jueves, 24 de octubre de 2019

Hora santa en reparación por blasfemia contra la Virgen por parte de revista católica 221019



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por una blasfemia proferida contra la Madre de Dios en una revista católica. Para mayor información, se puede consultar el siguiente enlace:


         Canto inicial: “Adoro te devote, latens Deitas”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Debido a que la gracia excede incomparablemente a la naturaleza, quien está en gracia posee un señorío sobre lo creado que es superior al señorío natural. Afirma un autor que “si todas las naturalezas hubiesen de elegir rey y señor, y hubiese alguna creatura que estuviese en gracia, a ésta se le debía el mando y señorío de todos, tanto por la excelencia del ser que tiene, como por la virtud de la fe”[1]. Todo el mundo, dice este autor, debería hincar la rodilla[2] ante esta creatura y sujetarse y reverenciar a esta alma, pues está en gracia. Y si esto es así, ¿cuánto más debemos arrodillarnos ante Cristo Eucaristía, Señor de señores y Rey de reyes?

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

         El que está en gracia se puede decir que es conquistador y vencedor del mundo y por lo tanto adquiere señorío sobre él. De la misma manera, mucho más es Señor de todo lo creado –visible e invisible- Cristo Dios, que es el Vencedor por antonomasia en la Cruz. San Pedro afirma: “De aquel por quien es uno vencido, es siervo suyo”[3]. Es decir, si es vencido por el pecado, es siervo del pecado; si es vencido por la gracia y el Amor de Dios, es siervo de la gracia y del Amor de Dios. Dejémonos entonces vencer por la gracia y el Amor de Dios y así seremos siervos de Dios y señores de las cosas creadas.

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

         Un poeta sostiene: “Al vencedor, todas las cosas siguen”. Entonces así como a Cristo, a título de vencedor victorioso se le debe el señorío del mundo y el trono de su imperio, también al que participa de la gracia de Cristo, porque participa de su victoria sobre el demonio, el pecado y la muerte, se le debe el señorío por sobre todas las cosas creadas. Por esta razón promete el mismo Cristo en el Apocalipsis: “Al que venciere le daré el sentarse conmigo en mi trono, como Yo, que también vencí, me senté con mi Padre en su propio trono”[4].

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

El trono de Cristo es de majestad e imperio sobre todas las cosas, visibles e invisibles y eso mismo promete Él al cristiano que venciere. También en el Apocalipsis dice: “El que venciere y guardare hasta el fin mis obras, le daré poderío sobre las gentes, como Yo lo recibí de mi Padre”[5]. Debido a que este poderío y trono de tan gran principado no se conoce en esta vida, dice también en otra parte del Apocalipsis: “Al vencedor le daré el maná escondido”[6].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Puede sostenerse que el “maná escondido” que Cristo Dios dará al que por la gracia se venciere a sí mismo y al mundo, además de la Eucaristía, es el señorío sobre todas las cosas, porque es escondido, ya que no se lo puede ver[7]. Se dice maná porque es universal, porque así como el maná era una comida general –era todas las comidas, porque sabía a lo que uno quería-, así era todos los sabores, por lo cual encerraba en sí todo sabor y manjar; así también esta suerte de señorío, que se da al que está en gracia, es general y universal de todas las cosas. De manera que aunque por la naturaleza de la victoria no se debiese a los santos el trono y majestad sobre todas las cosas, por la promesa y el favor que Cristo les hace, se les daría de igual manera[8].

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.    

                
        


[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 255.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 255.
[3] 2 Pe 2.
[4] Cap. 3.
[5] Cap. 3.
[6] 2, 17.
[7] Cfr. Nieremberg, ibidem, 257.
[8] Cfr. ibidem.

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