miércoles, 25 de noviembre de 2015

Hora Santa en reparación por los ultrajes y sacrilegios contra la Eucaristía ocurridos en Pamplona, España


El "artista", Abel Azcona, profanando la Eucaristía y simulando comulgar, para inmediatamente robar la Hostia Consagrada.

         Inicio: En estos últimos días nos hemos enterado, por medio de la Red, acerca de una desagradable y lamentable noticia: un supuesto “artista plástico” español –llamado Abel Azcona- profanó triplemente la Eucaristía en Pamplona, España: primero, simulando comulgar y robándolas en cambio, sustrajo 248 Hostias consagradas; luego, realizó su “obra artística”, colocando las Hostias en el suelo y disponiéndolas de modo que formaran la palabra “Pederastia” –según sus declaraciones, el mismo “artista” sufrió un abuso, lo cual lamentamos y repudiamos y, por este hecho, nos solidarizamos con este señor, aunque obviamente, no por el sacrilegio- y, por último, mantiene “secuestradas” (literalmente) a unas 200 Hostias, ya que luego de levantar la blasfema obra, se niega a devolver las Hostias robadas y profanadas.
Por lo tanto, ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio a Nuestro Señor Jesucristo por lo acontecido, suplicando la devolución de las Hostias robadas y la conversión de la/s persona/s autora/s del sacrilegio, al tiempo que pedimos también para nosotros, para nuestros seres queridos y para todo el mundo, la más grande gracia que pueda recibir una persona en esta vida: la gracia de la conversión y la contrición del corazón.
Algunos de los sitios que dan cuenta de este horrible sacrilegio son los siguientes: https://www.aciprensa.com/noticias/exposicion-sacrilega-en-espana-roban-formas-consagradas-y-escriben-pederastia-con-ellas-46217/); http://www.iglesianavarra.org/noticias/2015/11/profanar-a-jesus-eucaristia-es-un-sacrilegio-gravisimo/; http://observatorioantisectas.blogspot.com.ar/2015/11/sacrilegio-eucaristico-en-pamplona-y.html

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Canto inicial: “Postrado a vuestros pies humildemente”.

         Inicio del rezo del Santo Rosario (misterios a elegir).

         Primer Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

Jesús en la Eucaristía es Dios Hijo encarnado, que prolonga su Encarnación en el Pan Eucarístico. La Eucaristía no es un “pan bendecido” en una ceremonia religiosa: es la Presencia real y substancial del Hombre-Dios Jesucristo, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Jesús está en la Eucaristía con su Cuerpo glorioso, así como está en el cielo y así como es adorado por los ángeles y santos en el cielo y en la eternidad, así es adorado por la Iglesia Peregrina en el tiempo y en la tierra; la diferencia entre su Presencia gloriosa en el cielo y su Presencia gloriosa en la Eucaristía es solamente el hecho de que a nuestros ojos mortales, Jesús se nos presenta oculto bajo el velo sacramental, pero es Él, el Dios Tres veces Santo, Fuente de la gloria y la Gloria Increada en sí misma, Quien se encuentra en la Eucaristía. No podemos verlo con los ojos del cuerpo, porque a nuestros sentidos, aparece como si fuera pan, en apariencia de pan, pero es sólo apariencia, porque la substancia del pan ya no está más, porque se ha convertido en las substancias gloriosas de su Humanidad divinizada y de su divinidad, porque Él es la Persona Segunda de la Trinidad encarnada en Jesús de Nazareth. Jesús, en la Eucaristía, es Dios Hijo encarnado, que posee el Acto de Ser divino trinitario y como tal, es Dios Eterno, Dios sin principio en el tiempo, que Es desde toda la eternidad y que permanece inmutable en su Ser divino perfectísimo por toda la eternidad. Jesús en la Eucaristía es Dios Hijo, enviado por Dios Padre, para comunicar a Dios Espíritu Santo por la efusión de su Sagrado Corazón, a todo aquel que lo reciba en la Sagrada Comunión en estado de gracia santificante, con fe, con piedad, con devoción y, sobre todo, con amor.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         En la Eucaristía está Jesús con su Sagrado Corazón que late, vivo y glorioso, con la vida, la fuerza y el ritmo del Amor de Dios, el Espíritu Santo. En la Eucaristía está contenido el Sagrado Corazón de Jesús, el mismo Corazón que se le apareció a Santa Margarita; el Corazón que está envuelto en las llamas del Divino Amor; el Corazón que arde en deseos de comunicar el Fuego que lo consume, el Espíritu Santo, el Amor de Dios; el Corazón que no desea otra cosa que darse totalmente, sin reservas, con la infinita plenitud del Divino Amor que lo inhabita, a todas y cada una de las almas; el Corazón que desea incendiar a las almas en el Fuego del Amor Divino, porque el Fuego de este Corazón es el Fuego del que hablaba Jesús cuando dijo: “He venido a traer Fuego a la tierra, ¡y cómo desearía que estuviera ya ardiendo!”; es el Corazón que sufrió una angustia de muerte en el Getsemaní, al ver la inmensidad de la malicia del corazón del hombre; es el Corazón que, suspendido en la cruz, aún después de muerto Jesús, al ser atravesado por la lanza del soldado romano, latió por última vez, para derramar sobre la humanidad hasta la última gota de Sangre, la Sangre del Divino Cordero, Sangre que quita los pecados del mundo y concede la vida eterna a los que, con corazón contrito y humillado, se arrodillan ante la cruz para besar los pies de Jesús y pedir que su Sangre caiga sobre ellos, no en el sentido blasfemo de los que pedían su condena en el Evangelio, sino piadosamente, porque saben que en la Sangre del Divino Cordero está contenido el Espíritu Santo, que borra los pecados y santifica el alma. ¡Oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, imploramos tu gracia y tu perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman; imploramos tu misericordia por aquellos hijos tuyos que “no saben lo que hacen” cuando comulgan sacrílegamente con la intención de robar la Eucaristía para luego cometer toda clase de sacrilegios, impiedades y profanaciones! ¡Por el amor del Inmaculado Corazón, ten piedad de los pobres pecadores!

