Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación
por horrible ultraje cometido contra el Sagrado Corazón de Jesús en Austria. Para
mayores detalles, consultar el siguiente enlace:
Canto
de entrada: “Cantemos al Amor de los amores”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
Si
todo cristiano ha de amar a Jesucristo –“si algún hombre no ama a Nuestro Señor
Jesucristo, sea anatema”, 1 Cor 16. 22-, el amor a la Eucaristía debe
ser espontáneo y estar siempre vivo en nosotros, puesto que la Eucaristía es el
mismo y único Señor Jesucristo, Dios Hijo encarnado y Salvador de los hombres.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Todos
los santos se caracterizaron, sin excepción, por el amor a la Eucaristía; de
entre estos santos hay algunos que se destacan, como por ejemplo San Pedro
Julián Eymard, en quien este amor a la Eucaristía alcanzó tal intensidad que se
convirtió en una “locura de amor”. Por eso él era también llamado “loco por el
Santísimo Sacramento”[1].
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Ahora
bien, el amor necesita ser ejercitado, necesita ser puesto en práctica, puesto
que el corazón necesita ejercitarse para amar verdaderamente al Dios Verdadero.
La Sagrada Comunión representa el vértice en este ejercicio de amor, que se
consuma en la unión entre el corazón de la creatura y Jesús. Santa Gemma
Galgani exclama al respecto: “No puedo soportar el pensamiento de que, en la
prodigiosa expansión de su Amor, Jesús se hace sentir y se manifiesta a la más
insignificante de su creaturas en todo el esplendor de Su Corazón”.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Santa
Gemma Galgani deseaba que su corazón fuera una “tienda de amor” en donde pudiera
hospedar por siempre a Jesús con ella. También deseaba tener “un lugarcito en
el Copón”, para poder estar siempre con Jesús. La santa pedía llegar a ser una “bola
de fuego” ardiente de amor por Jesús.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Cuando
Santa Teresita del Niño Jesús estaba seriamente enferma, se arrastraba con gran
esfuerzo a la Iglesia para recibir a Jesús. Una mañana, después de la Sagrada
Comunión, estaba exhausta en su celda. Una de las monjas le hizo notar que no
debía esforzarse tanto. La santa replicó: “¿Oh, qué son estos sufrimientos en comparación
con una Sagrada Comunión?”. Su lamento era el de no poder recibir la Sagrada
Comunión a diario, ya que en esos tiempos no estaba permitido. Por eso
suplicaba a Jesús: “Permanece dentro de mí, igual que permaneces en
Tabernáculo. No retires nunca Tu presencia de vuestra Pequeña Hostia”[2].
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Un día al cielo iré, y la
contemplaré”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones del Santo Padre Francisco.
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