viernes, 23 de octubre de 2020

Hora Santa en reparación por destrucción de imágenes de la Virgen y de Jesucristo en Arizona 221020

 


Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación y destrucción de imágenes de la Virgen y Nuestro Señor Jesucristo en Arizona. Para mayores detalles relacionados con este lamentable suceso, consultar el siguiente enlace:

https://www.catholicnewsagency.com/news/statues-of-christ-mary-toppled-outside-parishes-in-new-york-arizona-54144?fbclid=IwAR1CmiMMCaCfm-OIxFePvVskasiIReosjnKKUFqQHBImL0VaeGMTC_-tMJI

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Cristianos, venid, cristianos, llegad”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).

Meditación.

Sin la gracia de Dios, el hombre se convierte en algo inferior a las bestias irracionales y, aunque temporariamente pueda disfrutar de algún bien terreno, si persiste en ese estado, irremediablemente se condenará. Esto es así, porque la gracia es lo que nos hace verdaderamente ricos, ya que nos enriquece con la Vida divina, la vida de Dios Uno y Trino. Sin la gracia, somos los más pobres e infelices del mundo, aun cuando vivamos sumergidos en la riqueza y el oro.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Afirma un autor: “Sin la gracia de Dios, fueron muchos los que, aun contando con el favor de príncipes y reyes, se convirtieron en seres malos y depravados, con fines malaventurados: vivieron mal y no murieron mejor, “pereciendo su memoria con estallido” (Sal 9, 7). Fueron ambiciosos, atropellaron contra toda razón y derecho, pisotearon toda justicia, no tuvieron más ley que su voluntad. Finalmente, perecieron entre las uñas de  su fortuna”[1]. En otras palabras, sin la gracia de Dios, el alma se vuelve pobre e infeliz, aunque goce del favor y la estima del mundo.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Continúa el mismo autor: “No hay que fiar de la felicidad humana: en vida suele ser dañosa para el alma, en muerte al cuerpo. Mientras dura, emponzoña al alma: cuando se va, da el golpe y hace presa del cuerpo y la que estuvo dando toda la vida, quita después la vida y con esto se hace pago de todo. La fortuna no ayuda a la virtud, las honras mudan las costumbres y así hay que temer mucho de la gracia de los hombres, que nunca es segura, si no la acompaña la gracia de Dios y siempre puede ser sospechosa”[2].

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Con relación a la gracia de Dios y la gracia y favor que dan los hombres, dice San Juan Crisóstomo que Cristo nuestro Redentor quiso morir en la corte de Judea y ser allí más desfavorecido de los hombres, para poner horror a sus discípulos de la corte donde está el favor humano[3]. Es decir, Nuestro Señor Jesucristo, al morir en la Cruz, condenado injustamente, quiso hacer ver a los Apóstoles cuán peligrosa es la gracia que conceden los hombres, cuando esta no está acompañada de la gracia de Dios.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Continúa un autor: “Quien se empeña mucho por agradar a los hombres, está en peligro de desagradar a Dios. Pretender mucho la gracia de los príncipes, no se suele hacer sin perjuicio de la virtud. Muy lejos está el deseo de la gracia humana de hallar la divina, pues se atropella con la gracia de Dios por hallar la de los hombres. Mucho puede desagradar a Dios Trino quien lo que más pretende es agradar a los hombres; quien da gusto a los hombres, da disgusto a Dios”[4]. Y esto sucede porque los hombres están manchados por el pecado y quien quiere agradar a estos tales, se mancha también él con el mismo pecado con el que los hombres están afectados. Sirvamos por lo tanto a Nuestro Señor en la Eucaristía, aun a costa del desprecio de los hombres.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).  

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 403-404.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 404.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 404.

[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 404.

No hay comentarios:

Publicar un comentario