblas del Abismo, de la muerte, del pecado, de la ignorancia y de la malicia, y para vivificar a los hombres con su propia Luz, porque esta Luz que nace como Niño es Dios y Dios es Vida y Amor divinos y por eso, quien es iluminado por la luz del Niño de Belén, recibe la Vida divina y con la vida divina, el Amor de Dios. Para Navidad, en la noche de los tiempos, la luz divina llega a los hombres, revestida de Niño, a través del Portal de la Eternidad, María de Belén. Adoremos a Dios Hijo hecho Niño, adoremos al Padre que nos lo envió, adoremos al Espíritu de Amor; gloria eterna al Dios Uno y Trino que nos dona su Amor. Glorifiquemos y adoremos a la Trinidad porque la noche de Belén se ilumina con el esplendor del Niño Dios.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Meditación final

La Luz eterna se encarnó y vive entre nosotros en la Eucaristía
Una gran luz apareció/
Un inmenso don/
Del cielo llegado/
Del seno del Padre/
Al seno de María/
Es el Emanuel, Luz eterna/
Revestido de Niño/
Y en el signo de los tiempos/
El don de Dios no ha terminado/
Esa misma Luz eterna que vino por María/
¡Está viva en la Eucaristía!

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

   “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os  ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.


Glorifiquemos y adoremos a la Trinidad porque la noche de Belén se ilumina con el esplendor del Niño Dios



En la noche de los tiempos
la luz divina
llega a los hombres,
revestida de Niño, 
a través del Portal de la Eternidad,
María de Belén.

 Adoremos a Dios Hijo hecho Niño,
adoremos al Padre que nos lo envió,
adoremos al Espíritu de Amor;
 gloria eterna al
Dios Uno y Trino
que nos dona su Amor. 

Glorifiquemos y adoremos
a la Trinidad
porque
la noche de Belén
se ilumina
con el esplendor
del Niño Dios.


P. Álvaro Sánchez Rueda
Navidad de 2014

jueves, 18 de diciembre de 2014

Hora Santa y rezo del Santo Rosario en preparación para la Navidad 2


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado, en reparación por nosotros mismos y por quienes vivirán esta Navidad como una festividad pagana, olvidando que la verdadera fiesta de Navidad es la Santa Misa de Nochebuena.

         Canto inicial: “Venid oh Rey Mesías”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os  ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir)

         Meditación

Adviento es “venida”, “llegada”, y en Adviento nos preparamos espiritualmente para recibir, por medio del misterio de la liturgia, al Mesías que viene para Navidad. Por eso nos unimos a los profetas del Antiguo Testamento y decimos: “¡Si rasgaras los cielos y descendieras!” (Is 64, 1), ¡Si rasgaras los cielos y descendieras, llenarías la tierra con tu Amor y tu hermosura, y los hombres dejaríamos de vivir en la soledad, en la tristeza y en la amargura de este valle de lágrimas, porque todo el universo quedaría colmado con tu Amor, y por eso es que te pedimos, oh Mesías, Salvador prometido desde el Génesis, que nacerías de una Madre Virgen: ven, te suplicamos, ven, desde el cielo en el que habitas, ven, oh Redentor, ven a darnos tu Paz, ven a darnos tu luz, ven a darnos tu paz, ven a darnos tu perdón, ven a colmarnos con la ternura de Amor!”.  “¡Ven, oh Señor, baja desde el cielo; apiádate de nosotros, que vivimos en las tinieblas de este mundo; ven a darnos tu luz, que es luz viva y que al iluminar, vivifica y al vivificar incendia al alma en el Fuego del Amor Divino! ¡Ven, oh Mesías, Emmanuel y quédate con nosotros para siempre, baja desde el cielo a esta tierra en la que vivimos, para llevarnos al cielo en el que habitas! ¡Ven, oh Rey Mesías, ven a darnos tu luz, ven y no tardes más, ven a nuestros corazones, oscuros y fríos, como la pobre gruta de Belén, y nace en ellos, para iluminarlos con la luz de tu gloria divina, para colmarlos con la dulzura de tu Presencia de Niño Dios!

         Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir)

         Meditación

Adviento es “venida”, “llegada”, y por eso en Adviento esperamos, fervientemente, la venida, la llegada, del Redentor, del Mesías prometido, el que habría de nacer de una Virgen, para Navidad. Esperamos con ansias, porque el que ha de nacer no es un niño más, sino el Emmanuel, “Dios con nosotros” (Is 7, 14). Porque el Mesías que nace no es un niño sino Dios hecho Niño, sin dejar de ser Dios, la Redención que trae no es intramundana, sino eterna, porque viene a salvarnos del pecado, del infierno y de la muerte, y viene para donársenos como Pan Vivo bajado del cielo, para darnos su misma vida divina, que es la vida que brota de su Ser divino trinitario. El Niño que nace en Belén no es un mesías humano, sino divino, y viene para llevarnos a la vida eterna y esa es la razón por la cual, desde el fondo de nuestras almas suplicamos, con todas las fuerzas de las que somos capaces: ¡Ven, oh Jesús, Mesías esperado y haz que por la gracia, tu Madre convierta nuestros corazones en un nuevo Pesebre de Belén; ven, oh Mesías, a nacer en la pobreza de nuestras almas, de nuestros corazones, fríos y oscuros porque carecen de tu Amor, de tu alegría y de tu paz; ven, oh Mesías, Emmanuel, Tú eres el “Dios con nosotros”, Tú eres el Dios-Amor, Tú eres la Luz Eterna, la Luz que al iluminar da Vida y Amor, Tú eres el Mesías que ha de conducirnos a la eternidad feliz; ven, ilumina nuestras tinieblas, vivifícanos con tu Luz, ilumínanos con tu Vida, enciéndenos con tu Amor, danos a Ti mismo, sácianos con la dulzura de tu Ser divino trinitario, cólmanos con la alegría de tu Presencia, concédenos la dicha de ver convertidos, a nuestros pobres corazones, en un nuevo Belén. ¡Ven, oh Mesías, esperado, ven a nuestros corazones, ven a darnos la dulzura de tu Amor, ven a alegrar nuestras vidas con tu Presencia, sácianos con la hermosura de tu Santa Faz, como anticipo de la contemplación que por tu misericordia esperamos continuar por la eternidad, en compañía de tu Madre, tus ángeles y santos, por los siglos sin fin; ven, oh Rey Mesías, y no tardes más!

         Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir)

         Meditación

¡Ven, oh Jesús, Mesías Redentor, Dios Eterno; ven a darnos tu Luz, Ven a iluminar las tinieblas y sombras de muerte en las que vivimos! ¡Sin Tu Presencia, nada es bueno, nada es santo, nada es amable, nada tiene amor, nada tiene gracia, nada tiene vida, nada es inocente, nada es santo! ¡Ven, oh Jesús, Emmanuel, Dios con nosotros, Mesías anunciado por los profetas, apura tu Encarnación y Nacimiento de tu Madre Virgen, para que puedas donarte al mundo como Pan de Vida eterna, para que seamos capaces de nutrirnos de la substancia de tu Ser divino, de tu Amor infinito y Eterno! ¡Ven, y sacia nuestra sed de Amor, de paz, de alegría, sed que solo puede ser saciada por Ti, oh Dios omnipotente, Dios Tres veces Santo! ¡Ven, rasga los cielos y desciende, ven a nuestros corazones, conviértelos, de oscuras y frías cuevas, en donde anidan oscuros sentimientos, en luminosos Portales de Belén, en donde el Niño Dios, que eres Tú, resplandezca con la luz de la gloria, de la vida, del Amor, de la paz y de la alegría del Ser trinitario, como un anticipo, aquí en la tierra, de la bienaventuranza de la que gozaremos en los cielos eternos! ¡Ven, oh Emmanuel, nace como un Niño, como el Niño Dios en nuestros corazones, en esta Navidad, y no tardes más! Amén.

         Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir)

         Meditación

¡Ven, oh Mesías, ven a nuestras vidas, ven a nacer en nuestras pobres almas, áridas y estériles como el desierto, oscuras y frías como el Portal de Belén, porque carecen del Amor divino! Ven, oh Mesías, Salvador y Redentor, que has de nacer como un Niño en una cueva utilizada por animales. Nuestros corazones no son como las posadas de Belén, iluminadas, ricas, llenas de cantos mundanos y festivos, en donde no hay lugar para Dios; nuestros corazones son como la gruta de Belén antes de tu Nacimiento, fríos, oscuros, pobres, refugio de pasiones y de concupiscencias, representados en el asno y el buey, animales irracionales, como las pasiones sin el control de la razón, pero que a la vez están sedientos de la Presencia del Redentor; ven, oh Mesías y Redentor, ven ya y no tardes más; rasga el cielo y desciende, encárnate en el seno de la Madre Virgen, manifiéstate como Pan de Vida eterna, realiza el Santo Sacrificio de la cruz, vence a la Antigua Serpiente, destruye a la muerte, quita los pecados del mundo, lava nuestros pecados con tu Sangre, perdona nuestras culpas, concédenos tu filiación divina y llévanos, en el Amor del Espíritu Santo, al seno del Eterno Padre, para gozar de la dicha de los bienaventurados, por los siglos sin fin! ¡Ven, Señor Jesús, ven, oh Rey Mesías, ven, rasga el cielo donde habitas, baja hasta el altar eucarístico, quédate en la Eucaristía, para que nos alimentemos de tu Cuerpo, tu Sangre, tu Alma, tu Divinidad, y del Amor de tu Sagrado Corazón Eucarístico, y así vivamos anticipadamente las alegrías sin fin que nos esperan en la otra vida! ¡Ven y no tardes más! ¡Ven, Señor Jesús!

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir)

         Meditación

         Ven, Mesías, Redentor, baja desde el cielo, a nuestra tierra, desolada, oscura y fría, cólmala con el calor de tu Amor y la dulzura de tu Presencia; ven, Emmanuel, Dios con nosotros, manifiéstate como Pan Vivo bajado del cielo; alimenta a los hombres, sedientos de paz, con el alimento exquisito de tu substancia divina, oculta en lo que parece un poco de pan, Tú que naces en Belén, Casa de Pan, para donarte como Pan Vivo bajado del cielo; ven, oh Mesías, calma el hambre de la humanidad, pero no tanto el hambre corporal, sino el hambre del espíritu, el hambre de Dios que toda alma experimenta, hambre de amor, de paz, de alegría, de afecto, de ternura, hambre que sólo Tú, oh Dios que naces como un Niño en un Portal, puedes saciar. Ven, oh Dios hecho Niño sin dejar de ser Dios, ven, dónate a nosotros en el Pan Eucarístico, para saciar el hambre espiritual de Dios que todos tenemos; sacia el hambre de Dios, el hambre de Amor celestial que desde que nacemos, se despierta en nosotros, porque fuimos creados por Ti y para Ti, y hasta que no nos saciamos de Ti, no podemos satisfacer esta nuestra hambre de Ti. Ven, oh Jesús, haz esta obra de misericordia con nosotros, sacia nuestra hambre de Ti, que tenemos, y manifiéstate al mundo como Niño Dios para Navidad, para donarte como Pan de Vida eterna, para que todo el que te reciba en la Eucaristía y se alimente de Ti, quede extra-saciado con la plenitud del Amor Divino de tu Sagrado Corazón Eucarístico. Ven, oh Mesías, sacia nuestra hambre de Amor Divino, nace en Belén, Casa de Pan, manifiéstate en el Nuevo Belén, el Altar Eucarístico, y haz que podamos saciar nuestra hambre de Amor Divino, comulgándote en la Eucaristía. Amén.

         Meditación final

         Oración de ofrecimiento de vida[1]

Mi amable Jesús,
delante de las Personas de la Santísima Trinidad,
delante de Nuestra Madre del Cielo
y toda la Corte celestial,
ofrezco, según las intenciones de tu Corazón Eucarístico
y las del Inmaculado Corazón de María Santísima,
toda mi vida, todas mis santas Misas,
Comuniones, buenas obras, sacrificios y sufrimientos,
uniéndolos a los méritos de tu Santísima Sangre
y tu muerte de cruz:
para adorar a la Gloriosa Santísima Trinidad,
para ofrecerle reparación por nuestras ofensas,
por la unión de nuestra santa Madre Iglesia,
por nuestros sacerdotes,
por las buenas vocaciones sacerdotales
y por todas las almas hasta el fin del mundo.
Recibe, Jesús mío,
mi ofrecimiento de vida
y concédeme gracia para perseverar en él fielmente,
hasta el fin de mi vida. Amén.

