miércoles, 29 de octubre de 2014

Hora Santa y rezo del Santo Rosario pidiendo por las intenciones del Santo Padre Francisco manifestadas en el Encuentro Mundial de Movimientos Populares



         Inicio: el Santo Padre Francisco pidió, para los pobres y excluidos del mundo, “Tierra, trabajo y vivienda”[1]. En esta Hora Santa y en el Santo Rosario, pediremos para que las intenciones del Santo Padre se hagan realidad, según la Voluntad de Dios.

         Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar”.

         Oración inicial: dirigimos a Jesús en la Eucaristía, la oración que el Ángel de la Paz enseñara a los Pastorcitos en Fátima:

“Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran, ni Te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir):

         Meditación

         El Santo Padre Francisco ha pedido por los pobres y excluidos de la tierra, los cuales, en nuestros días, son cada vez más, debido a que los sistemas que gobiernan el mundo, el capitalista y el comunista, no tienen en cuenta a la persona humana y a su dignidad, y es así como el mundo de hoy, paradójicamente, mientras crea la mayor cantidad de riquezas jamás conocida en la historia de la humanidad, al mismo tiempo, genera la más enorme masa de pobres que alguna vez haya existido en la tierra. La presencia de estos pobres es una oportunidad propicia para evangelizar y para comunicar el Amor de Dios, puesto que los pobres son los predilectos de Dios y como sostiene el Papa Francisco, “el amor por los pobres está en el centro del Evangelio”. Nuestro Señor Jesucristo, siendo Él mismo Dios omnipotente, cuyo Ser trinitario resplandece en la eternidad con majestuosidad infinita, eligió sin embargo, la pobreza material como estilo de vida, al encarnarse para cumplir en la tierra su misterio pascual de redención de la humanidad. Siendo Dios infinitamente rico, por la riqueza inagotable de su Ser trinitario, Nuestro Señor Jesucristo prefirió, sin embargo, nacer en un pobre portal de Belén, en una gruta utilizada como refugio de animales; eligió un pueblo pobre y olvidado, como pueblo natal; eligió una familia pobre, de escasos recursos materiales; vivió pobremente y murió también en la extrema pobreza, porque al morir, ninguno de los bienes materiales que poseía –los tres clavos de hierro que atravesaban sus manos y sus pies; el letrero que anunciaba: “Jesús Nazareno, Rey de los judíos”; el mismo leño de la cruz; el paño con el que se cubría-, nada era de su propiedad, sino de su Padre Dios, que se los había provisto para que cumpliera el sacrificio de la cruz, con el que habría de salvar a la humanidad, y también se los había provisto su Madre, la Virgen, porque Ella era la dueña del lienzo con el cual se cubrió su Humanidad Santísima. Los pobres entonces, están en el centro del Evangelio, pero no por ellos mismos, ni por la pobreza en sí misma, sino porque el Hombre-Dios Jesucristo eligió ser pobre y eligió la pobreza, es decir, el desprendimiento de los bienes materiales, como el requisito necesario y previo para preparar el corazón para adherirlo a los verdaderos bienes, los bienes celestiales, el primero de todos, la gracia santificante. Por este motivo es que Jesús proclama bienaventurados a los pobres: “Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el Reino de los cielos”: son los pobres materiales, pero ante todo los pobres de espíritu, pero para saber de qué pobreza se trata, hay que contemplar a Cristo Pobre crucificado, para que nos enseñe a amar y vivir la Pobreza de la Cruz, que consiste en el desprendimiento de los bienes materiales, para preparar el corazón para adherirnos a los bienes eternos, la gracia de Dios, que nos concede la Vida divina. Pedimos entonces que la Pobreza de la Cruz desapegue nuestros corazones de los bienes materiales, para que los adhiera a los únicos bienes que hay que desear, los bienes espirituales contenidos en el Reino de los cielos.

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

         El Santo Padre Francisco ha expresado el deseo de que los pobres posean una parcela propia de tierra, lo cual es justo, pues Dios ha creado la Tierra para que todos los hombres la poseamos como hermanos y la utilicemos según los principios del Bien Común, lo cual excluye la avaricia y el usufructo egoísta de la tierra y de sus frutos. En nuestros días, la avaricia, la codicia, el egoísmo desenfrenado, frutos de un corazón endurecido por el pecado original, han provocado enormes injusticias en la distribución de la tierra que Dios Padre ha creado para los hombres, que son todos hermanos entre sí, porque han sido todos creados por el mismo Creador. En este siglo XXI, unos pocos hombres, de modo egoísta, poseen enormes fortunas y extensiones incalculables de tierra, que producen, a cada instante, fortunas millonarias, que van a engrosar sus cuentas bancarias, y esto se da tanto en los países occidentales, como en los países comunistas, puesto que en estos últimos, la clase dirigente oprime y esclaviza al resto del pueblo, escondiéndose bajo la falaz propaganda de la igualdad de la clase proletaria. En los países en donde predomina la ideología comunista, la injusticia social es aún peor que en los demás países, puesto que no existe posibilidad alguna de reclamo y además, la voz de la Iglesia, que se alza, como la voz del Papa Francisco, en defensa de los pobres sin tierra, se encuentra acallada. En los cielos nuevos y en la tierra nueva, que serán establecidos con la Segunda Venida en la gloria de Nuestro Señor Jesucristo, todas estas injusticias, que claman al cielo, desaparecerán para siempre; mientras tanto, los reclamos de la posesión de la tierra, que es justa, no deben hacer perder de vista que esta vida es, como dice Santa Teresa de Ávila, “una mala noche en una mala posada”, y que por lo tanto, no debemos apegarnos a esta vida y a esta tierra, sino que debemos poner nuestro corazón en la Jerusalén celestial.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

