viernes, 5 de abril de 2013

Hora Santa a la Divina Misericordia



Inicio: ingresamos al Oratorio. Hacemos silencio de palabras y silencio interior, acallando todas las voces que se interponen entre nosotros y Dios, cuya Voz “habla en el silencio”, como dice el Santo Padre Benedicto XVI. Ofrecemos esta Hora Santa pidiendo a Jesús Misericordioso por el mundo entero, y le traemos a Jesús Eucaristía todos los grupos de almas que Él pidió que introdujéramos en su Divina Misericordia al rezar la Novena. Nos encontramos delante de Jesús Misericordioso, el mismo Jesús que se le apareció a Sor Faustina y aunque no lo vemos con los ojos del cuerpo, sí lo vemos con los ojos de la fe. No estamos en un convento, como Sor Faustina, pero estamos delante de Jesús Misericordioso, oculto tras los velos del sacramento de la Eucaristía. Jesús en la Eucaristía es el mismo y único Jesús de Nazareth, Dios misericordioso, y ante su Divina Presencia Sacramentada nos postramos, implorando misericordia para nosotros y para el mundo entero. Pedimos la asistencia de María Santísima y la de nuestros ángeles custodios, para que nuestra oración se eleve prontamente y llegue al trono de Jesús Misericordioso.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo; te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

Canto de entrada: “Sagrado Corazón eterna alianza”.

Meditación

Jesús Misericordioso, Presente en la Eucaristía, te suplicamos por toda la humanidad y especialmente por los pecadores. Mira a la humanidad de todos los tiempos, mírala cómo ha caído por culpa del pecado original de los primeros padres, Adán y Eva. Apiádate de la humanidad, que sin ti se dirige enceguecida al abismo de la perdición; ten misericordia de los pecadores, sobre todo los más empedernidos, y para que no se pierdan en el abismo del fuego eterno, te los traemos para sumergirlos en el abismo de tu misericordia, que es un mar infinito, mar que es como un océano sin playas, interminable e inagotable. Queremos así consolarte por la amarga tristeza en que te sume la pérdida de almas. Que tu infinita misericordia no permita que ningún alma, por más pecadora que sea, se pierda, para que así toda la humanidad, absolutamente toda, sin que falte ningún hombre creado por Ti, pueda ensalzarte por los siglos infinitos. Amén.

Meditación en silencio.

Jesús Misericordioso, Sumo y Eterno Sacerdote, Pontífice Eterno, Sumo Pastor de las ovejas, te traemos a las almas de los sacerdotes y los religiosos, aquellos a quienes Tú elegiste para que sean pastores de tu rebaño. Los sumergimos en tu Corazón Eucarístico, mar infinito de misericordia insondable. Ellos fueron quienes te dieron fortaleza para soportar tu amarga Pasión. A través de los sacerdotes y religiosos fluye hacia la humanidad tu insondable misericordia, porque por ellos se confeccionan los sacramentos, fuentes inagotables de gracia divina, y por ellos la Iglesia ora en tu Presencia noche y día, implorando tu misericordia. Apiádate de ellos, porque a causa de su humana debilidad, muchas veces te ofenden, porque muchas veces no corresponden a su llamado y no son imágenes vivientes tuyas; muchos se dejan atraer por las cosas del mundo y esto es en sí ya una grave falta, porque dejarte a Ti por los atractivos del mundo, es el colmo de la ceguera y de la necedad. Apiádate de ellos y dales de tu luz y de tu Amor para que así no puedan nunca rehusarte ni desconocerte y, convertidos en una imagen viviente de tu misericordia, puedan guiar a las almas a ellos encomendadas en el camino de la salvación y luego, junto con el rebaño, ya a salvo de los lobos, los ángeles caídos, canten tus alabanzas por los siglos sin fin. Amén.

         Meditación en silencio.