JACULATORIAS DE ARREPENTIMIENTO

Jesús mío, ¡Te amo sobre todas las cosas!
Por amor a Ti, me arrepiento de todos mis pecados.
Me duelen también los pecados de todo el mundo.
¡Oh Amor misericordioso!,
en unión con nuestra Madre Santísima
y con su Corazón Inmaculado,
Te suplico a Ti perdón de mis pecados
y de todos los pecados de los hombres, mis hermanos,
hasta el fin del mundo!
¡Mi amable Jesús!,
en unión a los méritos de tus Sagradas Llagas,
ofrezco mi vida al Eterno Padre,
según las intenciones de la Virgen Santísima Dolorosa.
¡Virgen María, Reina del Universo,
Intercesora de la Humanidad y esperanza nuestra,
ruega por nosotros!

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os  ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.





[1] http://uncioncatolica.blogspot.com.ar/2011/01/ofrecimiento-de-vida-y-promesas-de-la.html?m=1

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado para prepararnos para Navidad


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado como medio para prepararnos espiritualmente en este tiempo de Adviento que iniciamos y en reparación por quienes vivirán esta fiesta de Navidad de modo pagano y mundano, olvidando que la verdadera fiesta de Navidad es la Santa Misa de Nochebuena.

         Oración inicial: desde lo más profundo de nuestro abismo de indignidad y miseria, y por medio del Inmaculado Corazón de María, dirigimos a Jesús Eucaristía las oraciones que el Ángel de Portugal les enseñara a los Pastorcitos en Fátima: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Canto inicial: “Jesucristo, Señor de la historia”.

         Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir)

Meditación

El Adviento significa “venida”, “llegada”; en Adviento, como Iglesia, nos preparamos espiritualmente a la espera de la Navidad, su Primera Venida, y nuestro estado espiritual entonces, como Iglesia, es como si el Mesías no hubiera venido, aunque sabemos que Jesús sí ha venido y que ha sufrido su Pasión, su Muerte y su Resurrección y que ya se encuentra en la gloria. Por eso, nos colocamos al lado de los profetas, que esperaban al Mesías, y junto con ellos, decimos: “Si rasgaras los cielos y descendieras!”. ¡Oh Mesías, oh Dios de Amor infinito, ven pronto, mira las oscuras sombras y la muerte que acecha este valle de lágrimas que es este nuestro mundo, sin tu Presencia! ¡Si rasgaras los cielos y descendieras, oh Dios de majestad infinita! Al contemplar tu Santa Faz, ¡cómo cambiaría nuestro dolor en gozo, nuestra tristeza en alegría infinita, nuestra angustia en paz, nuestro pesar en dicha inefable! ¡Ven, oh Mesías, Salvador y Redentor, ven a librarnos de la tiranía de nuestra concupiscencia, de la esclavitud de la carne, de las asechanzas del Príncipe de las tinieblas, de las trampas y seducciones del mundo, que con sus engaños, pretenden alejarnos de la Hermosura inexpresable de tu Ser Divino Trinitario! ¡Ven, oh Mesías, apura tu Llegada, Tú que prometiste por los profetas, que nacerías de una Madre Virgen, ven a nosotros, no tardes más, que esta vida es un erial sin tu Presencia! ¡Oh Mesías prometido, ven del cielo, en donde habitas, a alojarte en el cielo terreno, que es el seno de la Virgen Madre en donde habrás de encarnarte, para nacer y donarte al mundo como Pan de Vida eterna! ¡Oh Mesías, Salvador del mundo, rasga el cielo en el que habitas, desciende ya como suave rocío del alma y concédenos la alegría de tu Presencia entre nosotros! ¡Que la Virgen Madre te aloje en su seno purísimo y te dé a luz milagrosamente, como está profetizado, para que Tú ilumines las tinieblas de nuestro mundo y de nuestros corazones con la luz de tu Ser Divino Trinitario, para que, siendo iluminados por Ti, nos infundas tu Vida Divina, y con tu Vida Divina, tu Amor Eterno, porque Tú, oh Mesías, eres Dios y con tu Soplo divino nos infundes tu Vida y tu Amor! En Adviento, como Iglesia, desde las tinieblas de este mundo en el que vivimos, te decimos, con todas las fuerzas de lo que somos, nada más pecado: “¡Rasga los cielos y desciende! ¡Ven, oh Mesías! ¡Ven, Emmanuel, Dios con nosotros! ¡Ven a alojarte en el seno de la Virgen Madre, para nacer en Belén, Casa de Pan, para donarte como Pan Vivo bajado del cielo, para que en Navidad nos alimentemos con la substancia exquisita de este Pan, que es tu Amor, oh Dios, Tres veces Santo! ¡Ven, Señor Jesús, y no tardes más! Amén”.


