Inicio: ingresamos en el oratorio; hacemos
genuflexión delante del Cordero de Dios, Jesús Eucaristía, demostrando así, con
el gesto corporal de adoración, que acompañamos con el cuerpo, la adoración y
el amor que le tributamos con el corazón. Pedimos la asistencia de Nuestra
Señora de la Eucaristía, para que Ella, Madre y Maestra de los Adoradores de la
Eucaristía, guíe nuestros pensamientos, nuestros afectos y nuestros propósitos
en esta Hora Santa. Ofrecemos esta Hora Santa en reparación por las
profanaciones cometidas contra el Altar Eucarístico, llevadas a cabo en Irlanda
y España recientemente[1]. (http://www.aleteia.org/es/religion/noticias/una-iglesia-de-puertas-abiertas-para-todo-6353848939577344-Polémicas
en Irlanda y España por filmar y fotografiar escenas obscenas dentro de los
templos).
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad,
Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el
Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto inicial: “Postrado a vuestros pies
humildemente”.
Meditación
Hora Santa en reparación por las recientes profanaciones al Altar Eucarístico en España e Irlanda
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Jesús, el Altar Eucarístico es lo más sagrado que existe
sobre la tierra; es el Nuevo Calvario, porque sobre él se celebra la Santa Misa
y la Santa Misa es la renovación incruenta del Santo Sacrificio de la Cruz, el mismo
y Único sacrificio por el cual Tú, Hombre-Dios, nos redimiste, entregando tu
Cuerpo, tu Sangre, tu Alma y tu Divinidad, solo que en el Altar Eucarístico el
sacrificio de la cruz se renueva de modo incruento, sacramentalmente, sin derramamiento de
sangre, porque el sacrificio de la cruz
está oculto a los ojos del cuerpo, pero no a los ojos de la fe, y es así como
los ojos del alma, iluminados por la luz de la fe de la Iglesia, contemplan,
extasiados, al Cordero de Dios, que sobre el Altar Eucarístico, ofrenda su
Cuerpo en la Eucaristía y derrama su Sangre en el Cáliz, para entregar con
ellos su Alma y su Divinidad, tal como lo hizo en el Monte Calvario, hace dos
mil años. Jesús, te damos gracias por el Altar Eucarístico, sobre el cual se
celebra la Santa Misa, Memorial de tu Santo Sacrificio de la Cruz y te pedimos
perdón por quienes, ignorantes e impiadosos, lo profanan con infames
sacrilegios, y te suplicamos, por tu infinita Misericordia, y por los dolores
del Inmaculado Corazón de María, que les concedas a ellos, a nosotros, a
nuestros seres queridos y a todo el mundo, el don de la contrición perfecta del
corazón. Amén.
Hora Santa en reparación por las recientes profanaciones al Altar Eucarístico en España e Irlanda
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Silencio para meditar.
Jesús, sobre el Altar Eucarístico desciende el fuego del
Espíritu Santo, fuego celestial prefigurado en el Antiguo Testamento, cuando el
profeta Elías, desafiando a los sacerdotes de Baal, hizo bajar fuego del cielo
que consumió a la ofrenda del holocausto, convirtiéndola en humo que subió al
cielo, como signo de la pertenencia a la divina majestad. Así, en la Santa
Misa, el Espíritu Santo, espirado por el Padre y el Hijo, es espirado a través
del sacerdote ministerial por medio de las palabras de la consagración por
Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, y como Fuego celestial, vacía a las substancias
muertas e inertes del pan y del vino, para llenarlas de la substancia gloriosa
y celestial del Hombre-Dios Jesucristo, esto es, su Cuerpo, su Sangre, su Alma
y su Divinidad. Este Fuego celestial, así infundido por el sacerdote
ministerial, provoca en las ofrendas del pan y del vino la transubstanciación, de
modo que el pan y el vino del altar, luego de la consagración, ya no son más lo
que eran, sino que pasan a ser la Carne del Cordero, asada en el Fuego del Amor
Divino, Carne que asciende como suave fragancia de suave aroma, porque esta Carne
santa y sagrada está impregnada de la divinidad, de la naturaleza y del Ser de
Dios Uno y Trino, porque es la Carne de Jesús, el Cordero de Dios que quita el
pecado del mundo, y así como el fuego terreno, al cocer la carne de un cordero,
la convierte en humo que asciende al cielo, así la ofrenda del pan, al ser
soplada sobre ella el Fuego del Espíritu en el Altar Eucarístico, se convierte
toda ella en la Carne del Cordero de Dios, Carne que está toda embebida de la
gloria, de la luz, de la divinidad, del Ser trinitario de Dios Uno y Trino, y
así como Carne glorificada y santificada por el Ser trinitario, junto con la
Sangre, el Alma y la Divinidad, es llevada por el Ángel hasta el altar del
cielo, como ofrenda agradabilísima, de suave fragancia, para adorar a la
Santísima Trinidad de parte de toda la humanidad, para expiar nuestros pecados,
para pedir perdón, para reparar, para impetrar, para dar gracias. Todo esto
sucede en el Altar Eucarístico, don de Dios Uno y Trino, y por ello te damos
gracias, oh Jesús Eucaristía, y pedimos perdón y reparamos por las ofensas y
profanaciones y por los inauditos y horribles sacrilegios cometidos contra el preciosísimo
Altar Eucarístico, y como prenda de reparación, te ofrecemos a Ti mismo en la
Eucaristía, y al Corazón Inmaculado de María con todos sus actos de amor hacia
Ti. Amén.
