viernes, 30 de octubre de 2020

Hora Santa en reparación por ataque terrorista musulmán contra iglesia católica en Francia 301020

 


Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el ataque terrorista musulmán –en el que murieron tres católicos-, perpetrado durante el desarrollo de la Santa Misa en Niza, Francia. Para mayores detalles acerca de este sacrílego hecho, consultar el siguiente enlace:

https://www.the-sun.com/news/1707616/france-terrorist-mother-church-beheaded-italy-expulsion/

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Cristianos, venid, cristianos, llegad”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).

Meditación.

         Hay muchos que se desviven por conseguir bienes temporales, los cuales son necesarios, sí, para la vida de todos los días, pero lo que no es lícito es tratar de obtenerlos fuera de Dios y su Providencia. Tratar de conseguir bienes materiales fuera de la Providencia Divina es contrario a las palabras de Nuestro Señor Jesucristo: “Trabajad por el Reino y todo lo demás se os dará por añadidura” (cfr. Jn 6, 27). Primero debemos ocuparnos de las cosas del Cielo y luego, Dios nos dará los bienes terrenos que nos hagan falta.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Afirma un autor que “con la gracia santificante –la gracia que Cristo Dios nos consiguió al precio de su Sangre Preciosísima derramada en el Santo Sacrificio del altar- se dan también los bienes temporales”[1]. En efecto, dice este autor que, después de haber considerado la inmensidad de bienes espirituales que trae la gracia santificante, es necesario considerar también los “bienes temporales”[2] que con la gracia se nos dan. Estos bienes temporales vienen “con las cosas del Cielo” y por eso “nada más se puede desear”.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         El hombre, herido por el pecado original, se ve afectado por la codicia y la avaricia y sin embargo, por más que se esfuerce, “nunca puede la codicia humana poseer todo lo que quiso”; sin embargo, la gracia da todo lo que se puede y se debe querer, pues da todo lo que es menester, aun de bienes temporales, para conseguir los eternos. Al que no le falta la gracia, no le falta nada y todo lo tiene quien tiene la gracia. Por el contrario, el que no tiene la gracia, aun cuando tenga todo el oro del mundo, es una pobre alma desdichada, según Nuestro Señor Jesucristo: “Te crees rico, pero eres pobre” (Ap 3, 17).

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Nuestro Señor Jesucristo nos lo dice, con todo Amor: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia y se os darán por añadidura todas estas cosas” (Lc 12). Entonces, busquemos primero la gracia, aseguremos primero el Reino de los cielos, anhelemos primero la santidad y la justicia del alma, negociemos primero la vida eterna y todas las demás cosas necesarias para la vida temporal se nos darán en medida más que suficiente. Sólo con buscar la gracia, se nos da todo bien; con sólo buscar una cosa, la gracia santificante, obtenemos todo bien espiritual y todo bien material[3]. Si el alma desea el Reino de Dios, se le da más que todos los reinos del mundo; si el alma sólo busca la gracia, se le da todo bien temporal al hombre y todo esto, con tal de que seamos de Jesucristo.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         El Apóstol escribió así: “Todas las cosas son nuestras, ora sea Paulo ora sea Apolo ora sea Cefas, ora sea el mundo, ora sea la vida, ora sea la muerte, ora sean las cosas presentes, ora sean las cosas futuras, porque todas las cosas nuestras son, pero nosotros somos de Cristo” (1 Cor 3). Quien está en gracia, no puede considerarse pobre, porque todas las cosas son suyas: todos los santos del Cielo son suyos, porque por él interceden[4]. Por esta razón, quien tiene la gracia lo tiene todo; quien no tiene la gracia, no tiene nada, aun cuando sea suyo todo el oro del mundo.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).  

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 406.

[2] Cfr. Nierermberg, ibidem, 406.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 407.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 407.

jueves, 29 de octubre de 2020

Hora Santa en reparación por profanación y robo de Hostias consagradas en Madrid España 261020

 


Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la destrucción del sagrario y el robo sacrílego de las Hostias consagradas en una parroquia de Madrid, España. Para mayor información acerca de este sacrílego hecho, consultar el siguiente enlace:

https://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=38961&fbclid=IwAR11h6CGyLIRyS377cEJmNnl6h8xPuRGakVXk83-PSyOr-DbCdoAYZp8IIc

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Cristianos, venid, cristianos, llegad”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).

Meditación.

El hombre ha sido creado para ser feliz; en efecto, todos los filósofos, comenzando por Aristóteles, coinciden en que el hombre, desde que nace, busca la felicidad. El problema, según San Agustín, es dónde va el hombre a buscar la felicidad: si la busca en el hombre, nunca será feliz; si la busca en Dios Trino, será feliz en esta vida y en la otra, por toda la eternidad. Busquemos la felicidad en Dios y en su Cruz y así seremos felices –aun con tribulaciones- en esta vida y, fundamentalmente, en la otra.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Con respecto a la felicidad, afirma un autor: “No hay que buscar la felicidad humana: en vida suele ser dañosa al alma, en muerte al cuerpo. Mientras dura, emponzoña al alma; cuando se va, da el golpe y hace presa en el cuerpo; y la que estuvo dando toda la vida, quita después la vida y con esto se hace pago de todo. La fortuna no ayuda a la virtud, las honras mudan las costumbres y así hay que temer mucho de la gracia de los hombres, que nunca es segura, si no la acompaña la gracia de Dios y siempre puede ser sospechosa”[1].