Adoración en preparación para la Navidad 121214 1

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario

Meditación

Adviento significa “venida”, “llegada”, y en Adviento nos preparamos para la Navidad, colocándonos espiritualmente en la situación de los justos del Antiguo Testamento que, escudriñando las Escrituras, esperaban la Primera Venida del Mesías. Sin embargo, Adviento es también el tiempo litúrgico en el que la Iglesia se prepara espiritualmente para la Segunda Venida en la gloria de Nuestro Señor Jesucristo, es decir, la Parusía. Por eso, nos dirigimos a Nuestro Señor Jesucristo, que ya ha venido por Primera Vez, en la humildad de nuestra carne, naciendo como un Niño en el Portal de Belén, ocultando su gloria, la gloria que le pertenece desde la eternidad por ser Él el Hijo eterno del Padre, y que vendrá ahora en su Segunda Venida, con todo el esplendor de su majestad y gloria, “sobre las nubes del cielo”. Como cristianos, en Adviento, esperamos también esta Segunda Venida, en la que Nuestro Señor vendrá a juzgar al mundo, un mundo que se ha sumergido en las tinieblas más densas que jamás haya conocido la humanidad; un mundo dominado por el materialismo, el ateísmo, el relativismo y el hedonismo; un mundo apartado de Dios, un mundo construido por el hombre sin Dios, por el hombre que ha vuelto las espaldas a su Dios; un mundo en el que el hombre se ha colocado en el puesto de Dios y se adora a sí mismo, en lugar de adorar a Dios, y por eso es un mundo hecho a la medida del hombre, con leyes del hombre, para el hombre, por el hombre, pero que al no tener a Dios en su fundamento, se vuelven en su contra. Un mundo así no puede subsistir, porque sin Dios, el mundo no tiene paz ni amor, y esa es la razón por la cual, cuando el hombre cree que su mundo sin Dios es perfecto, es el momento en el que sucumbe en el caos, en la violencia, en el odio, en la guerra, en la muerte, en las matanzas despiadadas, en el aborto, en la eutanasia, en el suicidio, en los genocidios. Pero además, se levanta la siniestra sombra del Ángel caído, que aprovechando la ausencia de Dios en el mundo sin Dios construido por el hombre ateo, se posesiona de las almas para conducirlas al abismo de la eterna perdición. Al caos, la muerte y la confusión del mundo ateo, se le suma el horror de la presencia de las fuerzas del infierno, que se desencadenan sobre la humanidad con furia demoníaca, haciendo fácil presa de ella, arrebatando almas para conducirlas al infierno en un número nunca antes visto en la historia de la humanidad. Por eso, porque nuestro mundo se hunde en la más negra oscuridad y porque la humanidad sin Dios se encuentra dominada por el Dragón, la Serpiente Antigua, que por medio de la falsa religiosidad de la Nueva Era arrastra las almas al lago de fuego, clamamos por la Venida en la gloria del Señor Jesús, y le decimos: “¡Ven, Señor Jesús, ven a librarnos del mal! ¡Ven, poderoso Vencedor victorioso, que en el madero ensangrentado de la cruz venciste para siempre a las puertas del Infierno! ¡Ven, oh Jesús, Rey Victorioso! ¡Ven, Rey de cielos y tierra, Tú, Cordero de Dios, que con tu Sangre quitas los pecados del alma, infundes la filiación divina y soplas el Amor de Dios en los corazones! ¡Ven, oh Jesucristo, Dios Santo, Tres Veces Santo! ¡Ven a nuestras almas, ven a nuestras vidas, ven a nuestro mundo, ven con tu cruz victoriosa! ¡Ven, y no tardes más! ¡Tú eres el Rey de la gloria, que venciste al Dragón soberbio, a la Serpiente orgullosa, a la Bestia del abismo, con tu Santo Sacrificio de la cruz! ¡Ven, en las nubes del cielo, muestra tu gloria al mundo! ¡Acalla para siempre a los sectarios, a los siniestros miembros de perversas sectas que profanan tu Nombre y el de tu Madre! ¡Ven, oh glorioso Rey nuestro, Cristo Dios, Vencedor de las huestes infernales, y que la gloria de tu Nombre, Tres veces Santo, resplandezca por los siglos sin fin! ¡Ven, y que ante la gloria de tu majestad, se doblen las rodillas en el cielo, en la tierra y en el abismo! ¡Ven, y cura la ceguera del hombre sin Dios! ¡Ven, Dios del Amor, e infunde tu Amor en el corazón del hombre, vacío de Dios y de Amor! ¡Ven, Señor Jesús, en el esplendor de tu gloria y de tu majestad, ven y no tardes más! Amén”.  