Hora Santa en reparación por las recientes profanaciones al Altar Eucarístico en España e Irlanda
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Silencio para meditar.
Jesús, el Altar
Eucarístico es una porción del cielo, en donde la Santísima Trinidad opera,
mediante el sacerdote ministerial, el milagro más grande jamás presenciado por
los cielos y la tierra, que deja asombrados y estupefactos a ángeles y santos. Sobre
el Altar Eucarístico Jesús, el Pastor Bueno, el Sumo y Eterno Sacerdote, por
medio del sacerdote ministerial, que obra in Persona Christi, sopla el Espíritu
Santo, vaciando a las substancias inertes y sin vida del pan y del vino, y
llenándolas del Él mismo, de su Cuerpo, de su Sangre, de su Alma, de su
Divinidad, y de su Amor, del Fuego del Espíritu, de manera que quien consume la
Eucaristía, Sacramento del Amor Divino confeccionado en el Altar Eucarístico,
consume el Pan Vivo bajado del cielo, Pan que contiene al Dios del Amor, Amor
que es Eterno, Amor que es Infinito, Amor que es celestial, Amor que se dona
todo, sin reservas, sin límites, tal como Es, al alma que lo recibe con fe, con piedad, con devoción, y, sobre todo, con amor. El Altar Eucarístico es, por este motivo, el lugar más
maravilloso de la tierra, porque en él se confecciona el más maravilloso de los
maravillosos sacramentos de la maravillosa Iglesia de Dios Uno y Trino, la
Eucaristía, sacramento que contiene el alimento que deleita a los ángeles y
santos en el cielo, porque contiene en sí todos los deleites celestiales, porque
contiene, vivo, palpitante, glorioso, lleno de la luz, de la gloria y del Amor
Divino, al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, que incendia con las Llamas
del Amor de Dios a todo aquel que lo consume y se deja consumir en esas llamas
de Amor. Por este don del Amor de tu Sagrado Corazón que es el Altar
Eucarístico, en donde se confecciona el Santísimo Sacramento del Altar, te
damos gracias, oh Jesús Eucaristía, y te pedimos perdón y reparamos por nosotros
y por nuestros seres queridos, por todas aquellas veces en que no hemos sabido
valorar ni apreciar el don infinito del Altar Eucarístico, y también pedimos
perdón y reparamos por aquellos pobres hermanos nuestros que, enceguecidos por
el odio satánico, han osado profanarlo sacrílegamente con inauditos sacrilegios
jamás antes cometidos de forma pública, y en reparación te ofrecemos a Ti mismo
en la Eucaristía y al Inmaculado Corazón de María, con todos sus actos de amor
hacia Ti. Amén.
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Silencio para meditar.
