jueves, 27 de septiembre de 2018

Hora Santa en reparación por la quema de cruces en iglesias por parte de la secta comunista en China 280818



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por la quema indiscriminada de cruces llevada a cabo por la secta comunista en China. La información  relativa a tan lamentable suceso se puede encontrar en el siguiente enlace:


La nota en cuestión afirma lo siguiente: “Pekín (China) (AICA): En nombre de la “sinización”, en pos de crear un cristianismo con “características chinas”, las autoridades de gobierno están quemando cruces y sustituyéndolas con las banderas rojas de China; en los edificios religiosos se exhiben eslóganes que exaltan el Partido y los valores del socialismo, mientras se eliminan las imágenes sacras, por considerarlas demasiado occidentales”.

Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario (misterios a elección). Primer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         En la Sagrada Escritura se habla muy a menudo –con respeto y admiración- de los cedros del Líbano[1]. Por ejemplo, en el Salmo 103, se dice que “Dios mismo ha plantado los cedros”; en el Salmo 91, el justo –el que está en gracia delante de Dios y es agradable a sus ojos- es comparado con el cedro que “ha sido plantado en la casa del Señor”[2]. Incluso la Sagrada Escritura llega a hablar de “los cedros de Dios”, pero jamás habla de estos árboles como si fueran una divinidad, porque eso sería paganismo, sino que habla de estos grandiosos árboles en el sentido de que la grandeza y majestuosidad del árbol reflejan y revelan un aspecto de la grandeza y majestad de Dios. Ahora bien, resulta sorprendente que la Santa Madre Iglesia alabe a un árbol que es más magnífico, más grandioso y más majestuoso que los “cedros de Dios” y éste árbol no es otro que el Árbol de la Cruz y su grandeza y majestuosidad y magnificencia se deben a que éste Árbol de la Cruz posee un Fruto exquisito, que no lo poseen los cedros del Líbano y ése Fruto exquisito es el Hijo de Dios encarnado. Dice así la Iglesia a este Árbol Santo: “Sólo tú has sido exaltado por encima de todos los cedros; de ti estuvo suspendida la vida del mundo; en ti triunfó Cristo; en venció la muerte a la muerte para siempre”[3]. ¡Oh Árbol Santo de la Cruz, más majestuoso y grandioso que los cedros del Líbano, danos siempre de tu Fruto exquisito, Cristo Jesús!

         Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

         Segundo Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

         La Santa Madre Iglesia considera entonces, a este Árbol de la Cruz, no solo como más grandioso, magnífico y majestuoso que los “árboles de Dios”, los cedros de la Sagrada Escritura, sino que le atribuye a este Árbol Santo una grandiosidad que supera no ya a los árboles, sino a los astros. A esto se refiere la Iglesia cuando canta: “¡Oh Cruz, más esplendorosa que todos los astros! ¡Más gloriosa que el mundo, amable en extremo para los hombres, más santa que nadie! ¡Tú sola fuiste digna de llevar el precio del mundo! ¡Madero amado, clavos amados! Llevas una carga amada, madero…”[4]. La Cruz de Cristo, entonces, es un Árbol amado, porque Él lleva una “carga amada”, el Hombre-Dios, que con su sacrificio en el madero de la Cruz salvó a los hombres del Demonio, lavó los pecados de sus almas y venció a la Muerte para siempre, dándoles su Vida eterna, la Vida que brotó de su Corazón traspasado. Si para el mundo la Cruz es un patíbulo que levanta al criminal en lo alto para quitarlo de en medio, para la Iglesia la Cruz es tres veces santa, porque Tres veces Santo es el Hombre-Dios que de ella cuelga, y si es levantado en alto, no es porque sea un criminal, sino que es el Cordero Inocente que con su Sangre compra la vida de los hombres que cometen día a día el crimen del pecado y si es elevado en lo alto, no es para ser quitado de este mundo, sino para “atraer a todos hacia sí”, con la fuerza del Amor del Espíritu Santo que brota de su Corazón traspasado.

Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

         Tercer Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

         Para el hombre de todos los tiempos, el árbol, por su contenido de frutos, ha sido siempre un símbolo y una prenda de vida, porque de sus frutos podía obtener alimento para sobrevivir, además de ser lugar de refugio y de descanso, frente a las inclemencias del tiempo. En el libro de Job se expresa esta admiración por el árbol que, aunque cortado, puede reverdecer: “Cortado, reverdece y echa nuevos retoños” (cfr. Job 14, 7-12). Ahora bien, para la Iglesia, como hemos visto, hay, por encima de todos los árboles, un árbol de la vida, que es vital literalmente para el alma, porque al igual que los otros árboles, este Árbol Santo da vida, sí, pero vida sobrenatural, porque es la vida divina que brota del Corazón traspasado del Salvador. Como los otros árboles, el Árbol Santo de la Cruz da refugio al alma, pero no para las inclemencias del tiempo o las bestias, sino que es refugio segurísimo contra las acechanzas y perversidades del Enemigo de las almas, el Ángel caído, el Diablo o Satanás. Quien se refugia a la sombra de la Cruz, tiene protección segurísima y su alma resistirá con toda fuerza y valor los embates del Tentador. Entonces, de igual manera, así como un árbol terreno sirve al hombre de alimento por sus frutos y de refugio seguro, así también, pero de un modo inconmensurablemente más grandioso, el Árbol de la Cruz le sirve de alimento espiritual, porque lo alimenta con su Fruto exquisito, el Sagrado Corazón de Jesús y le sirve de refugio espiritual, porque lo protege contra las acechanzas del Príncipe de las tinieblas. Éstas son las razones por las cuales la Santa Madre Iglesia exalta, alaba, ensalza y se gloría en el Árbol Santo de la Cruz, el Único Árbol de la Vida sobrenatural de Dios para el alma. ¡Oh Santo Árbol de la Cruz, haz que nos alimentemos siempre de tu Fruto exquisito, el Corazón de Jesús y sé siempre, para nosotros, refugio y protección para nuestras almas!

         Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

         Cuarto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

Según los planes y la voluntad de Dios, el primer hombre, Adán, y su esposa, Eva, debían alimentarse de los frutos de los árboles del Paraíso, de manera de alcanzar así la vida eterna y divina[5]. Sin embargo, el hombre –Adán y Eva-, en vez de obedecer la voluntad de Dios y escuchando la voz de la Serpiente Antigua en lugar de la voz de Dios, “prefirió comer del fruto prohibido del árbol del conocimiento del bien y del mal” y así su alma, en vez de vivir con la vida divina, murió a la vida de Dios, perdiendo la gracia. A partir de entonces, el hombre se volvió esclavo de tres grandes enemigos: el Demonio, el Pecado y la Muerte. Pero como dice la Santa Iglesia, Dios dispuso que si el hombre encontró la muerte y el Demonio lo venció en un árbol, el hombre encontrara también la vida divina y viera vencido al Demonio en otro árbol, el Árbol Sacrosanto de la Cruz. En el Árbol Sacrosanto de la Cruz, el hombre recibe la vida misma de Dios Uno y Trino y obtiene, por asociación y participación a la victoria de Cristo, la más completa victoria sobre el Enemigo de las almas. ¡Salve, oh Cruz Sacrosanta, en donde encontramos la vida divina que alimenta nuestras almas y en donde vencemos, con la victoria de Cristo, a la Serpiente Antigua, el Acusador, de una vez y para siempre!

         Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

         Quinto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

Por el pecado de Adán y Eva, pecado que consistió en desobedecer la voz de Dios y oír y obedecer a la voz de la Serpiente Antigua, el hombre perdió el Paraíso y quedó sometido al imperio de la Muerte y del Pecado; por la acción salvífica del Hombre-Dios, que dio su vida divina en la Cruz, el hombre no solo se vio libre de la Muerte, porque recibió la vida de Dios, sino que también se vio libre del Pecado, porque el Cordero de Dios le quitó sus pecados, lavándolos con su Sangre Preciosísima, brotada a raudales de sus heridas abiertas. Si por el pecado original los querubines le cerraron al hombre las puertas del Paraíso y le quedó prohibido el acceso a la vida de Dios y con Dios, ahora, con el Árbol de la Vida, el hombre tiene acceso a una vida superior a la que tenía en el Paraíso, porque es la vida de hijo de Dios, al haber sido adoptado como hijo por la gracia y si el paso al Paraíso le estaba antes cerrado por los ángeles y querubines, ahora, en la cima del Monte Calvario, el hombre tiene acceso a algo que es infinitamente más grandioso que el primer Paraíso, porque por la Cruz, por el Sagrado Corazón de Jesús que cuelga de la Cruz, el hombre tiene acceso, llevado por el Espíritu Santo, al seno mismo de Dios Padre. ¡Oh Cruz Sacrosanta, te adoramos y te exaltamos y te abrazamos con amor, porque de ti recibimos la Sangre Preciosísima del Cordero de Dios, Sangre que no solo quita nuestros pecados y nos da la vida divina, sino que nos introduce, por el Amor de Dios, en el seno del Eterno Padre!