Adoración en preparación para la Navidad 121214 2 

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario

Meditación

Adviento significa “venida”, “llegada”, y es por eso que en Adviento nos preparamos para la Navidad, colocándonos en un clima espiritual similar al de los justos del Antiguo Testamento, que esperaban la Primera Venida del Mesías; pero el Adviento es también la espera de la Segunda Venida en la gloria, y es por eso que esperamos al Mesías, Nuestro Señor Jesucristo, que habrá de venir en las nubes del cielo, como lo ha prometido, al final de los tiempos, para poner fin a la maldad del hombre y del Ángel caído, para juzgar a los hombres y para establecer su Reino de paz, de justicia y de amor. Sin embargo, hay todavía un tercer Adviento, y es el de nuestra vida: toda nuestra vida es un “Adviento” continuo, que comienza desde el instante mismo en el que nos bautizamos, porque por el bautismo recibimos la gracia santificante, la cual nos hace participar en la vida divina trinitaria y el culmen de esta participación en la vida divina se da con la Presencia de Jesucristo en el alma. Por lo tanto, el Adviento, es espera ansiosa de la Llegada a nuestras vidas de Aquél que es el Autor de la gracia, Cristo Dios, a nuestras almas, para que nuestras almas y nuestros corazones sean colmados con el Amor infinito que brota de su Sagrado Corazón traspasado. Toda nuestra vida es, entonces, un “Adviento” continuo, una tensión continua en la espera ansiosa por la Llegada del Señor a nuestras almas; una Llegada que será “de improviso”, porque “nadie sabe ni el día ni la hora” en que llegará el Hijo del hombre; una Llegada que será “como el rayo que surca el cielo de oriente a occidente; una Llegada que será imprevista como “el ladrón” que asalta la casa; una Llegada que será inesperada como el “amo que llega luego de la fiesta de bodas”, y al cual el siervo ha de esperarlo “vigilante, con la túnica ceñida, la lámpara encendida”, para servirlo cuando llegue. Toda nuestra vida es un Adviento continuo, porque toda nuestra vida estamos esperando la Llegada, la Venida de Nuestro Señor Jesucristo a nuestras almas, a nuestros corazones; toda nuestra vida es una tensión continua, a la espera dichosa del Encuentro cara a cara con el Amor de los amores, Cristo Jesús. Por eso, le decimos, desde lo más profundo de nuestros corazones, con toda la fuerza del alma y con todo el amor del que somos capaces: “¡Ven, oh Jesús, Amor de los amores! ¡Ven, oh Dios Encarnado! ¡Ven, Amor Divino humanado en Cristo Jesús! ¡Ven, Amor infinito encarnado en el seno virgen de María Santísima y donado al mundo como Pan de Vida eterna! ¡Ven a nuestras almas, no tardes más! ¡Ven, oh Mesías, Redentor nuestro! ¡Ven, que la noche se hace más y más oscura y las sombras vivientes se acercan y nos acechan! ¡Ven, no tardes más, y derrama la Sangre de tu Costado traspasado y con esa Sangre infúndenos tu Amor, el Espíritu Santo! ¡Ven, oh Dios del Amor, Jesús de Nazareth, apiádate de nuestra miseria! ¡Mira que sin Ti, somos nada más pecado! ¡Ven, Jesús, Hombre-Dios, Amor de Dios, derrama el Amor de tu Sagrado Corazón en nuestras almas, ven a nuestro encuentro, ilumina la oscuridad de nuestros días sin Ti, enciende nuestras almas en el Fuego de tu Amor, no esperes más y ven, ten misericordia de nosotros, perdona nuestros pecados, infúndenos tu Espíritu de Amor y condúcenos al Padre, en el Reino de los cielos; enjuga nuestras lágrimas, calma el dolor, serena la angustia de vivir sin tu Amor, alivia la tensión de la espera de tu Llegada, ven a nuestras almas, hazte Presente en nuestras vidas, no te hagas esperar más, que toda la humanidad conozca tu infinita Misericordia, para que poniendo toda su esperanza en ella, sea conducida por Ti, en el Amor, al seno del Padre, para vivir en la Bienaventuranza, por los siglos sin fin. Ven a nuestras almas y haz que finalice la espera de tu Llegada, haz que finalice el Adviento de nuestra vida, con tu Venida, oh Jesús, Dios Amor, te lo pedimos por tu Madre Amantísima, la Virgen María, Nuestra Madre. Amén.

