lunes, 30 de diciembre de 2013

Hora Santa en honor a Santa María, Madre de Dios




Inicio: ingresamos en el Oratorio, pedimos la asistencia de nuestros Ángeles Custodios para recoger nuestros sentidos exteriores y nuestras potencias espirituales y para silenciar la mente, de modo de disponernos, con todo nuestro ser, alma y cuerpo, para la Adoración Eucarística. Le pedimos ayuda ante todo a la Virgen, Maestra y Modelo de Adoración Eucarística perfecta, puesto que Ella adoró, desde el instante mismo de la Encarnación, el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de su HIjo Jesús, alojado en su seno virginal y purísimo, por obra del Espíritu Santo. Ofrecemos esta Hora Santa, en el inicio del Año civil, en honor de Santa María, Madre de Dios, consagrando y depositando al mismo tiempo en su Corazón Inmaculado, toda nuestra vida, con su tiempo pasado, presente y futuro, y todos nuestros seres queridos, para que en el Año que se inicia lo vivamos en su totalidad bajo el amparo de su manto maternal. Que María Santísima, la Madre de Dios, dirija nuestros pasos en el seguimiento de su Hijo Jesús y haga que los días –pocos o muchos- que nos quedan sobre la tierra, sean todos vividos a la luz de la feliz eternidad del Reino de Dios.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Tantum ergo”.

Meditación

         La Virgen es la Mujer ante la cual el Dragón infernal y todas las legiones infernales juntas, retroceden con espanto ante la sola mención de su Nombre: es la Mujer del Génesis, que por orden divina aplasta la cabeza de la Serpiente Antigua (cfr. Gn 3, 15), porque si la Serpiente triunfó sobre la primera Eva y, por medio de ella, sobre Adán y sobre toda la humanidad, ahora, a través de la Segunda y Definitiva Eva, triunfa sobre la Serpiente la Nueva Humanidad regenerada por la gracia divina, los hijos adoptivos de la Virgen; si en el Paraíso Adán y Eva cayeron por morder el fruto envenenado que les ofrecía la Serpiente, el fruto de la soberbia y de la rebelión contra Dios, ahora, por la Virgen, la humanidad puede saborear el fruto de la Redención, fruto que cuelga en el Árbol de la Cruz, fruto santo que es el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesús, y así como en el Paraíso la Serpiente ofreció a Adán y Eva el fruto amargo del Árbol prohibido, la rebelión contra Dios, así la Virgen ofrece, para sus hijos amados, el Dulcísimo Fruto del Árbol de la Cruz, la Gracia Divina que enciende el alma en el Amor de Dios, Amor que lleva a la sumisión del alma a Dios por Amor, al punto de preferir el alma morir antes de ofender a Aquel a quien tanto ama; la Virgen es la Mujer del Apocalipsis (cfr. Ap 12, 1ss), que con dos alas lleva al desierto en sus brazos a su Hijo Dios recién nacido, salvándolo del río vomitado por las fauces del Dragón, símbolo de las impurezas del cuerpo y del alma y de las blasfemias y sacrilegios contra Dios. La Virgen que lleva a su Hijo a salvo del Dragón, en el desierto, es pre-figuración de su acción corredentora, cuando por la acción de la gracia Ella lleve a sus hijos adoptivos al desierto de la penitencia y de la oración, que los salvará del río impetuoso de impurezas de todo tipo en el que quiere sumergirlos el Dragón.
         Ante la Virgen, el Dragón y todas las potencias del infierno tiemblan de espanto, porque la Virgen les aplasta la cabeza con su pequeño piececito de mujer, que a pesar de ser pequeño, representa para el Dragón un peso aplastante, porque la Virgen le aplasta la cabeza con la fuerza y el poder de Dios, que le han sido participados en un grado desconocido a las creaturas, incluidos los ángeles.
         “Virgen Santísima, Madre Nuestra, concédenos la gracia de morir antes de cometer un pecado mortal o venial deliberado. Amén”.

         Silencio para meditar.