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.




[1] Cfr. Odo Casel, Misterio de la Cruz, Ediciones Guadarrama, Madrid2 1964, 62ss.
[2] Cfr. Versículos 13-14.
[3] Cfr. Antífona del Benedictus en la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz.
[4] Cfr. Casel, ibídem.
[5] Cfr. Casel, ibídem.

viernes, 21 de septiembre de 2018

Hora Santa en reparación por retiro del Crucifijo en la legislatura de Salta 110918



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el agravio cometido contra el Santo Crucifijo en la Legislatura de la provincia de Salta, en Argentina, el pasado 08 de Septiembre de 2018. El agravio consistió en que el Santo Crucifijo fue retirado de la Legislatura a pedido de un periodista que iba a presentar su libro en ese recinto[1]. La información relativa al lamentable hecho se encuentra en los siguientes enlaces:


         Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Inicio del rezo del Santo Rosario meditado (misterios a elección).

         Primer Misterio del Santo Rosario

         Meditación

Para el cristiano, la gloria de Dios reside en la Santa Cruz de Jesús. Por esta razón, la Iglesia exulta de júbilo en la Cruz: “¡Oh Cruz gloriosa y digna de admiración y de veneración! Debemos gloriarnos en la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo”[2]. Y también dice así: “Mientras se eleva en alto el madero triunfal, la Santa Iglesia festeja un día glorioso”[3]. Es decir, mientras para el mundo la Cruz es “locura y necedad”, para la Iglesia Católica es motivo de júbilo, de gozo, de alegría sobrenaturales. La razón de la contradicción es que la Iglesia, Esposa del Cordero e iluminada por el Espíritu Santo, ve en la Cruz algo que el mundo no ve: el que cuelga del madero no es un hombre más entre tantos, sino el Hombre-Dios, el Cordero de Dios. Y al ser elevado en la Cruz, cumple los dos objetivos para los cuales el Padre lo envió al mundo: con la Sangre de sus heridas abiertas lava nuestros pecados y por medio del Agua y la Sangre que brotan de su Corazón traspasado, nos envía al Santificador de nuestras almas, el Espíritu Santo. Ése es el motivo por el cual la Iglesia exalta de júbilo y de alegría sobrenaturales al ser elevada la Santa Cruz de Jesús.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario

Meditación

         Si bien para nosotros, los cristianos, la relación entre la Cruz y la Gloria de Dios es algo “natural”, debemos recordar siempre que la relación no es natural, sino sobrenatural[4]. Si nos dejáramos guiar por lo natural, por lo que nos dice nuestra razón natural, de ningún modo podemos establecer una relación entre la Cruz y la Gloria de Dios. Por el contrario, ante los ojos de la razón natural, la Cruz se nos presenta como lo más alejado de la gloria, sea divina que humana. En efecto, a los ojos de la razón natural, la Cruz se presenta como el signo más elocuente de la humillación, del dolor, de la muerte, de la infamia. Quien cuelga de la Cruz se vuelve maldito a los ojos de los hombres, porque lo ha perdido todo, material y humanamente hablando y de tal manera lo pierde todo, que pierde hasta la vida, porque el que está en la Cruz, termina por morir. Pero cuando contemplamos la Cruz no con nuestros ojos, sino con los ojos de Dios, la situación cambia y ahí sí la Cruz tiene una relación directa con la Gloria de Dios, porque el que cuelga de la Cruz es Dios Hijo y en cuanto Dios, Él tiene el poder para convertir el dolor en dicha, la derrota en triunfo y la humillación en gloria. Contemplada con la luz de la fe y con los ojos de Dios, hay una relación estrechísima entre la Cruz y la Gloria de Dios, porque el Crucificado es la Gloria Divina Increada que, encarnada, se deja crucificar para salvar nuestras almas.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario

Meditación

         Para el hombre natural, para el hombre sin fe, la Cruz era el símbolo de la suprema ignominia y de la completa destrucción y fracaso[5]. La peor maldición era ser crucificado. Quien era crucificado, lo era por haber sido juzgado y condenado por criminal, cuyos delitos eran tan atroces, que debía ser borrado su nombre y también su existencia en medio del mayor oprobio y vergüenza, en medio de los tormentos más atroces. Ahora bien, nosotros, los cristianos, doblamos nuestras rodillas ante la Cruz: “Hincamos nuestras rodillas en adoración ante el signo de la Cruz; todos veneran la Cruz; todos los reyes la ensalzan”. Para el cristiano, lejos de ser un instrumento de oprobio, humillación y vergüenza, es signo de gloria divina, de triunfo de Dios, de victoria divina definitiva sobre el Demonio, el Pecado y la Muerte. Es decir, hay un cambio radical de perspectiva entre la visión mundana de la Cruz y la contemplación cristiana de la misma. Pero no se trata de un simple cambio de pensamiento: se trata de una verdadera iluminación, pero que no proviene del hombre, sino del seno mismo de Dios. Sólo la iluminación del Espíritu Santo nos permite contemplar la realidad última de la Cruz, la de ser el estandarte ensangrentado, victorioso, de Dios Hijo, que desde la Cruz derrota al Infierno, vence a la Muerte, quita los Pecados de los hombres y dona el Espíritu Santo por medio del Agua y la Sangre que brotan de su Corazón traspasado.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario

Meditación

         El espíritu mundano, que por definición no tiene al Espíritu de Dios, porque se contrapone radicalmente al mismo, no puede comprender la Cruz y ve en ella el fracaso de Dios. Pero esta visión mundana es completamente errónea, porque no se corresponde en absoluto con la realidad de la Cruz. Lejos de ser “el fracaso de Dios”, la Cruz es la victoria más completa y absoluta de Dios. En ella, el Demonio es derrotado para siempre, porque en el mismo momento en el que cree haber triunfado, dando muerte al Hijo de Dios, puesto que el Hijo de Dios es Eterno e Inmortal, el Demonio fracasa rotundamente en su intento de borrar de la faz de la tierra y del corazón de los hombres el dulce nombre de Jesús y así queda vencido para siempre. En la Cruz, la Muerte es derrotada, porque Jesús mata a la Muerte con su propia muerte, porque si bien muere humanamente, su Divinidad, que permanece unida a su Cuerpo y a su Alma, los reúne nuevamente al tercer día y así Jesús, al tiempo que resucita victorioso, vence a la Muerte, dándole muerte con su muerte y a nosotros nos da su Vida eterna. En la Cruz, Jesús quita el Pecado de las almas, porque los lava y los borra para siempre con la Sangre que brota de sus heridas abiertas y a cambio de dejarnos nuestras almas inmaculadas, nos colma luego con el Santo Espíritu de Dios. La Cruz de Jesús no es lo que dice el mundo, el fracaso de Dios, sino lo que dice la Iglesia: es el triunfo más completo y absoluto de Dios sobre el Demonio, la Muerte y el Pecado.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario

Meditación

         Si el que cuelga del madero es el Dios Tres veces Santo, entonces: ¡Glorificada sea la Santa Cruz! ¡Gloria a la Cruz! Para la Iglesia Católica la gloria no viene después de la Cruz, sino que está en la Cruz, por esta razón, porque el Crucificado es el Kyrios, el Señor de la gloria y ésa es la razón por la cual la Santa Cruz es el motivo de la gloria del cristiano: “En cuanto a mí, no quiera Dios que me gloríe sino en la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo” (Gál 6, 14). Para el cristiano, no hay mayor honor –inmerecido- ni mayor gracia –inmerecida- que estar crucificado, porque eso significa compartir el Trono de gloria del Señor Jesús; estar crucificado significa participar de la Gloria de Dios Hijo encarnado, que es la Gloria de la Trinidad. El cristiano que busque la gloria mundana en vez de la Cruz, está apostatando de la Verdad, está renunciando a la gloria divina para rebajarse a recibir la gloria mundana, que nada vale a los ojos de Dios. Si alguien quiere verdaderamente ser grande, entonces que se suba a la Cruz de Jesús y se quede con Él crucificado. ¡Oh Virgen Santísima, Nuestra Señora de los Dolores, tú que participaste de la Santa Cruz de Jesús, intercede por nosotros para que nunca cometamos la necedad de preferir la gloria del mundo a la gloria de la Santa Cruz! ¡Glorificada sea la Santa Cruz de Jesús, ahora y por siempre, por los siglos sin fin!

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.



