Inicio: ofrecemos esta Hora Santa en reparación por el ataque criminal y asesino a cristianos por parte de islamistas en Nigeria. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer
Misterio (a elección).
Meditación.
Con
la gracia nos vienen dos bienaventuranzas, una de esta vida temporal y otra de
la eterna en el cielo, por este motivo es que, por la gracia, debemos
despreciar todo lo que el mundo miserable tiene por bien, ya que lo que el
mundo llama “bien”, no es sino un gran mal. Es debido a esto que los hombres,
andando detrás de bienaventuranzas que no lo son, se convierten en
malaventurados, ocupándose en adquirir bienes que son perecederos y falsos y
así perecen junto con ellos[1].
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Si
el hombre no está en gracia, está en pecado y el pecado lo que hace al hombre
es abatirlo por debajo de la naturaleza, convirtiéndolo en “nada más pecado”.
En otras palabras, si por la gracia obtenemos las dos bienaventuranzas, la de
esta vida y la de la vida eterna, no es menos cierto que, cuando nos vemos
privados de ella, su privación es para nosotros, los hombres, la suma de las
desdichas y desgracias del mundo[2].
¿Vamos a perder dos bienaventuranzas, por unos bienes que son efímeros y
perecederos?
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Porque
la gracia es el sumo bien, es que se la debe buscar, ya que sin este bien, todo
bien terreno que tengamos, es sumo mal: sin la gracia no puede ir bien a nadie
y no puede dejar a todos de ir mal. Hay que buscar la gracia si queremos el
bien –el Verdadero Bien, que es Dios- y por fuerza debemos tenerla si es que aborrecemos
el mal[3]. No
hay bien que sea bueno y verdadero, sino está de por medio la gracia y sin la
gracia, hasta el bien más preciado en la tierra, se vuelve un mal.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Estar
en gracia es para el alma la suma dignidad, así como perderla por el pecado, es
la suma desgracia y maldad, la suma ignominia y desventura. Acudamos a las
excelencias y grandezas de la gracia santificante y comparémoslas con las
condiciones del pecado y hallaremos que todo lo que en la gracia hay de bueno y
de grande, del mismo modo hay en el pecado lo vil y abatido; si en la gracia
está todo lo bueno, en el pecado está todo lo malo. Con estas consideraciones
crece la estima de la gracia, puesta a la vista de la ignominia del pecado,
porque el color blanco nunca sobresale más que cuando se compara con el negro.
Esto sirve para aborrecer al pecado mortal, cuanto para desear la gracia de
Dios[4].
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
La
gracia es un ser sobrenatural y perfecto, divino y sobrenatural, que eleva al
hombre por encima de toda la naturaleza. El pecado es todo lo contrario, porque
es algo tan vil y bajo, que abate al hombre por debajo incluso de la
naturaleza, convirtiéndolo a su portador en peor que nada. Por el pecado, el
hombre se hace peor y más vil que las mismas bestias, hundiendo su naturaleza
racional y capaz de Dios en un abismo de miseria, de afrenta y de maldad[5]. En
nuestra libertad está el ser “nada más pecado”, o bien ser una imagen de Dios
Trino por la gracia: elijamos la gracia, y tendremos una doble bienaventuranza,
aquí en la tierra y por la eternidad en los cielos.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
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