miércoles, 16 de diciembre de 2020

Hora Santa en reparación por profanación de Catedral en España 141220

 



         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el espectáculo profano realizado a cabo en una Catedral en España. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:

https://infovaticana.com/2020/12/14/convierten-la-catedral-de-la-almudena-en-un-circo/?fbclid=IwAR1lpAJoE09n2vYzwQRvTO0zb2tLY5FWn57uKxh3mF7U5xG0HhXBSEDklgA

Canto inicial: “Dueño de mi vida, vida de mi amor”.

Oración de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

         El pecador comete una gran injuria –además de una gran injusticia- contra la majestad, la gloria, la bondad y la santidad de Dios Uno y Trino cuando, libremente, elige el pecado antes que la gracia que Dios, por medio del Sagrado Corazón traspasado, le ofrece[1]. La injuria es tanto más intensa y profunda, cuanto que Dios no sólo es el Creador del hombre, sino su Redentor y su Santificador, y esto no lo hace de modo impersonal, sino personalmente a cada hombre, llegando a llamarlo incluso como “amigo” en la Última Cena.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Si Dios le ofrece al hombre una grandeza y una gloria inimaginables, porque lo hace partícipe de su naturaleza divina, el demonio en cambio le ofrece, al hombre pecador, cosas vilísimas y vanas en esta vida[2], aunque lo que quiere en definitiva es empujarlo a los abismos del Infierno en la otra vida, que para eso es el Tentador. Cuando el hombre peca, vuelve a crucificar al Salvador, además de perder el bien infinito que significa el Reino de los cielos.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         El pecador, al despreciar su último fin y Bien Eterno e Infinito que es Dios Trinidad, por un bien perecedero y vil como es el pecado, comete además un acto de horrible idolatría, al dar a la creatura perecedera y vil –el pecado- el amor y la honra que le debe a Dios Uno y Trino en forma exclusiva y excluyente. Por esto exclama el Profeta Jeremías: “Espantaos, cielos, de aquesto, y vuestras puertas se caigan de espanto” (2, 12). ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, líbranos de la idolatría del pecado y haz que atesoremos el tesoro inestimable de la gracia!

          Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         La injuria que comete el pecador es infinita, porque la injuria crece tanto más cuanto más alto es el injuriado y cuanto menos honroso es el que injuria: si alguien propicia un bofetón a otro, es delito mayor cuanta más alta dignidad tiene el que recibe el bofetón y cuanto más vil es el que lo propicia. En el pecado, se unen el ser que injuria alguien tan vil como el hombre pecador y el Ser divino trinitario, quien es el que recibe la injuria. De esto –el pecado- es figura y símbolo la trompada vilmente propinada por el servidor del sacerdote judío a Nuestro Señor, cuando comenzaba su juicio inicuo. Así sucede en el plano espiritual, cuando el hombre tiene la osadía y la ceguera de cometer un pecado contra la Divina Majestad.

         Silencio para meditar.  

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria. 

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Por el pecado, el hombre pospone a Dios y su majestad por algo vilísimo; por el pecado, el hombre menosprecia a Dios, dejándolo de lado por algo rastrero, maligno y bajo, como es el pecado. Cuando así obra, el hombre da a entender que el demonio es más valioso que Dios, haciéndose merecedor de castigos y dolores eternos, en vez de los gozos y alegrías eternas que Dios Trinidad con la gracia le anticipaba ya en esta vida. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, concédenos la gracia de elegir la muerte terrena antes que perder la gracia santificante!

         Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.

 

        



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 435.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 435.

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