[1] “La visita de Horacio Verbitsky a Salta para presentar su último libro no pasó inadvertido. Y es que, el escenario elegido, el Palacio Legislativo salteño, fue acondicionado de tal modo que generó el repudio por parte de fieles católicos, que se sintieron ofendidos. La presentación incluía una charla del ex jefe de Inteligencia del grupo guerrillero Montoneros con el investigador y escritor Diego Sztulwark que se llevó a cabo en el recinto donde sesiona la Cámara baja local y estaba organizada por la Cooperativa Coyuyo y la Mesa de Comunicación Popular de Salta y Jujuy. Durante el encuentro, Horacio Verbitsky, quien fue imputado por ser el autor intelectual del atentado al cuartel de la Policía Federal en el que murieron 23 personas y fue sobreseído durante el kirchnerismo, utilizó el sillón de la presidencia de la Cámara de Diputados. Además, para llevar a cabo la actividad fue descolgado el crucifijo que está emplazado en el edificio, lo que generó la reacción de católicos que se sintieron desairados. Tras la actividad, el crucifijo fue repuesto en su lugar”; cfr. https://www.infobae.com/politica/2018/09/08/quitan-un-crucifijo-de-la-legislatura-saltena-para-que-horacio-verbitsky-presente-su-libro/

[2] De los Responsorios IV y V de Maitines de las Fiestas de la Cruz; cfr. Odo Casel, Misterio de la Cruz, Ediciones del Guadarrama, Madrid2 1964, 254.
[3] Primer Responsorio de Maitines de las fiestas de la Cruz.
[4] Cfr. Casel, o. c., 254.
[5] Cfr. Casel, o. c., 255.

martes, 18 de septiembre de 2018

Hora Santa en reparación por quienes hacen apología del aborto 130918



         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por quienes hacen apología del aborto, instando a la muerte de lo que constituye la “imagen y semejanza de Dios”, el ser humano.

         Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Inicio del rezo del Santo Rosario (misterios a elección).