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Día a día, Jesús en la Eucaristía es horriblemente ultrajado por los hombres ingratos e indiferentes a su Presencia sacramental y a su Amor contenido en su Sagrado Corazón Eucarístico. Como si fuera un ladrón, los hombres, de todas las edades y condiciones sociales, huyen de la Presencia Eucarística de Jesús y de la Comunión Eucarística; como si Jesús Eucaristía fuera un bandido que sólo desea hacerles mal, los hombres se apartan de Él y lo dejan solo en el sagrario, haciendo oídos sordos a sus llamados de Amor; como si Jesús Eucaristía fuera un asaltante de caminos, los hombres se apartan de Él y lo abandonan, despreciando con su indiferencia las gracias inimaginables que Jesús concede a todos los que a Él se acercan con humildad y sinceros deseos de conversión. Jesús sólo quiere dar el Amor de su Sagrado Corazón Eucarístico, pero sólo recibe a cambio ultrajes, desprecio, abandono, soledad, cuando no es robado y llevado secuestrado para ser sometido a las más horrendas e inimaginables profanaciones. Es por eso que a Jesús Eucaristía, el Dios del sagrario, el Dios de la Eucaristía, le dirigimos, postrados en adoración y con el deseo de reparar nuestros pecados y los de los hombres, las oraciones que el Ángel de Portugal, arrodillado en tierra y doblando su rostro hasta el suelo, les enseñara a los Pastorcitos: “Dios Mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”. Al Dios de la Eucaristía, Cristo Jesús, cuyo Sagrado Corazón late de Amor en la Hostia Consagrada, le decimos: “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoro profundamente, y te ofrezco el precioso cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Jesucristo, presente en todos los tabernáculos del mundo, en reparación de los sufragios, sacrilegios e indiferencia por medio de las cuales Él es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Sagrado Corazón y por el Inmaculado Corazón de María, pido humildemente por la conversión de los pobres pecadores”. ¡Oh Jesús, Dios de la Eucaristía, Dios del sagrario! Te suplicamos perdón y misericordia por los horribles ultrajes y sacrilegios a los que te ves sometido día a día por la ingratitud, la indiferencia y el desprecio de los hombres, por quienes entregaste tu Vida en la cruz y por quienes entregas tu Cuerpo y Sangre en la Eucaristía. Ten piedad de ellos y también de nosotros, pobres pecadores, y por intermedio del Inmaculado Corazón de María, Nuestra Señora de la Eucaristía, acepta nuestra humilde oración de reparación y adoración, para que te sirva de consuelo en medio de tanta amargura.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación

         En el Huerto de los Olivos, Jesús pidió a sus discípulos que orasen con Él, pero los discípulos, llevados por el cansancio, pero sobre todo por la indiferencia, el desamor y la ingratitud hacia Jesús y su Pasión, se rindieron al sueño, mientras Jesús oraba y sudaba sangre, ante la vista de la horrible fealdad del pecado, nacido del corazón del hombre. En el Huerto, Jesús, que llevaba sobre sí los pecados de todos los hombres, sufrió además los dolores, las penas, las muertes de todos los hombres, y fueron la visión de los pecados y el sufrimiento agónico de todas las muertes de la humanidad entera, los que le produjeron el sudor de sangre, de su Sangre Preciosísima, que así comenzaba a ser derramada por nuestra salvación. Jesús sudó sangre no como consecuencia de un mero estrés, sino por el agobio que le produjo contemplar la inmensidad del mal anidado en el corazón del hombre, cuyo castigo Él, siendo Inocente, habría de sufrir de forma vicaria para la salvación de las almas, y el dolor producido en su naturaleza humana, al sufrir en sí mismo las muertes de todos los hombres. Con su exudación de Sangre, Jesús comenzaba así a lavar los pecados de la humanidad y comenzaba también a derrotar a la Muerte, para concedernos su vida eterna. Pero les había pedido a sus discípulos que lo acompañaran con la oración, pero los discípulos, faltos de amor hacia Él, se durmieron, lo que les valió el reproche de Jesús: “¿No habéis podido velar Conmigo una hora?”. Y mientras los discípulos dormían, sus enemigos se mostraban, por el contrario, sumamente activos, porque se dirigían a toda prisa hacia el Huerto, para arrestar a Jesús, iniciando así el proceso que habría de culminar con el inicuo juicio que lo condenaría a muerte de cruz. En nuestros días, sucede lo mismo: mientras los cristianos, llamados a adorarlo en su Presencia Eucarística y llamados a custodiarlo en el sagrario, en vez de hacer esto, duermen, sus enemigos de su Presencia Eucarística se muestran, por el contrario, activos, sumamente activos, despiertos y vigilantes, prontos para robar formas consagradas, para luego someterlas a los más horrendos ultrajes, repitiendo la escena evangélica del arresto de Jesús en el Huerto de los Olivos y su posterior ultraje a manos de la soldadesca. También hoy nos dirige Jesús el mismo reproche, a nosotros, cristianos tibios, que preferimos la televisión a la oración, internet antes que adorar, sentarnos cómodos en un sillón antes que hacer algún sacrificio por la conversión de los pecadores, ver un programa televisivo antes que rezar el Rosario, y así tantas cosas más, que demuestran nuestra tibieza, nuestra indiferencia y nuestro desamor hacia Jesús, su Pasión y su Presencia Eucarística. ¡Virgen María, Nuestra Señora de la Eucaristía, despiértanos de nuestro letargo, concédenos la gracia de amar a tu Hijo Jesús en la Eucaristía, con el mismo amor con el que tú lo amas!

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación

         En la cruz, el Viernes Santo, Jesús entregó su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad; en cada Santa Misa, renovación incruenta y sacramental del Santo Sacrificio de la Cruz, Jesús entrega su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad; en la Eucaristía, Jesús está Presente, real y substancialmente, para entregar su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad a todo aquel que lo reciba con fe y con amor en la comunión sacramental. Sin embargo, algunos, en vez de recibir al Amor de Dios –eterno, infinito, inagotable, inabarcable- que se nos brinda sin reservas, todo contenido y “concentrado” bajo apariencia de pan, algunos, inexplicablemente, en vez de deleitarse con este Manjar Super-substancial, con este Pan Vivo bajado del cielo, con este Maná Verdadero que alimenta al alma con la deliciosa substancia divina, que es “un piélago de Amor infinito”, algunos, movidos por inconfesables motivos, simulan comulgar, fingen recibirlo para la comunión y en vez de comulgar, secuestran al Señor Jesús, oculto en la Eucaristía, y lo someten a ultrajes, sacrilegios, profanaciones, inenarrables, tramadas y planificadas en las más oscuras madrigueras del Infierno, llevadas a cabo por hombres siniestros, aliados de las tinieblas vivientes, Satanás y los ángeles caídos. ¡Oh Jesús Eucaristía, ten piedad de los pobres pecadores, especialmente de aquellos que profanan tu Presencia Eucarística, y envía sobre ellos, por intercesión de Nuestra Señora de la Eucaristía, un rayo de tu luz, que disipe las tinieblas de sus mentes y de sus corazones! También te suplicamos, oh Amado Jesús Eucaristía, que aceptes, también por intercesión de María Virgen, nuestras humildes oraciones y reparaciones, al tiempo que te ofrecemos nuestros pobres corazones para que sean ellos los que reciban, en tu lugar, los sacrilegios, insultos y desprecios que a Ti te dirigen, para que así tengas aunque sea un mínimo consuelo.

 Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Un Padre Nuestro, tres Ave Marías y Gloria, pidiendo por los santos Padres Benedicto y Francisco, por las Almas del Purgatorio y para ganar las indulgencias del Santo Rosario.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.




sábado, 21 de noviembre de 2015

Es una gracia inapreciable contar con un Oratorio de Adoración Eucarística


(Homilía en ocasión de la Santa Misa de acción de gracias por un nuevo aniversario del Oratorio de Adoración Eucarística perteneciente a la Parroquia)