El Santo Padre, citando la Doctrina Social de la Iglesia, pidió que no haya “Ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ninguna persona sin la dignidad que da el trabajo”. El trabajo dignifica al hombre, puesto que con él, el hombre imita a su Creador, que también “trabajó” durante siete días, para obrar la magnífica obra de la Creación; con el trabajo, el hombre cumple el mandato divino dado a los Primeros Padres luego de la Caída Original: “ganarás el pan con el sudor de tu frente” (Gn 3, 19); pero sobre todo, con el trabajo, el hombre se santifica, ofreciéndolo como un sacrificio, y haciéndolo con la mayor perfección posible, al imitar al Hombre-Dios Jesucristo, que siendo Dios Hijo, se encarnó, se hizo Hombre perfecto y en su vida terrena, trabajó como carpintero antes de su predicación pública, santificando de esta manera el trabajo humano y convirtiendo a todo el trabajo humano en fuente de santificación. El trabajo, además, es algo muy importante para el hombre, porque como dice el Papa Francisco, “no hay peor pobreza material que la que no permite ganarse el pan y priva de la dignidad del trabajo”, pero sobre esta consideración, de que el trabajo permite llevar el pan al hogar, dignificando al hombre, se encuentra el hecho de que el trabajo permite esta relación con Dios, por cuanto permite imitarlo y le permite, a través del trabajo, santificarse por medio de él, convirtiéndose, cuando se hace a imitación de Cristo Obrero, en una puerta abierta al cielo, en un camino que conduce al Reino de Dios, en la vida eterna. Que la Sagrada Familia de Nazareth, cuyos integrantes, todos ellos -la Santísima Virgen María, la Madre de Dios, Jesús de Nazareth, el Hijo de Dios, y San José, el esposo casto y puro y padre adoptivo de Jesús-, que tuvieron que trabajar duramente durante toda la vida terrena para ganarse el pan de cada día, interceda para que todos los hombres, de todo el mundo, sin importar su raza, su credo, su condición social, obtengan un trabajo digno, que les permita no solo ganarse el pan de cada día que les permita no solo ser cada vez más dignos sino, ante todo, que obtengan un trabajo mediante el cual puedan imitar a su Creador, que trabajó siete días en la Creación y que les mandó trabajar para ganar el pan con el sudor de la frente y, sobre todo, que obtengan un trabajo con el cual puedan santificarse, imitando a Cristo, Divino Obrero, que siendo el Hombre-Dios, trabajó primero como carpintero y luego como Sacerdote del Dios Altísimo para redimir a la humanidad. Que todos los hombres vean, en el trabajo, en la imitación de Cristo, Divino Obrero, el camino que lleva al cielo. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

El Santo Padre Francisco, invocando la Doctrina Social de la Iglesia, y haciendo hincapié en la dignidad intrínseca de la persona humana, ha pedido que todos los hombres tengan acceso a una vivienda digna, de manera tal que cada familia pueda contar con una casa propia. Este deseo del Santo Padre Francisco es, además de legítimo, una muestra de su bondad y de su preocupación por los más desposeídos, y constituye un llamado a la humanidad, principalmente, a los más poderosos, a aquellos que cuentan con los medios y los recursos políticos, financieros, económicos, sociales, culturales, necesarios para llevar a cabo este proyecto, un proyecto que no es imposible de alcanzar, habida cuenta del nivel de progreso que han logrado las ciencias, la tecnología, la informática, la arquitectura, la urbanística, y todas las disciplinas relacionadas con lo que se necesita para hacer realidad el sueño del Santo Padre Francisco: que cada familia de la tierra posea una casa propia. A este deseo legítimo del Santo Padre Francisco, le agregamos otro, y es el de que todas las familias de la tierra, deseen habitar en la Morada Santa, en la Casa del Padre, en donde hay lugar para todos, adonde Jesús nos consiguió un lugar para cada uno, al precio de su Sangre derramada en la cruz, según sus mismas palabras: “En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros” (Jn 14, 1-12).

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

En nuestros días, se producen más alimentos que en cualquier otra época de la humanidad. Esto se debe al avance de la ciencia, de la tecnología, de la informática y de la robótica, que han permitido sembrar, cosechar, almacenar y producir enormes cantidades de alimentos, suficientes para alimentar durante decenas de años a varias veces la población mundial actual. Sin embargo, la avaricia, la codicia, el egoísmo del hombre, contaminado por el pecado original, lo ha llevado a acumular esos alimentos, permitiendo que millones de hermanos suyos mueran literalmente de hambre, sin preocupare en lo más mínimo por el sufrimiento que su egoísmo le causa. No en vano Jesús nos advierte en el Evangelio, acerca de la vanidad que significa acumular bienes y alimentos en esta vida, ya que de nada sirve hacerlo, puesto que Él puede llamarnos de un momento a otro, tal como sucede en la parábola del hombre que acumula granos en silos y se da al descanso, pensando que va a disfrutar largamente de ellos, sin saber que esa misma noche será llamado ante la Presencia de Dios, a rendir cuentas en el Juicio Particular (cfr. Lc 12, 20), y que el alimento guardado de más, será tenido como argumento en contra de su salvación, porque era el alimento que le pertenecía a sus hermanos más necesitados. Es por este motivo que, pensando en los más desposeídos de la tierra, e invocando al Evangelio, el Santo Padre Francisco eleva, como un clamor, un pedido de justicia, solicitando a los que más tienen, que compartan su pan con los más hambrientos. Pero también recordamos que Nuestro Señor Jesucristo dijo en el Evangelio: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4, 4) y la Palabra eternamente pronunciada por el Padre es Jesucristo y Jesucristo es la Palabra encarnada en el seno de María Virgen que, por el misterio de la liturgia eucarística, es la Palabra que continúa y prolonga su Encarnación en la Eucaristía, de manera tal quien se alimenta del Pan Eucarístico, se alimenta de la Palabra salida de la boca de Dios, la Palabra eternamente pronunciada, Dios Eterno, la Sabiduría del Padre. La Eucaristía es el Pan de Vida eterna que alimenta al alma y sacia la verdadera y definitiva hambre, el hambre espiritual, el hambre y la sed de Dios, que experimenta toda alma, y que no puede ser saciada con los alimentos materiales, sino solamente con el Pan Vivo bajado del cielo, el Pan del Altar, la Eucaristía. Pedimos entonces, junto con el Papa Francisco, a los poderosos del mundo, por el pan material, para todos nuestros hermanos, que sufren el hambre corporal, pero pedimos también por todos aquellos que no conocen a Jesús en la Eucaristía, y que por lo tanto, sufren hambre y sed espiritual, al no conocer y amar al Dios verdadero, porque no se alimentan con el Maná bajado del cielo, y desfallecen de hambre y sed espiritual, aunque no lo sepan. Pedimos en esta Hora Santa por los que sufren hambre, pero el hambre verdadera, que es el hambre de Dios, que se satisface no con el pan material, sino con el Pan de Vida eterna, la Eucaristía. Suplicamos en esta Hora Santa a Nuestra Señora de la Eucaristía para que estos hermanos nuestros reciban la gracia de poder conocer a Jesús en la Eucaristía, el Pan Vivo bajado del cielo y de poder alimentarse de este Pan Vivo, que alimenta con la Vida eterna del Dios Verdadero. Amén.

Meditación final

Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, debemos ya retirarnos, para continuar con nuestras tareas cotidianas. Dejamos nuestros fríos corazones en las manos de Nuestra Señora de la Eucaristía, para que Ella los estreche contra su Inmaculado Corazón y les comunique de su ardiente amor por la Eucaristía, de manera tal que nuestro amor por el Santísimo Sacramento del Altar aumente minuto a minuto, segundo a segundo, y así te tengamos presente en nuestras mentes y en nuestros corazones, todos los días de los días que nos quedan por vivir en esta vida terrena, para luego contemplarte cara a cara y amarte por la eternidad, por los siglos sin fin. Amén.

         Oración final: dirigimos a Jesús en la Eucaristía, la oración que el Ángel de la Paz enseñara a los Pastorcitos en Fátima:

“Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran, ni Te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iria”.





 1 http://www.aleteia.org/es/internacional/articulo/papa-francisco-amor-a-los-pobres-es-evangelio-no-comunismo-5344010482745344?page=2; reunión llevada a cabo en la Ciudad del Vaticano, el 28 de Octubre de 2014; reunión llevada a cabo en la Ciudad del Vaticano, el 28 de Octubre de 2014; reunión llevada a cabo en la Ciudad del Vaticano, el 28 de Octubre de 2014.

miércoles, 22 de octubre de 2014

Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado en reparación por los pecados propios y de la humanidad


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado a Jesús Eucaristía en reparación y desagravio por los pecados propios y de la humanidad.

         Canto inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, Te adoro y Te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran, ni Te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (misterios a elegir).

Meditación

         Jesús, pedimos perdón y reparamos por los pecados de violencia cometidos por los hombres; son todos los pecados que convierten a los hombres en cainitas, en nuevos caínes, que encuentran placer y gozo en asesinar a sus hermanos, quebrantando la ley del amor que Tú pusiste en la naturaleza humana y en el  corazón humano. Este pecado de violencia, en nuestros días, se manifiesta de múltiples formas, algunas, disfrazadas de falsa compasión, como la eutanasia; otras, disfrazadas de falsos derechos de la mujer, como el aborto; otras, disfrazadas como guerras pretendidamente necesarias para mantener un orden mundial, como las guerras por el petróleo, o la violencia simplemente criminal, en la que se asesina para obtener dinero, como en el narcotráfico; en todos los casos, la violencia es inhumana, anti-cristiana, diabólica, cruel, y se caracteriza por arrasar cientos de miles de vidas inocentes, día a día, ofreciendo al altar del demonio de la guerra, Moloch, la ofrenda sacrílega y blasfema de la sangre de tus hijos derramada injustamente, hijos adoptivos tuyos que fueron creados para vivir y que, por instigación diabólica y por perversión del corazón humano enceguecido por el pecado, ven truncadas sus vidas de un modo siniestro y absurdo y no querido por Ti, porque Tú no quieres la muerte del hombre, sino que viva para glorificarte, en el tiempo y en la eternidad. Jesús, Te pedimos perdón por los cainitas, por los hombres que levantan sus manos para descargar golpes mortales contra sus hermanos, ya sea en los vientres maternos de sus madres, como sucede en el aborto, o en el lecho de enfermos, como en la eutanasia, o en los campos y ciudades, como sucede en las guerras por el petróleo y el dinero y por tantos otros motivos; Te pedimos perdón, oh Jesús, Dios de la paz y del Amor divinos, y Te suplicamos que no les tengas en cuenta estos horribles crímenes de violencia, que derraman la sangre de los hermanos, repitiendo el crimen de Caín contra Abel, y para reparar, Te ofrecemos a Ti mismo en la cruz, en la Santa Misa y en la Eucaristía, y al Inmaculado Corazón de María, con todos los actos de Amor hacia Ti en él contenidos. Amén.




         Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación

Jesús, pedimos perdón y reparamos por los pecados de ateísmo, que son contrarios a la razón humana, porque el testimonio de la existencia de Dios lo da el mismo Universo, puesto que nada puede existir sin que Tú, oh Dios de toda majestad, Sabiduría y Bondad, no hagas venir a la existencia. Quien niega tu existencia, comete el acto más irracional que pueda hacerse, porque nada tiene razón de ser, sino es por participación al Acto de Ser divino, que por darle participación en su Acto de Ser, le permite existir. El ateísmo, que pretende ser una emancipación de la razón iluminada y adulta es, en realidad, el fruto de una razón entenebrecida y disminuida en su capacidad propia de razonar, puesto que la demostración de la existencia de Dios es una de las tareas más sublimes y uno de los ejercicios mentales más poderosos de los que es capaz de realizar la razón humana. Por otra parte, quien niega la existencia de Dios, niega el culto debido a Dios, pero inmediatamente, se postra ante el ídolo dinero, dando culto al dios dinero, como el Pueblo Elegido, que se postró ante el becerro de oro, porque el hombre ha sido creado para adorar al Dios verdadero y si no adora al Dios verdadero, debe necesariamente canalizar su instinto religioso hacia alguna deidad, necesariamente falsa, y la deidad falsa más fuerte que se presenta en este mundo, al ser desplazado el Dios verdadero, es el dinero; por el dinero, el hombre se vuelve capaz de los peores crímenes, se vuelve capaz de los crímenes más aborrecibles, por eso Jesús nos advierte en el Evangelio: “No se puede servir a Dios y al dinero” (Lc 16, 13), porque quien se postra idolátricamente ante el dinero, pierde toda dignidad y toda noción de bien, siendo capaz de llegar al deicidio, como Judas Iscariote, que por treinta monedas de plata, entregó al Hombre-Dios a sus enemigos. Te pedimos perdón y reparamos, oh Jesús, Dios de la paz y del Amor divinos, y Te suplicamos que no les tengas en cuenta estos horribles crímenes de idolatría hacia el dinero, idolatría que clama al cielo la venganza de la Justicia Divina y para reparar, Te ofrecemos a Ti mismo en la cruz, en la Santa Misa y en la Eucaristía, y al Inmaculado Corazón de María, con todos los actos de Amor hacia Ti en él contenidos. Amén.




         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación

         Jesús, Te pedimos perdón y reparamos por los pecados de hedonismo, de lujuria, de sensualidad, que no son otra cosa que satanismo encubierto, porque el satanismo lo que persigue es, en definitiva, la exaltación y el desenfreno de las pasiones. En nuestros días se propaga, a través de los medios de comunicación masivos, el hedonismo más desenfrenado, al tiempo que se ensalzan a las pasiones sin control y se difunde la idea de que lo anti-natural es bueno y que lo que estaba prohibido por los Mandamientos de la Ley de Dios, ya no lo está más, porque esas prohibiciones eran para una época de la historia, ya superada por la humanidad del siglo XXI. Sin embargo, lo que estaba prohibido al inicio de los tiempos, sigue prohibido hoy y lo seguirá hasta el Último Día y si Dios lo prohíbe en sus Mandamientos, es porque quiere que evitemos lo que nos hace daño y que seamos felices en esta vida y en la vida eterna. Pero al mismo tiempo, Dios respeta máximamente nuestra libertad, y si alguien no quiere cumplir sus Mandamientos, que procuran la castidad y la pureza del cuerpo y del alma y el amor sobrenatural a Dios y al prójimo, inexorablemente cumple los mandamientos de Satanás, que propician la exaltación y el desenfreno de las pasiones y de la propia voluntad, pues su principio máximo es: “Haz lo que quieras”. Cumplen los mandamientos de Satanás quienes libre, consciente, deliberada y voluntariamente, cometen pecados con los cuales profanan sus cuerpos de las más diversas maneras: con las drogas, el alcohol, la sexualidad desenfrenada y fuera del matrimonio sacramental entre el varón y la mujer, olvidando que “el cuerpo es templo del Espíritu Santo” (1 Cor 6, 19) y que por lo tanto, profanar el cuerpo, es profanar a la Persona Tercera de la Santísima Trinidad, el Santo Espíritu de Dios, que en él inhabita y del que es su Dueño por el bautismo sacramental. Te pedimos perdón y reparamos, oh Jesús, Dios de la paz y del Amor divinos, y Te suplicamos que no les tengas en cuenta estos horribles crímenes de profanación del templo del Espíritu Santo que es el cuerpo del hombre y para reparar, Te ofrecemos a Ti mismo en la cruz, en la Santa Misa y en la Eucaristía, y al Inmaculado Corazón de María, con todos los actos de Amor hacia Ti en él contenidos. Amén.



         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación

         Jesús, te pedimos perdón y reparamos por los pecados de superstición, de magia, de hechicería, de brujería, de satanismo, de angeleología nueva era, de la religión wicca, de gnosticismo, pecados todos propiciados por la secta luciferina de la Nueva Era, New Age o Conspiración de Acuario, que así prepara el camino del Anticristo. Dice San Pablo: “Los dioses de los gentiles son demonios” (cfr. 1 Cor 10, 20), por lo tanto, quien se postra ante estos ídolos neo-paganos, propiciados por la Nueva Era, se postra ante demonios, abandonando al Único Dios verdadero, Jesucristo, según lo dice Él mismo en la Escritura, por boca del profeta Jeremías: “Me abandonaron a Mí, fuente de aguas vivas, para cavarse cisternas, cisternas agrietadas, que no retienen el agua” (2, 13). Los hombres de hoy abandonan a Jesús en la Eucaristía, por estos ídolos vanos, que nada tienen y nada pueden dar al alma, sino desolación, desasosiego, terror, odio, dolor y muerte. En cambio, Jesucristo, el Hombre-Dios, es el Único que puede colmar al alma con dones que solo Dios puede dar: paz, ternura, amor, dulzura, alegría, fortaleza, sabiduría, fortaleza, consejo, ciencia, temor de Dios; solo Jesucristo, Hombre-Dios, puede extra-colmar al alma e inundarla con la Sabiduría, el Amor y la Misericordia de Dios, porque Él es la Sabiduría, el Amor y la Misericordia de Dios encarnados, materializados en una naturaleza humana, que está Presente en Persona, con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad en cada Eucaristía y que se dona todo a sí mismo, sin reservas, en cada comunión eucarística al alma que lo recibe con un corazón contrito y humillado y que no le antepone su egoísmo humano a su Amor divino. Da pena constatar que Jesucristo, el Hombre-Dios, el Amor de Dios y la Misericordia Divina encarnados, no es conocido ni amado por la inmensa mayoría de niños, jóvenes, adultos y ancianos; da pena constatar que una inmensa multitud de niños y jóvenes, conocen y aman más a ídolos futbolísticos, construidos por los medios de comunicación masivas, antes que a Jesucristo, el Hombre-Dios, que dio por ellos su vida, mientras que estos ídolos, nada hicieron y nada harán, nunca, por ellos; da pena constatar que los niños y los jóvenes huyen de Jesucristo, Presente en el Santísimo Sacramento del altar para darles todo el Amor infinito y eterno de Dios, como si fuera un malhechor, mientras que corren a entregarse en cuerpo y alma a quienes les quitarán la vida corporal y encarcelarán sus almas para siempre en el Hades, el Abismo en el que no hay redención, en donde hay “llanto y rechinar de dientes” (cfr. Lc 13, 28), haciendo realidad el “misterio de iniquidad” (cfr. 2 Tes 2, 7) que anida en el corazón humano. Te pedimos perdón y reparamos, oh Jesús, Dios de la paz y del Amor divinos, y Te suplicamos que no les tengas en cuenta estos horribles crímenes de idolatría y para reparar, Te ofrecemos a Ti mismo en la cruz, en la Santa Misa y en la Eucaristía, y al Inmaculado Corazón de María, con todos los actos de Amor hacia Ti en él contenidos. Amén.

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación

        Jesús, pedimos perdón y reparamos, por un pecado especial, que atañe a una parte especial de la humanidad, y es el Nuevo Pueblo Elegido, los bautizados en la Iglesia Católica, y es el pecado del indiferentismo, la negación y el ultraje hacia Tu Presencia en el Santísimo Sacramento del altar. Se trata de un pecado de especial gravedad, porque se trata de un don de especial magnitud. La Eucaristía es el don más preciado que pueda hacer la Santísima Trinidad a los hombres; no hay don más grande que Dios Uno y Trino, en su infinita Sabiduría y en su Amor eterno, puedan hacer a la humanidad, porque en la Eucaristía está contenido todo el Amor Divino, que abrasa al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús y que desea fervientemente comunicarse a todo aquel que quiera recibirlo con un corazón puro, contrito y humillado y santificado por la gracia santificante; la Eucaristía es el Verdadero Maná, el Maná bajado del cielo, que concede la Vida eterna de la Santísima Trinidad al que lo consume con fe y con amor; la Eucaristía es el Pan Vivo bajado del cielo, y el que come de ese Pan, aunque muera en esta vida terrena, no morirá para siempre, porque resucitará para la vida eterna; la Eucaristía es la Carne del Cordero de Dios, asada en el Fuego del Espíritu Santo, y por lo tanto, esta Carne Santa del Cordero Tres veces Santo, está embebida y empapada de la santidad de Dios, y el que come de esta Carne Santa, se vuelve santo con la santidad misma del Dios Tres veces Santo que en ella inhabita; la Eucaristía es el Pan de Vida Eterna, que comunica de la Vida eterna del Hombre-Dios Jesucristo, y el que come de este Pan Sagrado, servido por Dios Padre en el Banquete escatológico de los hijos de Dios, la Santa Misa, posee ya en germen la vida nueva de los hijos de Dios, la vida eterna, en germen, la vida que vivirá en plenitud en el Reino de los cielos, en la gloria, pero que empieza ya a vivir aquí, en forma anticipada, en esta vida terrena. Por este motivo, es penoso constatar que los bautizados, los católicos, desprecian el Banquete ofrecido por Dios Padre, la Santa Misa, por placeres mundanos, dejando abandonado, en el altar eucarístico, a Jesús Eucaristía, Rey de cielos y tierra. Muchos de ellos constatarán, con gran dolor para sus almas, cuán vanos fueron sus deseos mundanos y cuán necios fueron en no acudir al Banquete dominical, a alimentar sus almas con el Pan de Vida eterna. Te pedimos perdón y reparamos, oh Jesús, Dios de la paz y del Amor divinos, y Te suplicamos que no les tengas en cuenta estos pecados de los bautizados, que ultrajan Tu Presencia Eucarística con sus indiferencias y sacrilegios y para reparar, Te ofrecemos a Ti mismo en la cruz, en la Santa Misa y en la Eucaristía, y al Inmaculado Corazón de María, con todos los actos de Amor hacia Ti en él contenidos. Amén.