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario

Meditación

        Si Adviento es “venida” y “llegada” del Redentor, ese Adviento se cumple en la Santa Misa, porque allí llega, por la Transubstanciación, el Redentor, al altar eucarístico, porque por las palabras pronunciadas por el sacerdote ministerial, las substancias del pan y del vino se convierten en la substancia del Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. Si Adviento es “venida” y “llegada” del Salvador, Cristo Jesús, la Santa Misa es la culminación del Adviento, porque por la consagración de las ofrendas del pan y del vino, llega al seno de la Iglesia, el altar eucarístico, el Salvador, Cristo Jesús, con el poder salvífico de la cruz. Por la consagración y la transubstanciación, se hace presente el Santo Sacrificio de la cruz, el mismo y único que se llevó a cabo hace dos mil años en Palestina, en el Monte Calvario; el mismo y único que permanece en los cielos, resplandeciente y glorioso por la eternidad; el mismo y único que, con su poder salvífico, se hace presente en el altar eucarístico, de modo incruento y sacramental, para que los hombres de todos los tiempos tengan acceso a la salvación conseguida por el Hombre-Dios. Si Adviento es “venida” y “llegada”, esa Venida y Llegada se cumplen cabalmente en la Eucaristía, porque en cada Misa, Jesús baja desde el cielo hasta el altar eucarístico, con su sacrificio en cruz, para hacer en el altar eucarístico lo mismo que hace en el Monte Calvario: así como entregó su Cuerpo y derramó su Sangre en la cruz, en el Monte Calvario, así en el Altar Eucarístico entrega su Cuerpo en la Eucaristía y derrama su Sangre en el cáliz, y de esa manera, se hace Presente en Persona, con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad, por la comunión eucarística, al corazón del que lo recibe con fe y con amor. Es por eso que, en la Santa Misa, decimos: “¡Ven, Señor Jesús, ven desde el cielo hasta el altar de la Eucaristía! ¡Ven, envía desde el cielo el Fuego Santo que abrase las ofrendas del altar y las convierta en tu Cuerpo, tu Sangre, tu Alma y tu Divinidad! ¡Ven, oh Dios de majestad infinita, y envía desde el cielo al Espíritu Santo, y haz que el Espíritu de Amor, con su fuego santo, incendie las ofrendas sin vida del pan y del vino y las convierta en Ti mismo, oh Jesús, Cordero de Dios, para que luego nosotros podamos alimentarnos de tu Carne, la Carne del Cordero, asada en el Fuego del Amor Divino, embebida en el Amor de Dios, y así seamos encendidos en el Fuego de tu Amor! ¡Ven, oh Jesús, Verdadero Maná, Maná del cielo, Pan Vivo bajado del cielo, que contiene en sí todo deleite, toda hermosura, toda belleza, porque contiene todo el Amor de Dios, tu Sagrado Corazón Eucarístico! ¡Ven, oh Jesús, Pan celestial, Pan Eucarístico, sacia el hambre nuestra que tenemos del Maná del cielo!

