miércoles, 7 de octubre de 2020

Hora Santa en reparación por intento de quitar imagen del Sagrado Corazón de Jesús del Ayuntamiento de Cádiz 040620

 


Inicio: ofrecemos esta Hora Santa en reparación por los intentos de agrupaciones de izquierda de quitar la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, colocada en el Ayuntamiento de Cádiz desde hace décadas. Para mayores detalles, consultar el siguiente enlace:

https://www.facebook.com/permalink.php?story_fbid=2561341954132736&id=100007708697479

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos, llegad”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).

Meditación.

         Cuando la razón humana no se sujeta a Dios, es decir, no recibe su gracia que ilumina sus tinieblas, se siguen muchos desórdenes de los actos de la razón[1]. Uno de estos desórdenes es lo que se llama “racionalismo” y consiste en que la razón humana juzga y reflexiona acerca de los misterios divinos, pero sin la luz de la gracia, con lo cual reduce todo el Misterio Pascual de Cristo Dios a los estrechos límites de su capacidad de razonar.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         El que se deja guiar por el racionalismo, cae en un grave error, pues todo lo juzga según los límites escasos del razonamiento humano, dejando de lado el aspecto mistérico de la religión católica, cuando se trata de esta religión. En efecto, el racionalista, juzgando con su sola capacidad de razonar humana y sin dejarse iluminar por la luz de la gracia, reduce los milagros realizados por Jesús en las Escrituras, a meros aspectos psicológicos o morales.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Así, el racionalista, al juzgar sobre la Presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, o en la renovación incruenta y sacramental del Santo Sacrificio de la Cruz, que es en lo que consiste la Santa Misa, considera que no hay nada de sobrenatural, ni en la Eucaristía, a la que reduce a un trozo de pan consagrado en una ceremonia religiosa, ni en la Santa Misa, a la que reduce a un simple ritual religioso puramente humano, sin la Presencia divina en ningún aspecto ni en ningún momento.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

El racionalismo, aplicado a la religión, además de ser un grave desorden de la razón, por cuanto ésta se niega a recibir la luz de la gracia que la sacaría de su error, puede constituir un pecado mortal en cuanto se hace consciente y voluntario, es decir, en cuanto el alma decide, voluntaria y libremente, persistir en utilizar su razón sin el auxilio de la gracia.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         De la misma manera sucede con los sentidos, cuando estos no están guiados por la razón iluminada por la gracia[2]: los sentidos, sin la razón y sin el control divino de la gracia, degeneran prontamente en pasiones depravadas, que arrojan al alma a las más oscuras acciones, algunas de las cuales la llegan incluso a equiparar al alma humana, que es racional por esencia, a las bestias irracionales. En otras palabras, si no media la gracia sobre la razón, ésta degenera en racionalismo, pecado que consiste en negar todo lo sobrenatural y divino; si no media la razón, iluminada por la gracia, sobre los sentidos, estos terminan por convertirse en pasiones depravadas y en convertir a su vez al hombre en algo inferior a una bestia irracional. Por esta razón, es imprescindible y esencial que la gracia santificante ilumine nuestra razón y que nuestra razón, iluminada por la gracia, domine los sentidos corporales.

              Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

       “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Canto final: “Los cielos, la tierra y el mismo Señor Dios”.

[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 380.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 380.

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