miércoles, 31 de julio de 2013

“Alegraos conmigo, porque he encontrado lo que estaba perdido”


“Alegraos conmigo, porque he encontrado lo que estaba perdido” (Lc 15, 1-10). “Alegraos”, es el pedido-orden que da la mujer que encuentra la dracma perdida. “Alegraos”: les pide a los demás que compartan su alegría. En la alegría de esa mujer está representada la alegría de Dios: en la figura de la mujer que se alegra por encontrar una moneda de valor, está representada la alegría de Dios cuando un alma decide convertirse, dirigirse hacia Él. El motivo es que, cuando un pecador se convierte, empieza a ser posesión de Dios, ya que la conversión es la adhesión voluntaria a Dios, y es la adhesión más fuerte, porque depende de la voluntad, que se adhiere a su objeto –en este caso, Dios-, que le proporciona felicidad. Y Dios se alegra –Dios es alegría eterna e infinita, inmutable, que no cambia nunca en su estado de alegría eterna, pero se dice figurativamente que comienza a alegrarse, para poder nosotros hacernos una idea de la alegría de Dios, aún cuando no es cambiante, al modo humano-, y la razón de la alegría es que posee a un hijo suyo de un modo mucho más seguro y firme que antes de la conversión, ya que por la conversión, su hijo adoptivo ha decidido mantenerse unido a Él de modo voluntario, lo cual quiere decir por amor, lo cual representa un tipo de unión muy fuerte, según aquello de: “El amor es más fuerte que la muerte”. Por esto, la mujer alegre es una figura de la alegría de Dios cuando un pecador se convierte. 
Pero si la alegría de la mujer que encuentra la dracma perdida es una figura de Dios y de sus ángeles que en el cielo se alegran por la conversión de un pecador, es también la figura del alma que posee a Dios: “Dios es Alegría infinita”, dice Santa Teresa de los Andes, y no se contenta con que nosotros sepamos teóricamente, por la ciencia teológica, que Él es Alegría infinita. Dios Uno y Trino se dona a sí mismo en la Persona del Hijo de Dios encarnado, muerto en la cruz y resucitado, porque donde está una de las Personas divinas, están también las otras. Y el Hijo enviado por el Padre se dona en el Espíritu en la cruz y renueva el don de su ser divino en la Eucaristía, para que el alma que consume la Eucaristía se convierta en poseedor de la Trinidad, y por esa posesión se alegre con una alegría íntima y sobrenatural1, aún con lágrimas en los ojos por las tribulaciones que pudiera pasar en la vida diaria.
“Alegraos conmigo, porque he encontrado la dracma perdida”. Dios y sus ángeles se alegran por un pecador que se convierte, porque el hijo perdido vuelve al seno de la Trinidad; pero el alma que se convierte también se alegra, porque ella también encuentra una dracma perdida: las tinieblas del mundo y del pecado le habían hecho perder de vista la dracma, la Eucaristía, en la que se contiene a Dios Trino, causa y fuente de alegría sobrenatural y eterna; fuente inagotable de una alegría celestial, presente en lo más profundo del alma, aún cuando el alma deba sufrir por los diversos avatares de la vida. “Alegraos conmigo”, le dice Dios Trino a sus ángeles, porque he encontrado mi dracma perdida, mi hijo adoptivo que ahora está conmigo”. “Alegraos conmigo”, les dice el pecador convertido a sus amigos, “porque he encontrado la dracma perdida, Jesús, Dios Trino en la Eucaristía”.

viernes, 12 de julio de 2013

Hora Santa en reparación por los jóvenes que malgastan su vida en el vicio y la drogadicción