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario

Meditación

Adviento es “venida” y “llegada” del Redentor a la vida y existencia de la Iglesia y de cada cristiano. Para preparar su Venida al alma, es necesario “allanar los caminos y enderezar las sendas”: debido que Aquel que viene es el Amor en Persona, quien lo recibe, debe recibirlo con amor, por lo tanto, debe allanar el camino, es decir, debe preparar su corazón para que, cuando el Mesías llegue, encuentre amor en su corazón. ¿Cómo es el corazón del hombre? El corazón del hombre, sin Dios, sin el Mesías, es como la gruta de Belén, antes del Nacimiento de Jesús. El Redentor nació en una gruta, en Belén, en una cueva que se utilizaba como refugio para animales. La gruta de Belén antes del Nacimiento es un símbolo del corazón humano: el corazón del hombre es como la gruta de Belén: en esta gruta se refugiaban los animales, el buey y el asno, bestias irracionales, figuras de las pasiones del hombre que escapan al control de la razón; la gruta era oscura y fría, símbolo de la oscuridad y frialdad del corazón humano, caído a causa del pecado original y por lo tanto sin Amor de Dios en él; al ser refugio de animales, estaba contaminada con las deposiciones de los mismos, producto de sus funciones fisiológicas, símbolos de las idolatrías y las supersticiones de todo tipo, que contaminan al corazón humano; pero también, la misma gruta de Belén, así como fue limpiada por la Virgen y fue iluminada por una fogata por San José, antes del alumbramiento, así también, el corazón humano, es limpiado por acción de la gracia santificante, por el Sacramento de la Penitencia y por el ejercicio de la castidad, que de esta manera, preparan el alumbramiento del Redentor, la Llegada del Niño de Belén, Nuestro Señor Jesucristo, por la Comunión Eucarística, quien al llegar al alma, ilumina al alma con la luz de su gloria, convirtiendo al alma en un Nuevo Pesebre de Belén. Como ejercicio que prepara para el amor, para recibir al Niño Dios, que es el Amor Encarnado, el alma, en Adviento, obra la misericordia en todas las formas que le sea posible, principalmente, con su prójimo más necesitado. De esta manera, dando de comer al hambriento, de beber al sediento, vistiendo al desnudo, socorriendo al enfermo, consolando al triste, visitando al preso, en cada obra de misericordia, el cristiano dirá, sin decirlo con los labios, pero sí con las obras, desde lo más profundo de su corazón, anhelando que sea realidad, lo antes posible, para que esta vida terrena pase pronto y llegue la vida eterna: “¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 21, 22).



Adoración en preparación para la Navidad 3

         Meditación final

         Jesús, Dios del sagrario, Dios de la Eucaristía, debemos ya retirarnos; dejamos nuestros corazones en manos de Nuestra Madre del cielo, Nuestra Señora de la Eucaristía, para que Ella los estreche fuertemente contra su Inmaculado Corazón, ese Corazón que está inhabitado por el Amor de Dios, pero que también está circundado de espinas, que son nuestros pecados. Que Ella nos haga sentir, por un lado, el Amor de Dios, para que, a cada instante, en todo momento de nuestras vidas cotidianas, elevemos nuestros pensamientos y nuestro amor, en cualquier lugar en donde nos encontremos, para decirte que te amamos; por otro lado, que Ella nos estreche a su Corazón Inmaculado, para que nos haga sentir también la amargura y el dolor que Ella misma experimenta por las ofensas que recibes en el Santísimo Sacramento del Altar. Particularmente, queremos reparar por quienes, en esta Navidad, celebrarán una Navidad pagana; queremos reparar por quienes vivirán una Navidad de un modo mundano; queremos reparar por aquellos para quienes la Navidad será nada más que una ocasión para celebrar, por el misterio litúrgico de la Santa Misa, la llegada del Redentor, una ocasión para reunirse y festejar mundanamente. Por eso, Jesús, le pedimos a la Virgen que Ella estreche nuestros corazones a su Corazón Inmaculado, para que les haga sentir el dolor de las ofensas de los cristianos que así ultrajan esta fiesta navideña -porque la verdadera fiesta de Navidad es la Santa Misa de Nochebuena-, para que en cada actividad nuestra que hagamos, te amemos y te adoremos y así reparemos por quienes no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman, y esto hagamos por el tiempo que nos queda por vivir en esta vida terrena, para que continuemos amándote y adorándote, pero ya cara a cara, oh Cordero Santo de Dios, por toda la eternidad, en el Reino de los cielos, por los siglos sin fin. Amén.



Adoración en preparación para la Navidad 4

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Canto final: “Los cielos, la tierra y la Trinidad”.