Inicio: Ingresamos en el Oratorio. Nos
disponemos a iniciar la adoración eucarística, y para ello hacemos silencio,
tanto exterior como interiormente. Dios, dice el Santo Padre Benedicto XVI,
“habla en el silencio”, y es para poder escuchar su dulce voz desde la Eucaristía,
que silenciamos la palabra exterior, al tiempo que buscamos de evitar todo
pensamiento que nos aleje de la Presencia de Jesús Eucaristía. Venimos a adorar
a Jesús en este tiempo pascual, tiempo caracterizado por la alegría, no la
alegría del mundo, vana y superficial, sino la Alegría de Cristo resucitado,
que es la Alegría misma de Dios, que es “Alegría infinita”, como dicen los
santos. Le pedimos a la Madre de la Alegría infinita, María Santísima, que nos
asista en esta adoración, para que participemos de la alegría de su Hijo
resucitado. Acudimos también a la ayuda de nuestros ángeles custodios, y a la
de todos los ángeles y santos del cielo, cuyo nombre es “felices”, es decir,
“bienaventurados”, porque poseen la visión beatífica de la Santísima Trinidad y
del Cordero de Dios, para que el recuerdo de su alegría, a la que estamos
llamados, nos alivie las penurias de este “valle de lágrimas”.
Oración inicial:
“Dios mío, yo creo, espero, Te adoro y Te
amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran, ni Te aman”
(tres veces).
Meditación
Sagrado
Corazón Eucarístico de Jesús, venimos a adorarte a Ti, que estás Presente en la
Eucaristía, resucitado, vivo, glorioso, lleno de la luz y del Amor divino, tal
como estuviste en el Santo Sepulcro, el Día glorioso de la Resurrección, el Día
de Pascua, el Día que la luz de tu Ser trinitario iluminó los cielos, la tierra
y los infiernos, con el esplendor de la gloria divina.
Oh
Sagrado Corazón, que lates de Amor en la Eucaristía y palpitas refulgente de
gloria en el sagrario como en el sepulcro el Día de la Resurrección, te rogamos
que infundas junto al Padre, al Espíritu Santo en nuestras almas, para que nos alegremos
por tu Muerte y Resurrección que nos abrieron las puertas de la salvación.
Oh
Sagrado Corazón de Jesús, cuyos latidos cesaron con tu muerte el Viernes Santo,
para reanudarse y ya no finalizar nunca el Domingo de Resurrección, haz que
nuestros corazones fundan sus latidos con los tuyos; así nos uniremos a tu Amor
y dolor redentores; así nuestra vida se consumirá en el Amor a Dios y a los
hermanos.
Oh
Sagrado Corazón de Jesús, que el Viernes Santo en la Cruz fuiste oprimido por
nuestros pecados, por nuestras maldades; oh Sagrado Corazón de Jesús, que el
Sábado Santo reposaste en el sepulcro en espera de la Resurrección; oh Sagrado
Corazón de Jesús, que resucitaste el Domingo de Pascuas para ya no morir más,
concédenos la gracia de alegrarnos en tu asombroso misterio pascual, para que
Tú seas nuestra única alegría y nuestra única razón de ser y existir.
Oh
Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, a quien los hombres hicimos cesar los
latidos en la Cruz, pero a quien Dios le insufló su gloria divina en el Santo
Sepulcro, concédenos la gracia de no sucumbir nunca ante la muerte del alma, el
pecado, para vivir la vida de la gracia, anticipo de la vida gloriosa en los
cielos que Tú nos granjeaste con tu Misterio Pascual.
Oh
Sagrado Corazón de Jesús, que el Domingo de Resurrección alegraste a los
ángeles y a los santos del cielo al volver a vivir, Tú que tienes “las llaves
de la vida y de la muerte”, haz que transitemos este camino oscuro que es la
vida terrena, con tu misma alegría, la Alegría infinita de tu ser divino; haz
que la alegría de tu Resurrección nos acompañe en todo momento, especialmente
en la tribulación, para que la esperanza de contemplarte cara a cara en los
cielos sea la única meta de nuestro existir.
Preces
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, Te
adoro y Te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran,
ni Te aman” (tres veces).