La Eucaristía es el misterio central de la fe católica, es el centro del universo creado, espiritual y físico, y el origen y raíz de todos los
misterios divinos revelados a los hombres.
La Eucaristía encierra la fuente de los misterios divinos,
tanto de los misterios de la Trinidad como los de la Encarnación, Pasión,
Muerte y Resurrección de Cristo, Verbo Encarnado y por esto es la Fuente divina
de donde surge la revelación de los maravillosos e insondables misterios de la
constitución íntima de Dios como Trinidad de Personas y de la encarnación del
Hijo para la salvación de los hombres.
Porque la Eucaristía es la Persona divina del Verbo,
encarnado y presente con su divinidad y su humanidad gloriosa, escondido bajo
el aspecto de pan, es decir, por ser Cristo, la Eucaristía es el centro del
universo, espiritual y físico; es el centro del cual no sólo se irradia la luz
divina que alcanza e ilumina con sus rayos la infinidad material y espiritual
del universo creado, sino que además es el centro de donde surge la fuerza
divina que con su omnipotencia crea y mantiene en el ser a todos y cadda uno de
los integrantes de este universo creado, espiritual y fisico.
Centro del universo y fuente de los misterios divinos
revelados a los hombres, la Eucaristía en sí el misterio de la Trinidad y el
misterio de la Pasión y Resurrección del Hombre-Dios: en la Eucaristía, Jesús
continúa y prolonga su generación eterna como Verbo del Padre y continúa y
prolonga en el tiempo su encarnación en el seno virginal de María, su Pasión y
su Resurrección. Jesús realiza en la Eucaristía lo mismo que en la Encarnación,
se reviste de lo visible para esconder su divinidad invisible, prolongando así
su generación eterna y su encarnación en el tiempo. Del mismo modo como en la
Encarnación el Verbo Eterno del Padre asume la humanidad de Jesús, haciendo de
ella una envoltura bajo la cual escondía su divinidad, del mismo modo, en la
Eucaristía, el mismo Verbo Encarnado, Jesús, se reviste bajo las apariencias
del pan y del vino, haciendo de estas apariencias una envoltura bajo la cual
esconde tanto su divinidad como su humanidad resucitada y gloriosa.
Pero la Eucaristía no sólo es el centro del universo,
espiritual y físico, del cual este recibe la luz y el ser; la Eucaristía no es
un centro anónimo, impersonal, alrededor del cual el universo gira. La
Eucaristía es la máxima comunicación ad
extra del amor trinitario, un amor de Personas y un Amor Personal, que
quiere llevar hacia sí a toda la humanidad, que quiere hacer partícipe a la
humanidad de la alegría y del amor divinos, de la alegría y del amor que son en
sí mismas las Personas divinas; la Eucaristía es la obra del Amor de Dios que
quiere que todos los hombres participen de su alegría y de su amor, que son
eternos, perfectos, infinitos, inimaginables.
Por este
motivo, para hacernos partícipes de su Ser y de su alegría y su amor, Jesús, el
Verbo Eterno del Padre, se hace presente, sobre el altar, en la Eucaristía,
bajo nuestros ojos, con su carne gloriosa, con su cuerpo resucitado, para
ofrecérsenos como alimento y bebida espirituales, para incorporarnos a su
Cuerpo glorioso, para donarnos su Espíritu, para ser uno con nosotros, para
hacernos uno con Él. Él, el centro del universo, el misterio central de Dios,
se hace presente en la Eucaristía para hacernos a nosotros centro del universo,
para hacernos a nosotros parte de Él.
Decía Santa
Teresa de Ávila: “El Amor no es amado”. Podemos también decir: “El misterio de
Jesús Eucaristía no es conocido, no es amado; aún más, es ignorado y
despreciado por la gran mayoría de los hombres de nuestro tiempo”.
Ofrezcamos la
Eucaristía para reparar esta falta y para agradecer a Dios este don inestimable
surgido de la profundidad de su Corazón de Padre celestial.