Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por
la profanación cometida contra el Santísimo Sacramento del altar en Castellón,
España. Para mayores datos acerca de este lamentable hecho, consultar el
siguiente enlace:
https://infovaticana.com/2023/02/23/nueva-profanacion-en-una-iglesia-de-castellon/
Canto
de entrada: “Postrado a vuestros pies humildemente”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
Si
“Emmanuel” es “Dios con nosotros, entonces la Eucaristía es el Emmanuel, porque
la Eucaristía es Cristo Dios con nosotros, es Dios Hijo en Persona, oculto en
apariencia de pan, que está con nosotros, acompañándonos en el desierto de la
vida, en nuestro peregrinar hacia la Jerusalén celestial.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Cuando
el Santo Cura de Ars, San Juan María Vianney, llegó al pequeño pueblito de Ars,
alguien le dijo con amargura: “¡Aquí no hay más nada que hacer!” y el Santo le
replicó: “Pues entonces, hay todo por hacer”. E inmediatamente comenzó su
apostolado: se levantaba a las dos de la mañana e iba a orar cerca del altar, con
la iglesia en penumbras. Recitaba el Oficio Divino, hacía su meditación y se
preparaba para la Santa Misa. Después del Santo Sacrificio de la Misa, hacía la
Acción de Gracias y permanecía en oración hasta el mediodía, de rodillas, con
el Rosario en la mano y la mirada fija en el Tabernáculo[1]. Todo verdadero apostolado
tiene origen la oración, como nos enseña el Santo Cura de Ars.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Las
oraciones del Santo Cura de Ars se vieron pronto recompensadas por el cielo, al
punto que debió reorganizar todo su horario y cambiarlo por completo, debido a
la cantidad de almas que llegaban en busca de auxilio espiritual. El
Confesionario del Santo Cura llegó a tener hileras interminables de penitentes,
llegando el santo a confesar hasta dieciocho horas seguidas todos los días[2].
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Lo
mismo que sucedió en el pueblo de Ars, es decir, una completa restauración de
la Santa Fe Católica, podemos decir que sucedió en San Giovanni Rotondo, pueblo
de Gargano, Italia. Hasta hace unas décadas, era un lugar perdido y olvidado
entre los escabrosos despeñaderos de un promontorio; hoy en día es un centro de
vida espiritual y también cultural, reconocido internacionalmente. El cambio
que transformó tanto a Ars como a San Giovanni Rotondo, fue el fecundísimo ministerio
sacerdotal de dos grandes santos, San Juan María Vianney y el Padre Pío de
Pietralcina, cuyos apostolados por la salvación de las almas tenían a Jesús
Eucaristía como fuente de gracias y como objetivo final para las almas,
teniendo también ambos en común el rezo del Santo Rosario, con lo cual se
aseguraban la intercesión de la Medianera de todas las gracias, María Santísima.
De ambos santos pueden decirse que eran “Ministros del Tabernáculo” (Hb
13, 10) y “distribuidores de los misterios de Dios” (1 Cor 4, 1), siendo
el más grande de los misterios, la Presencia real, verdadera y substancial del
Hijo de Dios encarnado, Jesús de Nazareth[3].
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Con
toda razón podemos reafirmar lo que decíamos al principio: la Eucaristía es “Dios
con nosotros” (Mt 1, 23), es el “Emmanuel”, porque es Dios Hijo
encarnado, que prolonga su Encarnación en la Eucaristía. La Eucaristía es
Nuestro Señor Jesucristo presente en los sagrarios de nuestras iglesias, con su
Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Es el mismo Hijo de Dios, Jesús de Nazareth,
oculto en las apariencias de pan y vino, pero real y físicamente presente en la
Hostia consagrada, de modo tal que Él mora entre nosotros y nosotros, por
gracia de Dios, nos encontramos ante Él de manera análoga a como los ángeles y
santos se encuentran ante la Presencia del Cordero de Dios en los cielos.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los
Ángeles”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones del Santo Padre Francisco.
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