Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por las ofensas recibidas por los
Sagrados Corazones de Jesús y María en el “festival” blasfemo de Nápoles,
Italia, en donde la blasfemia, el sacrilegio, la burla satánica contra Dios Uno
y Trino es considerada “arte”. Para mayores datos acerca de este lamentable
suceso, consultar el siguiente enlace:
Canto inicial: “Postrado a vuestros pies humildemente”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
El
verdadero acto de contrición –el dolor perfecto y salvífico de los pecados-
nace del verdadero acto de dolor por los pecados cometidos y a su vez, el
verdadero dolor por los pecados, nace del verdadero amor que el alma tiene a
Dios[1].
Por esta razón, es necesario meditar en los motivos que engendran este amor,
que son las infinitas perfecciones de Dios Uno y Trino, especialmente su
majestad, su hermosura, su bondad, su amor, su magnanimidad.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Meditar
en las perfecciones de Dios Trino nos ayuda a amarlo cada vez más, así, por
ejemplo, cuando se considera su majestad, que siendo infinita y divina, es
digna de ser servida, puesto que los ángeles tiemblan en su acatamiento; a su
vez, la hermosura del Ser Divino trinitario es digna de ser contemplada y amada
y de tal manera que, si los demonios que la aborrecen pudiesen, tan sólo por un
instante, contemplarla tal como es en Sí misma, en ese mismo instante la
amarían más que a sí mismos y quedarían embelesados por tal hermosura por toda
la eternidad[2].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Cuando
se reflexiona sobre la bondad de Dios, no puede uno más que quedarse asombrado
y sin palabras, al considerar cuántos males quiso Él padecer, por salvarnos a
nosotros, que éramos sus enemigos por el pecado. A su vez, el amor de Dios es
tan fino y delicado, que por unirse más con el hombre, se hizo Él mismo hombre,
lo cual es una verdadera locura, pero una locura del amor de un Dios por su
creatura y esto nos lleva a querer amarlo con todas las fuerzas de nuestro ser,
al punto de quedar inmersos en su Amor, así como una esponja queda inmersa en
medio del océano.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
La
magnanimidad de Dios Uno y Trino es incomparable, puesto que dio al hombre, que
era nada, el ser y así lo creó de la nada y le dio el acto de ser, pero no
contento con esto, le dio al hombre Él mismo en su Ser Divino, oculto en
apariencia de pan y vino, la Sagrada Eucaristía. También la beneficencia de
Dios es digna de ser admirada y ensalzada, porque por su Santo Sacrificio de la
Cruz, sacó al hombre de la servidumbre de Satanás, le cerró las puertas del
Infierno, lo adoptó como hijo suyo por la gracia, le abrió las puertas del
Cielo y lo convirtió en heredero del Reino celestial[3].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Todos
estos atributos divinos se convierten en otras tantas saetas de amor con las
que el Divino Redentor quiere encender nuestras almas en el Fuego del Divino
Amor, partiéndolos por el dolor por haber cometido un pecado y por haber
menospreciado a tan inmensa majestad, por haber ofendido a un Dios tan
infinitamente, eternamente, increíblemente, amoroso, bondadoso, misericordioso
y bendito por los siglos sin fin[4].
Por esto, el pecador se debe lamentar de haber ofendido a tan infinita bondad y
debe experimentar un dolor más grande que el haber perdido todo el mundo y es
en eso en lo que consiste la perfecta contrición.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.