         Jesús Misericordioso, Modelo de piedad y de Amor al Padre en toda tu vida, pero especialmente en las amargas horas de la Pasión, en el Huerto de Getsemaní, en donde pediste que se hiciera la Voluntad del Padre y no la tuya, a pesar de que el Padre quería que murieras crucificado por nuestra salvación; Jesús, modelo también de amor y piedad en la Cruz, cuando dijiste al Padre, “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, dándonos ejemplo de cómo debemos abandonarnos a Ti en los momentos de prueba, te traemos a todas las almas devotas y fieles, a todos aquellos que, por la acción de tu gracia en sus corazones, te son fieles y te aman, ofreciéndote el homenaje de sus vidas por medio de la oración y la misericordia; las sumergimos en el mar de tu misericordia, para que les concedas tus gracias en abundancia, para que estas almas, que consolándote a lo largo del Via Crucis, fueron una gota de consuelo en medio de un mar de amargura, vivan siempre en tu Sagrado Corazón y no los dejes nunca escapar de él. Padre Eterno, te suplicamos que mires con misericordia a estas almas fieles, que son el dulce fruto de la amarga Pasión de Jesús, y por sus méritos, les concedas que no pierdan jamás el amor y el tesoro de la santa fe, sino que con toda la legión de los ángeles y los santos, canten eternamente a la Divina Misericordia. Amén.

         Meditación en silencio.

Jesús Misericordioso, te traemos ahora a aquellos que no creen en Dios y aquellos que todavía no te conocen y los sumergimos en el mar de tu misericordia; míralos Jesús, son todos los ateos, los agnósticos y los paganos de todos los tiempos, también los de nuestros tiempos, algunos de los cuales son nuestros seres queridos. Míralos, Jesús, y ten compasión, porque por ellos sufriste amargamente en tu Pasión, pero también su conversión futura –que Tú viste en tu omnisciencia, porque eres Dios- dio consuelo a tu Corazón y así se alivió en algo tu amargura. Jesús Compasivísimo, que eres la Luz del mundo entero, haz que ingresen en la morada de tu Piadosísimo Corazón las almas de aquellos que obstinadamente no quieren creer en Dios, a pesar de las infinitas pruebas de su amorosa existencia que ofrece el mundo creado. Te pedimos también por aquellos que, por propia decisión, o porque no oyeron hablar de Ti, todavía no te conocen, y te pedimos también por quienes se han internado en las oscuras sendas del paganismo. Que los rayos de tu gracia que brotan de tu Corazón traspasado iluminen las tinieblas en las que se encuentran, para que también ellos, unidos a nosotros, ensalcen tu misericordia admirable. Padre Eterno, te pedimos por las almas de aquellos que no creen en ti y de los que todavía no te conocen, a las cuales hemos encerrado, por la oración, en el Compasivísimo Corazón de Jesús. Haz que el Corazón de tu Hijo los atraiga hacia ti, conmueve sus mentes y sus corazones con la fuerza de tu Amor, haz que te vean en cada creatura, haz que te descubran en el Evangelio y puedan alegrarse verdaderamente, porque sus vidas son tristes al desconocer la gran felicidad que es amarte. Concédeles a estas almas que te conozcan para que conociéndote te aman y amándote se salven, y así puedan ensalzar tu infinita misericordia por los siglos de los siglos. Amén.

         Meditación en silencio.

Jesús Misericordioso, te traemos a las almas de quienes llamamos “hermanos separados” y las sumergimos en el mar de tu misericordia. Estas almas te desgarraron en tu amarga Pasión, lacerando con su división y con su pretensión de creer en su propio Evangelio, tu Cuerpo y tu Corazón, es decir, tu Iglesia. Las sumergimos en tu misericordia infinita para que regresen pronto a la Iglesia y así curen tus heridas y alivien tu Pasión. Jesús Misericordiosísimo, que eres la Bondad Misma, tú no niegas la luz de la Verdad, que eres Tú mismo, a quienes te la piden; recibe en la morada de tu Compasivísimo Corazón a las almas de nuestros hermanos separados, mira el celo con el que hablan de Ti y condúcelas, por la luz de la Verdad a la unidad con la Iglesia y no las dejes escapar de la morada de tu Sagrado Corazón. Jesús, Tú que dijiste en el Evangelio: “Yo Soy la luz del mundo”, concédeles un rayo de luz de tu Sagrado Corazón, para que se disipen las tinieblas del orgullo y del error y el espíritu de división y de confusión sea alejado de ellas, para que así liberadas de las tinieblas del error, también ellas glorifiquen con nosotros tu insondable misericordia. Padre Eterno, mira con misericordia a las almas de nuestros hermanos separados, especialmente a aquellos que han persistido tenazmente en sus errores, desperdiciando así tus bendiciones y gracias. No mires sus errores, sino el amor de tu Hijo y su amarga Pasión que sufrió por ellos, ya que también ellos están encerrados en el Compasivísimo Corazón de Jesús. Ilumínalos con la luz de tu Verdad, tu Hijo Jesús, y haz que también ellos glorifiquen tu gran misericordia por los siglos de los siglos. Amén.