         Para una comunidad parroquial, el hecho de poseer un Oratorio de Adoración Eucarística es una gracia literalmente inapreciable, porque por mucho esfuerzo que hagamos para entender el alcance de esta gracia, nunca vamos a poder alcanzar a dimensionar, ni en esta vida, ni en la otra, lo que significa tener la Presencia de Jesús Sacramentado, expuesto para su adoración, todos los días del año.
         Como decimos, es una gracia incomparable, inimaginable, y como todas las cosas de Dios, es algo demasiado grande para nuestra pequeñez humana. Es muy pequeño nuestro entendimiento, para que podamos entender cómo es posible que el Dios de los cielos, al que adoran ángeles y santos en la eternidad, se encuentra aquí y ahora, en medio nuestro, en nuestro tiempo; es muy pequeño nuestro corazón, para amar al Dios del Amor, y es por eso que las palabras de Santa Teresa de Ávila se hacen realidad: “El Amor no es amado”. Jesús, en la Eucaristía, es el Dios Amor –porque “Dios es Amor”, dice San Juan Evangelista (1 Jn 4, 8)-, el Dios que es el rostro de la misericordia del Padre, el Dios que es la Misericordia Encarnada, y está en la Eucaristía, con su Sagrado Corazón Eucarístico latiendo con la fuerza y el ritmo del Amor de Dios, el Espíritu Santo, suspirando de amor por todos y cada uno de nosotros, con el solo deseo de donarnos la inmensidad de su Amor, pero nosotros no tenemos ni tiempo, ni ganas, ni amor suficiente para devolver amor al Amor, como dice el dicho: “Amor con amor se paga”.
         Jesús está en la Eucaristía no en el recuerdo, no en la imaginación de los fieles; su Presencia no depende de la fe de nadie, porque Él está ahí y estará hasta el fin de los tiempos, aún si nadie en el mundo tuviera fe, aún si nadie en el mundo creyera en su Presencia; sólo bastaría la consagración del pan y del vino de un débil y pobre sacerdote de campo, para que Jesús se haga Presente en la Eucaristía con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, como sucede en cada Santa Misa.
         Jesús está en la Eucaristía para ofrecernos el Amor de su Sagrado Corazón Eucarístico y no quiere otra cosa de nosotros sino que le demos nuestro amor. Cuando se le apareció a Santa Margarita María de Alacquoque, Jesús le pidió su corazón, lo introdujo en el suyo, y lo sacó convertido en un corazón de fuego, porque era el mismo corazón de Santa Margarita, que había sido sumergido en el Fuego del Divino Amor que arde sin consumir al Sagrado Corazón de Jesús. Lo mismo quiere hacer Jesús con cada uno de nosotros: quiere que le demos la pequeñez de nuestro corazón, con todo lo que está allí contenido, para sumergirlo en el Fuego del Divino Amor, que arde en su Corazón, para no solo purificar y santificar nuestros corazones y nuestros amores, sino para convertirlos en copias e imágenes vivientes de su Sagrado Corazón. También quiere hacernos partícipes de las tristezas y amarguras que experimentó en su Pasión, pero eso solo lo hace con quienes más ama.
         El oratorio debería estar abarrotado de fieles, pero no lo está, porque faltan adoradores, mientras que sobran los que hacen fila para asistir a espectáculos deportivos y de toda clase, o para recibir dinero de un cajero automático, o para vivar a ídolos musicales. Faltan adoradores, sobran quienes aman al mundo.
         ¿Y qué debemos hacer cuando venimos a adorar? Por supuesto que Jesús es Dios omnipotente y, como tal, puede concedernos absolutamente todo lo que le pidamos, siempre que sea conveniente para nuestra salvación. Pero si venimos solamente a pedir, entonces nuestra relación y nuestro trato con Jesús Sacramentado no pasa de ser una relación y un trato interesados, como si dijéramos: “Antes que tu Amor, quiere que me des lo que te pido”. Buscaríamos a Jesús en la Eucaristía por mezquindad, por intereses egoístas y amaríamos a Jesús de modo mezquino y egoísta, porque lo amaríamos no por lo que Es, Dios de infinita majestad y Amor, sino por lo que da, que es lo que le pedimos. Amaríamos “los consuelos de Dios, y no al Dios de los consuelos”, como dice Santa Teresa de Ávila. Amaríamos a Jesús no con amor de amistad, como Él nos ama: "Ya no os llamo siervos, sino amigos" (Jn 15, 15), sino con amor interesado, mezquinos. No debemos entonces acudir a la adoración eucarística para pedir –o al menos, no debe ser esa la intención primaria, si es que de veras queremos amar a Jesús Eucaristía-, sino que debemos acudir a la adoración eucarística para dar gracias, para ofrecer oraciones y sacrificios por vivos y difuntos, por la conversión de los pecadores, muchos de los cuales, como dice la Virgen en Fátima, se condenan en el lago de fuego porque “no hay nadie que rece por ellos”; deberíamos venir a la adoración eucarística para unirnos a la Pasión del Redentor, para participar de su Pasión en cuerpo y alma, ofreciendo lo que somos y tenemos para que Él disponga de nuestras vidas como le plazca; finalmente, deberíamos acudir a la adoración eucarística sin otro objetivo que el de simplemente amar, adorar y reparar; para adorar y amar con todo nuestro ser al Dios Amor en la Hostia consagrada. Y sin embargo, faltan adoradores, porque como dice Santa Teresa, “el Amor no es amado”.
         Para medir nuestro grado de amor a Jesús Eucaristía, y para que caigamos en la cuenta de cuán cierta es la frase de Santa Teresa  de Ávila: “El Amor no es amado”, debemos preguntarnos: ¿qué pasaría si en vez de Jesús Eucaristía, estuviera un dispensador de dólares, que regalara miles de dólares por segundo a quienes se pongan delante suyo? ¿Qué pasaría si en vez de Jesús Eucaristía, estuviera Messi, o Tévez, o Cristiano Ronaldo, o cualquier deportista o político, o personalidad de la cultura, del cine, del teatro, o algún gran personaje del mundo? ¿Qué pasaría si estuviera alguien que prometiera dar soluciones a todos los problemas, económicos, morales, espirituales, afectivos, de cada uno? ¿No acudirían los cristianos –niños, jóvenes, adultos- en masa, para recibir las migajas que pudieran darles?
         Sí, los cristianos acudirían en masa, dejando solo a Jesús en el sagrario, tal como lo hacen en nuestros días, porque “el Amor no es amado”.

