Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por aquellos que, a sabiendas o
no, rinden culto a ídolos paganos, con lo cual se comete grave ofensa contra
Dios Uno y Trino y su Mesías, Cristo Dios, el cual sólo debe ser adorado por
sobre todas las cosas. Por otra parte, hay que recordar las palabras de las
Escrituras: “Los dioses de los gentiles son demonios” (cfr. 1 Cor 10, 20; Dt
32, 17; Sal 96, 5).
Canto inicial: “Cantemos al Amor de
los amores”.
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).
Meditación.
Afirma
un autor que “el que está en estado de gracia es amigo de Dios con todo rigor”[1]. Si
entre los hombres fluye el amor de amistad porque hay una semejanza entre ellos
en el amor, esta semejanza con Dios está dada para el hombre por la gracia, de
ahí que el hombre en gracia es amigo de Dios, tal como Jesús lo dice en el
Evangelio: “Ya no os llamo siervos, sino amigos” (Jn 15, 15).
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Entre los amigos, todas las cosas son comunes y como Dios es
Señor de todo y de todos, el que es su verdadero amigo por la gracia es también
señor de todo[2].
De ahí que el alma en gracia posea señorío celestial sobre todas las cosas. Esto
tiene lugar entre Dios y el hombre que entre dos hombres, porque la amistad de
los hombres sólo puede llegar a unir las voluntades, no las personas; en cambio
la amistad divina llega a unir a Dios con el hombre, al ingresar Dios en el que
es su amigo y habitando en él, entregando al hombre, por ser amigo suyo, no
sólo su afecto, sino su Ser. Esta amistad tan íntima no se da entre los
hombres.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Sostiene un autor que “la amistad humana, como no es tan
fina ni poderosa, une sólo los accidentes y esto sólo moralmente y entrega
entre los amigos sólo las voluntades, uniéndolas a éstas, pero no a las
substancias de los amigos, los cuales pueden estar muy lejos unos de otros;
pero debido a que como en Dios no hay accidentes, sino que todo es substancia y
su amor es el mismo Dios, y por otra parte su amistad, siendo finísima y
eficacísima, une no accidentes y no entrega accidentes, sino su misma
substancia y la Persona del Espíritu Santo, el cual no se aparta ni puede
apartar de quien está en gracia”[3].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
El
don de la gracia es tan grande e inefable, que por ella el hombre no sólo tiene
los dones de Dios, sino a Dios mismo: “Y así como el que está en gracia no sólo
tiene –por ser amigo de Dios- su Amor, sino también al mismo Dios realmente, viene
a ser que tenga juntamente todo cuanto Dios tiene; y como Dios no hace a su
amigo entrega sólo moral de sí, sino real, viene a ser que la comunicación de
todas las cosas y bienes de Dios Trino sea mayor que la que puede haber entre
amigos humanos, porque es por entrega y posesión real de la Persona del Espíritu
Santo. En otras palabras, Dios ama tanto a sus amigos, que no entrega sólo
dones de su Amor, sino su Amor en Persona, el Espíritu Santo”[4].
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Por todo esto dijo Santa Ángela de Foligno que por la
caridad, que es por donde se constituye la amistad de Dios, merece el alma
heredar todos los bienes divinos. La misa santa dice: “Mirad lo que dice Dios:
Todas mis cosas son tuyas. ¡Oh, quién será el que merezca esto, que todos los
bienes de Dios sean suyos! En realidad de verdad, no hay cosa que lo merezca,
sino la caridad”, porque hace amigos de Dios.
Oración final: “Dios mío, yo creo,
espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni
te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “Cantad a María, la Reina del
cielo”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 254.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 254.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 254.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 255.
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