Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación
por el sacrílego ataque sufrido por la Iglesia de la Flagelación en Jerusalén. Para
mayores datos, consultar el siguiente enlace:
Canto
de entrada: “Cantemos al Amor de los amores”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
En
la Última Cena, uno de los sacerdotes, Judas Iscariote, el traidor, eligió con
su traición ser poseído por Satanás, según relata el Evangelio: “Cuando Judas
tomó el bocado (…) Satanás entró en él” (cfr. Jn 13, 27). ¿Por qué
elegir ser poseído por el ángel caído, cuando podemos ser poseídos por Dios
Hijo encarnado, que prolonga su Encarnación en la Eucaristía? Dice así San
Pedro Julián Eymard: “¡El ser poseído por Jesús y poseerlo! He aquí el Reino
perfecto del Amor”[1].
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Es
en la Eucaristía en donde se realiza este “Reino perfecto del Amor”, porque la Eucaristía
contiene aquello que los cielos eternos no pueden contener: al Rey de los
cielos, Cristo Dios. Es por esto que para acercarnos a la Eucaristía,
necesitamos tener el alma en gracia, purificada del pecado por la gracia
santificante, para que de esta manera el corazón se convierta en Tabernáculo
viviente del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Refiriéndose
a la Sagrada Eucaristía, San Francisco exclamó: “¡Oh admirable excelsitud y
asombrosa condescendencia! ¡Oh humildad sublime! ¡Oh sublimidad humilde, pues
el Señor del universo, Dios e Hijo de Dios, de tal manera se humilla, que por
nuestra salvación se esconde bajo una pequeña forma de pan! Ved, hermanos, la
humildad de Dios… Por consiguiente, nada de vosotros retengáis para vosotros, a
fin de que os reciba todo enteros el que se os ofrece todo entero”.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
San
Alfonso María de Ligorio dice lo siguiente: “¡Jesús mío! Qué invento tan
amoroso fue aquel del Santo Sacramento, en que os escondéis bajo la apariencia
del pan, para haceros amar y encontrar por quien os desea”.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
En
nuestro afecto hacia el Santísimo Sacramento deben estar siempre presentes la
memoria del sacerdote quien cada día nos da a Jesús y de la Bienaventurada
Virgen María, quien es Madre de Cristo Dios y de todos los sacerdotes y esto
porque la Eucaristía, Nuestra Señora de la Eucaristía y el sacerdote
ministerial son inseparables, tal como fueron inseparables Jesús en la cruz y
la Virgen y San Juan Evangelista al pie de la cruz, en el Calvario[2].
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los
Ángeles”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones del Santo Padre Francisco.
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