         Tener un Oratorio de Adoración Eucarística es una gracia enorme, inabarcable para nuestra pequeñez humana, pero la Virgen, Nuestra Señora de la Eucaristía, viene en ayuda de nuestra pequeñez, porque Ella, la Madre del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, la Madre del Amor Hermoso, como Medianera de todas las gracias, puede concedernos las gracias que iluminen nuestras pobres mentes y corazones, para que apreciemos el Amor del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús y no lo dejemos de lado por los modernos ídolos con los que el mundo nos tienta. Que la Virgen, Nuestra Señora de la Eucaristía, nos ayude a discernir, para que no solo no caigamos en la tentación de adorar a los ídolos del mundo, el becerro de oro que adoró idolátricamente el Pueblo Elegido, sino que adoremos al Único y Verdadero Dios que merece ser adorado, Jesús, el Cordero de Dios, el Dios del Sagrario, el Dios de la Eucaristía.

viernes, 20 de noviembre de 2015

Hora Santa en reparación y acción de gracias a Jesús Eucaristía


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación y acción de gracias a Jesús Eucaristía.

         Canto inicial: “Cristianos, venid; cristianos, llegad”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario (misterios a elección).

         Primer Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

En el Huerto de los Olivos Jesús pidió a sus discípulos que lo acompañaran con la oración: “Quedaos aquí y velad conmigo” (Mt 26, 38), pero ellos, rendidos por el cansancio, pero sobre todo por la indiferencia, el desinterés y el desamor hacia Jesús, lo dejaron solo y, en vez de orar, se durmieron. Esto motivó su amargo reproche: “¿No habéis podido velar una hora Conmigo?” (Mt 26, 40). Hoy también necesita Jesús discípulos que lo amen, lo adoren y lo acompañen en el sagrario; pero hoy también nos dirige Jesús a nosotros el mismo reproche, porque nosotros, cristianos del siglo XXI, discípulos suyos, elegidos con amor de predilección de entre cientos de miles de hombres para acompañarlo en las amargas horas del Getsemaní, no somos capaces de acudir al sagrario o al oratorio, en donde Jesús se encuentra en la Eucaristía, para acompañarlo en su soledad, para orar por la conversión de los hombres pecadores, para hacernos partícipes de su Pasión redentora. Escuchemos la voz de Jesús que nos dice al corazón: “¿No habéis podido velar una hora Conmigo?”.

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, gloria.

         Segundo Misterio del Santo Rosario.  

Meditación.

         Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; es el Cordero de Dios que lava los pecados del alma con su Sangre derramada en el Huerto y en la cruz. Siendo Él el Cordero Inocente, asumió sobre sí nuestros pecados; fue la visión de la espantosa malicia del pecado del hombre lo que le produjo una angustia de muerte: “Mi alma está triste hasta la muerte” y lo que lo llevó a sudar sangre. Jesús sudó sangre en el Huerto, como consecuencia de la angustia mortal que le provocó ver nuestros pecados, que con su horrible fealdad ofendían la Divina Majestad. Los mismos pecados que los hombres cometemos –aborto, eutanasia, crímenes de todo tipo, avaricia, lujuria, idolatría, pereza, gula- y que nos provocan placer de concupiscencia, en Jesús se traducen en una angustia y una tristeza mortal, que lo lleva a agonizar y si no le provocan la muerte –tal es el horror del pecado a los ojos de Dios- es porque el Padre ha dispuesto que debe aún sufrir más, hasta la muerte de cruz. Jesús Eucaristía nos llama, como cristianos, desde el sagrario, para que lo acompañemos con la oración, para que ofrezcamos nuestras vidas y lo que somos y tenemos, para reparar y expiar por nuestros pecados y los del mundo entero. Jesús nos llama, desde la Eucaristía, para que consolemos su Sagrado Corazón Eucarístico, estrujado de dolor y angustia ante el mal que anida en el corazón del hombre. ¿Por qué no respondemos a su llamado de Amor?

