Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por un doble sacrilegio cometido en Paraguay, en la iglesia de San José: unos individuos destruyeron el sagrario, profanando las Hostias consagradas, y quemaron una imagen de la Madre de Dios. Para mayor información acerca de este lamentable hecho, consultar el siguiente enlace:
Oración
inicial: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer
Misterio (a elección).
Meditación.
Afirma un autor que hay una gran diferencia entre la gracia
que Dios concede a los hombres –por intermedio del Sacrificio de Cristo en la
cruz- y la gracia que el hombre concede al hombre: “También es cosa digna que
consideremos la diferencia que va de la gracia de Dios a la gracia de los
hombres, por la cual se pierde tantas veces la divina, para que vea el mundo
cuán errado anda en buscar el agrado y favor humano con pérdida del favor del
cielo”[1]. Es
decir, muchas veces el hombre, por conseguir el aplauso mundano, quebranta la
Ley de Dios.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Continúa el mismo autor: “Los hombres se deshacen por tener
gratos a otros hombres, olvidados de dar gusto a su Creador. Infinito yerran en
esto, porque es muy poco lo que aprovecha la gracia de los hombres y mucho lo
que suele dañar. Al contrario, la gracia de Dios nunca daña y siempre aprovecha”[2]. En
otras palabras, muchos hombres se desviven por conseguir el aplauso y los
honores de otros hombres, pero para obtener eso, dan las espaldas a Dios y a su
Hijo Jesucristo, obteniendo así, con el aplauso mundano, un gran daño para sus
almas.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Al respecto, dice San Juan Crisóstomo: “El que tiene la
gracia de Dios, aunque padezca males innumerables, no sólo a hombre alguno,
pero ni al mismo demonio teme; mas el que ofende a Dios, aunque parezca que
está seguro, teme a todos”[3]. Lo
que nos dice el santo es que quien quiera agradar a los hombres, dejando a Dios
de lado, aunque parezca seguro, está en grave peligro; por el contrario, quien
está en gracia de Dios y vive según la Ley Divina, no teme ni siquiera al
Demonio.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Para que nos demos cuenta de la diferencia que hay entre la
gracia de Dios y la de los hombres, un autor nos hace la siguiente comparación:
“Pongamos el ejemplo en la mayor gracia del mundo –en el sentido de favor y
poder mundano- y que más se desea, la que se tiene por felicidad en esta vida y
es blanco de la ambición humana: aun así, esta gracia humana lleva consigo
hacer al hombre soberbio, altivo, insufrible, pero la gracia de Dios, por el
contrario, hace al hombre humilde, modesto, manso, paciente, prudente”[4] y
esto porque la gracia de Dios configura al alma con el Hijo de Dios encarnado,
Jesús de Nazareth, en quien se encuentran todas las virtudes y perfecciones en
grado infinito.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Un ejemplo de esto nos lo da la Sagrada Escritura, en el
relato de lo que pasó con Amán y Mardoqueo (cfr. Est 3ss). Amán tenía la gracia del rey de los persas, que era
entonces el mayor rey del mundo; Mardoqueo sólo tenía la gracia de Dios y era
un pobre cautivo. Mientras que Amán concibió una soberbia luciferina y terminó
en la horca, mientras que Mardoqueo fue bien visto, amado de todos, siendo
elevado a la mayor dignidad de los persas, vestido con las vestiduras reales y
reverenciado por el pueblo. Esto es figura del que rechaza la Ley de Dios por
conformar a los hombres –Amán- y el que se humilla ante Dios para vivir en
gracia y según los Mandamientos de la Ley Divina –Mardoqueo-. Como dice Nuestro
Señor Jesucristo, “No se puede servir a dos señores”. Sirvamos, amemos y
adoremos a Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía, aun a costa del desprecio
de los hombres.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Un día al Cielo iré y la contemplaré”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario