Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el festival público en honor
de Satanás llevado a cabo en Australia. La alabanza del Demonio conlleva,
implícita y explícitamente, la ofensa de Dios Uno y Trino, de su Mesías
Jesucristo y de la Madre de Dios, por lo que la alabanza pública al Demonio
debe ser contrarrestada con una reparación pública al Único y Verdadero Dios,
el Hombre-Dios Jesucristo. Para mayores detalles acerca de este lamentable
evento, consultar el siguiente enlace:
Canto inicial: “Postrado a vuestros pies humildemente”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
Quien vive en gracia y vive en gracia de Dios, está
circundado y es auxiliado no solo por su ángel de la guarda, sino por varios
ángeles. Así lo dio a entender David en el Salmo cuando dijo: “Enviará el ángel
alrededor de los que le temen”[1],
esto es, de los justos. En el hebreo, en lugar de aquellas palabras: “Enviará
el ángel”, está: “Pondrá sus escuadrones”, porque el ángel de superior orden
envía escuadrones de otros muchos ángeles, para que guarden por todas partes a
los siervos de Dios[2].
Y así como el que vive en gracia, vive protegido por una multitud de ángeles de
Dios.
Un Padrenuestro, Diez Ave Marías, un Gloria.
Segundo
misterio del Rosario.
Meditación.
Esto también se significa en el libro del Cantar de los
cantares, según San Bernardo, cuando se compara al alma santa a la caballería y
carros de guerra del Faraón y cuando se dice que “es terrible como los
escuadrones bien ordenados”[3] y
otra vez, en el libro de los Cantares, en donde se pregunta: “¿Qué verás en la
Sunamite, sino es coros de escuadrones?”[4], esto
es, coros de ángeles, que son los escuadrones y ejércitos de Dios. Así vemos,
una vez más, como el alma en gracia está circundada por una multitud de ángeles
de luz.
Un Padrenuestro, Diez Ave Marías, un Gloria.
Tercer
misterio del Rosario.
Meditación.
Por esto mismo dice San Bernardo: “Has de saber que el alma
santa nunca está sin guardia de ángeles, los cuales tienen celo de ella, con un
celo divino, solícitos de guardarla para su Esposo y dársela a Cristo, como
virgen casta, en pureza. Anda guardada la Esposa con los ministerios angélicos
y rodeada de un escuadrón soberano”.
Un Padrenuestro, Diez Ave Marías, un Gloria.
Cuarto
misterio del Rosario.
Meditación.
El
salmista, hablando con el justo, dice así: “Él mandó a sus ángeles que tengan
cuidado de ti, para que te guarden en todos tus caminos, para no ofenda ni
tropiece tu pie con alguna piedra”[5]. Con
lo cual se significa el singular cuidado que tienen los espíritus celestiales
de aquel que está en gracia. Dionisio advierte que no dijo el Profeta: “mandó a
su ángel”, sino en número plural: “a sus ángeles”, porque el tener un ángel de
la guarda es cosa común a todos los hombres, pero los que están en gracia
tienen este singular privilegio, que muchos ángeles los suelen acompañar y
vienen a guardar[6].
Un
Padrenuestro, Diez Ave Marías, un Gloria.
Quinto
misterio del Rosario.
Meditación.
Dionisio dice así: “Guárdannos los ángeles, cuanto es de su
parte, en todos nuestros caminos, esto es en todas nuestras obras nos guardan,
para que no cesemos de obrar bien, sino que perserveremos siempre hasta el fin.
También nos guardan de las obras malas para que no seamos violentados del
demonio y no estemos sin gracia. Guárdannos juntamente de las tentaciones de
los malos espíritus para que no nos molesten todo lo que ellos desean. Guárdannos
de muchos otros peligros del alma y cuerpo. Ayudan con su virtud nuestra
flaqueza, y con su sabiduría iluminan las tinieblas de nuestro corazón, y así
andan siempre acompañándonos y llevándonos consigo, cooperando con nosotros en
toda obra buena”[7].
Oración
final: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
[1] Sal 33.
[2] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d. , 325.
[3] Serm. 39 in Cant. 1.
[4] Cant 6.
[5] Sal 90.
[6] Cfr. Nieremberg, ibidem, 326.
[7] In Psal. 90.
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