Meditación final

Jesús, debemos ya retirarnos, para continuar con nuestras tareas cotidianas, pero deseamos continuar adorándote “en espíritu y en verdad” (cfr. Jn 4, 23), día y noche, y para ello, dejamos nuestros corazones en las manos de la Virgen de la Eucaristía, Madre y Maestra de los Adoradores Eucarísticos, para que Ella, estrechándolos contra su Inmaculado Corazón, los instruya en el Amor de Dios, comunicándoles de este mismo Amor y enseñándoles a amarte y a adorarte con todas las fuerzas de nuestro ser, de nuestra mente, de nuestro corazón, de nuestra alma, en el tiempo que nos queda de nuestra vida terrena, como anticipo de la adoración que esperamos tributarte, por tu Divina Misericordia, por toda la eternidad, en compañía de nuestros seres queridos, de tu Santa Madre y de los ángeles y de los santos. Amén.

         Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, Te adoro y Te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran, ni Te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.


         

miércoles, 15 de octubre de 2014

Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por los ultrajes cometidos contra el Inmaculado Corazón de María


         Inicio: iniciamos esta Hora Santa y rezo del Rosario meditado en reparación y desagravio por los ultrajes cometidos contra el Inmaculado Corazón de María. De modo particular, pediremos la conversión y repararemos por quienes niegan o atentan contra los dogmas marianos.

         Canto inicial: “Cristianos, venid, cristianos, llegad”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (misterios a elegir).

Meditación

       Jesús, Tu Madre Santísima, la Virgen María, fue concebida por la Santísima Trinidad sin mancha de pecado original y por eso su Nombre Primero y más adecuado es “Inmaculada Concepción”, pero como también fue concebida y fue inhabitada por el Espíritu Santo desde el primer instante de su Concepción sin mancha, la Virgen se llama también “Llena de gracia”, de modo que reúne en sí misma la combinación admirable de dos dones jamás hechos a creatura alguna: ser, al mismo tiempo, concebida sin la mancha de la malicia del pecado original y estar inhabitada por el Espíritu Santo. La razón por la cual la Virgen recibió estos dones, fue que Dios Uno y Trino la pensó y la ideó, desde toda la eternidad, para que Ella fuera la Madre de Dios, al concebir en su seno virginal al Verbo de Dios, que habría de encarnarse en la plenitud de los tiempos para redimir al hombre. Puesto que la Virgen debía alojar en su seno al Verbo Eterno del Padre, el Verbo Purísimo de Dios, no podía la Virgen estar contaminada ni siquiera con la más pequeñísima mancha de pecado, y por ese motivo fue concebida como Inmaculada Concepción, para que Ella, Toda Pulcra y transparente, recibiera en su mente, en su Corazón Inmaculado, y en su cuerpo virginal, al Verbo de Dios encarnado. Y fue concebida inhabitada por el Espíritu Santo porque debía alojar al Hijo del Eterno Padre, que junto con el Padre, tanto como Dios que como Hombre, es Emisor del Espíritu Santo, y puesto que debía alojar en su seno purísimo al Emisor del Paráclito, la Virgen debía estar Ella misma inhabitada por el mismo Espíritu Santo, porque el Emisor del Espíritu, el Verbo de Dios, debía encontrar en su seno maternal, al encarnarse, la misma Pureza, el mismo candor y el mismo Amor que poseía en el seno de Dios Padre en la eternidad. Por este misterio de la Madre de Dios, misterio de tu Amor incomprensible e inagotable y por el cual la creaste como Inmaculada Concepción y como Llena de gracia, te damos gracias, oh Jesús Eucaristía, Dios de toda santidad y majestad, y también te pedimos perdón y reparamos por quienes niegan el dogma de la Inmaculada Concepción.     



Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario (misterios a elegir).

Meditación

Jesús, la Virgen es llamada “Madre de Dios”, porque te dio a luz a Ti, Hijo eterno del Padre, Persona Segunda de la Santísima Trinidad. La Virgen es Virgen y Madre al mismo tiempo, porque su maternidad no es una maternidad más entre tantas: es la maternidad de la Madre de Dios y la Madre de Dios se convirtió en Madre sin dejar por eso de ser Virgen, porque en la concepción de su Hijo Dios no intervino hombre alguno. Por este motivo, la Virgen, que es Madre de Dios al mismo tiempo, fue Virgen antes del parto y durante el parto y continúa y continuará siendo Virgen por toda la eternidad. No podía, la Madre de Dios, concebir y dar a luz al Hijo de Dios, sin dejar de ser Virgen, porque la Madre de un Dios tan admirablemente puro, majestuoso y excelso, no podía estar contaminada por las impurezas propias del amor humano, sometido a la concupiscencia y a las pasiones. Al dar a luz y convertirse en Madre sin dejar de ser Virgen, María Santísima se comportó de la misma manera a como se comporta un diamante en relación a la luz: el diamante, roca cristalina, atrapa a la luz, la condensa en su interior y sólo después la emite y ésa es la razón de su brillantez; en la Encarnación, la Virgen recibió en su mente, en su Corazón Inmaculado y en su seno virginal, al Verbo de Dios hecho carne, para darle de sus nutrientes y tejerle un cuerpo con su propia carne y sangre, como hace toda madre con su hijo recién concebido, y como su Hijo, Dios encarnado, es la “Luz de Luz”, porque es Dios Hijo que procede del Padre al ser engendrado en su seno, en la eternidad, la Virgen recibe esta Luz divina que es su Hijo Jesús y la aloja en su útero, y la condensa por nueve meses, para luego darla al mundo en el parto milagroso a esta Luz eterna, y puesto que se comporta como un diamante con la luz, la Virgen y Madre de Dios es también llamada “Diamante del cielo”, que emite la Luz divina, Jesucristo, Luz que habría de derrotar definitivamente, de una vez y para siempre, por el Santo Sacrificio de la Cruz, a las tinieblas del pecado, de la ignorancia, de la muerte y del Infierno. Pero la Perpetua Virginidad de María representa para los cristianos, no solo el modelo de la castidad y de la virginidad corporales, necesarios para la vida de la gracia, sino también representa la pureza de la mente, que solo se deja atraer por la Verdad Absoluta del Verbo de Dios encarnado, y rechaza por lo tanto todo error, toda herejía, toda mentira, y toda doctrina gnóstica y pagana, que la aleje de Jesucristo, Verdad y Sabiduría del Padre, y representa también la pureza del corazón, pureza por la cual el alma solo desea amar a Dios Uno y Trino y nada más que a Él, y si algo ama que no sea Él, lo hace en su Amor, por su Amor, para su Amor, y por lo tanto no contamina su corazón con ningún otro Amor que no sea le Amor del Espíritu Santo, y es esto lo que está representado en la Perpetua Virginidad de María. Por este misterio de Tu Madre, que es Madre de Dios y Virgen al mismo tiempo y lo continuará siendo por los siglos sin fin, te damos gracias, oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, y también reparamos y pedimos perdón por quienes niegan y combaten el dogma de la Perpetua Virginidad de María, y te pedimos, para ellos y nosotros, una comprensión celestial acerca de este sublime misterio, de modo que podamos contemplarlo y venerarlo en la tierra, y gozar del fruto de su virginidad y maternidad divina en el cielo, Tú mismo, oh Jesús, Dios Hijo encarnado para nuestra salvación. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario (misterios a elegir).