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

En el Salmo 51, dice así David, en relación a dar gusto a los hombres o a Dios: “Dios disipa los huesos de los que agradan a los hombres: confundidos están, porque Dios los ha despreciado”. Es una pesada injuria para el alma, cuando por la benevolencia humana carga sobre uno la ira divina y por la estimación de los hombres se granjea ser menospreciado por Dios. Nada puede aprovechar el favor humano sin la gracia divina y no sólo eso, sino que se granjea la maldición divina, pues se cumplen las palabras de las Escrituras: “Maldito el hombre que confía en el hombre” (Jer 17, 5).

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

La gracia de los hombres, la benevolencia humana, la gloria que el hombre da al hombre sin la gracia de Dios, es sólo daño para el alma, precisamente porque no tiene el favor de la gracia divina. Ahora bien, lo contrario es cierto: si el alma se esfuerza por vivir en gracia y en cumplir los Mandamientos de la Ley Divina, el alma está segura, no sólo en medio de peligros y desgracias, sino en la misma gracia de los hombres, que es tan peligrosa. La Escritura nos da numerosos ejemplos, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, de cómo los hombres salieron triunfantes y airosos cuando contaron con la gracia de Dios[2].

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Se debe considerar también cuán inconstante y quebradiza es la gracia de los hombres, muy al contrario de la gracia de Dios. La gracia de los reyes y el favor de los hombres, se olvida rápidamente y esto es acorde a las Escrituras, que habla de la falacia del corazón: “¡Cuán engañoso es el corazón humano!” (Jer 17, 9). Sin embargo, Dios no es así para quien está en su gracia y le sirve; porque es tan fiel la gracia de Dios que, dice David, “estará en la memoria eterna de Dios”. En él tiene puestos los ojos su Divina Majestad y lo tiene tan presente que no se olvida de él, ya que no se aparta de él. Y aun  después de muerto, hace Dios por su causa y memoria muchos bienes a los suyos[3].

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).  

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.

 

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 404.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 405.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 406.

viernes, 23 de octubre de 2020

Hora Santa en reparación por destrucción de imágenes de la Virgen y de Jesucristo en Arizona 221020

 


Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación y destrucción de imágenes de la Virgen y Nuestro Señor Jesucristo en Arizona. Para mayores detalles relacionados con este lamentable suceso, consultar el siguiente enlace:

https://www.catholicnewsagency.com/news/statues-of-christ-mary-toppled-outside-parishes-in-new-york-arizona-54144?fbclid=IwAR1CmiMMCaCfm-OIxFePvVskasiIReosjnKKUFqQHBImL0VaeGMTC_-tMJI

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Cristianos, venid, cristianos, llegad”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).

Meditación.

Sin la gracia de Dios, el hombre se convierte en algo inferior a las bestias irracionales y, aunque temporariamente pueda disfrutar de algún bien terreno, si persiste en ese estado, irremediablemente se condenará. Esto es así, porque la gracia es lo que nos hace verdaderamente ricos, ya que nos enriquece con la Vida divina, la vida de Dios Uno y Trino. Sin la gracia, somos los más pobres e infelices del mundo, aun cuando vivamos sumergidos en la riqueza y el oro.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Afirma un autor: “Sin la gracia de Dios, fueron muchos los que, aun contando con el favor de príncipes y reyes, se convirtieron en seres malos y depravados, con fines malaventurados: vivieron mal y no murieron mejor, “pereciendo su memoria con estallido” (Sal 9, 7). Fueron ambiciosos, atropellaron contra toda razón y derecho, pisotearon toda justicia, no tuvieron más ley que su voluntad. Finalmente, perecieron entre las uñas de  su fortuna”[1]. En otras palabras, sin la gracia de Dios, el alma se vuelve pobre e infeliz, aunque goce del favor y la estima del mundo.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Continúa el mismo autor: “No hay que fiar de la felicidad humana: en vida suele ser dañosa para el alma, en muerte al cuerpo. Mientras dura, emponzoña al alma: cuando se va, da el golpe y hace presa del cuerpo y la que estuvo dando toda la vida, quita después la vida y con esto se hace pago de todo. La fortuna no ayuda a la virtud, las honras mudan las costumbres y así hay que temer mucho de la gracia de los hombres, que nunca es segura, si no la acompaña la gracia de Dios y siempre puede ser sospechosa”[2].

