Inicio: ofrecemos esta Hora Santa en
reparación por el intento de incendio de la Basílica de la Agonía en Jerusalén.
Para mayores detalles, consultar el siguiente enlace:
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Canto
inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
Así
como el Ángel caído, Satanás, al rebelarse contra Dios Uno y Trino perdió la
gracia y se convirtió en un ser deforme y monstruoso, así sucede con los
hombres malos que se asocian a su rebelión contra Dios por el pecado,
haciéndolos convertir en algo inferior a las bestias irracionales. En efecto,
en las Escrituras, se llama a los pecadores no con nombres humanos, sino con
los nombres de las más horribles y fieras bestias que hay[1]. Si
el ángel caído perdió la gracia, pero no la naturaleza, convirtiéndose en una
bestia abominable, lo mismo le sucede al hombre por el pecado: pierde la
gracia, pero no la naturaleza, aunque queda rebajado a algo peor que las mismas
bestias irracionales.
Silencio
para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Nuestro
Señor Jesucristo llama a los hombres pecadores con los nombres de “lobos”, “perros”,
“lechones” (Mt 10 y 7); Isaías, “dragones”
y “avestruces” (48, 20); Ezequiel, “escorpiones” (2, 6); el Bautista, “víboras”
(Mt 3, 7); David, “caballos”, “mulos”, “toros furiosos” y “áspides” y “basiliscos”
(Sal 31 y 63); Salomón, “raposas”;
Job, “tigres” (4, 11). Todo esto y más provoca el pecado en el alma, que de
agraciada y favorecida por Dios, se hunde, por el pecado, en un abismo de
malicia, crueldad y ferocidad inhumanas.
Silencio
para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Ahora
bien, no sólo las Escrituras denominan al hombre como bestia salvaje a causa
del mal, el pecado, sino también entre filósofos y teólogos, como por ejemplo,
Severino Boecio, quien afirmaba lo siguiente: “Todo lo que falta y se aparta de
lo bueno cesa de ser; de tal manera, que los malos dejan de ser lo que eran. El
haber sido hombres lo muestra la figura humana que retienen, por lo cual,
convertidos en malicia, perdieron también la naturaleza de hombres, porque así
como sólo la virtud y la bondad promueven a que sean más que hombres, así es necesario
que aquellos a quienes la maldad abatió y derribó de su condición, les hunda
debajo de la naturaleza y mérito de hombres”[2].
Silencio
para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación
Continúa
Boecio, describiendo lo que sucede con los hombres que pierden la belleza
interior que les proporciona la gracia, a causa del pecado: “Así acontece, que
al que ves transformado por sus vicios, que no puedas pensar que es hombre. Al
ladrón, dile lobo; al iracundo, perro; al traidor, zorro; al medroso y cobarde,
que teme lo que no ha de temer, ciervo; al perezoso, asno; al inconstante, ave;
al que arde en lujuria, lechón. Esto, porque el hombre que no se diviniza con
la gracia, se animaliza con el pecado”.
Silencio
para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación
Finalmente,
el pecado convierte al pecador en la nada misma y esto es suficiente para
significar cuánto abate la culpa mortal al pecador, no sólo debajo de las
naturalezas más abatidas del mundo, sino debajo de toda naturaleza[3].
Por esto se queja el Señor, por medio del profeta Amós (6, 14), de los que se
deleitan en su pecado, diciendo: “Los que os alegráis en la nada”. Y por esto
es que los santos dicen que los que cometen pecado son “nada más pecado”.
¿Queremos ser “nada más pecado”? ¿O más bien queremos ser divinizados por la
gracia? Que María Santísima, Mediadora de todas las gracias, interceda por nosotros
para que, apreciando el valor inestimable de la gracia, seamos capaces de
elegir la muerte terrena, antes que perder la gracia.
Un
Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de
los Santos Padres Benedicto y Francisco.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canción
de despedida: “Cantad a María, la Reina del cielo”.
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