Meditación

Jesús, la Virgen es tu Madre y puesto que Tú eres Dios Eterno por los siglos, la Virgen es “Madre de Dios”, porque Te dio a luz a Ti, en el tiempo, Persona Segunda de la Trinidad. Pero además de ser Madre de Dios, la Virgen es Madre de todos los hombres, porque Tú en la Cruz nos la diste como verdadera Madre celestial, al decirle a Juan: “Hijo, he ahí a tu Madre” (Jn 19, 26) y a nosotros nos hiciste ser hijos de la Virgen al pie de la cruz, cuando le dijiste: “Madre, he ahí a tu hijo”. La Virgen es Madre de todos los hombres nacidos por la gracia a la vida nueva de los hijos de Dios, mediante el bautismo. Al recibir de parte de Jesús este don y este encargo de ser la Madre de todos los hombres, la Virgen nos toma a su cargo y hace con nosotros lo mismo que hizo con su Hijo Jesús: como a niños pequeños recién nacidos, nos toma entre sus brazos, nos cubre con su manto virginal, nos acuna y nos estrecha suavemente, con amor maternal, contra su Inmaculado Corazón, para que escuchemos sus latidos, y para que sus latidos, que laten al ritmo del Amor del Espíritu Santo, nos calman y nos transmiten la paz, en medio del fragoroso estruendo del mundo sin Dios; como a su Hijo Jesús, la Virgen, que es nuestra Madre, nos acompaña a lo largo de la vida, intercediendo por nosotros y concediéndonos todas las gracias necesarias para crecer, como Jesús, “en sabiduría y gracia”, y nos alimenta con Pan y leche: Pan de Vida eterna y la leche de la Sabiduría Divina; durante toda la vida, igual que su hizo con su Hijo Jesús, la Virgen nos acompaña a lo largo del Camino Real de la Cruz, y con su mirada y su amor maternal y celestial, nos ayuda a llevar la cruz hasta la cima del Monte Calvario, para que unidos a la Pasión y Muerte en cruz de Jesús, muramos al hombre viejo, nazcamos a la vida nueva de los hijos de Dios, y viviendo en el amor de Cristo y obrando la misericordia, nos hagamos merecedores de entrar en el Reino de Jesús, e intercede por nosotros, pecadores, en la hora de nuestra muerte, para que Jesús se apiade de nuestras almas y nos conceda la gracia de la eterna salvación, y esto lo hace porque, como toda madre, que desea estar siempre con sus hijos, porque los ama con locura, así también la Virgen, que es nuestra Madre, desea estar con nosotros, para siempre, en la vida eterna, y para eso es que nos ayuda a llevar la cruz de todos los días, siguiendo a su Hijo Jesús. Por este misterio de Tu Madre, que es Virgen y Madre de Dios al mismo tiempo y es también Nuestra Madre amantísima del cielo, te damos gracias, oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, y también reparamos y pedimos perdón por quienes niegan y combaten el dogma de la Maternidad Divina de María, y te pedimos, para ellos y nosotros, una comprensión celestial acerca de este sublime misterio, de modo que podamos contemplarlo y venerarlo en la tierra, y gozar del fruto de su virginidad y maternidad divina en el cielo, Tú mismo, oh Jesús, Dios Hijo encarnado para nuestra salvación. Amén.



Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario (misterios a elegir).