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Con relación a la gracia de Dios y la gracia y favor que dan los hombres, dice San Juan Crisóstomo que Cristo nuestro Redentor quiso morir en la corte de Judea y ser allí más desfavorecido de los hombres, para poner horror a sus discípulos de la corte donde está el favor humano[3]. Es decir, Nuestro Señor Jesucristo, al morir en la Cruz, condenado injustamente, quiso hacer ver a los Apóstoles cuán peligrosa es la gracia que conceden los hombres, cuando esta no está acompañada de la gracia de Dios.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Continúa un autor: “Quien se empeña mucho por agradar a los hombres, está en peligro de desagradar a Dios. Pretender mucho la gracia de los príncipes, no se suele hacer sin perjuicio de la virtud. Muy lejos está el deseo de la gracia humana de hallar la divina, pues se atropella con la gracia de Dios por hallar la de los hombres. Mucho puede desagradar a Dios Trino quien lo que más pretende es agradar a los hombres; quien da gusto a los hombres, da disgusto a Dios”[4]. Y esto sucede porque los hombres están manchados por el pecado y quien quiere agradar a estos tales, se mancha también él con el mismo pecado con el que los hombres están afectados. Sirvamos por lo tanto a Nuestro Señor en la Eucaristía, aun a costa del desprecio de los hombres.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).  

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 403-404.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 404.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 404.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 404.

Hora Santa en reparación por profanación del sagrario y quema de imagen de la Virgen en Paraguay 231020

 


Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por un doble sacrilegio cometido en Paraguay, en la iglesia de San José: unos individuos destruyeron el sagrario, profanando las Hostias consagradas, y quemaron una imagen de la Madre de Dios. Para mayor información acerca de este lamentable hecho, consultar el siguiente enlace:

         https://www.youtube.com/watch?v=ooWPj1s0Zu8&fbclid=IwAR3dSoSxPvw9uhkKWkpgW692T940uXSFuicJOhoK4brxldTVHlq3qBWmgeM

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).

Meditación.

         Afirma un autor que hay una gran diferencia entre la gracia que Dios concede a los hombres –por intermedio del Sacrificio de Cristo en la cruz- y la gracia que el hombre concede al hombre: “También es cosa digna que consideremos la diferencia que va de la gracia de Dios a la gracia de los hombres, por la cual se pierde tantas veces la divina, para que vea el mundo cuán errado anda en buscar el agrado y favor humano con pérdida del favor del cielo”[1]. Es decir, muchas veces el hombre, por conseguir el aplauso mundano, quebranta la Ley de Dios.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Continúa el mismo autor: “Los hombres se deshacen por tener gratos a otros hombres, olvidados de dar gusto a su Creador. Infinito yerran en esto, porque es muy poco lo que aprovecha la gracia de los hombres y mucho lo que suele dañar. Al contrario, la gracia de Dios nunca daña y siempre aprovecha”[2]. En otras palabras, muchos hombres se desviven por conseguir el aplauso y los honores de otros hombres, pero para obtener eso, dan las espaldas a Dios y a su Hijo Jesucristo, obteniendo así, con el aplauso mundano, un gran daño para sus almas.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Al respecto, dice San Juan Crisóstomo: “El que tiene la gracia de Dios, aunque padezca males innumerables, no sólo a hombre alguno, pero ni al mismo demonio teme; mas el que ofende a Dios, aunque parezca que está seguro, teme a todos”[3]. Lo que nos dice el santo es que quien quiera agradar a los hombres, dejando a Dios de lado, aunque parezca seguro, está en grave peligro; por el contrario, quien está en gracia de Dios y vive según la Ley Divina, no teme ni siquiera al Demonio.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Para que nos demos cuenta de la diferencia que hay entre la gracia de Dios y la de los hombres, un autor nos hace la siguiente comparación: “Pongamos el ejemplo en la mayor gracia del mundo –en el sentido de favor y poder mundano- y que más se desea, la que se tiene por felicidad en esta vida y es blanco de la ambición humana: aun así, esta gracia humana lleva consigo hacer al hombre soberbio, altivo, insufrible, pero la gracia de Dios, por el contrario, hace al hombre humilde, modesto, manso, paciente, prudente”[4] y esto porque la gracia de Dios configura al alma con el Hijo de Dios encarnado, Jesús de Nazareth, en quien se encuentran todas las virtudes y perfecciones en grado infinito.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Un ejemplo de esto nos lo da la Sagrada Escritura, en el relato de lo que pasó con Amán y Mardoqueo (cfr. Est 3ss). Amán tenía la gracia del rey de los persas, que era entonces el mayor rey del mundo; Mardoqueo sólo tenía la gracia de Dios y era un pobre cautivo. Mientras que Amán concibió una soberbia luciferina y terminó en la horca, mientras que Mardoqueo fue bien visto, amado de todos, siendo elevado a la mayor dignidad de los persas, vestido con las vestiduras reales y reverenciado por el pueblo. Esto es figura del que rechaza la Ley de Dios por conformar a los hombres –Amán- y el que se humilla ante Dios para vivir en gracia y según los Mandamientos de la Ley Divina –Mardoqueo-. Como dice Nuestro Señor Jesucristo, “No se puede servir a dos señores”. Sirvamos, amemos y adoremos a Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía, aun a costa del desprecio de los hombres.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).  

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al Cielo iré y la contemplaré”.

 

        



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d,., 400.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 400.

[3] Homil. 1 in epist. 1 ad Cor.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 401.