Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la ofensa contra la Cruz
cometida en Turquía: se fabrican ex profeso zapatos en cuyas suelas se dibuja
la Santa Cruz, para así poder pisarla continuamente. Para mayor información, se
puede consultar el siguiente enlace:
Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
Cuando
un pecador abandona el pecado para comenzar a vivir la vida de la gracia, los
ángeles del cielo se alegran y una razón es “porque ven lo mucho que el mismo
Dios se huelga en este caso, tal como lo significó Cristo en sus parábolas,
como en la que se compara a Sí mismo con un pastor que, habiendo perdido una
oveja, luego de buscarla con diligencia y encontrarla, la carga sobre sus
hombros y al llegar a su casa llama a sus amigos y les dice: “Alégrense
conmigo, porque hallé mi oveja que se me había perdido”. El mismo Señor dice
que “de esta manera habrá gozo en el cielo por un pecador que se convierta”[1].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo Misterio.
Meditación.
El gozo que hay en el cielo por un pecador convertido se
puede ver en otra parábola, en la que se compara este contento de Cristo al que
puede tener una pobre mujer que, después de haber revisado toda la casa,
encontró la dracma que se había perdido y de la que tenía gran necesidad: al
encontrarla, llamó a sus amigas y vecinas y les dijo que se alegrasen con ella
porque había hallado la dracma tan deseada: así, dice Cristo, será grande el
regocijo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se convierta[2].
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer Misterio.
Meditación.
Hay que considerar, entre otras cosas, las ansias con que Dios
desea tengamos de su gracia, pues nos busca para dárnosla con tan gran deseo,
como si le hiciésemos mucha falta[3] –que
en realidad no le hacemos ninguna falta-. Debemos considerar qué grande es la
estima que hace Dios de este don divino, pues para darnos la gracia es que cumplió
su misterio pascual de muerte y resurrección en la Persona del Hijo.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto Misterio.
Meditación.
Ahora
bien, de igual manera debemos reflexionar en lo siguiente: si Dios tanto estima
y desea y tanto se fatiga en el Camino Real de la Cruz y en la cima del Monte
Calvario para darnos la gracia, ¿por qué no la procuramos y deseamos con toda
nuestra alma y vida? ¿Por qué no deseamos la gracia más que cualquier bien
pasajero de esta tierra? ¿Por qué, por el contrario, nos desvivimos por lo que
no es, para dejar pasar lo que nos hace partícipes de la vida divina, la gracia
santificante? Jesús, el Hombre-Dios, murió en la Cruz para darnos la gracia:
nosotros, por recibirla, ¿por qué ni siquiera nos mortificamos?[4].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto Misterio.
Meditación.
Dios tenía grandes deseos de darnos la gracia y hasta tal
punto, que dio su vida en la Cruz para dárnosla y sólo así tuvo contento su
Sagrado Corazón. Por esta razón, debemos alabar, glorificar, adorar a nuestro Dios,
que por su gran bondad se goza en el hombre que aprovecha su gracia y por esto
es bendito, aunque también es verdad que es maldito el hombre que no la
aprovecha y la desprecia[5]. Dios,
en su beatitud, se alegra de nuestra gracia; el hombre, estando en riesgo de
eterna condenación, ¿cómo puede alegrarse por otra cosa sino es la posesión de
la gracia y la esperanza de la gloria divina?
Oración
final: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 320.
[2] Cfr. Lc 15, 8-10.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 320.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 320.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 321.
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