Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el ultraje sufrido por una imagen de la Madre de Dios en Salta, Argentina, por parte de un grupo de feministas. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto inicial: “Cristianos, venid, cristianos, llegad”.
Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer
Misterio (a elección).
Meditación.
Afirma
un autor que “sólo en Dios está el objeto y blanco de la verdadera
bienaventuranza, porque sólo Él puede llenar nuestros deseos y nada menos que
Dios”[1].
Al respecto, San Bernardo dice: “El ánimo avariento del hombre sólo se puede
ocupar con las creaturas, pero no se puede hartar con ellas y así, todo lo que es
menos que Dios, no llenará al alma capaz de Dios”. En otras palabras, el alma
ha sido creada para un Bien infinito y eterno, que es Dios Trino y por eso no
puede nunca contentarse con creaturas, que son finitas y temporales.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
El
alma, creada por Dios y para Dios, sólo tiene descanso, contento y paz en Dios
y así lo dice San Agustín: “Nuestro corazón está inquieto hasta que no descansa
en Dios”. Y continúa San Agustín: “Dios es todo para ti: si tienes hambre, Él
es pan; si tienes sed, Él es agua para ti; si estás en tinieblas, te es luz; si
estás desnudo, te es vestido de inmortalidad”[2].
Parafraseando a San Agustín, podemos decir que Dios es Pan de Vida eterna, es
Agua espiritual que “salta hasta la vida eterna”, porque es la gracia Increada;
es Luz Eterna e infinita; es la Eternidad que da vida a nuestra humana
mortalidad, revistiéndonos con su gracia y quitándonos el pecado.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
No
hay, para el alma, dice San Agustín, dicha más grande que Dios, que vivir de
Dios y para Dios: “¿Qué cosa hay mejor que este bien (Dios)? ¿Qué cosa más
dichosa que esta dicha, vivir para Dios, vivir de Dios?[3].
En Dios Trino está la bienaventuranza verdadera, así de esta vida como de la
venidera, la cual no se puede adquirir sin la gracia: ésta es el vínculo de la
bienaventuranza, porque da derecho para poseer a Dios en la gloria, y en esta
vida trae el mismo Dios al alma para que lo posea y en Él se alegre y goce[4].
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
La
gracia trae consigo la bienaventuranza, porque no solo trae los bienes
materiales, sino que trae al alma al que es todo bien, trae al mismo Dios Uno y
Trino: el Espíritu Santo habita en el justo y todas las Tres Divinas Personas
vienen a él y hacen en esta alma en gracia su morada y mansión, lo cual concede
al alma una inexplicable e inimaginable grandeza y felicidad y así se convierte
en la más alta dicha y alegría a la que un alma puede aspirar en esta vida
mortal[5],
puesto que es un anticipo de la visión beatífica en el Cielo.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Por
la esencia de la gracia, el alma llega a la posesión de Dios Trino y lo posee
también por el amor, puesto que la gracia lo hace partícipe de la Vida divina y
si de la Vida divina, también del Amor divino, Amor con el que el alma ama a
Dios Trino ya desde esta vida terrena. Es decir, la gracia trae consigo el amor
de caridad o es la misma caridad –el Amor de Dios- para que amemos a Dios no
con nuestro limitado amor humano, sino con el Amor mismo de Dios y lo amemos
por Sí mismo y en Sí mismo[6]. Y
este bien del Divino Amor que causa la gracia en el alma, no lo puede conceder
ningún bien y ninguna creatura del mundo.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
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