domingo, 12 de enero de 2020

Hora Santa en reparación por destrucción coordinada de imágenes de la Virgen María Francia 120120



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la destrucción coordinada de imágenes de la Madre de Dios ocurrida en Francia a lo largo del año 2019. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:


Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

          Los santos no dudaban en hacer comunión espiritual aún si fuera de noche. Cuando San Roque de Montepellier pasó encarcelado cinco días, retenido como un peligroso vagabundo, estaba siempre en la cárcel con la mirada fija en el ventanuco, rezando. El carcelero le preguntó: “¿Qué miras?”. “Miro el campanario de la Parroquia”. Lo que deseaba el santo era ver una iglesia, porque sabía que ahí estaba Jesús, en el sagrario, en donde todas las almas se convierten[1].

          Un Padrenuestro, Diez Ave Marías, un Gloria.

         Segundo misterio del Rosario.

Meditación.

          El Santo Cura de Ars decía a sus fieles: “A la vista de un campanario podéis decir: Allí está Jesús porque un sacerdote ha dicho misa allí”. Y el beato Luis Guanella, cuando acompañaba en el tren a los peregrinos hacia los santuarios, les recomendaba siempre que dirigieran el pensamiento y el corazón a Jesús cada vez que vieran un campanario desde las ventanillas del tren. “Todo campanario –decía- nos señala una iglesia en la que hay un sagrario, se celebra la Misa, está Jesús”[2].

          Un Padrenuestro, Diez Ave Marías, un Gloria.

         Tercer misterio del Rosario.

         Meditación.

          Nosotros debemos aprender del ejemplo de los santos. Ellos querían comunicarnos la llama del incendio de amor que se había desatado en sus corazones y por eso instaban a hacer comuniones espirituales cada vez que se viera un campanario o una iglesia[3]. Pongamos entonces manos a la obra haciendo nosotros muchas comuniones espirituales, cuando veamos y también cuando no veamos ni un campanario, ni una iglesia. Así se producirá en nosotros el incendio del amor del que hablaba San Leonardo de Puerto Mauricio: “si hacéis al día varias veces el santo ejercicio de la Comunión espiritual, os doy un mes de tiempo para ver vuestro corazón cambiado”.

          Un Padrenuestro, Diez Ave Marías, un Gloria.

         Cuarto misterio del Rosario.

         Meditación.

          La Presencia Real de Jesús en los sagrarios es un misterio divino. Durante la Misa, en los instantes de la Consagración, cuando el sacerdote pronuncia las palabras divinas de Jesús: “Éste es mi Cuerpo… Ésta es mi Sangre” (Mt 26, 28), el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Ya no hay substancias de pan ni de vino porque se han transformado (transubstanciado) en el divino Cuerpo y en la divina Sangre de Jesús[4]. El pan y el vino no conservan nada más que sus apariencias –llamadas “accidentes”- para expresar la realidad de “comida” y de “bebida”, de acuerdo con las palabras de Jesús: “Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida” (Jn 6, 55).

          Un Padrenuestro, Diez Ave Marías, un Gloria.

Quinto misterio del Rosario.

Meditación.

          San Ambrosio enseña: “¿Cómo hace el pan para convertirse en el Cuerpo de Cristo? Por medio de la Consagración. ¿Con qué palabras se hace la Consagración? Con las palabras de Jesús. Llegado el momento de que se cumpla el sagrado misterio, el sacerdote deja de hablar desde él mismo, habla en la Persona de Jesús”. Esto es porque las palabras de Jesús de la Consagración son las más desconcertantes que Dios haya podido dar a la Iglesia: tienen el poder de transformar un poco de pan y de vino en ¡Jesús Dios Crucificado! Y esto es un misterio tan grandioso y asombroso, que no bastarán las eternidades de eternidades ni para comprenderlo, ni para darle gracias a Dios Uno y Trino por esta muestra de amor inefable, eterno e infinito[5].

          Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.

         



[1] Stefano María Manelli, Jesús, Amor Eucarístico, Testimonios de Autores Católicos Escogidos, Madrid 2006, 93.
[2] Cfr. Manelli, ibidem, 93.
[3] Cfr. Manelli, ibidem, 93.
[4] Cfr. Manelli, ibidem, 99.
[5] Cfr. Manelli, ibidem, 99-100.

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