jueves, 29 de octubre de 2020

Hora Santa en reparación por profanación y robo de Hostias consagradas en Madrid España 261020

 


Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la destrucción del sagrario y el robo sacrílego de las Hostias consagradas en una parroquia de Madrid, España. Para mayor información acerca de este sacrílego hecho, consultar el siguiente enlace:

https://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=38961&fbclid=IwAR11h6CGyLIRyS377cEJmNnl6h8xPuRGakVXk83-PSyOr-DbCdoAYZp8IIc

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Cristianos, venid, cristianos, llegad”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).

Meditación.

El hombre ha sido creado para ser feliz; en efecto, todos los filósofos, comenzando por Aristóteles, coinciden en que el hombre, desde que nace, busca la felicidad. El problema, según San Agustín, es dónde va el hombre a buscar la felicidad: si la busca en el hombre, nunca será feliz; si la busca en Dios Trino, será feliz en esta vida y en la otra, por toda la eternidad. Busquemos la felicidad en Dios y en su Cruz y así seremos felices –aun con tribulaciones- en esta vida y, fundamentalmente, en la otra.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Con respecto a la felicidad, afirma un autor: “No hay que buscar la felicidad humana: en vida suele ser dañosa al alma, en muerte al cuerpo. Mientras dura, emponzoña al alma; cuando se va, da el golpe y hace presa en el cuerpo; y la que estuvo dando toda la vida, quita después la vida y con esto se hace pago de todo. La fortuna no ayuda a la virtud, las honras mudan las costumbres y así hay que temer mucho de la gracia de los hombres, que nunca es segura, si no la acompaña la gracia de Dios y siempre puede ser sospechosa”[1].

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

En el Salmo 51, dice así David, en relación a dar gusto a los hombres o a Dios: “Dios disipa los huesos de los que agradan a los hombres: confundidos están, porque Dios los ha despreciado”. Es una pesada injuria para el alma, cuando por la benevolencia humana carga sobre uno la ira divina y por la estimación de los hombres se granjea ser menospreciado por Dios. Nada puede aprovechar el favor humano sin la gracia divina y no sólo eso, sino que se granjea la maldición divina, pues se cumplen las palabras de las Escrituras: “Maldito el hombre que confía en el hombre” (Jer 17, 5).

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

La gracia de los hombres, la benevolencia humana, la gloria que el hombre da al hombre sin la gracia de Dios, es sólo daño para el alma, precisamente porque no tiene el favor de la gracia divina. Ahora bien, lo contrario es cierto: si el alma se esfuerza por vivir en gracia y en cumplir los Mandamientos de la Ley Divina, el alma está segura, no sólo en medio de peligros y desgracias, sino en la misma gracia de los hombres, que es tan peligrosa. La Escritura nos da numerosos ejemplos, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, de cómo los hombres salieron triunfantes y airosos cuando contaron con la gracia de Dios[2].

Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Se debe considerar también cuán inconstante y quebradiza es la gracia de los hombres, muy al contrario de la gracia de Dios. La gracia de los reyes y el favor de los hombres, se olvida rápidamente y esto es acorde a las Escrituras, que habla de la falacia del corazón: “¡Cuán engañoso es el corazón humano!” (Jer 17, 9). Sin embargo, Dios no es así para quien está en su gracia y le sirve; porque es tan fiel la gracia de Dios que, dice David, “estará en la memoria eterna de Dios”. En él tiene puestos los ojos su Divina Majestad y lo tiene tan presente que no se olvida de él, ya que no se aparta de él. Y aun  después de muerto, hace Dios por su causa y memoria muchos bienes a los suyos[3].

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).  

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.

 

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 404.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 405.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 406.

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