Jesús, el Altar Eucarístico es para nosotros, seres
limitados, imperfectos y pecadores, algo que supera nuestra capacidad de
imaginación y de intelección; por la Santa Misa, se convierte en lo que el
Apocalipsis describe como el “mar de cristal” (cfr. 4, 6), en donde se
encuentra el “trono de Dios” (cfr. Cap. 4), en donde es adorado el Cordero “como
degollado” (Ap 5, 6), al cual adoran
los ángeles, inciensándolo con inciensarios de oro y con suaves perfumes de
agradable fragancia, que significan las oraciones de los santos (cfr. Ap 5, 8). Para nosotros, pobres seres
limitados, imperfectos, llenos de miserias y de pecados, el Altar Eucarístico
representa la posibilidad de acercarnos y de tener, enfrente nuestro, delante
de nuestros ojos, invisibles a nuestros ojos corporales, pero visibles a los
ojos de la fe, por medio del misterio de la liturgia eucarística, a las
sublimes realidades sobrenaturales absolutas del Dios Uno y Trino y del Cordero
de Dios que es adorado en los cielos, en el Trono de Dios, porque por la Santa
Misa, el Altar Eucarístico deja de ser un simple material, para convertirse,
por la acción del Espíritu, en el mismo cielo que baja a la tierra, en el cielo
que, como “mar de cristal” purísimo –que simboliza la pureza absoluta del Ser
trinitario divino- contiene al Trono de Dios, en el cual es adorado el Cordero “como
degollado”, Cristo en la Eucaristía. Y así nosotros, pobres pecadores,
limitados e imperfectos, que vivimos en la tierra, sometidos al tiempo y a la
materia, participamos de la adoración que en la eternidad tributan al Cordero
los ángeles y los santos, porque por la consagración hecha por el sacerdote
ministerial en el Altar Eucarístico, in
Persona Christi, el pan y el vino se transubstancian en el Cuerpo, la
Sangre, el Alma y la Divinidad del Señor Jesús, el Hombre-Dios, quien queda oculto
y escondido detrás de las especies eucarísticas, para ser amado y adorado por
la Iglesia Peregrina, hasta el feliz encuentro en la eternidad, en el Reino de
los cielos. El Altar Eucarístico es, entonces, para nosotros, una parte del
cielo; es, en la Santa Misa, el “mar como de cristal”, y por eso, cada altar de
nuestras iglesias, es más precioso que el oro puro, porque en Él es adorado el
Cordero “como degollado” (Ap 5, 6),
Cristo Jesús en la Eucaristía, Nuestro Dios y Señor, Rey de cielos y tierra. Por
este don de tu Amor Misericordioso, te damos gracias, oh Jesús Eucaristía, y te
pedimos perdón, por nosotros y por nuestros seres queridos, por todas las veces
en las que no hemos sabido apreciarlo en su verdadero valor, y te pedimos
perdón y reparamos, por quienes, llevados por el odio de quien es “homicida
desde el principio” (Jn 8, 44), han
osado profanarlo de una manera inaudita y abominable, y para reparar, te
ofrecemos a Ti mismo en la Eucaristía, y al Inmaculado Corazón de María con
todos sus actos de amor hacia Ti. Amén.
Silencio para meditar.
Con respecto a lo que sucede
en el Altar Eucarístico, en donde se celebra la Santa Misa, debemos recurrir a
los santos. Dice Santa Hildegarda de Bingen , mística del siglo XIII: “Y
después de esto vi que, mientras el Hijo de Dios pendía en la cruz (…) vi como
un altar (…) Entonces, al acercarse al altar un sacerdote revestido con los
ornamentos sagrados para celebrar los divinos misterios, vi que súbitamente una
luz grande y clara que venía del cielo acompañada de la reverencia de los
ángeles envolvió con su fulgor todo el altar, y permaneció allí hasta que el
sacerdote se retiró del altar, después de la finalización del misterio. Pero
también allí, una vez leído el Evangelio de la paz y depositada sobre el altar
la ofrenda que debía ser consagrada, cuando el sacerdote hubo entonado la
alabanza de Dios todopoderoso –que es el ‘Santo, Santo, Santo, Señor Dios de
los ejércitos’– para comenzar así la celebración de los misterios,
repentinamente un relámpago de fuego de inconmensurable claridad descendió del
cielo abierto sobre la ofrenda misma, y la inundó toda con su luz, tal como el
sol ilumina aquello que traspasa con sus rayos. Y mientras la iluminaba de este
modo, la elevó invisiblemente hacia los [lugares] secretos del cielo y
nuevamente la bajó poniéndola sobre el altar, como el hombre atrae el aire
hacia su interior y luego lo arroja fuera de sí: así la ofrenda fue
transformada en verdadera carne y verdadera sangre, aunque a la mirada humana
apareciera como pan y como vino. Mientras yo veía estas cosas, repentinamente
aparecieron, como en un espejo, las imágenes de la Natividad, la Pasión y la
Sepultura y también de la Resurrección y la Ascensión de nuestro Salvador, el
Unigénito de Dios, tal como habían acontecido cuando el mismo Hijo de Dios
estaba en el mundo. Pero, mientras el sacerdote entonaba el cántico del Cordero
Inocente –que es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo– y se
presentaba para recibir la Santa Comunión, el relámpago de fuego antes
mencionado se retiró hacia los cielos; y tan pronto como el cielo se cerró oí
una voz que desde el cielo decía: ‘Comed y bebed el Cuerpo y la Sangre de Mi
Hijo para borrar la desobediencia de Eva, hasta que seáis restaurados en la
justa herencia’”.
