Inicio: ofrecemos esta Hora Santa en
reparación por el asesinato de un sacerdote católico que había sido previamente
secuestrado en Kenia. Para mayor información, se puede consultar el siguiente
enlace:
Canto
inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento
del altar”.
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).
Meditación.
Porque participa de la vida y del señorío de Cristo Dios, el
que está en gracia es señor y monarca del mundo, así como Cristo es Señor y
Monarca del mundo. El que está en gracia, tiene “un excelente principado de
todas las cosas; con tal autoridad, que todos los reinos del mundo le deben
reverenciar y toda la majestad que se ve en los mayores monarcas y reyes es
vileza respecto de su grandeza e imperio. Grande cosa es la gracia, grande su
majestad, grande su principado, universal su monarquía”[1].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Quien está en gracia, debe estimar que todos los reinos del
mundo valen menos que la gracia, pues con ella los tiene más excelente y
provechosamente y esto es así, aun cuando no lo vean los sentidos. Sucede con
esto como sucede con Cristo y la Virgen Santísima, tal como lo dice un autor: “¿Quién
viera a Cristo pobre y comiendo de limosna y dijera que era verdaderamente
Señor y Rey universal de todo? No lo ve el sentido, pero lo dice la fe y es
verdad. ¿Quién viera a la Virgen Santísima no hallar posada en Belén y dijera
que Ella era Reina soberana de todas las creaturas? Los ojos no lo ven, pero la
fe lo dice y es verdad”[2]. De
igual manera, son señores de todo los que están en gracia, porque participan de
la majestad y monarquía de Cristo.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
“La gracia -dice un autor- es maná escondido, porque no se
conoce lo que es. Por ella, somos hijos de Dios y con este fundamento se puede
creer todo lo que de ella se dice. Dice San Juan que “no se ha descubierto
hasta ahora lo que con ella seremos ni lo que somos ahora. No se distinguen en
la apariencia los reyes del mundo por la gracia, de los esclavos del demonio
por el pecado; pero hay entre unos y otros mayor distancia que hay del cielo a
la tierra”[3].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
La
distancia que hay entre pecadores y justos la nota San Pablo: “El heredero,
todo el tiempo que es pequeño, no se distingue del esclavo, aunque es señor de
todas las cosas”[4].
Es decir, en esta vida somos pequeños, hasta que en la otra crezcamos en
varones perfectos; somos aquí como niños pequeños, como herederos de un reino
grande, por la gracia[5].
Es como el rey Joás, que era rey, pero ni él ni los demás lo sabían, de la
misma manera, somos reyes y herederos del Reino de Dios, aunque de momento esto
no parezca evidente. Los que están en gracia no saben, por lo general, lo que
tienen en esta vida ni lo saben los otros, pero en realidad y en verdad son
reyes y herederos del Reino de Dios y son señores mayores que los emperadores
más encumbrados del mundo.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Afirma un autor: “Todo el tiempo que anduvo Nabucodonosor
por los campos, no sabía él que era el mayor emperador del mundo, ni otros que
le encontrasen tampoco sabían que era el mayor y más victorioso de la tierra. De
la misma manera, en el desierto de este mundo andan deslustrados los justos y
desfigurados de lo que son, nadie conoce su dignidad; pero en la verdad, tienen
principados de todas las cosas y el dominio de excelencia en todo el mundo, al
modo que Cristo y su Santísima Madre le tienen, si bien no con la misma
excelencia, pero con mayor que todos los demás señores y reyes del mundo y de
mayor honra”[6].
Oración final: “Dios mío, yo creo,
espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni
te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “Plegaria a Nuestra Señora de los
Ángeles”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 257.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 258.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 258.
[4] Gál. 4.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 258.
[6] Cfr. Nieremberg, ibidem, 259.
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