         Meditación en silencio.

Jesús Misericordioso, te traemos a las almas mansas y humildes y las almas de los niños pequeños y las sumergimos en tu misericordia. Son las almas que más se asemejan a tu Corazón, porque tu Corazón es “manso y humilde”, y Tú mismo eres un Dios con corazón de Niño, al punto de venir a nuestro mundo como un Niño en Belén. Tú las veías como ángeles terrestres que velarían al pie de tus altares, y así fueron tu consuelo en tu Pasión. Continúa siempre derramando sobre ellas torrentes enteros de gracias, porque solamente el alma humilde es capaz de recibir tu gracia; haz que nunca pierdan la inocencia dada por la gracia. Jesús Eucaristía, haz que estas almas, que son las preferidas del Padre Celestial, sean siempre protegidas por Ti, para que sean siempre como un ramillete perfumado ante el trono de Dios, de cuyo perfume se deleita Dios mismo. Estas almas tienen una morada permanente en tu Compasivísimo Corazón y cantan sin cesar un himno de amor y misericordia por la eternidad; no permitas que la soberbia, el orgullo y las atracciones del mundo mancillen sus almas, que agradan a Dios Padre porque se parecen a Ti. Padre Eterno, mira con misericordia a las almas de los niños pequeños que están encerradas en el Compasivísimo Corazón de Jesús; son las que más se parecen a tu Hijo, que por nosotros nació como Niño en Belén. Su fragancia asciende desde la tierra y alcanza tu trono. Padre de misericordia y de toda bondad, te suplicamos por el amor que tienes por estas almas y el gozo que te proporcionan, que bendigas al mundo entero para que todas las almas canten juntas las alabanzas de tu misericordia por los siglos de los siglos. Amén.

         Meditación en silencio.

Jesús Misericordioso, te traemos a las almas que veneran y glorifican tu misericordia de modo especial y las sumergimos en tu misericordia. Son las que más lamentaron tu Pasión, a ejemplo de las santas mujeres de Jerusalén, que se compadecieron de Ti al verte malherido en el Camino del Calvario. Estas almas son las que penetraron más profundamente en tu Espíritu, siendo un reflejo viviente de tu Corazón compasivo. Ellas resplandecerán con una luz especial en la vida futura; ninguna de ellas irá al fuego del infierno, y serán defendidas de modo especial por Ti en la hora de la muerte. Jesús Misericordiosísimo, cuyo Corazón es el Amor mismo, recibe en la morada de tu Compasivísimo Corazón a las almas que veneran y ensalzan de modo particular la grandeza de tu misericordia, y no cejan de hacerlo, aun en medio de toda clase de tribulaciones. Padre Eterno, mira con misericordia a aquellas almas que glorifican tu misericordia insondable y que están encerradas en el compasivísimo Corazón de Jesús. Estas almas son un Evangelio viviente, sus manos están llenas de obras de misericordia y sus corazones desbordantes de gozo cantan a ti, oh Altísimo, un canto de misericordia. A ellas, que obraron la misericordia para con sus prójimos más necesitados, Tú les dirás en el Día del Juicio Final: “Venid, benditos de mi Padre, al Reino de los cielos, porque tuve hambre y me disteis de comer; enfermo y preso y me visitasteis”. Te suplicamos, oh Dios, que se cumpla en ellas la promesa de Jesús quien les dijo que: “A las almas que veneren esta infinita misericordia mía, yo Mismo las defenderé como mi gloria durante sus vidas y especialmente en la hora de la muerte”. Amén.