Así es como los santos
vivieron los “sagrados misterios” del Altar Eucarístico, los cuales sobrepasan
infinitamente nuestra razón. Querido Jesús Eucaristía, te pedimos perdón y
reparamos, por nosotros, por nuestros seres queridos, y por el mundo entero,
por no apreciar el tesoro inapreciable del Altar Eucarístico y del misterio de
la Santa Misa que sobre él se lleva a cabo, y sobre todo, te pedimos perdón y
reparamos, por los inauditos sacrilegios y por las horribles profanaciones
cometidas contra el Altar Eucarístico, por aquellos hermanos nuestros que,
cegados por el “Príncipe de las tinieblas” y “Padre de la mentira”, han
cometido recientemente en España e Irlanda, y para reparar tamaña abominación,
te ofrecemos a Ti mismo en la Eucaristía, y también te ofrecemos al Inmaculado
Corazón de María, con todo su Amor hacia Ti. Amén.
Silencio para meditar.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad,
Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el
Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los
Ángeles”.
[1]
25.06.2014 Una iglesia católica al sur
de Belfast se encuentra escandalizada tras el vídeo clip de DJ Wilkinson en el
que se simula una escena de sexo en el altar de la misma. La mayoría de los
feligreses están en estado de shock y califican el vídeo de “horrible”,
“repugnante” o de avergonzante. El vídeo, interpretado por los actores irlandeses
Joanna Nixon y Diarmuid Noyes, muestra a dos jóvenes (un católico y una
protestante) que pasan una noche de fiesta en un club y tras unas copas e
ingerir droga terminan practicando sexo en diferentes lugares de Belfast. En la escena más “provocativa” del videoclip,
el hombre lleva a la chica a la capilla donde procede a apagar su sed bebiendo
de la fuente de agua bendita antes de santiguarse. Tras saltar y deslizarse a
través de los bancos, los jóvenes se desnudan y tienen “sexo” en el altar. La
gran polémica y la indignación de los fieles se encuentra en cómo es posible
que se haya permitido la utilización de su templo para rodar estas escenas.
Según explica el director del videoclip tuvieron el permiso de los sacerdotes
locales Padre Patrick McKenna y Padre Robert Fullerton que se horrorizaron
cuando vieron el contenido del vídeo y consiguieron con éxito las escenas
eliminadas ilícitas. No obstante y según explica la diócesis de Down y Connor,
donde han ocurrido los hechos: “El comportamiento en el video era una
profanación de la iglesia y causó angustia más grave que el sacerdote de la
parroquia" y aclaran que en ningún momento tenían permiso para grabar
escenas de este tipo en el lugar de culto. Fotos sacrílegas en España De igual
manera, hace unos días, en la parroquia de Munitibar (diócesis de Bilbao) en
España tenía lugar una polémica parecida. Unas “sacrílegas” fotos de una mujer
desnuda dentro del templo salían a la luz. Fotografías realizadas por José
Angel Uberuaga hace un año y que fueron difundidas a través de su web. En un
comunicado, el Obispado de Bilbao aseguraba que las imágenes difundidas y las
acciones tendentes a su consecución son "sacrílegas, presentan a la mujer
de modo humillante, hieren profundamente la conciencia creyente y causan
escándalo". Asimismo, explicaban que el acceso al templo y la toma de
imágenes se han llevado a cabo "sin conocimiento del párroco" y ha
añadido que, tras la averiguación de los hechos, se demandarán las
responsabilidades correspondientes, "sin descartar posibles acciones
legales". Según explicaba el autor de las fotografías, accedió al templo
al tomar las llaves de su madre, encargada de las labores de la limpieza.