Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario
meditado en reparación por la sacrílega “misa maya”, en la que se introducen
oraciones, ritos y sacerdotes paganos y demoníacos.
Canto
de entrada: “Cristianos, venid, cristianos, llegad”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
En relación a la Santa Misa, el Papa Pío XII manifestó
el siguiente pensamiento: “El altar del Gólgota no tiene nada diferente del
altar de nuestras iglesias: éste es también un monte coronado por la Cruz y por
el crucifijo, donde se realiza la reconciliación de Dios con el hombre”. Y Santo
Tomás de Aquino escribió: “La celebración de la Misa vale tanto como la muerte
de Jesús en la Cruz”. Y la muerte de Jesús en la Cruz, tiene un valor infinito
y eterno; por lo tanto, la Santa Misa tiene un valor infinito y eterno.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
San Francisco de Asís dijo: “El hombre debería temblar,
el mundo debería vibrar, el Cielo entero debería conmoverse profundamente
cuando el Hijo de Dios aparece sobre el altar en las manos del sacerdote”. Los ángeles
del Cielo no salen de su estupor y de su alegría, al ver en la Santa Misa
descender, al Rey de los cielos, para quedarse en Persona en la Santa
Eucaristía, en la Santa Misa.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Por el hecho de que renueva incruenta y sacramentalmente,
el Sacrificio Santo de la Pasión y Muerte de Jesús, la Santa Misa es, por sí
sola, suficiente para detener la Justa Ira de Dios, desencadenada por nuestros
pecados. Santa Teresa de Jesús les decía a sus religiosas: “¿Qué sería de
nosotros, sin la Santa Misa? Todos aquí abajo pereceríamos, ya que únicamente
eso puede detener el brazo de Dios. Sin ella, la Iglesia no duraría y el mundo
estaría perdido sin remedio”.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Y el Padre Pío de Pietralcina, decía: “Sería más fácil
que el mundo sobreviviera sin el sol, que sin la Santa Misa”. San Leonardo de
Puerto Mauricio, a su vez, decía: “Yo creo que, si no existiera la Santa Misa,
el mundo ya se hubiera hundido en el abismo, por el peso de su iniquidad. La
Misa es el soporte poderoso que lo sostiene”.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Los efectos saludables que la Santa Misa produce en el
alma de quien participa de ella -en gracia, con fe, con amor y con devoción-, son
admirables: nos obtiene el arrepentimiento y el perdón de los pecados (de los
pecados veniales, no de los mortales, porque para el perdón de los pecados
mortales, debemos acudir al Sacramento de la Confesión); disminuye la pena
temporal merecida por ellos; debilita la influencia de Satanás y los impulsos
indomables de la carne, refuerza los lazos de nuestra unión con el Cuerpo de
Cristo; nos protege del peligro y los desastres; reduce el castigo del Purgatorio;
nos obtiene un grado mayor de gloria en el Cielo[1].
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Un día al cielo iré, y la
contemplaré”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones del Santo Padre Francisco.
[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús, Amor Eucarístico,
Ediciones del Alcázar, Buenos Aires 2005, 29.
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