miércoles, 30 de diciembre de 2020

Hora Santa en reparación por aprobación de ley del aborto en Argentina 301220

 


Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la aprobación de la cruel e inhumana ley del aborto en Argentina. Para mayores detalles acerca de este horrible crimen, consultar el siguiente enlace:

         https://infovaticana.com/2020/12/30/el-senado-de-argentina-aprueba-el-aborto/?fbclid=IwAR2kSJ4B6VD6l31NqMSR0h79IiErO6De1mxwOVUa2EtHaN1AUSmk-DgcO7I

         Canto inicial: “Postrado a vuestros pies humildemente”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

De la misma manera a como un alma en gracia es agradable a Dios, así el alma en pecado es aborrecible a Dios. Es decir, aunque Dios es la Suma Bondad y la Bondad Increada y el Amor en Sí mismo, no por eso deja de probar el más absoluto aborrecimiento al alma que lo desprecia por causa del pecado. Afirma un autor que “es tal el odio que Dios tiene al pecado, que después de haber privilegiado con tan notables prerrogativas a su Santísima Madre, si al cabo de la vida hallara en ella un solo pecado mortal, bastaría solo eso para condenarla a eternos tormentos”[1].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

         Puede darnos una idea del odio que Dios tiene al pecado, que basta con ver cómo en la Persona de su Hijo muy amado se castigó un pecado ajeno –ya que su Hijo era Purísimo y no podía jamás pecar-, que fue el de Adán, con atroces tormentos y penosísima muerte. El infinito Amor que tuvo Dios a su Hijo no fue parte para disminuir el odio que tiene al pecado; y así, por serle aborrecible la culpa hizo tan severa justicia en cosa que le agradaba tanto[2].

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

         Para poder entender el odio que Dios tiene al pecado, no vaciló Dios en pedirle a su Hijo que sufriera y padeciera una muerte humillante y dolorosísima en una cruz, y todo por hacer que su Hijo expiara por un pecado ajeno. También podríamos preguntarnos qué infinidad de castigos le habrían correspondido a Adán y a los pecadores impenitentes, si el Hijo de Dios no hubiera sufrido muerte tan cruel y dolorosa en la cruz.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

         Los hombres deberían reparar en cuánto odia Dios al pecado, al contemplar con espanto aquello con lo que Dios castiga al pecador impenitente: el lago de fuego eterno y los tormentos que le vienen agregados. Es tan horrenda la malicia del pecado –aun el que se comete en un instante, con el pensamiento-, que no se terminará la eternidad de dolores, con los que Dios castiga a los impenitentes; es a esto a lo que obliga un pecado a Dios, porque Dios, aun siendo infinitamente misericordioso, es también Justicia infinita y es en virtud de esta Justicia que Dios se ve obligado a castigarlo, aun cuando sean sus hijos los que lo cometen y los que sufren el castigo[3].

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         La contemplación de las penas del Infierno debe llevar al alma a estremecerse al ver cómo Dios castiga a sus creaturas, aun cuando sean hijas suyas, a causa del pecado que no confiesa y del cual el alma no se arrepiente[4]. Pero también la contemplación del Hijo de Dios crucificado, sufriendo tan espantosa agonía en la Santa Cruz, a causa del pecado ajeno, debe llevar a considerar cuánto odia Dios al pecado y cuánto ama al pecador, que porque éste no se condene eternamente en el Infierno, envía a su Hijo a morir en la Cruz, expiando el pecado de los hombres.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.   



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 438-439.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 439.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 439.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 439.

jueves, 24 de diciembre de 2020

Hora Santa en reparación por postal blasfema de Navidad en Alemania 241220

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por un afiche blasfemo en el que a la adoración del Niño Dios, se la reemplaza por la idolatría de la ciencia: los magos presentan al Niño Dios la vacuna, como si se depositara en la vacuna la fe y la adoración que sólo al Niño Dios se debe tributar. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:

https://www.facebook.com/groups/460589750712022/permalink/3261262073978095

Canto inicial: “Tantum ergo, Sacramentum”.

Oración de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

Así como el alma que está en gracia glorifica a Dios Trino en cuanto Creador y también en cuanto Redentor y Santificador, así el alma que no está en gracia, porque libremente eligió el pecado, desprecia a Dios Trino por tres veces, en cuanto Creador, en cuanto Redentor y en cuanto Santificador, porque la gracia contiene todos esos bienes y por esos bienes los títulos con los  cuales Dios se debe honrar y cuando no se tiene la gracia, se pierden esos bienes y se pierde la triple glorificación que el hombre debe dar a Dios Uno y Trino[1].

 Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Por el pecado se desprecia a Dios como Redentor, como dijimos, porque se posponen la Sangre, la Pasión y la Muerte en Cruz de Nuestro Señor Jesucristo, porque por el pecado es como si el Señor Jesús no hubiera padecido para salvarnos en la Cruz o como si su Sacrificio Redentor, sangriento y doloroso, pero también lleno de Amor de parte suya, no tuviera valor, ya que se le da más valor al bien efímero, pasajero y vil del pecado, antes que a la Pasión del Redentor[2].

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Por el pecado se desprecia también a Dios en su condición de Supremo Legislador y Señor del mundo, porque se atropellan sus leyes –las leyes naturales, que indican al hombre, entre otras cosas, cómo deben ser sus actos- y se lo menoscaba en su autoridad, dando en cambio autoridad y lugar de señorío no a la gracia y a Dios, sino al pecado y, por detrás de este, a la concupiscencia y al demonio[3].

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Se lo desprecia también como Justo Juez, porque no se da crédito, cuando se comete un pecado mortal o venial a sabiendas, que Él es el Sumo y Eterno Juez, que ha de venir a juzgar al mundo, dando a cada uno de los hombres lo que cada uno se mereció con sus obras libremente realizadas; al pecar, el pecador demuestra que no le importan la justicia y las penas, incluso las eternas, con las que el Justo Juez amenaza[4] a quien, con tal de satisfacer su concupiscencia, quebranta las leyes divinas y se alza contra Dios Trino, tal como lo hizo el soberbio Ángel caído, lo que le valió la expulsión para siempre del Cielo y sus alegrías.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.   

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Por el pecado se desprecia a Dios como amigo, al no querer darle gusto ni de estar en su gracia, tal como lo hace el alma que sí corresponde a la amistad ofrecida por Dios en Cristo; de esta manera, el pecador demuestra que ni le teme a Dios como Justo Juez, ni le ama como Amigo verdadero que nunca falla, lo cual demuestra suma locura e irracionalidad por parte del pecador. Se desprecia a Dios, por el pecado, porque el pecado es el fruto del mal que anida en el corazón del hombre, mientras que Dios es el Bien, la Bondad, el Amor y la Misericordia Sumos, Infinitos y Eternos y así se abusa de Dios y de su paciencia, que no es infinita; se desprecian finalmente todos los atributos y perfecciones que tiene el Ser divino trinitario, lo cual vuelve al pecador, ante los ojos de Dios Trino, como un ser infinitamente despreciable, infame, vil y miserable. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, guárdanos de caer en el pecado y guíanos y ampáranos como Madre nuestra celestial, para que nunca dejemos la gracia santificante que nos concede la Vida del Corazón de tu Hijo Jesús!

Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.

 

 

 

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 437.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 438.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 437.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 438.

miércoles, 23 de diciembre de 2020

Hora Santa en reparación por destrucción de imagen de la Virgen en Roma 221220

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la destrucción de una imagen de la Virgen por parte de un inmigrante egipcio en Roma. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:

https://religionlavozlibre.blogspot.com/2020/12/africano-destruye-imagen-de-la-virgen.html

Canto inicial: “Oh, Buen Jesús, yo creo firmemente”.

Oración de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

Entre otras cosas, el cometer un pecado –mortal o venial deliberado- tiene una característica patente y es su irracionalidad: en efecto, mientras que Dios ofrece al justo, es decir, el que elige vivir en gracia y obrar la virtud, el premio de la vida eterna y con ella las eternas alegrías, el demonio ofrece, en cambio, al pecador, al que rechaza la gracia y elige el pecado, eternos tormentos y dolores sin fin[1]. Esta irracionalidad es algo que caracteriza al pecado y no encuentra explicación sino en el “misterio de iniquidad” (2 Tes 2, 7).

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

El pecador, al elegir el pecado, comete un acto de irracionalidad, pero también de extrema malicia, pues deja de lado a Dios, que es el Sumo y Eterno Bien, del cual participa todo lo que es bueno, para elegir en cambio el sumo y extremo mal. Por el pecado, el pecador pospone a Dios, para elegir al Demonio y en esto consiste la extrema malicia del pecado: hay quienes posponen a Dios y su Mesías, Cristo Dios, por dinero, otros por placeres, otros por bienes terrenos, pero no dejan, en ningún caso, de ser actos de extrema malicia y de gran ruina para el pecador[2].

