Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación
por las sacrílegas “misas negras” ofrecidas en también sacrílego honor al ángel
caído, Satanás. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:
Canto
de entrada: “Cantemos al Amor de los amores”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
Para
descubrir por lo menos algunas de las riquezas que encierra el misterio
eucarístico, debemos hacer un triple ejercicio: de la mente, del corazón y de
la voluntad, porque este misterio ilumina la mente con la luz divina, arrastra
a la voluntad al divino querer y enciende el corazón en el Fuego del Divino Amor.
San Pedro Julián Eymard decía que “cuando se ha prendido una chispa eucarística
en el alma, se ha puesto en su corazón una semilla divina de ida y de todas las
virtudes, que es eficaz por sí misma, por decirlo de alguna manera”[1].
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Cuando
San Pedro Julián Eymard fundó la Congregación de los Sacerdotes del Santísimo
Sacramento, ofreció su vida por el Reino Eucarístico de Jesús y escribió
entonces: “Querido Jesús, aquí está mi vida. Heme dispuesto a comer piedras y a
morir abandonado, con tal de poder erigirte un trono y darte una familia de
amigos, una nación de adoradores”. Si tan solo conociéramos, al menos ínfimamente,
el don de Dios que es la Eucaristía, no dudaríamos en pertenecer a esta “nación
de adoradores” del Santísimo Sacramento.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
San
Bernardo decía: “La Eucaristía es ese amor que sobrepasa todos los amores en el
Cielo y en la tierra. Y Santo Tomás de Aquino escribió: “La Eucaristía es el
Sacramento de Amor: significa Amor, produce Amor”. Un hecho concreto que nos
habla de manera evidente de ese amor es el Milagro Eucarístico de Lanciano,
donde se venera una Hostia consagrada transformada en carne viva y conservada
así desde hace más de un milenio. Pues bien: según los análisis químicos más
recientes de una partícula de aquella Hostia, ha resultado que se trata de carne
aún viva, perteneciente al tejido del corazón de un hombre. La Eucaristía es
realmente, toda ella, solamente ¡Corazón!
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Un
día, un príncipe árabe, Abd-ed-Kader, al pasar por las calles de Marsella en
compañía de un oficial francés, se encontró con un sacerdote que llevaba los
Sagrados Viáticos a un hombre moribundo. El oficial francés se detuvo, se
descubrió la cabeza y se arrodilló. Su amigo le preguntó la razón de ese
saludo. “Adoro a mi Dios, que el sacerdote está llevando a un enfermo”, replicó
el valiente oficial. “¿Cómo es posible -dijo el emir-, que tú creas que Dios,
que es tan grande, se haga tan pequeño y permita que se le lleve aún a la casa
de los pobres? Nosotros los mahometanos tenemos una idea mucho más grande de
Dios”. El oficial respondió: “Eso se debe a que ustedes sólo tienen una idea de
la grandeza de Dios, pero no conocen su Amor”.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
San
Pedro Eymard declara: “La Eucaristía es la manifestación suprema del amor de
Jesús. Después de ella no existe nada más que el Cielo mismo”. Sin embargo,
¡cuántos cristianos ignoramos el alcance inmenso del amor contenido en la Eucaristía!
Y tanto más, cuanto que la Eucaristía es infinitamente más grande que los
Cielos eternos y es que es el Rey de los Cielos eternos, Jesús, el Hijo de
Dios.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones del Santo Padre Francisco.
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