lunes, 7 de diciembre de 2020

Hora Santa en reparación por la prohibición de la Navidad por parte del Partido Comunista Chino 071220

 


Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el grave ultraje cometido contra Nuestro Señor Jesucristo por parte del Partido Comunista China, al prohibir la Navidad y calificarla como “opio del pueblo”. En respuesta a esta afrenta, debemos decir que el verdadero “opio” -y más que opio, “cáncer”- de la humanidad es el Comunismo. El Catolicismo es la Verdadera y Única religión del Único Dios Verdadero, Dios Uno y Trino. Para mayores detalles, consultar el siguiente enlace:

http://www.asianews.it/notizie-it/Il-Partito-comunista-vieta-il-Natale:-%E2%80%98%C3%88-l%E2%80%99oppio-dello-spirito%E2%80%99-42643.html?fbclid=IwAR2XlSB2w79cOaIU5EVnLgQoRWD-xiiI_pUMK3WHNzCWS4nZuxYBKzXczxo

         Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

         Quien comete un pecado mortal, no sólo arroja de sí la corona de la gracia, sino que se ve rebajado en su condición a algo inferior a la naturaleza, a la misma nada[1]. Por esto el Señor advierte, a través del profeta Amós, acerca de quien se aleja de la gracia por el pecado: “Los que se alegran en la nada” (6, 14). A su vez, el profeta Isaías dice: “Los que confían en la nada” (59, 4). Y San Bernardo afirma, hablando con el alma que peca: “Tú misma te has reducido a ser nada y eres reputada por la nada y vanidad”[2]. Por esto los santos dicen que los pecadores son “nada mas pecado”.

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

         La gracia concede un nuevo ser al alma, un ser nobilísimo, superior a toda la naturaleza creada; en sentido inverso, el pecado reduce al hombre a un ser inferior a la naturaleza, no sólo por debajo de la racional, sino por debajo incluso de la naturaleza irracional, dejando al alma a la merced de sus pasiones depravadas. Aunque conserve la substancia humana realmente, el pecador queda reducido, espiritual y moralmente hablando, a la misma nada[3], a causa del pecado. Por esto debemos huir del pecado como de la peste, al mismo tiempo que debemos acudir a la Fuente Increada de la gracia, el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús.

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

         Ahora bien, en palabras de Nuestro Señor Jesucristo, dice un autor[4], “es poco igualar al pecador con la nada, porque sin duda alguna es peor el pecado que la nada; así dijo el Salvador del mundo, que “mejor le fuera” al que le entregó a la muerte –y por esto cometió pecado mortal- “haber sido aniquilado” antes que haber cometido un pecado: “Más le valdría no haber nacido” (Mt 26, 24), diciendo por Judas Iscariote. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, apártanos del pecado y acércanos al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús!

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación

         El pecado es algo tan malo, que es considerado peor que el mismo no ser, porque como no es posible ser peor que el pecado, lo peor que puede sucederle a un alma no es ser nada, sino cometer un pecado –mortal o venial deliberado-, ya que esto es peor que ser despedazado y aniquilado[5]. Por esta razón, los mártires y los santos de todos los tiempos, prefirieron la muerte terrena antes que apostatar, es decir, antes que perder la gracia. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, intercede por nosotros para que nunca reneguemos de Nuestro Señor Jesucristo, aun a costa de la vida terrena!

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación

         El pecado es algo que se opone directa a la razón y a la naturaleza y es algo tan horrible, que lo mejor es no pecar, aunque sea por motivos imperfectos, como por ejemplo, no pecar por miedo al Infierno y no por temor de Dios. Según Santo Tomás, el pecado tiene una doble malicia: una, en cuanto es disonante y contraria a la naturaleza racional, a la cual deshonra y envilece; la segunda malicia, en cuanto que ofende y desprecia a Dios, autor de toda naturaleza[6]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, Mediadora de todas las gracias, intercede por nosotros para que aborrezcamos el pecado y deseemos, con todo el corazón, la gracia santificante!

         Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canción de despedida: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.

 

        



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 429.

[2] Medit., cap. 3.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 430.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 430.

[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 430.

[6] 1. 2, q. 71, art. 6, ad. ult.

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