         La Virgen María es la Creatura más admirable y hermosa jamás creada por la Santísima Trinidad, cuya Concepción sin mancha y cuya condición de ser al mismo tiempo Llena de Gracia, le mereció el ser elegida por la Trinidad para ser Madre de Dios, un prodigio inefable que asombra a cielos y tierra y que se engrandece al infinito cuando el alma se percata que la Madre de Dios es, además, Virgen, y que permaneció Virgen antes, durante y después del parto, como cuando un rayo de sol, que atraviesa un cristal, deja intacto al mismo antes, durante y después de pasar a través suyo. Por ser la Inmaculada Concepción y la Llena de gracia, la Virgen mereció recibir dos prodigios inefables, admirables, jamás vistos en el universo y que jamás se volverán a ver, que superan en hermosura y gracia a toda la Creación, y es el hecho de ser Virgen y a la vez Madre, y Madre no de un niño más entre tantos, sino del Niño Dios, de Dios hecho Niño sin dejar de ser Dios, para que los hombres, hechos niños por la inocencia de la gracia, fueran adoptados como hijos por Dios. Por ser Virgen y Madre de Dios, la Virgen es llamada también “Diamante celestial”, porque así como la roca cristalina que es el diamante, recibe, encierra y luego emite la luz –a diferencia de las otras rocas opacas que no pueden encerrar la luz-, así la Virgen y Madre recibe, encierra y emite sobre el mundo la luz eterna, Cristo el Señor, siendo de esta manera la Virgen figura tanto de la concepción virginal por la gracia, por parte de la Iglesia, de sus hijos adoptivos en el bautismo, y figura también de la Concepción virginal de la Eucaristía en el seno de la Iglesia, el altar eucarístico, prodigios todos obrados por el Santo Espíritu de Dios.
“Virgen, Tú que eres Madre de Dios y también Madre nuestra, intercede por nosotros para que, siendo iluminados por tu Hijo, Cristo, Luz eterna de Dios, vivamos siempre en gracia, hasta el momento de pasar de esta vida a la otra y así contemplar, por la eternidad, el Divino Rostro de Jesús. Amén”.

         Silencio para meditar.

La Virgen María es la Mujer al pie de la Cruz (Jn 19, 25-30), pero la Virgen no es una frágil madre que asiste impávida a su hijo que muere de muerte dolorosísima: es la Mujer que con su Dolor unido al sacrificio de su Hijo Jesús, salva al mundo; la Virgen al pie de la Cruz es la Madre de los Dolores, cuyo Corazón es traspasado por una espada que son cientos de miles, porque son los pecados de los hombres que con su malicia crucifican al Hijo de su amor. Al pie de la Cruz, la Virgen adora a la Santísima Trinidad, en la obediencia y cumplimiento fidelísimo del plan de salvación divino para los hombres; al pie de la Cruz, la Virgen ofrece su Hijo a Dios Padre, como Víctima por la salvación de los pobres pecadores, y con Él se ofrece Ella misma, porque ofrecer la vida de su Hijo es ofrecer su propia vida, porque su Hijo es su vida misma y sin su Hijo Ella muere de dolor; al pie de la Cruz, la Virgen asiste misericordiosamente a Dios Hijo que agoniza crucificado; al pie de la Cruz, la Virgen ama a Dios y a los hombres con el Amor que inhabita en su Inmaculado Corazón, Dios Espíritu Santo, y así Ella se hace partícipe del Triunfo definitivo, completo y absoluto del Amor Divino, que desde la Cruz vence para siempre a las tinieblas vivientes, los ángeles caídos, y destruye el odio que anida en el corazón humano desde la Caída Primigenia de los Primeros Padres; al pie de la Cruz, la Virgen renueva el doble prodigio de la Encarnación del Hijo de Dios, al convertirse, siendo Virgen y permaneciendo Virgen, en Madre de todos los hombres, por pedido expreso de su Hijo Jesús (cfr. Jn 19, 27), y es desde entonces que todo hombre que nace en este “valle de lágrimas” tiene a la Virgen por Madre amorosísima, que hará lo imposible por salvar su alma. La Virgen es la Madre de Dios, pero también es la Madre Nuestra, la Madre de los hijos adoptivos de Dios, los bautizados en la Iglesia Católica, que fuimos adoptados por Ella, por pedido divino, al pie de la Cruz.
La Virgen al pie de la Cruz, que con su dolor participa de la Pasión y de la corona de espinas de Jesús, es la misma Virgen que en los cielos es coronada con la luz y la gloria de su Hijo Jesús, corona que quiere compartir con sus hijos adoptivos en el Reino de Dios, y para que se hagan merecedores de la corona de luz, la Virgen les hace participar, aquí en la tierra, de la corona de espinas de Jesús, único modo de ser coronados de gloria en los cielos.
“Virgen María, Tú eres nuestra Esperanza, porque Dios te ha elegido para ser Madre nuestra; danos en esta vida, te lo pedimos, danos la gracia de estar arrodillados, a tu lado, al pie de la Cruz; danos la Corona de espinas de tu Hijo Jesús, danos de beber del Cáliz de sus amarguras, danos sentir sus mismas penas, para que participando de su Pasión y Muerte en Cruz, vivamos luego con Él en la felicidad eterna del Padre. Amén”.

         Silencio para meditar.