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

En el Huerto de los Olivos, además de la tristeza mortal por nuestros pecados, Jesús sufrió en su Cuerpo y en su Alma los dolores, enfermedades y muertes de todos los hombres, porque en su Pasión no solo lavó nuestros pecados, sino que también destruyó la muerte y santificó el dolor y la enfermedad, pero para hacerlo, sufrió verdaderamente cada dolor por nosotros experimentado, y sufrió también nuestra propia muerte; sufrió las agonías, dolores, penas, abandonos de todos y cada uno de los hombres, para así destruir la muerte, santificar el dolor y concedernos su vida eterna. Pero la Pasión de Jesús continúa en el signo de los tiempos, y es por eso que necesita que nosotros, los bautizados, que formamos su Cuerpo Místico, oremos junto a Él, que estás Presente en el misterio de la Eucaristía, para pedir por los pecadores pero también ofreciendo sacrificios por ellos; Jesús quiere que nos unamos espiritualmente a Él en su Pasión, para que unidos a Él por la adoración eucarística y ofreciéndonos en Él como víctimas, seamos corredentores de nuestros hermanos. Pero los cristianos en vez de acudir ante su Presencia sacramental, para unirnos a Él con nuestras vidas y ofrecerle nuestras tribulaciones, lo dejamos solo en el sagrario, para ocuparnos de nuestros propios asuntos y si vamos ante Él, es sólo para pedir, pero nunca para ofrecernos como víctimas junto a Él.

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Cuarto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

         En la Pasión, Jesús sufrió la humillación de ser pospuesto a un bandido, Barrabás, porque la multitud eligió a un asaltante de caminos, antes que a Él, el Cordero Inmaculado, el Cordero Inocente; cuando Pilatos dio a elegir a la multitud a quién había que liberar, si Jesús o Barrabás, la multitud enfurecida pidió la libertad de Barrabás y vociferó contra Jesús, pidiendo su muerte; la multitud prefirió a un ladrón y condenó a Jesús como a un delincuente, siendo él el Cordero Inocente, que jamás cometió pecado alguno y no podía hacerlo, porque era Dios Hijo en Persona. La misma escena del Evangelio, en la que la multitud huye de la Presencia de Jesús y prefiere a los enemigos del alma, se repite en nuestros días, porque hoy también, niños, jóvenes, adultos, ancianos, infligen a Jesús Eucaristía la misma humillación, porque posponen a Jesús Eucaristía por los ídolos del mundo –el deporte, la diversión, la televisión, internet, el descanso, los negocios-: cualquier ídolo es preferible, antes que venir a adorar a Jesús en la Eucaristía.

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         En el Huerto de Getsemaní Jesús rezaba y sudaba sangre, y sufría una tristeza mortal, al asumir sobre sí los pecados y las muertes de todos los hombres, para lavar los pecados con su Sangre y destruir la muerte con su propia muerte. Pero mientras Jesús oraba y sudaba sangre, ofreciendo su vida al Padre por nuestra salvación, sus discípulos, faltos de amor hacia Él, dormían. Paradójicamente, mientras ellos, los discípulos amados por Jesús, elegidos por Él por Amor, para que lo acompañaran en su misión de redimir al mundo, dormían, sus enemigos, instigados por el demonio, movidos por el odio y el amor al dinero, no sólo no dormían, sino que actuaban con velocidad, agilidad y astucia, para apresar a Jesús y condenarlo a muerte. Los discípulos de Jesús duermen; los discípulos de Satanás se muestran despiertos y activos. Los discípulos llamados por el Amor Encarnado, Jesús, duermen, porque no se muestran interesados por el Amor, ya que prefieren su propia comodidad y pereza; los discípulos llamados por el odio personificado, Satanás, no duermen, sino que, movidos por el odio y el amor al dinero, se mueven con agilidad sobrehumana. También hoy sucede lo mismo: Jesús, el Dios del Sagrario, el Dios de la Eucaristía, nos llama con su Amor desde su Presencia Eucarística, para que lo acompañes en su Pasión, pero al igual que ayer, nosotros, elegidos por el Amor para amar, adorar y orar a Jesús Eucaristía, preferimos dormir. Y también hoy como ayer, mientras nosotros dormimos, los enemigos de Jesús y de la Iglesia, guiados por el Príncipe de las tinieblas, se muestran astutos, veloces y sagaces para consumar sus planes de perdición eterna para las almas. Ellos, llamados por el odio personificado, Satanás, están despiertos y se muestran ágiles, veloces y astutos; nosotros, llamados por el Amor Encarnado, Cristo Jesús en la Eucaristía, dormimos. ¿Qué esperamos para despertar?

