Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación
por el espectáculo profano realizado a cabo en una Catedral en España. Para mayores
datos, consultar el siguiente enlace:
Canto
inicial: “Dueño de mi vida, vida de mi amor”.
Oración
de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
El pecador comete una gran injuria –además de una gran
injusticia- contra la majestad, la gloria, la bondad y la santidad de Dios Uno
y Trino cuando, libremente, elige el pecado antes que la gracia que Dios, por
medio del Sagrado Corazón traspasado, le ofrece[1].
La injuria es tanto más intensa y profunda, cuanto que Dios no sólo es el
Creador del hombre, sino su Redentor y su Santificador, y esto no lo hace de
modo impersonal, sino personalmente a cada hombre, llegando a llamarlo incluso
como “amigo” en la Última Cena.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Si Dios le ofrece al hombre una grandeza y una gloria
inimaginables, porque lo hace partícipe de su naturaleza divina, el demonio en
cambio le ofrece, al hombre pecador, cosas vilísimas y vanas en esta vida[2],
aunque lo que quiere en definitiva es empujarlo a los abismos del Infierno en
la otra vida, que para eso es el Tentador. Cuando el hombre peca, vuelve a
crucificar al Salvador, además de perder el bien infinito que significa el
Reino de los cielos.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
El pecador, al despreciar su último fin y Bien Eterno e
Infinito que es Dios Trinidad, por un bien perecedero y vil como es el pecado,
comete además un acto de horrible idolatría, al dar a la creatura perecedera y
vil –el pecado- el amor y la honra que le debe a Dios Uno y Trino en forma
exclusiva y excluyente. Por esto exclama el Profeta Jeremías: “Espantaos,
cielos, de aquesto, y vuestras puertas se caigan de espanto” (2, 12). ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, líbranos
de la idolatría del pecado y haz que atesoremos el tesoro inestimable de la
gracia!
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
La injuria que comete el pecador es infinita, porque la
injuria crece tanto más cuanto más alto es el injuriado y cuanto menos honroso
es el que injuria: si alguien propicia un bofetón a otro, es delito mayor
cuanta más alta dignidad tiene el que recibe el bofetón y cuanto más vil es el
que lo propicia. En el pecado, se unen el ser que injuria alguien tan vil como
el hombre pecador y el Ser divino trinitario, quien es el que recibe la
injuria. De esto –el pecado- es figura y símbolo la trompada vilmente propinada
por el servidor del sacerdote judío a Nuestro Señor, cuando comenzaba su juicio
inicuo. Así sucede en el plano espiritual, cuando el hombre tiene la osadía y la
ceguera de cometer un pecado contra la Divina Majestad.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Por el pecado, el hombre pospone a Dios y su majestad por
algo vilísimo; por el pecado, el hombre menosprecia a Dios, dejándolo de lado
por algo rastrero, maligno y bajo, como es el pecado. Cuando así obra, el
hombre da a entender que el demonio es más valioso que Dios, haciéndose
merecedor de castigos y dolores eternos, en vez de los gozos y alegrías eternas
que Dios Trinidad con la gracia le anticipaba ya en esta vida. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, concédenos
la gracia de elegir la muerte terrena antes que perder la gracia santificante!
Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las
indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los
Santos Padres Benedicto y Francisco.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “Un día al cielo iré y la
contemplaré”.
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