Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el acto vandálico sufrido por un Pesebre en Navarra, España. Para mayores datos acerca de este lamentable suceso, consultar el siguiente enlace:
https://www.facebook.com/groups/578033243024479/permalink/871073033720497
Canto
inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
Despreciar
la gracia y elegir en cambio el pecado, es algo irracional, puesto que el
pecado atenta contra la naturaleza humana y contra toda naturaleza creada y así
atenta también contra Dios, quien es el Creador de toda naturaleza y quien la
sostiene en el ser con su omnipotencia[1]. Por
ser algo tan bajo y malo, el pecado rebaja al hombre pecador a la nada y,
todavía más, a “nada mas pecado”, como lo afirman los santos.
Silencio
para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Pero
el pecado hace todavía algo peor en el hombre: lo coloca en el mismo orden o
plano que el demonio: así como la gracia no sólo ensalza al hombre sobre todo
ser de la naturaleza, sublimándolo sobre todas las creaturas, concediéndole
además un ser divino y colocándolo en un orden con Dios, así el pecado no sólo
abate y envilece al pecador por debajo de las creaturas, sino que lo pone en un
orden con el demonio y le da un ser diabólico[2]. Tal
es la bajeza y vileza del pecado, por lo cual lo debemos evitar a toda costa,
aun a costa de la vida terrena.
Silencio
para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Por
esta razón dijo Nuestro Señor a los discípulos, entre los cuales estaba Judas
Iscariote, el traidor: “Uno de vosotros es el diablo” (Jn 6), porque por su pecado se hizo igual al demonio, que es “Padre
de la mentira” y “Homicida desde el principio”. Así, San Juan Crisóstomo dice
que el pecado hace al hombre como demonio, no en substancia, sino en voluntad[3]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nos
alejemos del pecado como de la peste!
Silencio
para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Para
San Juan Crisóstomo, el pecador es un “demonio voluntario” y así como por la gracia
entra el Espíritu bueno en el alma, así por el pecado entra el demonio en ella[4]. A
esto se refiere el Evangelio cuando narra que Jesús expulsó de la mujer
pecadora “siete demonios”, porque aunque no los tenía en el cuerpo, los tenía
en el alma, donde por sus pecados habían tomado posesión. Lo mismo hace el pecado
con todo pecador, hasta que éste se arrepiente y acude al Sacramento de la
Penitencia.
Silencio
para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
El
que está en gracia es habitación y morada de Dios Trino, pues vienen a él las
Tres Divinas Personas de la Santísima Trinidad; de la misma manera, vienen al
pecador y moran en él los demonios y le hacen compañía, como lo declaró el
Salvador del mundo cuando dijo que el demonio volvió al hombre pecador a
entrarse en él como en su casa propia, con otros siete malos espíritus y
entrando, habitaron allí (cfr. Mt 12)[5]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, haz que
amemos la gracia, para que more en nuestras almas la Santísima Trinidad y así
nuestros corazones sean otros tantos altares de Jesús Eucaristía!
Un
Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de
los Santos Padres Benedicto y Francisco.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canción
de despedida: “Plegaria a Nuestra Señora de los
Ángeles”.
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