         La Virgen es la Medianera de todas las gracias, y si su Hijo se manifiesta públicamente con el signo de la conversión del agua en vino en Caná (cfr. Jn 2, 1ss), es porque la Virgen comienza su tarea pública de ser Medianera de todas las gracias precisamente en las Bodas de Caná. Esto quiere decir que los esposos de Caná recibieron el primer milagro público de Jesús, gracias a que en Caná la Divina Sabiduría había dispuesto que la Virgen se manifestara públicamente, por primera vez, como Mediadora de las gracias de su Hijo Jesús. Fue por la intervención intercesora y suplicante de la Virgen María que Jesús, Dios Hijo, obró el milagro de la conversión del agua en vino para alegrar la fiesta de los esposos, y esto lo hizo a pesar de que no tenía intención de hacerlo, como lo reflejan sus palabras: “¿A ti y a mí, qué, mujer?”, lo cual engrandece la intervención de la Virgen y le hace merecedora del título de Omnipotencia Suplicante, porque quiere decir que el pedido de la Virgen de un milagro a favor de los esposos fue recibido favorablemente no solo por Jesús, sino también por Dios Padre y por Dios Espíritu Santo, es decir, por la Santísima Trinidad en pleno. Esto quiere decir que no hay gracia, don, milagro, signo o prodigio, que Dios Uno y Trino quiera hacer y dar a los hombres, que no pase a través del Inmaculado Corazón de María, porque fue Dios Trino quien dispuso que toda gracia fuera concedida por intercesión de María y que ninguna gracia pase fuera de Ella.
“Virgen María, Tú eres la Medianera de todas las gracias; te suplicamos intercedas por nosotros, por nuestros seres queridos, y por todo el mundo, para que recibamos y hagamos fructificar todas las gracias que necesitamos para nuestra eterna salvación. Amén”.

         Silencio para meditar.

         La Virgen es Madre de Misericordia, y lo es por muchos motivos: ante todo, es Madre de Jesús, que es la Misericordia Divina encarnada, y lo es desde su Encarnación hasta su Muerte agónica en la Cruz, porque desde su Encarnación, lo alimentó, lo cuidó, lo protegió, y no solo durante la gestación, sino durante toda su niñez, adolescencia y juventud, y aun cuando Jesús era adulto, porque fue la Única que estuvo al pie de la Cruz, cuidando de su Hijo, mientras Él agonizaba por nuestra salvación.
La Virgen es Madre de Misericordia porque así como gestó, cuidó, alimentó, protegió, desde su Nacimiento hasta su Muerte, al Hijo de Dios, así lo hace con cada uno de sus hijos adoptivos, desde que nacen, hasta su paso de esta vida a la otra, acompañándolos en el Via Crucis y ayudándolos a llevar la Cruz hasta el Calvario, Puerta abierta al cielo.
La Virgen obró con su Hijo Jesús la Misericordia, y también hace lo mismo con cada uno de sus hijos, practicando las obras de misericordia corporales y espirituales. De esta manera, al ser Madre de Misericordia y al obrar Ella la Misericordia con su Hijo y con nosotros, nos enseña cómo debemos obrar la Misericordia si queremos entrar en el Reino de los cielos. Si en el día de nuestro juicio particular queremos escuchar la dulce voz de Jesús que nos diga: “Venid, benditos de mi Padre, al Reino de los cielos”, entonces debemos obrar la Misericordia para con nuestros hermanos, imitando a la Virgen, Madre de Misericordia.
“Virgen Santísima, infunde en mi pobre corazón el amor misericordioso a mis hermanos, para que obrando con ellos la caridad y la compasión, no pase a la vida eterna por la ira de la Divina Justicia, sino que merezca pasar al Reino de los cielos a través de la Divina Misericordia. Amén”.

         Silencio para meditar.

         Meditación final

La Virgen es Corredentora porque ofreció a su Hijo en la Cruz por la salvación de los hombres, y en el ofrecimiento del Hijo se ofrecía toda Ella, sin reservarse nada para sí ni de sí misma, porque su Hijo era su Todo, su Vida, su Alegría, su Único contento, y al ofrecer a su Hijo y a sí misma por la salvación de los hombres, uniéndose al sacrificio redentor de su Hijo Jesús, se convertía en Corredentora, en Salvadora de los hombres asociada a su Hijo Jesús.
Por ser la Virgen Corredentora y por haberlo acompañado en el Camino Real de la Cruz, vendrá la Virgen acompañando a su Hijo al fin de los tiempos y estará a su lado cuando el Terrible Juez juzgue a toda la Humanidad; pero antes de esta venida, vendrá la Virgen para preparar los corazones de los hombres, para que reciban a su Hijo en su Segunda Venida, así como preparó la Gruta de Belén en su Primera Venida; luego de esto, sí, vendrá ya junto a su Hijo Jesús, cuando este juzgue al mundo, porque la Virgen estará al lado de Jesús para recibir, en las Puertas del cielo, a sus hijos amados, aquellos que fueron lavados con la Sangre del Cordero, aquellos que obraron la misericordia, aquellos que vivieron y murieron en gracia y que por eso merecieron la eterna bienaventuranza.
“Virgen Corredentora, Madre de Dios y Madre nuestra, concédenos la gracia de hacer fructificar los talentos recibidos de tu Hijo Jesús, al ciento por uno, para que merezcamos un día ser conducidos a la eterna Bienaventuranza, la contemplación cara a cara de las Tres Divinas Personas. Amén”. 

