Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado, en reparación
por el intento de la ultra-izquierda, atea y marxista, de quitar de en medio la
Santa Cruz del Valle de los caídos en España. De esta manera, nos unimos al
llamamiento mundial que la Iglesia Católica ha lanzado en defensa de la Santa
Cruz de Nuestro Señor Jesús. Para mayor información, consultar el siguiente
enlace:
Oración
inicial: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto inicial: “Postrado a vuestros pies, humildemente”.
Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer
Misterio (a elección).
Meditación.
Si el hombre se aparta de Dios; si el hombre desprecia sus
Mandamientos; si el hombre considera que la gracia santificante, conseguida
para la humanidad al altísimo precio del sacrificio del Cordero de Dios en la
Cruz y renovada incruenta y sacramentalmente en el Santo Sacrificio del altar,
la Santa Misa, entonces en la vida del hombre se producen eventos en su vida
privada, en su existencia, sucesos que cada vez más lo alejan de Dios y esos
sucesos se llaman “pecados mortales”[1].
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
El hombre cae en pecado mortal porque, sin Dios y su gracia,
el hombre obra según un fin que ya tiene concebido en su mente y en su corazón,
que es el estar lejos de Dios. Cuando el hombre se aleja de Dios Trino y sus
Sacramentos, sus Mandamientos y su gracia santificante, engendra en su alma un
perverso hábito, que lo acerca más a las bestias que a los ángeles: engendra un
hábito maligno, el hábito de pecar y de pecar mortalmente. De ahí la importancia
ineludible y esencial, para el alma humana, de vivir en la gracia de Dios.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Sin la gracia de Dios, aun cuando el hombre tenga la mejor
de las intenciones, no puede evitar, pasado un corto lapso de tiempo, de caer
en pecado mortal[2].
Ésta es la razón por la cual la Iglesia, que es Madre y Maestra, prescribe que
el bautizado acuda a la Confesión Sacramental, para recibir el perdón de Dios
por su gracia, por lo menos una vez al año, para Pascuas de Resurrección. Si el
bautizado no hace esto, indefectiblemente –lo afirma Santo Tomás-, el alma cae
en pecado mortal. Y si muere en pecado mortal, se condena, irremediablemente.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Afirman los santos –entre ellos, Santo Tomás de Aquino-, que
“la gracia habitual sana la naturaleza corrompida y ordena hacia Dios y sin
esta santidad y ordenación, está pronta para pecar”[3]. En
otras palabras, como lo hemos afirmado anteriormente, sin el auxilio de la
gracia santificante, el hombre no puede dejar de pecar, ni mortal ni
venialmente, porque sus solas fuerzas humanas son incapaces de contrarrestar la
fuerza arrasadora que el pecado original ejerce sobre la naturaleza humana. Por
esto, la necesidad de acudir, con frecuencia, al Sacramento de la Confesión,
para adquirir la gracia si la ha perdido, y a la Eucaristía, para acrecentarla
si ya la tiene.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
San Gregorio afirma que “el pecado que no se borra luego por
la penitencia –por el Sacramento de la Penitencia-, impele para caer en otro
pecado con su mismo peso”[4]. Los
profetas del Antiguo Testamento, como Isaías, se lamentan de la suerte de los
que carecen de la gracia: “¡Ay de vosotros, que traéis la maldad con cordeles
de vanidad y el pecado como una atadura de carro!”. Lo que quiere decir el
Profeta es que, estando uno sin gracia, no hace sino labrar una soga o cadena
de pecados, añadiendo uno a otro, con que los demonios lo empujan al Infierno. La
gracia es la única en grado de cortar con este vínculo pernicioso, desatando
estas ataduras y colocando al hombre en estado de la libertad de los hijos de
Dios, impidiéndole pecar[5].
Oración
final: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.
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