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

La irracionalidad del pecado es tal y tan grande, que se asemeja a la locura, que es la irracionalidad por definición: en efecto, por el pecado, que es una cosa vilísima y pequeñísima, se deja de lado el Bien Infinito, Perfectísimo y Eterno que es Dios Uno y Trino y su gracia y esto constituye un acto de impiedad que degrada al hombre por debajo de las bestias irracionales, acercándolo más bien al demonio, convirtiéndolo en una figura viviente del demonio[3]. Cuando así obra, el hombre traza para sí, libremente, un camino lleno de males y desdichas.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Con el pecado, se desprecia a Dios y a sus infinitos títulos, por todos los cuales debe ser honrado, amado y adorado. Una primera cosa que se desprecia con el pecado es a Dios mismo, quien constituye el último fin y el objeto de nuestra bienaventuranza, pues perdiéndolo a Él, Sumo y Eterno Bien, en el que se contiene toda la alegría y la felicidad que el hombre no puede ni siquiera imaginar, se obtienen a cambio una inmensidad de males eternos[4].

Silencio para meditar.  

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria. 

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Con el pecado se desprecia también a Dios como Creador nuestro, con lo cual el hombre pierde su posición de “rey de la Creación” en la cual lo había puesto Dios y pierde también el buen uso y usufructo que para él le había concedido Dios al crear la naturaleza[5]. En otras palabras, con el pecado, el hombre pierde la posición central que en la Creación tenía y pierde también el buen uso que de la Creación Dios le había permitido que hiciese, para beneficio suyo. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, haz que la gracia de tu hijo ilumine nuestra mentes y corazones, para que nunca cometamos el error de elegir el pecado en vez de tu Hijo Jesús!

Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.

 

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 436.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 437.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 437.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 437.

[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 437.

miércoles, 16 de diciembre de 2020

Hora Santa en reparación por profanación de Catedral en España 141220

 



         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el espectáculo profano realizado a cabo en una Catedral en España. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:

https://infovaticana.com/2020/12/14/convierten-la-catedral-de-la-almudena-en-un-circo/?fbclid=IwAR1lpAJoE09n2vYzwQRvTO0zb2tLY5FWn57uKxh3mF7U5xG0HhXBSEDklgA

Canto inicial: “Dueño de mi vida, vida de mi amor”.

Oración de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

         El pecador comete una gran injuria –además de una gran injusticia- contra la majestad, la gloria, la bondad y la santidad de Dios Uno y Trino cuando, libremente, elige el pecado antes que la gracia que Dios, por medio del Sagrado Corazón traspasado, le ofrece[1]. La injuria es tanto más intensa y profunda, cuanto que Dios no sólo es el Creador del hombre, sino su Redentor y su Santificador, y esto no lo hace de modo impersonal, sino personalmente a cada hombre, llegando a llamarlo incluso como “amigo” en la Última Cena.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Si Dios le ofrece al hombre una grandeza y una gloria inimaginables, porque lo hace partícipe de su naturaleza divina, el demonio en cambio le ofrece, al hombre pecador, cosas vilísimas y vanas en esta vida[2], aunque lo que quiere en definitiva es empujarlo a los abismos del Infierno en la otra vida, que para eso es el Tentador. Cuando el hombre peca, vuelve a crucificar al Salvador, además de perder el bien infinito que significa el Reino de los cielos.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         El pecador, al despreciar su último fin y Bien Eterno e Infinito que es Dios Trinidad, por un bien perecedero y vil como es el pecado, comete además un acto de horrible idolatría, al dar a la creatura perecedera y vil –el pecado- el amor y la honra que le debe a Dios Uno y Trino en forma exclusiva y excluyente. Por esto exclama el Profeta Jeremías: “Espantaos, cielos, de aquesto, y vuestras puertas se caigan de espanto” (2, 12). ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, líbranos de la idolatría del pecado y haz que atesoremos el tesoro inestimable de la gracia!

          Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         La injuria que comete el pecador es infinita, porque la injuria crece tanto más cuanto más alto es el injuriado y cuanto menos honroso es el que injuria: si alguien propicia un bofetón a otro, es delito mayor cuanta más alta dignidad tiene el que recibe el bofetón y cuanto más vil es el que lo propicia. En el pecado, se unen el ser que injuria alguien tan vil como el hombre pecador y el Ser divino trinitario, quien es el que recibe la injuria. De esto –el pecado- es figura y símbolo la trompada vilmente propinada por el servidor del sacerdote judío a Nuestro Señor, cuando comenzaba su juicio inicuo. Así sucede en el plano espiritual, cuando el hombre tiene la osadía y la ceguera de cometer un pecado contra la Divina Majestad.

         Silencio para meditar.  

