jueves, 8 de octubre de 2020

Hora Santa en defensa de la Santa Cruz del Valle de los Caídos en España 081020

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado, en reparación por el intento de la ultra-izquierda, atea y marxista, de quitar de en medio la Santa Cruz del Valle de los caídos en España. De esta manera, nos unimos al llamamiento mundial que la Iglesia Católica ha lanzado en defensa de la Santa Cruz de Nuestro Señor Jesús. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:

         https://infovaticana.com/2020/09/29/lanzan-un-llamamiento-mundial-en-defensa-de-la-cruz-del-valle-de-los-caidos/?fbclid=IwAR3RU4riSYinwF7PsJqBU2sUMLZIrW6yPRMUQvbiOzNI_ioDRujoyh_hSzo

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Postrado a vuestros pies, humildemente”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (a elección).

Meditación.

         Si el hombre se aparta de Dios; si el hombre desprecia sus Mandamientos; si el hombre considera que la gracia santificante, conseguida para la humanidad al altísimo precio del sacrificio del Cordero de Dios en la Cruz y renovada incruenta y sacramentalmente en el Santo Sacrificio del altar, la Santa Misa, entonces en la vida del hombre se producen eventos en su vida privada, en su existencia, sucesos que cada vez más lo alejan de Dios y esos sucesos se llaman “pecados mortales”[1].

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         El hombre cae en pecado mortal porque, sin Dios y su gracia, el hombre obra según un fin que ya tiene concebido en su mente y en su corazón, que es el estar lejos de Dios. Cuando el hombre se aleja de Dios Trino y sus Sacramentos, sus Mandamientos y su gracia santificante, engendra en su alma un perverso hábito, que lo acerca más a las bestias que a los ángeles: engendra un hábito maligno, el hábito de pecar y de pecar mortalmente. De ahí la importancia ineludible y esencial, para el alma humana, de vivir en la gracia de Dios.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Sin la gracia de Dios, aun cuando el hombre tenga la mejor de las intenciones, no puede evitar, pasado un corto lapso de tiempo, de caer en pecado mortal[2]. Ésta es la razón por la cual la Iglesia, que es Madre y Maestra, prescribe que el bautizado acuda a la Confesión Sacramental, para recibir el perdón de Dios por su gracia, por lo menos una vez al año, para Pascuas de Resurrección. Si el bautizado no hace esto, indefectiblemente –lo afirma Santo Tomás-, el alma cae en pecado mortal. Y si muere en pecado mortal, se condena, irremediablemente.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Afirman los santos –entre ellos, Santo Tomás de Aquino-, que “la gracia habitual sana la naturaleza corrompida y ordena hacia Dios y sin esta santidad y ordenación, está pronta para pecar”[3]. En otras palabras, como lo hemos afirmado anteriormente, sin el auxilio de la gracia santificante, el hombre no puede dejar de pecar, ni mortal ni venialmente, porque sus solas fuerzas humanas son incapaces de contrarrestar la fuerza arrasadora que el pecado original ejerce sobre la naturaleza humana. Por esto, la necesidad de acudir, con frecuencia, al Sacramento de la Confesión, para adquirir la gracia si la ha perdido, y a la Eucaristía, para acrecentarla si ya la tiene.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         San Gregorio afirma que “el pecado que no se borra luego por la penitencia –por el Sacramento de la Penitencia-, impele para caer en otro pecado con su mismo peso”[4]. Los profetas del Antiguo Testamento, como Isaías, se lamentan de la suerte de los que carecen de la gracia: “¡Ay de vosotros, que traéis la maldad con cordeles de vanidad y el pecado como una atadura de carro!”. Lo que quiere decir el Profeta es que, estando uno sin gracia, no hace sino labrar una soga o cadena de pecados, añadiendo uno a otro, con que los demonios lo empujan al Infierno. La gracia es la única en grado de cortar con este vínculo pernicioso, desatando estas ataduras y colocando al hombre en estado de la libertad de los hijos de Dios, impidiéndole pecar[5].

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.

 

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 380.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 380.

[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 380.

[4] Homil. 11 in Ezech.; Moral., lib. 26, cap. 13.

[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 381.

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