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Los cielos, la tierra, y el mismo Señor Dios”.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Hora Santa en acción de gracias por la Sagrada Familia




Inicio: ingresamos en el Oratorio, hacemos silencio interior y exterior, para poder escuchar la voz de Dios, que habla en el silencio. Nos postramos de rodillas ante la Presencia sacramental de Jesús, pero acompaña y precede nuestra postración y adoración interior ante Jesús en la Eucaristía. Ofrecemos esta Hora Santa en acción de gracias por el don celestial que significa para nosotros y para la humanidad entera la Sagrada Familia, por medio de la cual nos vino la salvación, Cristo Jesús. También ofrecemos esta Hora Santa en reparación por todas las ofensas y sacrilegios cometidos contra la Sagrada Familia y contra la familia tradicional, constituida por el papá-varón, la mamá-mujer y por el hijo, nacido como fruto del amor esponsal, familia instituida y querida por el mismo Dios como único modelo válido para toda familia humana. Reparamos y pedimos perdón principalmente por los legisladores y políticos que, movidos por oscuros intereses y actuando de espaldas a la Voluntad Divina, elaboran leyes con las cuales crean todo tipo de “familias alternativas”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Sagrado Corazón, eterna alianza”.

         Meditación inicial

La Sagrada Familia es la “Trinidad terrena”, tal como dijera Juan Pablo II, siendo San José representación de Dios Padre, la Virgen, representación del Espíritu Santo, el Niño Dios, Dios Hijo en Persona. Así, la Sagrada Familia nos enseña que toda familia católica está llamada a ser una imagen de la Trinidad Santísima, en donde las Personas están unidas por el vínculo del Amor Divino, el Espíritu Santo. Imitando a la Santísima Trinidad, la familia católica está llamada a reflejar el Amor de Dios, entre los integrantes de la familia y con todos aquellos que entren en contacto con la familia.

La Sagrada Familia es modelo de santidad y de amor para la familia cristiana, porque todo en esta familia es santo y todas sus relaciones paternas, maternas y filiales, están impregnadas del Amor Divino. En esta Sagrada Familia no hay lugar para ningún amor impuro, ningún amor profano, ningún amor mundano, porque el Amor que une a sus integrantes es el Divino Amor, el Espíritu Santo, y así nos enseña que toda familia humana debe estar regida y movida por el mismo Amor de Dios y que todo amor que no sea este Divino Amor, debe ser desterrado del seno familiar.

Silencio para meditar.

En esta Familia Santa, San José es modelo de esposo y padre, y si bien jamás tuvo trato de esposo con la Virgen, sí es modelo de esposo en cuanto a la dedicación y al amor casto y virginal que le profesaba a María; es modelo de padre, porque si bien era meramente padre adoptivo de Jesús, lo amó y lo cuidó como si fuera un hijo de sus entrañas. Así, San José es modelo inigualable de Esposo casto y de Padre amoroso y dedicado a sus hijos, para todo esposo y para todo padre que desee santificarse en la altísima dignidad de esposo y padre.

En esta Familia Santa, la Virgen es modelo de Madre amorosa y de Esposa casta y pura, y si bien jamás tuvo trato de esposa con San José, sí es modelo de Esposa en cuanto a la dedicación y al amor casto y virginal que le profesaba a San José, amor y dedicación demostrado en los pequeños gestos cotidianos de paciencia, generosidad y caridad fraterna; la Virgen es modelo de Madre amorosa, porque dio literalmente su vida por su Hijo Jesús, desde su Concepción virginal, hasta su muerte en Cruz, sufriendo por esto el dolor más grande de su Inmaculado Corazón, porque entregaba al Padre a su Hijo en sacrificio por la salvación de la humanidad. Así la Virgen es modelo inigualable para las madres que deseen amar a sus hijos hasta el punto de dar sus vidas por amor a ellos, y es modelo inigualable de Esposa casta y pura para todas las esposas que deseen amar a sus esposos en el Amor Santo de Dios.

En esta Familia Santa, Jesús es modelo de Hijo amoroso para con sus padres, porque demostró su Amor por ellos desde el momento mismo de su Concepción virginal en el seno de María, ya que con su Encarnación también los redimía a ellos, junto a toda la humanidad; luego durante su niñez, adolescencia y juventud, hasta que llegó el momento de salir a predicar públicamente, fue ejemplo de Amor entregado a cada instante de la vida cotidiana, Amor demostrado y donado sin límites en las pequeñas cosas de todos los días, Amor demostrado y donado sin límites en el sacrificio de la Cruz, sacrificio en el que daba su vida por sus padres terrenos y por todos los hombres de todos los tiempos, y así es Jesús modelo inigualable de amor a los padres, para todos aquellos hijos que deseen vivir en grado heroico el Cuarto Mandamiento de la Ley de Dios: “Honrar padre y madre”.