         Meditación en silencio.

Jesús Misericordioso, te traemos a las almas que sufren en el Purgatorio y las sumergimos en el abismo de tu misericordia, para que los torrentes de tu Sangre, que brotan de tus heridas abiertas en la Cruz, las refresquen del ardor del Purgatorio. Son todas almas muy amadas por Ti, y cumplen con el justo castigo que se debe a tu Justicia, para poder presentarse luego, purificadas en el Amor, a tu infinita misericordia. Te traemos estas almas benditas, oh Jesús misericordioso, como una limosna espiritual, para saldar las deudas que mantienen con tu Justicia y así sus tormentos sean aliviados. Jesús Misericordiosísimo, tú mismo has dicho que deseas la misericordia, y por eso introducimos en la morada de tu Compasivísimo Corazón a las almas del Purgatorio, almas que te son muy queridas, pero que deben pagar su culpa adecuada a tu Justicia. Que los torrentes de Sangre y Agua que brotaron de tu Corazón Eucarístico, apaguen el fuego del Purgatorio para que también allí sea glorificado el poder de tu misericordia. Padre Eterno, mira con misericordia a las almas que sufren en el Purgatorio y que están encerradas en el Compasivísimo Corazón de Jesús. Te suplicamos por la dolorosa Pasión de Jesús, tu Hijo, y por toda la amargura con la cual su Sacratísima Alma fue inundada, muestra tu misericordia a las benditas almas del Purgatorio, que están bajo tu justo escrutinio, por no haber amado con más intensidad en esta tierra los bienes del cielo, y haberse dejado confundir por las cosas de la tierra. No las mires sino a través de las heridas de Jesús, tu amadísimo Hijo, ya que creemos que tu bondad y tu compasión no tienen límites. Amén.

         Meditación en silencio.

Jesús Misericordioso, Tú en el Apocalipsis dices: “Porque no eres ni frío ni caliente, sino tibio, te vomitaré de mi boca” (3, 16); te traemos a las almas tibias y las sumergimos en el abismo de tu misericordia, para que no sean rechazadas por Ti. Son las almas indiferentes a tu Amor; son las almas que, conociéndote, no se acercan a Ti por el fastidio que les da la oración, y porque se sienten más a gusto con las atracciones del mundo. Las almas tibias son aquellas que prefieren ver televisión u ocuparse en sus asuntos, en vez de asistir a Misa o acudir al sagrario a hacer oración; son las que todos los días hablan horas y horas de sus problemas y de sus ocupaciones con las creaturas, pero no son capaces de dedicar veinte minutos al día para rezar el Rosario, diálogo de amor entre el alma y la Virgen María y, a través de Ella, contigo. Estas almas son las que más dolorosamente hieren tu Corazón y son las que más rechazo te causan. A causa de ellas, tu alma experimentó la más intensa repugnancia en el Huerto de los Olivos, repugnancia que te hizo decir: “Padre, aleja de mí este Cáliz, si es tu voluntad” (Lc 22, 39-46). Para ellas, la última tabla de salvación consiste en recurrir a Tu misericordia. Jesús Misericordiosísimo, que eres la compasión misma, te traemos a las almas tibias a la morada de tu Piadosísimo Corazón, que arde en las llamas del Amor divino; haz que estas almas heladas que se parecen a cadáveres y te llenan de gran repugnancia se calienten con el fuego de tu Amor puro. Padre Eterno, mira con misericordia a las almas tibias que, sin embargo, están encerradas en el Piadosísimo Corazón de Jesús. Padre de la Misericordia, te suplicamos, por la amarga Pasión de tu Hijo y por su agonía de tres horas en la cruz, haz que sus corazones, al contacto con las llamas del Corazón de Jesús, se enciendan en el fuego del Amor divino, de modo que también ellas glorifiquen el abismo de tu misericordia. Amén.

         Meditación en silencio.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo; te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         Canto de salida: “El trece de mayo”.

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