         Primer Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

En el esplendor litúrgico del nacimiento de Nuestro Señor, la Iglesia canta: “El Logos se hizo carne y habitó entre nosotros y hemos visto su gloria, gloria como de Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1, 14; Resp. XII de la Vigilia)[1]. El día de la Epifanía, la Iglesia se aplica a sí misma estas voces de los Profetas: “Levántate y resplandece, Jerusalén, que ya se alza tu luz, y la gloria del Señor alborea para ti, mientras está cubierta de sombras la tierra y los pueblos yacen en tinieblas. Sobre ti viene la aurora del Señor y en ti se manifiesta su gloria” (Is 60, 1ss). Es decir, en el día del Nacimiento del Señor, la Iglesia celebra que ella es recubierta por el esplendor y la gloria de Dios, mientras el mundo yace “en tinieblas y en sombra de muerte” y el esplendor y la gloria de Dios con los que la Iglesia se recubre, brotan del Acto de Ser divino trinitario del Niño de Belén. Para la Iglesia, el Nacimiento de Dios hecho Niño es motivo de júbilo y de alegría sobrenatural, porque ese Niño es la luz y la gloria de Dios, luz y gloria de vida divina que se derraman sobre la Iglesia, haciéndola resplandecer en medio de un mundo inmerso en las tinieblas y sombras de muerte.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, un Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         ¿Quiere decir esto que, quienes vivimos en esta vida mortal, contemplamos con nuestros ojos mortales, la gloria de Dios que resplandece sobre la Iglesia brotando del Cuerpo del Niño Jesús? No, lo veremos cara a cara solo en la otra vida: “lo veremos tal cual Es” (1 Jn 3, 2). Es decir, en esta vida terrena y mortal no vemos con los ojos del cuerpo a la gloria de Dios que brota del Niño Jesús, pero sí lo podemos ver con los ojos del alma, iluminados con la luz de la fe. De manera similar, ese mismo Dios que resplandece en el Pesebre y desde el cual se irradian la luz y la gloria divina, está oculto en la apariencia de pan, en la Eucaristía. Esto quiere decir que, si con los ojos del cuerpo vemos sólo apariencia de pan, con los ojos del alma iluminados con la luz de la fe vemos a Aquel que Es: vemos a Jesús, el Hijo de Dios, Presente en Persona con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en la Eucaristía, bajo apariencia de pan. Solo en la otra vida, cuando nuestro cuerpo –por la gracia y misericordia de Dios- haya sido revestido de la gloria inmortal, veremos al Niño Dios cara a cara, veremos a ese mismo Niño que hoy se nos oculta a los ojos del cuerpo, pero que se nos revela en la Eucaristía, a los ojos del alma.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, un Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Quien ve a Cristo, ve la gloria de Dios, la gloria del Hijo de Dios hecho hombre y es a esto a lo que se refiere Juan: “El Logos se hizo carne y hemos visto su gloria”. La revelación de su gloria va unida a la Encarnación del Logos. El Logos resplandece en la eternidad, en el seno del Padre y en la unión del Espíritu Santo, como “luz inaccesible” que “ningún hombre vio ni puede ver” (1 Tim 6, 16), pero cuando se encarna, esa gloria de Dios se hace visible en la carne de Cristo, cuando el Logos se encarna en el seno virgen de María. Y cuando el Logos prolonga su Encarnación en el seno virgen de la Iglesia, el altar eucarístico, quienes ven la Eucaristía, ven la gloria de Dios oculta en apariencia de pan. Por esta razón, así como quienes veían con sus ojos corpóreos al Hombre-Dios Jesucristo veían la gloria de Dios encarnada, así también quienes en la Iglesia ven la Eucaristía, ven la gloria de Dios encarnada y oculta en apariencia de pan. Por esta razón, estar delante de la Eucaristía en adoración, es el equivalente, para el alma que peregrina en esta tierra, al estar en adoración, contemplando cara a cara al Cordero de Dios, tal como lo hacen los ángeles y los santos en el cielo.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, un Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Cuando los pastores, avisados por los ángeles, y los Reyes Magos, orientados por la Estrella de Belén, acuden al Portal de Belén, ven a un niño, pero el mismo no se trata de un niño más entre tantos: es el Niño Dios, es Dios Hijo encarnado; es el Dios de la gloria y majestad infinita hecho carne y por esta razón es que lo adoran, porque ven en Él, con los ojos del cuerpo iluminados por la luz de la fe, no a un niño humano, sino al Niño Dios; ven, con los ojos del alma iluminados por la gracia, a Dios Hijo hecho Niño; ven a la Gloria del Padre encarnada, tal como lo dice el Evangelista Juan: “El Logos se hizo carne y hemos visto su gloria”. El mismo Logos Espíritu Puro que Juan contempla en el seno del Padre en las alturas, lleno de gloria y majestad, es el mismo Logos que el mismo Juan contempla ya salido milagrosa y virginalmente del seno de la Virgen Madre en el Portal de Belén: “El Logos era Dios, estaba en Dios; el Logos se hizo carne y hemos visto su gloria”. Quien contempla al Niño de Belén, quien contempla la Eucaristía, contempla la gloria de Dios hecha carne; contempla la gloria de Dios oculta en apariencia de pan.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, un Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Contemplar a Cristo crucificado es entonces también contemplar al Kyrios de la gloria, al Señor de la gloria. La gloria de Cristo crucificado no es la gloria del mundo, es la gloria divina, la gloria que Él posee junto al Padre desde la eternidad, como Unigénito del Padre. Quien contempla la cruz con Cristo crucificado, contempla la gloria del Padre, de un modo análogo a como los ángeles y santos contemplan al Cordero, cara a cara, en los cielos eternos. De un modo análogo, porque la gloria del Cristo crucificado está velada a los ojos corporales, pero está revelada a los ojos del cuerpo iluminados por la luz de la fe. La gloria de la cruz se contrapone radicalmente a la gloria del mundo, la sobrepasa, la juzga y la condena, porque la gloria de la cruz no consiste ni en poder, ni en ciencia ni en saber de este mundo. El Crucificado es el Rey de la gloria, porque posee desde la eternidad la gloria del Padre: “Jesucristo es Kyrios en la gloria del Padre” (Fil 2, 11). El cristiano es el que confiesa que este Cristo crucificado, “escándalo para los judíos y locura para los gentiles” (1 Cor 1, 18) es el Kyrios, el Señor Todopoderoso. A los ojos del mundo, el Crucificado parece necedad y debilidad y sin embargo, a los ojos de Dios, el Crucificado es Sabiduría y Poder de Dios, porque Él es el Unigénito. De la misma manera, a los ojos del mundo, la Eucaristía parece un débil pan, pero a los ojos del adorador, es el Kyrios, es el Señor de la gloria, que ha pasado ya por su misterio pascual de muerte y resurrección y reina glorioso desde la Eucaristía. Y porque la Eucaristía es el Señor de la gloria, es que los cristianos nos postramos ante la Presencia Eucarística del Señor de la gloria y lo adoramos “en espíritu y en verdad” (cfr. Jn 4, 23-24).

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.


        


[1] Cfr. Matthias Joseph Scheeben, Misterio de la cruz, Ediciones Guadarrama, Madrid 1964, 199ss.