Un Padre Nuestro, tres Ave Marías y Gloria, pidiendo por los santos Padres Benedicto y Francisco, por las Almas del Purgatorio y para ganar las indulgencias del Santo Rosario.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.


martes, 10 de noviembre de 2015

Hora Santa y rezo del Rosario meditado en honor al Sagrado Corazón de Jesús


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por los pecados del mundo.
         Canto inicial: “Cristianos, venid; cristianos llegad”.
         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
         Inicio del rezo del Santo Rosario meditado (misterios a elección).
         Primer Misterio del Santo Rosario.
         Meditación.
Sagrado Corazón de Jesús, cuando te apareciste a Santa Margarita, le mostraste tu Corazón que estaba rodeado por una corona de espinas. Las espinas, duras, filosas, desgarran tu Corazón a cada segundo, porque se introducen en él a cada latido, cuando el Corazón se expande, y se retiran de él, cuando el corazón se contrae, desgarrándolo y provocándote dolores inimaginables. Esta corona de espinas es la materialización de nuestros pecados, de toda clase de pecados. Tú le mostraste tu Sagrado Corazón rodeado de espinas a Santa Margarita, para que tomáramos conciencia de que los pecados que en el hombre producen placer de concupiscencia, en Ti se traducen en dolores gruesas, duras y filosas espinas que te provocan dolores acerbos, agudísimos, a cada instante y por lo tanto no hay instante en el que estés sin dolor. Sagrado Corazón, te pedimos que, por intercesión de Nuestra Señora de la Eucaristía, Madre del Sagrado Corazón, infundas en nosotros una gran compasión por los dolores de tu Corazón, para que si no nos mueve ni el deseo del cielo ni el temor del infierno para no ofenderte, al menos nos mueva la compasión hacia Ti, y así nos decidamos a no pecar más, para no clavarte y desgarrar a cada instante tu Sagrado Corazón.
Silencio para meditar.
Padre Nuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
         Sagrado Corazón de Jesús, al aparecerte a Santa Margarita, le mostraste tu Corazón envuelto en llamas, las mismas llamas de fuego con la que dijiste en el Evangelio que querías incendiar al mundo: “He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cómo quisiera ya verlo ardiendo!”. Ese Fuego que envuelve a tu Sagrado Corazón es el Fuego del Divino Amor, el Espíritu Santo de Dios, que es Fuego de Amor santo, que incendia a las almas en el Divino Amor. Es el Fuego que arde en tu Sagrado Corazón Eucarístico, el Fuego que Tú comunicas a quien te recibe con fe, con amor y con piedad. Es el Fuego con el que Tú quieres encender las almas y los corazones; es el Fuego que convierte a los corazones en imágenes vivientes de tu Sagrado Corazón. Es con este Fuego Santo con el que quieres incendiar la tierra, el que Tú quieres ya verlo ardiendo en los hombres. Pero los hombres, cuyos corazones son duros y fríos como la piedra, no quieren recibir este fuego y así como el fuego no puede encender la roca, así los corazones de los hombres, endurecidos y fríos por el desamor y el pecado, no pueden ser encendidos en el Amor de Dios. Te pedimos, oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, que por intercesión de María Santísima, hagas que nuestros corazones, negros y opacos como el carbón, se enciendan al contacto con las llamas que envuelven tu Sagrado Corazón, para que se conviertan en brasas ardientes, que ardan en el Amor Divino noche y día, ante tu Presencia Sacramental en esta vida y ante tu Presencia gloriosa en la vida eterna.
         Silencio para meditar.
Padre Nuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
         Sagrado Corazón de Jesús, en la base de tu Corazón hay una cruz, llamada “Árbol de la Vida”, para indicarnos que quien quiera disfrutar del Dulce Fruto de este Árbol Santo, el Sagrado Corazón, lo que tiene que hacer es subir a la Cruz, así como cuando alguien sube a un árbol para tomar de él sus frutos. La Cruz, que está en la base de tu Corazón, es el Árbol de la Vida y ese Árbol da un fruto exquisito, que es tu Sagrado Corazón, envuelto en las llamas del Divino Amor. No hay otro camino, para probar este Fruto delicioso, que es tu Sagrado Corazón, que subir a la cruz, porque solo quien sube a la cruz está en condiciones de alcanzarlo. Tu Sagrado Corazón, lleno del Divino Amor, ardiendo en las llamas del Espíritu Santo, es el premio para quienes, junto a Ti, suben al Árbol Santo de la Cruz. La cruz, por sí misma, es amarga, pero tu Presencia en ella la vuelve dulce y amable, porque ofrece al viandante la sombra reparadora de tus alas, el Agua fresca y dulce de tu Costado traspasado y el Fruto exquisito, la Carne de tu Sagrado Corazón. Jesús, arrodillados ante tu cruz, besamos con amor y piedad tus pies atravesados por un grueso clavo de hierro; al besar tus llagas, nuestros labios quedan sellados con tu Sangre bendita, Sangre que adoramos y bebemos con fruición y con amor, Sangre que derramas por nuestra salvación, Sangre que es la vida de nuestras almas porque nos concede la Vida eterna; Sangre por la cual recibimos también el Espíritu Santo, que abrasa en el Amor de Dios. ¡Madre mía, Virgen de los Dolores! ¡Mira que soy muy pequeño y no puedo llegar por mí mismo para probar la dulzura del Corazón de tu Hijo que pende del Árbol de la Cruz! ¡Tómame entre tus brazos y elévame a lo alto para que sea capaz de probar el exquisito fruto del Árbol Santo, el Corazón de tu Hijo Jesús!