         Silencio para meditar.

         La Sagrada Familia es modelo para toda familia humana, porque la Santísima Trinidad fue quien dispuso que la familia humana estuviese constituida por un esposo-varón, una esposa-mujer, y por el hijo, nacido como fruto del amor esponsal. Cualquier otro “diseño” alternativo de familia, es contrario a los planes divinos y ofende gravemente a la majestad y bondad divinas. Cuando el ser humano legisla en contra del modelo familiar instituido por la Divina Sabiduría y el Divino Amor, comete el pecado y sacrilegio de erigirse él en legislador y juez y en creador del modelo de familia que más le convenga para la satisfacción de su ego desmedido y de sus bajas pasiones. Cuando el hombre legisla y crea modelos alternativos de familia, comete el pecado capital del demonio en los cielos, la soberbia, imitando y continuando así, en el tiempo, el pecado cometido por Adán y Eva en el Paraíso, pecado de soberbia por el cual desterraron a Dios de sus almas, constituyéndose en falsos dioses que, creyéndose dueños de la vida, introdujeron la muerte para la humanidad, y el mismo pecado cometen los legisladores y políticos humanos que, creyéndose dioses y dueños de la vida, no reparan en sancionar la anti-naturaleza como base de la convivencia humana, introduciendo de esta manera solo el dolor, la angustia, la tristeza y la muerte en el seno de la raza humana.

Además, los diseños alternativos de familia atentan contra la vida y los derechos de los niños: atentan contra la vida de los niños, porque en muchos casos, se obtienen  embriones que son juzgados “no aptos para la supervivencia”, con lo cual son descartados, y si son juzgados aptos pero no para ser implantados en el momento, son congelados, almacenados y, la gran mayoría de ellos, destruidos con el tiempo; los diseños alternativos de familia atentan contra un derecho humano básico del niño, y es el derecho que todo niño tiene de a nacer como fruto del amor esponsal demostrado en el acto conyugal y en el ámbito y en el seno de una familia constituida por el papá-varón y la mamá-mujer, y no como el ascéptico y frío producto de la manipulación de un laboratorio.

Silencio para meditar.

La Sagrada Familia es modelo de obediencia amorosa a la Voluntad de Dios: la Virgen acepta la Voluntad de Dios, que la ha elegido para ser la Madre de Dios Hijo; San José acepta la Voluntad de Dios, “llevando a María a su casa”, luego del anuncio del ángel en sueños; Jesús es modelo de aceptación de la Voluntad de Dios, porque se encarna y nace en el seno de una familia humana, en cumplimiento del Querer de Dios Padre, que así dispone la salvación del género humano.

La Sagrada Familia es modelo de aceptación de la Voluntad Divina en las pruebas y tribulaciones, porque en el Nacimiento, deben acudir al pobre Portal de Belén, soportando el frío y las incomodidades, porque Jesús no encontraba alojamiento en las ricas posadas, símbolo del corazón humano sin Dios, rico en cosas mundanas y materiales, pero vacío del Amor Divino; luego, cuando Jesús es amenazado de muerte por el rey Herodes, la Sagrada Familia lo protege a costa de su vida, huyendo en un viaje largo y peligroso a Egipto para ponerlo a salvo.

La Sagrada Familia es modelo de aceptación de la Voluntad Divina no solo en las pruebas y tribulaciones, sino también en la vida cotidiana, porque luego de pasado el peligro, educa y cría a su Hijo, que es el Hijo del eterno Padre, preparándolo para el supremo sacrificio de la Cruz, que habría de realizarse cuando el Niño y Adolescente Jesús sea ya Hombre, y así nos enseña la Familia de Nazareth que toda la vida familiar debe ser un continuo vivir en el Querer Divino. 

De esta manera, la Familia Santa de Nazareth es modelo de Amor a Dios y su Voluntad santísima, tanto en la prueba y en la tribulación, como en el reposo y en la quietud.

Silencio para meditar.