         Inicio: Entramos en el Oratorio, hacemos silencio y pedimos a María Santísima que lleve nuestras oraciones ante la Presencia del trono de Dios, Jesús en la Eucaristía. Pedimos también el auxilio de nuestros ángeles custodios, para que nuestra humilde adoración se una a la adoración que ellos tributan en el cielo al Cordero de Dios, Presente en Persona en el Santísimo Sacramento del altar. Nuestra adoración de hoy será en reparación por los jóvenes que malgastan sus vidas en el vicio y en la drogadicción, pidiendo por su conversión y su regreso a los sacramentos, fuentes de gracia y de vida eterna.
         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
         Canto de entrada: “Sagrado Corazón, eterna alianza”.
         Meditación
         Oh Jesús, Divino Redentor, que estás en el sagrario como Prisionero de Amor, esperando nuestras visitas, y a cambio recibes de nuestra parte, indiferencia, ingratitud y frialdad; Tú eres el Dios eternamente joven, que reina en los cielos por la eternidad, ante el gozo y el éxtasis de amor de ángeles y santos; Tú, que en tu vida  terrena fuiste también joven, y diste tu vida en la Cruz en la flor de tu juventud; Tú que te ofrendaste al Padre como Joven puro y santo, porque eres el Dios Tres veces Santo, y nos concediste esta vida para que la ofrendáramos a Ti, en holocausto de amor y de acción de gracias, te pedimos perdón y reparamos por tantos jóvenes, llenos de salud y de vigor, que en vez de orientar sus jóvenes vidas hacia Ti, las malgastan en el vicio y en el pecado, en la drogadicción y en la música perversa -entre las más perversas, el rock satánico y la cumbia-, caminos todos de oscuridad, de malicia y de negación del Amor divino, disfrazados de liberación, de diversión y de entretenimiento. Te suplicamos, Jesús, Redentor Divino, sopla sobre los corazones de estos jóvenes, perdidos en tinieblas de muerte, tu Espíritu de Amor divino, y concédeles la gracia de que te conozcan y amen a Ti, único Dios verdadero.
         Silencio para meditar.
         Jesús, Salvador de los hombres, que viniste a este mundo para dar tu vida divina en el sagrado Árbol de la Cruz, te pedimos por los jóvenes de nuestro tiempo, porque muchos de ellos son atraídos por los falsos dioses y los vanos ídolos que día a día se multiplican más y más; muchos jóvenes no te conocen y no te aman, no creen, ni esperan, ni adoran tu Divinidad, y en cambio son seducidos y atrapados por las modas vanas, por el materialismo, por la tecnología, por el cientificismo, por las apetencias de dinero, de poder y de sensualidad, y así, ya desde su temprana juventud, se desvían del Camino luminoso de la Cruz, el único camino que lleva al cielo, para desviarse por los tenebrosos senderos del mal, que conducen a la perdición eterna.
         Silencio para meditar.
         Jesús, Divino Maestro, te suplicamos por los jóvenes de hoy, que están siendo seducidos en número cada vez mayor, por hombres sin escrúpulos, que no dudan en destruir sus vidas, convirtiéndolas, de ramos verdes que crecen hacia arriba en busca del sol, en ramas secas y quebradas que caen por tierra para ser pisoteadas y quemadas; así es como muchos jóvenes han caído en los oscuros abismos de la drogadicción, la cual los sumerge en la degradación moral, en la perversión y en el libertinaje sexual, separándose así de sus familias, de sus seres queridos, comprometiendo para siempre su capacidad laboral y arruinando sus  vidas, truncando de modo irremediable los más hermosos proyectos de vida. Te pedimos por ellos, Jesús, y también por quienes, sin escrúpulos, los introducen en este mundo de tinieblas y de dolor, para que conociéndote te amen, amándote te adoren, y adorándote en esta vida, continúen haciéndolo por la eternidad. Amén.
         Silencio para meditar.
         Jesús, Dios del sagrario, vivimos en la época de la humanidad en la que abundan, como nunca antes en la historia, los brujos, los satanistas y los magos, que buscan la iniciación luciferina de la humanidad y su consagración a Satanás, el Príncipe de las tinieblas. Muchos, muchísimos niños, adolescentes y jóvenes, caen en sus garras infernales, ingresando en el mundo del ocultismo a través del tablero ouija, el juego de la copa, el tarot, la religión wiccana, sin saber que detrás de la curiosidad y la apariencia de juego inocente, se encuentra el Ángel caído, que pretende arrastrarlos al abismo para siempre. Oh Jesús, Tú eres el Dios verdadero, Tú los creaste, y los creaste para que se deleitaran en Ti y no para que adoraran idolátricamente al Espíritu del mal, el demonio. Por tu Sangre derramada en la Cruz, te pedimos por estos jóvenes, Jesús; sacude sus corazones, hazles saber de Ti, para que abandonando la oscura senda del Maligno, senda de la oscuridad, del error y de la muerte, te sigan a Ti, Camino, Verdad y Vida.
         Silencio para meditar.
         Jesús, Dios de la Eucaristía, te pedimos por los jóvenes que, por diversas circunstancias, venden sus cuerpos al mejor postor, profanándolo y profanando al Espíritu Santo, Tercera Persona de la Santísima Trinidad, a quien pertenece el cuerpo del hombre por el bautismo. Muchos jóvenes profanan su cuerpo, templo del Espíritu Santo, porque llenan este templo con música profana, con diálogos y conversaciones impuras, con pensamientos, deseos y miradas de impureza; muchos jóvenes saturan sus cuerpos y sus cerebros con alcohol, drogas y toda clase de substancias tóxicas, dañándolo irremediablemente, pero sobre todo profanando al Dulce Amor de Dios, que gime con gemidos inenarrables al comprobar el estado de condenación en el que estos jóvenes se colocan, libremente, por propia decisión. Oh Jesús, te suplicamos por ellos, para que les concedas la gracia de conocerte y amarte; sólo así, convertirán a sus cuerpos, de templos ultrajados, en templos radiantes de luz de la gracia divina, templos en los que sólo se oirán cantos de alabanza a Ti, Dios verdadero, y de amor fraterno a los hombres; templo que exhalará el exquisito perfume de la pureza y de la castidad; templo que tendrá al corazón por altar y sagrario de la Eucaristía, y cuya Puerta será el Inmaculado Corazón de María.
         Silencio para meditar.
         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
         Canto de salida: “El trece de Mayo”.