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria. 

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Por el pecado, el hombre pospone a Dios y su majestad por algo vilísimo; por el pecado, el hombre menosprecia a Dios, dejándolo de lado por algo rastrero, maligno y bajo, como es el pecado. Cuando así obra, el hombre da a entender que el demonio es más valioso que Dios, haciéndose merecedor de castigos y dolores eternos, en vez de los gozos y alegrías eternas que Dios Trinidad con la gracia le anticipaba ya en esta vida. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, concédenos la gracia de elegir la muerte terrena antes que perder la gracia santificante!

         Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.

 

        



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 435.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 435.

martes, 15 de diciembre de 2020

Hora Santa en reparación por profanación de Hostias consagradas en Colombia 151220

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por la profanación de la Sagrada Eucaristía ocurrida en la localidad de Huila, Colombia. Para mayores detalles acerca de este lamentable suceso, consultar el siguiente enlace:

https://infovaticana.com/2020/12/15/un-obispo-advierte-a-los-autores-de-una-profanacion-estan-excomulgados/?fbclid=IwAR3s8Fqjg7VZA7Q3gzsop33zhPut_DSdBqrrWBlIib9XcmRJY-CrLQ7IWto

Canto inicial: “Tantum ergo, sacramentum”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

Afirma un autor que “el hombre que peca se puede tener por peor que el demonio, pues éste pecó contra su Creador, en cambio, el hombre que peca, lo hace contra su Creador”[1] y agregamos nosotros, contra su Redentor y contra su Santificador. En otras palabras, el demonio se rebeló contra Dios sólo en cuanto Creador y así cometió un solo pecado, en cambio el hombre que peca se rebela contra Dios triplemente, en cuanto que Dios Trino es no sólo Creador del hombre, sino también su Redentor y su Santificador, con lo cual podemos decir que el hombre peca tres veces más que el diablo.

Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Es más grave el pecado del hombre que el del demonio, por otras razones también: el demonio pecó contra Dios, pero Dios no había usado su misericordia para con el Ángel caído[2], sin embargo, el hombre peca contra Dios, que lo perdona innumerables veces, tanto al quitarle la mancha del pecado original en el Bautismo sacramental, como cuantas veces el hombre acude al Sacramento de la Penitencia: por esto, el demonio pecó una sola vez, mientras que el hombre lo hace infinidad de veces; además, el demonio pecó sin haber visto a nadie condenarse, en cambio el hombre peca sabiendo que hay quienes se han condenado en el Infierno por un solo pecado mortal. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, apártanos del pecado como de la peste más mortífera!

Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Se puede afirmar, con toda certeza, como lo dice un autor, que “cuanto el alma desprecia a Dios por el pecado, tanto más se hace ella despreciable”: en otras palabras, hay una reciprocidad en el desprecio, cuanto más el alma desprecia a Dios y peca, tanto más ella se vuelve despreciable, pero no porque Dios la desprecie, sino porque el pecado, por sí mismo, la convierte en un ser despreciable[3]. El alma, por el pecado, se vuelve un ser vil, abominable e infinitamente despreciable, de ahí la imperiosa necesidad del cristiano de apartarse no sólo del pecado mortal y del venial deliberado, sino de las ocasiones mismas de pecar.

Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

Cuanto más el pecador desprecia a Dios, eligiendo libremente pecar y arrojar de sí la gracia, el pecador tanto más se hace despreciable, execrable e incluso maldito, porque el que no tiene la gracia no está en un estado intermedio entre la justificación y la maldición: si no tiene la gracia, tiene en sí la maldición que el pecado trae aparejada, inevitablemente[4]. Por esta razón, cuanto más quiere quitar a Dios, tanto más se quita a sí mismo la santidad que Dios le confería con la gracia y se reduce a un no ser sobre todo no ser, convirtiéndose en un ser que es “nada mas pecado”.

Silencio para meditar. 

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

De la malicia del pecado, se deduce el ser despreciable en que el pecado convierte al pecador: teniendo delante de sí a Dios Uno y Trino, con su infinita bondad, majestad, hermosura, amor e infinitas perfecciones, y teniendo la hermosísima obligación de amar a la Trinidad por ser quien Es, Dios de infinita perfección y hermosura, amor y misericordia, el pecador elige sin embargo la vileza y bajeza del pecado, que lo aparta de Dios y de su Amor hermoso tanto más cuanto más grave es el pecado[5]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, líbranos de la ceguera del pecado y concédenos dar la vida antes que perder la gracia de tu Hijo Jesús!

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 434.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 434.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 434.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 434.

[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 435.