         La Familia Santa de Nazareth es modelo de adoración y contemplación, porque San José y la Santísima Virgen María, a pesar de convivir diariamente con su Hijo Jesús, no dejaban de admirar y adorar el misterio insondable que significaba que ese Hijo suyo, que crecía al ritmo del crecimiento de la naturaleza humana, era al mismo tiempo su Dios Creador, Santificador y Redentor. San José y María contemplaban y adoraban en silencio a su Hijo, Dios, y elevaban continuamente, en la vida de todos los días, y a cada momento, oraciones de adoración, de alabanza y de glorificación a Dios Uno y Trino, por haber dispuesto, en un admirable designio del Divino Amor, que la Misericordia Divina se encarnase en su Hijo, Jesús de Nazareth, para que los hombres de todos los tiempos alcanzaran el perdón y la redención divina. Al adorar a Jesús, su Hijo, que vivía entre ellos con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad, San José y la Virgen son modelos para nosotros de Adoración Eucarística, en donde el alma, unida a los Padres de Jesús, adora su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad, Presentes en el Santísimo Sacramento del altar. A su vez, Jesús, que siendo Dios era también Hombre perfecto, es modelo de adoración y oración, porque toda su vida, desde su Encarnación hasta su Muerte en Cruz redentora, fue un himno ininterrumpido de Amor y de alabanza orante al Padre. 

           Así, toda la Sagrada Familia es modelo de adoración, de alabanzas, de petición y de acción de gracias a la Santísima Trinidad.

         Silencio para meditar.

         Meditación final

La Sagrada Familia es modelo de generosidad a Dios y a los hombres, porque entrega en sacrificio todo lo que posee, su riqueza única y más grande, aquello por lo cual existe, aquello que constituye su única razón de ser, de existir y de morir, su Hijo Jesús, y lo entrega a Dios Padre para que ofrende su vida en la Cruz por amor a Dios y por la salvación de la humanidad. Así, la Sagrada Familia es ejemplo para toda familia humana, cuyo deber es ofrecer a sus hijos a Dios, para que cumplan en sus vidas la santísima y bondadosísima Voluntad Divina.
Que la Sagrada Familia de Jesús, José y María, modelo y ejemplo inigualable de santidad, de amor y de alegría divina, guíe los pasos de nuestras familias en el tiempo, encaminándolos hacia la feliz eternidad, la contemplación cara a cara de las Personas de la Sagrada Familia Trinitaria, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Amén.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: "Al Corazón benigno de María".

martes, 17 de diciembre de 2013

Hora Santa para Navidad 2013


         Inicio: ingresamos en el Oratorio, hacemos silencio interior y exterior; acallamos no solo nuestra voz, sino los pensamientos de nuestra mente, para poder escuchar la Voz de nuestro Dios, Presente en la Eucaristía con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, y con su Amor infinito que nos habla en el silencio. Pedimos la intercesión de María Santísima y la de nuestros Santos Ángeles Custodios, para que nuestra pobre y humilde adoración se eleve hasta el trono de la majestad de Dios. Ofrecemos esta Hora Santa en acción de gracias por la Navidad, por el hecho de que Jesús ha querido encarnarse y nacer virginalmente de María, para manifestársenos como Niño recién nacido, un Niño que es Dios encarnado. Ofrecemos también esta Hora Santa por todos aquellos, católicos y no católicos, que menosprecian, olvidan y ultrajan estas Navidades, con toda clase de ofensas, al Niño Dios nacido en el Pesebre de Belén y que continúa su Nacimiento en la Eucaristía, y ofrecemos también esta Hora Santa en reparación por las blasfemias proferidas contra la Madre de Dios a lo largo y ancho del mundo, pero sobre todo en la película: “El Nacimiento” y en la obra teatral “El testamento de María”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
         Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Adeste, fideles, laeti triunfantes”.

         Meditación

         Jesús, Tú eres el Hijo eterno del Padre, engendrado desde la eternidad “entre esplendores sagrados”; ante Tu Presencia, los ángeles y los santos se postran en adoración y el Amor que les comunicas es tan grande, que ni los ángeles más poderosos, ni los santos más grandes, son capaces de abarcarlo ni de comprenderlo y mucho menos de agotarlo, siquiera en ínfima medida, y si no estuvieran auxiliados por tu gracia, morirían al instante, pero de amor y de alegría, tanto es su contento de estar ante tu Presencia y contemplarte a Ti, que vives y reinas en los cielos, en unidad con el Padre y el Espíritu Santo. Jesús, Tú nada necesitas, porque en la perfección infinita de tu Ser trinitario y en la comunión de vida y amor con el Padre y el Espíritu Santo, encuentras todo tu contento y alegría y nada necesitas, en absoluto, para ser eterna e inmensamente feliz y a nadie necesitas para que perfeccione tu infinitamente perfecto Ser divino; sin embargo, en cumplimiento de la Voluntad del Padre, te encarnaste en el seno virgen de María y, sin dejar de ser Dios, fuiste revestido por tu Madre con su carne y su sangre materna, para que de Dios Invisible que eras, te hicieras visible y te manifestaras al mundo como un Niño humano, siendo Dios de majestad infinita, y todo esto lo hiciste, no por necesidad ni obligación alguna, sino para comunicarnos tu Amor infinito, celestial, inagotable, eterno, incomprensible. Jesús, que siendo Dios vienes a nosotros en Navidad como Niño, sin dejar de ser Dios, haz que tu Madre prepare nuestros corazones, para que sean como otros tantos Portales de Belén, pobres y humildes, en donde Tú, Dios de gloria y majestad infinita, puedas nacer por la gracia, para así concedernos tus dones, tu perdón, tu salvación, tu amor, tu gloria, tu paz y tu alegría. Amén.