Meditación

La Virgen fue asunta en cuerpo y alma a los cielos, sin pasar por el trance de la muerte, y esto se debe a que su cuerpo y su alma, inmaculados y llenos de gracia, poseían de tal grado el principio de vida divina, la gracia santificante, que no sufrieron la separación, que es lo que ocurre en la muerte. La Virgen no podía morir, y de hecho no murió, sino que fue Asunta a los cielos, y eso se debió a que poseía en tal medida la gracia santificante, que su estado de gracia la condujo, en el instante en que debía morir, de modo inmediato, al estado de gloria. La Virgen pasó del estado de gracia plena en esta vida temporal, al estado de glorificación del cuerpo y del alma en la vida eterna, en el momento preciso en que debía morir, y esto sucedió porque no podía sufrir la muerte, consecuencia del pecado original, Aquella que había concebido en su seno virginal al Dios que es la Vida Increada en sí misma. El hecho de poseer la Virgen, la gracia en un grado que supera infinitamente a ángeles y santos, le permitió vencer a la muerte, consecuencia del pecado, porque la gracia de la que Ella estaba plena y que le había sido concedida en virtud a los méritos de su Hijo en la cruz, es principio vital y de vida divina, y la vida divina de la que hace partícipes la gracia, es infinitamente superior a la muerte. La Asunción de la Virgen, o Dormición, representa entonces el fruto preciosísimo del sacrificio en cruz de Jesús, porque la Virgen venció a la muerte y fue Asunta en cuerpo y alma a los cielos, porque poseía la gracia santificante que su Hijo, Dios eterno, había conseguido para Ella y para toda la humanidad con su sacrificio redentor. La Asunción de la Virgen representa también, junto con la Ascensión de Jesús, el signo de esperanza para los hijos de la Iglesia que peregrinamos en el desierto de la vida, porque así como Ella fue Asunta, así también los hijos de la Iglesia también esperamos, luego de nuestra muerte, ser asuntos en cuerpo y alma a los cielos, para disfrutar el gozo de contemplar cara a cara a Dios Uno y Trino por toda la eternidad. Por este misterio de Tu Madre, que fue Asunta a los cielos en cuerpo y alma, te damos gracias, oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, y también reparamos y pedimos perdón por quienes niegan y combaten el dogma de la Asunción de María y te pedimos, para ellos y nosotros, una comprensión celestial acerca de este sublime misterio, de modo que podamos contemplarlo y venerarlo en la tierra y gozar del fruto de su virginidad y maternidad divina en el cielo, Tú mismo, oh Jesús, Dios Hijo encarnado para nuestra salvación. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario (misterios a elegir).

Meditación

La Virgen es Corredentora, porque Ella participó de la Pasión de su Hijo, sufriendo en su alma y en su Corazón Inmaculado todos los dolores que su Hijo padecía en la Pasión y porque Ella, al pie de la cruz, ofreció al Padre a su Hijo crucificado, implorando que acepte su sacrificio por la redención de los hombres. Al participar de su Pasión y al asociarse a su Hijo Jesús a su sacrificio redentor, la Virgen se convirtió, junto con su Jesús,  Redentor de los hombres, en Corredentora, Ella también, de la humanidad. Afirmar y creer en la Corredención de María, no es por lo tanto, detrimento o menosprecio de Jesús; por el contrario, ensalza y exalta a Jesús como Redentor, porque si María nos salva, es porque Jesús es el Salvador. La fe en la Virgen como Corredentora no es, por lo tanto, una mera cuestión devocional: en este misterio se expresa el Amor infinito de Dios, que para salvarnos, no duda en hacerlo a través de una Madre y Virgen; esto quiere decir que Dios nos ama tanto, que para darnos su Amor redentor y salvífico, eligió al amor maternal para unirnos a Él, porque quien tiene a la Virgen por Madre, tiene a su Madre por Salvadora; quien se refugia en el Corazón de su Madre del cielo, no cumple un mero gesto de devoción: al mismo tiempo que ama a su Madre celestial, obtiene la salvación de su alma por medio de su mismo amor maternal, porque la Madre que lo ama, la Virgen, es, además de Madre, Salvadora de la humanidad junto a su Hijo Jesús y esa Madre que refugia a su hijo adoptivo en su Corazón Inmaculado, no dejará de mover cielo y tierra, para salvarlo y conducirlo al cielo. La Virgen es Corredentora además, porque Ella aplastó la cabeza de la Serpiente Antigua, como lo anuncia el Génesis –“Ella te aplastará la cabeza”- y aplasta a la cabeza de la Serpiente, con la fuerza demoledora de la omnipotencia divina, comunicada y participada a Ella por ser la Virgen y Madre de Dios y, por lo mismo, Corredentora de la humanidad. Por este misterio de Tu Madre que, por participar de tu Pasión, por ofrecerte al Padre para la salvación de los hombres y por aplastar la cabeza del Dragón Rojo, la Serpiente Antigua, el Diablo o Satanás, venciéndolo con el poder divino, es Corredentora de la humanidad, te damos gracias, oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, y también reparamos y pedimos perdón por quienes niegan y combaten el hecho de que la Virgen sea Corredentora y te pedimos, para ellos y nosotros, una comprensión celestial acerca de este sublime misterio, de modo que podamos contemplarlo y venerarlo en la tierra y gozar del fruto de su virginidad y maternidad divina en el cielo, Tú mismo, oh Jesús, Dios Hijo encarnado para nuestra salvación. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Meditación final

         Jesús, debemos ya retirarnos, pero deseamos quedar, sin embargo, ante tu Presencia sacramental, día y noche, y para ello, dejamos nuestros corazones a los pies del sagrario, para que la Virgen, Madre y Maestra de Adoradores Eucarísticos, los custodie y los mantenga libres de las influencias del mundo y de las asechanzas del Príncipe de las tinieblas, y si en algún momento las seducciones del mundo o las trampas del Tentador nos distrajeran de tu Presencia, te pedimos, oh Jesús, que hagas que la Virgen los estreche contra su Inmaculado Corazón, para que sintiendo sus dulces latidos maternales, que a cada latido nos hablan del Amor de Dios, seamos capaces de rechazar todo cuanto nos aparte de Ti, para que así nos encontremos siempre, día y noche, ante tu Presencia sacramental, en el tiempo que nos queda de vida terrena, para luego contemplar tu Santa Faz cara a cara y gozarnos y alegrarnos en Ti, por toda la eternidad. Que la Virgen, que es la Inmaculada Concepción, que es Virgen y Madre de Dios, que es Asunta a los cielos y que es Corredentora, nos conceda esta gracia, por los méritos infinitos de los Sagrados Corazones de Jesús y de María. Amén.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.