         Silencio para meditar.
Padre Nuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
         Sagrado Corazón de Jesús, tu Corazón tiene una herida abierta, producida por la lanza del soldado romano; de esta herida fluye el contenido de tu Corazón, Sangre y Agua: la Sangre, que nos comunica tu Vida divina y el Agua que nos limpia los pecados. Quien recibe el contenido de tu Sagrado Corazón, queda por lo tanto santificado con tu misma santidad y sus pecados desaparecen, porque son lavados con el Agua bendita de tu Corazón. La Sangre y Agua de tu Corazón se nos comunica, oh Jesús, por los Sacramentos de la Iglesia, la Penitencia, que perdona nuestros pecados, y la Eucaristía, que nos da tu Vida eterna. Jesús, la lanza del soldado romano atravesó tu Sagrado Corazón, provocando un dolor agudísimo a tu Madre, la Virgen, que estaba al lado de la cruz. Haz, que por este lanzazo que traspasó tu Costado, que permanezcamos siempre postrados al pie de la cruz, para que la Sangre y el Agua que brotan de la herida abierta de tu Corazón, caiga sobre nuestras almas, lave nuestros pecados con el Agua y nos santifique con tu Sangre. María Santísima, Virgen de la Eucaristía, Nuestra Señora de los Dolores, tú, que estás al pie de la cruz, llévanos contigo, para que estemos siempre al pie de la cruz, para que en todo momento caiga sobre nosotros la Sangre de tu Hijo, la Sangre que nos perdona, nos santifica y nos concede la vida eterna.
Silencio para meditar.
Padre Nuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Sagrado Corazón de Jesús, te agradecemos que nos hayas convocado ante tu Presencia Eucarística para adorarte en el Santísimo Sacramento del altar. Sagrado Corazón, que en el Huerto de los Olivos sufriste amargamente por nuestros pecados, te suplicamos que nos concedas la gracia, como a Santa Margarita, de hacernos partícipes de la mortal tristeza que sentiste en el huerto de los Olivos; te suplicamos que nos concedas la gracia de participar en tu Pasión, para que recibas al menos un pequeño consuelo ante tanto dolor y amargura que sumergió tu Alma Santísima en una “tristeza de muerte” (cfr. Mt 26, 38) por la visión de nuestros pecados. Haz que estemos íntimamente unidos a Ti, en el Huerto de los Olivos y en toda la Pasión; aún más, haz que estemos dentro de tu Sagrado Corazón, estrujado de dolor y de amargura ante la vista de tanta malicia surgida del corazón del hombre, para que podamos brindarte consuelo con nuestro pobre amor, nuestra penitencia y nuestro deseo de no ofenderte más; Sagrado Corazón de Jesús, en el Huerto de los Olivos sufriste amargamente por la inmensidad y la malicia de nuestros pecados, sufrimiento que se vio acrecentado por la acedia de tus discípulos, quienes en vez de orar, como les habías pedido, rendidos por la indiferencia hacia Ti y tu Amor se abandonaron al sueño; así también hoy, numerosos cristianos, a quienes llamas desde la Eucaristía para que te acompañen y participen de las dolorosas horas del Huerto y de tu Pasión, adormecidos por los placeres del mundo, llenas de sopor sus mentes y embotados sus corazones por la falta de amor hacia Ti, te dejan solo en el sagrario, colmándote de ultrajes por sus indiferencias. Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, haz que Nuestra Señora de la Eucaristía nos estreche fuertemente a su Inmaculado Corazón, para que cuando también nosotros seamos tentados por la pereza, la indiferencia y el desagradecimiento, nos estreche fuertemente contra su Corazón y nos comunique del Amor Santo en él contenido, para que así vivamos en tu Amor y de tu Amor y seamos capaces de adorarte en tu Presencia Eucarística en todo momento que nos quede de nuestra vida terrena, para luego contemplarte cara a cara por la eternidad.
Un Padre Nuestro, tres Ave Marías y Gloria, pidiendo por los santos Padres Benedicto y Francisco, por las Almas del Purgatorio y para ganar las indulgencias del Santo Rosario.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

Sitio del P. Álvaro: Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, http://adoracioneucaristicaperpetua.blogspot.com.ar