         Silencio para meditar.

         Jesús, te pedimos para esta Navidad, que seas Tú y solo Tú, oh Dios encarnado que vienes a nosotros como Niño recién nacido, nuestra única y verdadera alegría; por tu Madre, concédenos la gracia de alegrarnos, no en las cosas pasajeras y efímeras del mundo, sino en Ti mismo, Dios de Alegría infinita, que abres tus bracitos de Niño Pequeñísimo en la gruta de Belén, para que te tomemos en nuestros brazos y así recibir de Ti el abrazo de Dios, que nos perdona y salva; que la Alegría de tu Ser trinitario, que se esparce sin medida desde el Portal de Belén, nos sostenga en las pruebas y tribulaciones de la vida y que sea el fundamento de las pequeñas y verdaderas alegrías cotidianas; que Tu Alegría, la Alegría que irradias desde el Pesebre de Belén, disipe nuestra tristeza, la tristeza que invade nuestro ser cuando, ante las tribulaciones de la vida, nos olvidamos de tu Nacimiento, de tu Muerte en Cruz y de tu Resurrección, porque si te tuviéramos presente en todo momento, en nuestras mentes y en nuestros corazones, no nos dejaríamos arrastrar por las tribulaciones, que son siempre pasajeras y que son permitidas por Ti para acercarnos más a tu Sagrado Corazón. Niño Dios, que naces en Belén para darnos tu Alegría infinita, concédenos alegrarnos por tu Nacimiento, más allá de las vicisitudes pasajeras de esta vida terrena, como anticipo de la Alegría, ya sin mezcla alguna de tristeza y dolor, que esperamos vivir en la eternidad, por tu Misericordia. Amén.

         Silencio para meditar.

         Jesús, Tú eres Dios eterno y viniste a nuestro mundo, en el tiempo, como un Niño, sin dejar de ser Dios, y por la liturgia de la Iglesia renuevas, en el misterio litúrgico, tu Primera Venida y tu Nacimiento virginal; Tú fuiste engendrado en la eternidad en el seno eterno del Padre, y naciste en el tiempo en el seno virgen de María; Tú vendrás al fin de los tiempos, en la Parusía, no escondido en la humildad de nuestra carne, sino que serás visible en la gloria infinita de tu Ser divino; vendrás a juzgar a todos los hombres de todos los tiempos, y por eso te pedimos, oh Buen Jesús, que en esta Navidad nazcas en nuestros corazones por la gracia, gracia que nos salva, porque perdona nuestros pecados y nos abre las Puertas del cielo; ven, Niño Dios, Salvador de los hombres, sálvanos a nosotros, a nuestros seres queridos y a todo el mundo; no tengas en cuenta nuestros pecados; ten en cuenta más bien la fe de la Iglesia, que es nuestra fe, y condúcenos a todos, por tu Misericordia Divina, al Reino eterno de los cielos, el seno eterno de tu Padre, en donde cantaremos y glorificaremos tu Amor infinito por los siglos sin fin. Amén.

         Silencio para meditar.

         Jesús, siendo Tú Dios eterno, adorado por los ángeles que exaltan con júbilo las maravillas inagotables de tu infinito Amor, cuando viniste a esta tierra te encarnaste en el seno virginal de María, Tabernáculo viviente que te alojó con el Amor mismo de Dios, el Espíritu Santo, y después de cumplir nueve meses en este Sagrario más precioso que el oro, y habiendo llegado la hora a la Virgen de darte a luz, no encontraste lugar, entre los ricos albergues de Belén, para nacer, porque los albergues estaban todos ocupados y llenos, símbolo y figura del corazón humano que, ocupado con las cosas del mundo y lleno de soberbia, no tiene lugar para Ti, que eres su Dios Creador, Redentor y Santificador. Es por esto que debiste nacer en una humilde gruta, un refugio de animales, frío y oscuro, que debió ser limpiado por la Virgen, quitando el estiércol y la suciedad, para que al menos, en su pobreza y humildad, fuera más digno de Ti; también San José aportó con lo suyo, al ir a buscar un poco de leña para el fuego, de modo de atenuar el intenso frío de la noche. Este Portal de Belén, pobre, oscuro, frío, sin atractivo alguno, manchado con la actividad fisiológica de los animales, es la figura del corazón humano sin la gracia, puesto que sin la gracia, que es luz y calor del Amor de Dios, se ve envuelto en tinieblas y no tiene fuerzas suficientes para hacer actos de Amor a Dios y al prójimo que sean válidos para el cielo, mientras las manchas de la gruta son símbolo del pecado, producto de las pasiones desenfrenadas. A su vez, la Virgen, en su obra de limpiar la gruta, es símbolo de su obrar materno para con nosotros, concediéndonos las gracias que Jesús dispone para nuestra salvación, limpiando el alma y el corazón de afectos desordenados y de pasiones sin control. Niño Dios, haz que nuestros corazones reciban la visita de tu Madre, para que en esta Navidad luzcan pobres y humildes, sí, pero embellecidos con la belleza sobrenatural de la gracia santificante que de Ti procede; así nacerás en nosotros y nos concederás todos los regalos que nos tienes preparados con tu Nacimiento: tu Luz, tu Amor, tu Perdón, tu Gracia y tu Alegría. Amén.

         Silencio para meditar.

         Jesús, cuando Tú decidiste, junto al Padre y al Espíritu Santo, en la eternidad de eternidades, decretar la salvación del hombre, decidiste al mismo tiempo que vendrías a nuestra tierra a encarnarte en el seno virgen de una Madre amantísima, y para eso creaste a tu Madre, la Virgen María, Inmaculada y Llena de gracia. No podías venir a un tabernáculo que estuviera contaminado no solo con la mancha del pecado original, con amores profanos y con concupiscencias y soberbias de vida, sino ni siquiera que fuera ligeramente, mínimamente, casi imperceptiblemente imperfecto, y para eso creaste a tu Madre, la Virgen María, Inmaculada, Purísima, Perfectísima, la Flor de los cielos que enamoró a la Santísima Trinidad por su Pureza desde el instante mismo de su creación y Concepción sin mancha. Tú querías, para encarnarte y pasar los nueve meses que dura una gestación en el hombre, un lugar que no te hiciera extrañar las maravillas, dulzuras, encantos que experimentabas en el seno eterno de tu Padre desde siempre, desde que fuiste engendrado en la eternidad, y para eso creaste a la Virgen María, cuyo seno virginal y purísimo te albergó y custodió, te nutrió y te revistió de su carne y de su sangre con amor materno inefable para que Tú, Dios Invisible, te hicieras visible y tuvieras un Cuerpo para ofrecer al Padre en el Santo Sacrificio de la Cruz,; Tú querías una cuna de Amor, del mismo Amor con el que el Padre te amó desde la eternidad, el Espíritu Santo, y para eso creaste a la Virgen, cuyo Corazón Inmaculado te amó con el mismo Amor del Padre, el Amor Divino, y así fue que no sentiste la diferencia entre el Amor de Dios Padre en la eternidad y el Amor de la Virgen Madre en el tiempo; Tú querías un sagrario en donde tu Cuerpo, tu Sangre, tu Alma y tu Divinidad fueran adorados, ensalzados, glorificados, alabados, desde el instante primerísimo de la creación de tu naturaleza humana e inmediata unión hipostática con tu Persona Divina, la Persona del Hijo, y para eso creaste a la Santísima Virgen María, Tabernáculo, Sagrario, Custodia, Altar, en donde Tú, Dios de la Eucaristía, serías adorado, alabado y glorificado con una intensidad de Amor que supera infinitamente a la de los ángeles y santos más fervorosos. Por eso, Jesús, te pedimos perdón y reparamos por todos aquellos hermanos nuestros que en esta Navidad blasfeman contra la Inmaculada Concepción, contra su Virginidad, contra su Maternidad Divina, además de infundir en los corazones de los niños la indiferencia y el desprecio de muchas maneras, pero sobre todo difundiendo películas y series que ofenden y ultrajan a la Madre de Dios. Amén.  

         Meditación final

         Niño Dios, Tú eres y existes antes de todos los tiempos, y vienes en la Navidad a nuestro mundo para salvarnos y lo haces como un Niño recién nacido, débil e indefenso, necesitado de todo, para que nadie tenga temor de acercarse a Ti. Así como nadie teme a un niño recién nacido, así tampoco nadie debería tener temor de acercarte a Ti, para recibir tu gracia y tu perdón. Sin embargo, Jesús, muchos en la Navidad huyen de Ti, como si fueras un malhechor y en vez de acercarse a tu Pesebre y a la Eucaristía, en donde continúas tu Encarnación, para postrarse en adoración ante tu Presencia, corren en cambio a alojarse en los siniestros albergues del mundo, en donde Tú no estás y en donde se postran ante los dioses neo-paganos, para recibir a cambio la esclavitud del pecado. Jesús, te pedimos perdón y reparamos por estos hermanos nuestros que así obran en esta Navidad, y te suplicamos, por la intercesión del Inmaculado Corazón de María, que alumbres sus corazones con la luz de la gracia, para que dejando las tinieblas mundanas, adoren tu Divinidad escondida en el Cuerpo de un Niño, el Niño de Belén, y así se alegren sus corazones por tu infinito Amor. Amén.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén

Canto final: “El tamborilero”.